Una aproximación a dos figuras legendarias de un género musical que se salió de los pentagramas para influir y transformar una época.
Promediando la década del ’60 se producía uno de los acontecimientos culturales más importantes de Occidente, el surgimiento del Rock ya no como estilo musical exclusivamente sino como movimiento cultural de masas. El rock aglutinaba así a millones de jóvenes no sólo detrás de un ritmo y una melodía sino principalmente a través de ideas contestatarias que expresaban un profundo cambio estético en lo social. Si bien emergió en Inglaterra y tuvo un gran desarrollo en los Estados Unidos, es importante señalar que en un país alejado como la Argentina tuvo un desembarco prematuro, casi simultáneo, y un desarrollo considerable. Por esa razón es importante no descuidar la impronta que el rock generaba por ese entonces.
El rock and roll como género musical había aparecido en la década del ’50, con figuras de la talla de Elvis Presley, Little Richard, Chuck Berry o Bill Haley entre muchos otros; pero lo que iría a surgir en los ’60 no sería una simple continuación de ello, sino principalmente una ruptura conceptual adoptada por jóvenes blancos de clase media que además de asumir una posición contracultural y alternativa a lo existente, se disponían a indagar en las raíces de la música afroamericana, principalmente el blues y el rhythm and blues para darles una nueva versión propia a los años en curso. En esta nota abordaremos a dos íconos de aquel tiempo.
Syd Barrett, el diamante loco
El destino de convertirse en mito, desde Robert Johnson en adelante, parecía que tenía que ser la muerte prematura. Ese rasgo marcó a las grandes leyendas del rock, que fallecieron igual que el mítico y legendario guitarrista de blues, a los 27 años. El camino de Syd Barrett fue diferente; fue desaparecer, recluirse y que se pierda todo rastro de él. Barrett falleció en 2006, cuando tenía 60 años, pero desde hacía más de tres décadas ya era un mito viviente. Nadie sabía ni dónde estaba, ni qué hacía, y aunque estuviera vivo, para casi todos ya era parte del pasado.
En Shine on You Crazy Diamond, tema del álbum Wish You Were Here (1975) de Pink Floyd, Roger Waters, lo invocaba, pidiendo que el loco diamante vuelva a brillar como lo había hecho tiempo atrás y que, tal vez por haber encontrado al secreto demasiado pronto, o haber quedado atrapado en el fuego cruzado entre la niñez y la fama, esto le haya dejado en sus ojos una mirada que parecieran dos agujeros negros en el cielo…
El grupo ensayaba la grabación del álbum señalado cuando de repente un intruso se precipitó dentro de los estudios de Abbey Road, con una guitarra en sus manos como para grabar también su parte. Todos se preguntaron quién era esta persona con la cabeza y las cejas afeitadas, y bastante obesa. David Gilmour quien fuera compañero del secundario, después de mirarlo varias veces, supo que Syd estaba ahí, demasiado cambiado en su figura, pero llegado casi como si lo hubieran llamado. No grabó, ya que su parte ya estaba hecha. Ese mismo día Gilmour contraía matrimonio y en la fiesta de boda que se realizaría en el bar de la compañía EMI, fue cuando todos los integrantes de Pink Floyd lo vieron por última vez, tras perderse el loco diamante entre la multitud. Esto sucedía en 1975.
Desde 1964 Roger Waters, Rick Wright, Nick Mason y Bob Klose, ya eran parte de un agrupamiento musical que fue mutando su nombre, hasta que se incorporó un nuevo integrante: Syd Barrett, y si bien ellos por ese tiempo se llamaban Tea Set, el nuevo integrante además de darle el estilo psicodélico característico, rebautizaría al grupo con el nombre The Pink Floyd Sound. Este nuevo nombre vale la pena precisar de dónde provenía. Los sonidos de Pink y de Floyd evocaban el nombre de dos viejos negros bluseros, que seguramente cuando murieron, ni supieron que habían entrado en la historia del rock, es decir en la narrativa de la versión blanca del rhythm and blues. Pink Anderson había nacido en Carolina del Sur, en 1900, y tras una vida de bluesmen, falleció en 1974 en la miseria, subsistiendo como músico en las tabernas, mientras que Floyd Council nacido en Carolina del Norte en 1911 fue otro guitarrista de blues que desde finales de los ’60 a partir de un derrame cerebral no pudo seguir su actividad, y falleció en 1976. Cuando ambos murieron Syd hacía varios años que ya había desaparecido de escena, y es probable que nunca los haya conocido más que por el texto escrito en la tapa de un disco de Blind Boy Fuller de 1962, en el cual decía: “Curley Weaver y Fred McMullen, (…) Pink Anderson o Floyd Council – estos eran algunos entre los muchos cantantes de blues que podían escucharse en las onduladas colinas de Piedmont, o serpenteando con los arroyos entre los arbolados valles”.
Cuenta la historia que Syd durante su largo retiro vivió casi encerrado en la casa de sus padres y que allá por los ’90 cuando una periodista especializada pudo ubicar su paradero intentó realizarle una entrevista. La madre de Barrett se opuso diciendo que su hijo estaba enfermo. A pesar de ello la periodista pudo cruzar pocas palabras con Syd, quien le dijo que nunca había conocido algo que se llamara Pink Floyd.
Jimi Hendrix, la guitarra mágica
El rock progresivo, ése que llevaría toda la impronta de construir nuevos sonidos, a partir de la explosión tecnológica, y que tendría un contraste y equilibrio importante entre los diferentes instrumentos musicales, sin dudas es el resultado del desarrollo del sonido electrónico y de toda la tecnología propia al tiempo de su irrupción. Pero, por qué a un instrumento o a un conjunto de ellos, habría que hacerle emerger sonidos, que de por sí, no estaban contemplados en lo que se refiere a lo estrictamente pentagramático. Tal vez eso sea una respuesta al porqué de la existencia e invención de diferentes instrumentos, en tiempos en los que la tecnología no era avanzada, pero el interrogante se vuelve interesante cuando los diferentes sonidos, necesariamente tendrían que salir de un mismo instrumento, como si desde un solo sitio debieran irradiarse todas las variaciones posibles. La respuesta sin dudas no es obvia, pero responder aunque sea algo de ella sería comprender mínimamente el surgimiento de un Jimi Hendrix.
Ya en los primeros tiempos del blues, tanto Robert Johnson como Elmore James, intentaron extraer sonidos de la guitarra, no previstos. Fue así el surgimiento del slide y el bottleneck, la utilización del cuello de una botella para que se desplace por encima de las cuerdas para generar un sonido indeterminado, pero cargado de significación. Eso podría casi considerarse como la invención de instrumentos complementarios para un instrumento principal. Sin este antecedente, es impensable la explosión sonora Hendrix. La tecnología es parte del desarrollo de las fuerzas productivas, y solamente tiene validez si como correlato existe el desarrollo y el surgimiento de un sujeto, que sea capaz de producir con esa nueva tecnología. Porque claro, las máquinas solas no funcionan, y mucho menos si se trata de generar con ellas una estética o un arte.