Probablemente Diego Armando Maradona haya sido la figura pública de mayor perdurabilidad en la Argentina. Los aciertos y los errores de una serie sobre su vida que – con mayor o menor precisión – desarrolla su vida con el trasfondo de la historia reciente del país.

Van algunos apuntes sobre Maradona: sueño bendito (los siete capítulos que se han divulgado); no hay spoilers, pese a algunas puntualizaciones.

– Es un buen producto, muy bien hecho. Recién ahora nos estamos acostumbrado a algo que en otros países se suele hacer, que es la biopic sobre personajes reales. No es usual entre nosotros. Y menos respecto de tamaño ídolo popular fallecido hace menos de un año.

– Hay un gran acierto en el guion, que es plantear la historia argentina como telón de fondo. Los devenires de la vida nacional los de Maradona van de la mano desde el momento en que debutó en Primera el año del golpe militar.

– Las escenas de su vida en Fiorito son acojonantes. Maradona no salió de la pobreza, sino de la miseria. Y la serie pone en primer plano eso que solamente conocíamos de su propia voz, le pone imágenes a esa infancia.

– Lo de que lo aceptan en Cebollitas en el 69 e, ipso facto, se salta a la muerte de Perón, es una elipsis mal resuelta, un detalle que se resolvía con poner 1974 en pantalla.

– El encuentro con Pelé se plantea después del mundial juvenil. En realidad, ocurrió en abril de 1979, cinco meses antes de la consagración en Tokio.

– Algo que queda en evidencia desde el vamos es la defenestración total de Cóppola, que no solamente queda patente en el relato sobre lo sucedido en Punta del Este. Cuando la narración retrocede a 1981, al pase a Boca, es sintomático lo del vaso de agua en la conferencia de prensa, más el diálogo posterior entre ambos y lo que se plantea en relación al vínculo con Yuyito.

– Es muy llamativo que en una serie en la que se le cambian los nombres a una cantante y a un periodista que ofició como jefe de prensa de Maradona no se mencione con todas las letras a Suárez Mason. Apenas es “el milico que maneja” Argentinos Jrs. No se dice nada del contrato de publicidad con Austral, por ejemplo. Curiosamente, en la escena en la que instalan un televisor color y lo logran encender después de colocar la antena, en la pantalla aparece Suárez Mason y la referencia no pasa de ahí.

– Menotti no dio la lista completa a los jugadores cuando desafectó a Maradona, como se ve, sino que mencionó a los tres jugadores que no iban a estar en el Mundial. Es cierto que la llegada de Alonso lo quitó chances, pero mostrarlo a Beto sacándose fotos con un militar supera el metamensaje.

– Debe haber sido una cuestión de guión, pero me resulta llamativo que no se mencione el paso de Diego por el servicio militar.

– La imagen de Alfonsín en el televisor el día del cumpleaños 23 de Diego, el 30 de octubre de 1983, no es de esa jornada electoral, sino de cuatro días antes, en el Obelisco.

– Los soldados argentinos que en la trinchera de Malvinas sintonizan el debut mundialista contra Bélgica están en medio de la noche. El partido se jugó en la tarde de Barcelona, con lo que era pasado el mediodía en nuestro huso horario.

– Se oye a la hinchada argentina tararear el Himno Nacional en el debut con Bélgica. En rigor, ese hábito comenzó en el mundial de 2006, en Alemania.

– En el diálogo de Diego con Bilardo recién asumido como DT queda muy bien explicada la construcción de legitimidad que el Narigón le dio a su ciclo para diferenciarse de Menotti.

– Cuando van a ver a Videla después de ganar el mundial juvenil, la voz en off dice que se venció 2 a 0 a la URSS. En realidad, el partido terminó 3 a 1.

– Las imágenes de archivo de Diego post-fractura ante el Bilbao hay que tenerlas siempre presentes en relación a lo que iba a hacer en México. Literalmente renació de sus cenizas.

– El Galtieri de la ficción tiene una voz muy finita. Es un detalle, sí, pero aparece justo después del Galtieri verdadero en su infame discurso de “si quieren venir, que vengan”.

– Es muy interesante y sutil la manera en que se presenta la politización de Diego.

– Mete miedo el plano general de la cancha de River el día de la inauguración del Mundial, que se abre y permite ver de fondo el edificio de la ESMA.

– Walter Nelson relata con ritmo y modismos de un relator de los últimos veinte años. No es verosímil.

– Qué personaje Núñez, el presidente del Barcelona. Es claro que Diego aprendió como convivir con Ferlaino en base a lo que fue esa experiencia.

En suma, tiene sus licencias como toda ficción basa en hechos reales, pero vale la pena.

