¿Film noir con pasajes filmados en Guyana? ¿Mafiosos que apuestan a la magia y otros que son grandes chef? ¿Dónde se ha visto? En la miniserie que se reseña aquí con tanto entusiasmo que apabulla un poco.

En una pantalla sobrepoblada de policiales de mediocre calidad es muy difícil encontrar una serie que se aproxime siquiera a alguna de las últimas joyas del género. Con una tensión permanente que hace recordar a los mejores momentos de Breaking Bad y con un estilo narrativo audaz e innovador, Steven Soderbergh y Ed Salomon sorprenden a un público ya demasiado avispado con su última creación, Círculo cerrado, que está haciendo explotar la audiencia de HBO, la plataforma de streaming detrás del proyecto.

Hace rato que Soderbergh viene demostrando que es un director que conoce a la perfección las reglas del género. Desde la mítica Sexo, mentiras y videos (1989), el director nacido en Estados Unidos, hijo de padres suecos, sabe también que el noir es la salsa perfecta donde cocer un caldo capaz de mantener atrapado a los espectadores al mismo tiempo que se desgrana una crítica salvaje al sistema capitalista.

Rodeado de un elenco formidable, encabezado por Claire Danes (conocida por los aficionados al género de espionaje por su papel protagónico en Homeland), un formidable y veterano Dennis Quaid, la estupenda Zazie Beetz (que aparece en algunos episodios de la última temporada de Black Mirror) y la sorprendente CCH Pounder (protagonista de esa bella película que fue Bagdad Café), Soderbergh y su guionista, Ed Salomon nos introducen en una trama que, como su título lo indica, es un “círculo cerrado” perfecto donde cada golpe de tuerca aumenta la sensación de estar dentro de una historia en cascada estructurada como una muñeca rusa, llena de sorpresas en su interior.

Crímenes en los roperos

La miniserie, de sólo seis episodios de casi una hora de duración, comienza narrando dos historias paralelas destinadas a encontrarse en un punto de inflexión que sacudirá la vida de cada uno de los personajes y sacará a la luz viejas mentiras y crímenes ocultos celosamente en los roperos, en las que es muy difícil discernir quiénes son los malos y quiénes los buenos, si es que tal cosa fuera posible en realidad.

Dentro de este “círculo”, filmado con un ligero gran angular en sus escenas cerradas –lo que otorga un ambiente sugestivo a toda la serie– hay dos familias muy disímiles: una, encabezada por Savitri Mahabir (CCH Pounder), una mafiosa originaria de Guyana que cree más en la magia que en las armas a la hora de llevar a buen puerto los negocios turbios de su clan. La otra familia no puede estar más en las antípodas: su líder (un tanto culposo –no se sabe bien por qué– y bastante desprolijo) es el “cheff Jeff” (Dennis Quaid), un cocinero famoso que vive en el corazón de Manhattan y cuyos negocios millonarios administran su hija (Claire Danes) y su marido (Timothy Olyphant, al que recordarán por su participación en ese western excepcional que fue Deadwood y su protagónico en la negra Santa Clarita Diet, ambas producidas por HBO). En el medio, como vector que terminará por unir a estas paralelas tan disímiles, se encuentra una inspectora del Servicio Postal de Estados Unidos (Zazie Beetz), inteligente, incisiva y lesbiana (en ese orden), una de las detectives más bizarras que han aparecido por las pantallas en los últimos tiempos.

Ciertas anomalías en EE.UU.

Atentos: Sodebergh trabajando.

Como resulta imposible anticipar más que esto sin caer en spoilers, nos vamos a centrar en destacar los aspectos que hacen imperdible Círculo cerrado, no sólo para los amantes del género. En primer lugar, Sodenbergh aprovecha el género para sacar a la luz una realidad lastimosa de los Estados Unidos contemporáneos: las grandes diferencias de clase entre los mega ricos y los inmigrantes que vienen del sur (parte de la serie está filmada en Guyana, un escenario poco frecuente de ver). Gran detector de las anomalías del capitalismo financiero (viene de ensañarse con el lado oscuro de la tecnología en su film Kimi y de sacar a la luz la cara oculta de la prostitución de lujo en la excelente serie The Girlfriend Experience, solo por citar algunos ejemplos), en esta ocasión alude no sólo a la solapada lucha de clases que sacude los cimientos de la sociedad norteamericana, sino que confronta también las relaciones extrañas e irracionales que existen entre el poder y el mito.

La banda sonora es otra de las grandes protagonistas de Círculo cerrado. Inspirada en las armonías que hicieron famoso al cine policial norteamericano de los años 50 (sobre todo a las películas del siempre presente Alfred Hitchcock), la música va generando una atmósfera densa y a la vez íntima en torno a unos personajes que se ven cada vez más encerrados en esta historia circular.

Por último, el guión de Ed Salomon le saca brillo a una historia que, para algunos críticos, resulta supuestamente difícil de digerir en los primeros tramos, donde el pacto de credibilidad entre los espectadores y la narración corre el riesgo de romperse de manera irremediable. Si alguien siente que lo están dejando afuera por esta razón durante los primeros minutos, no le afloje. Una vez metidos adentro de la historia van a terminar pidiendo que los episodios se alarguen, que no acaben más, como sucedía en los momentos más brillantes de Breaking Bad o The Americans, dos de las antecesoras del género a las que Círculo cerrado no tiene nada que envidiar.

Poco apta para paladares esquemáticos, sobre todo para los que buscan finales felices y tranquilizadores, la obra que HBO se vio obligada a estrenar de forma más veloz de lo que estaba previsto, cuando se dio cuenta de la perla que había incubado, llegó para transformarse en un clásico de la pequeña pantalla.