Probablemente, casi con seguridad, y aun dejando de lado su impacto global, Diego haya sido la figura pública de mayor perdurabilidad en la Argentina. Desde que debutó en Primera (o, si se quiere, desde el 77, cuando llegó a la Selección), no dejó de estar en el candelero hasta su muerte. Fueron más de cuarenta años. Perón fue una figura pública desde el 43 hasta el 74, y debe ser el que más se le acerca. Habría que retroceder hasta Yrigoyen para encontrar alguien con cuatro décadas de actividad notoria (y estimo que Diego lo supera en años, porque el Peludo toma bríos recién después del suicidio de Alem en 1896, y hasta el golpe del 30) y Mitre, que estuvo casi medio siglo en la palestra. Claro, el Pelusa apareció en el final del siglo XX, con medios masivos de comunicación y era noticia por cualquier cosa ajena al fútbol (su casamiento, por ejemplo, o el arresto del 91).

Curiosamente, y creo que Pablo Alabarces lo puntualizó, Diego surge justo en el momento del desbarranque total de la Argentina, mientras Martínez de Hoz se llevaba puesto el aparato industrial con el neoliberalismo apoyado en campos de concentración. Un chico de una de tantas familias sumidas en la pobreza saltó al primer plano y con una cuota de rebeldía que superó lo que pudiera hacer dentro de una cancha. Mientras el país se venía abajo, se masacraba gente, se iba a una guerra, volvía la democracia, caíamos en la híper, después en el espejismo del uno a uno, en el colapso total, en la bonanza K, en el despilfarro posterior y en el tercer eslabón del ciclo neoliberal con Macri (después de la dictadura y Menem), Diego estuvo ahí. Fue inseparable de la historia que le tocó vivir. Creo que eso permite entender la sensación de orfandad que hay desde el 25 de noviembre de 2020.

Algo es seguro: la vida de Maradona es indisociable de la historia argentina en las seis décadas de su vida. No se puede narrar a Pelusa sin considerar el trasfondo histórico. Más si se piensa en el mundial juvenil y Videla; Argentinos Jrs. y Suárez Mason; el partido con los ingleses en relación a Malvinas y su faceta política que, antes que por el peronismo o el kirchnerismo, pasó por la Revolución Cubana.

Algún día la industria editorial quizás alumbre una biografía del Diez con la historia argentina como telón de fondo. Es lo que merece el gran ídolo popular: un relato exhaustivo, al estilo de los ladrillos que suelen ser las biografías en Estados Unidos. De hecho, es dable pensar que las múltiples vidas que caben en esos sesenta años quizás debieran ser contadas en varios tomos, como hizo Isaac Deutscher con Trotsky.

De momento, en el caso de un ídolo con bibliografía dispersa a la espera de ser parte de esa gran biografía que merece (su biografía oficial, el libro en el que relata la conquista del 86, el libro sobre el Te Diegum en Nápoles, el relato de Francis Cornejo, la producción en torno al doping del 94, incluso sobre el caso Cóppola, el trabajo de Jimmy Burns, el documental de Asif Kapadia), la serie de Amazon es un buen puntapié.

Resulta curioso leer dos reseñas muy críticas de la serie. Santiago García en Infobae considera que la “intención parece más la de lavar al peronismo que a Maradona” en relación a la elipsis del 74 y a la omisión del tercer gobierno de Perón como parte central de la espiral de violencia política. Sería una razón atendible (es indudable ese rol) si no fuera porque Maradona debutó en Primera División en octubre de 1976, pleno apogeo del gobierno criminal de la dictadura. En la revista Seúl, Juan Villegas también se detiene en el Maradona que se entera de la muerte de Perón y afirma que “es bastante evidente la intención de crear un Maradona kirchnerista”. Añade al respecto, más adelante: “Mientras se narra el episodio de Punta del Este de 2000, cuando Maradona estuvo cerca de morir por un episodio cardíaco, aparece un periodista de la nada y dice: ‘Hay varios testigos que dicen que se lo vio en la fiesta de Macri, totalmente descontrolado. Y estaba con las hijas. Y él siempre se cuida cuando está con los hijos. O sea que es obvio que algo pasó ahí’. Esto se relaciona directamente con la construcción de un Maradona kirchnerista”. Perón murió en 1974, Maradona casi muere en Uruguay en 2000, Macri era entonces el presidente de Boca, el kirchnerismo estaba reducido a la provincia de Santa Cruz. ¿Cuál es el Maradona kirchnerista si la serie toma como punto de referencia el año 2000, tres años antes de la irrupción de Néstor Kirchner en la escena nacional? También dice que “se nota la necesidad de la serie de convertir a Maradona en la víctima constante de una secreta confabulación”, como si la adicción a la cocaína hubiera sido una conspiración y no hubiera tenido una vida disipada.

La serie construye un Maradona que desde la ficción trata de asemejarse al de la realidad. Hay decisiones y omisiones, como en todo relato biográfico. El Diego de Maradona: sueño bendito dista de ser el definitivo y eso abre el abanico de opiniones.

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