No sólo fue el disco más vendido de la historia del jazz, sino uno de los tantos caminos que abrió Miles Davis a la música, más allá de todas las etiquetas. Kind of Blue formó parte además de una ola creativa en la que confluyeron Charles Mimgus, John Coltrane y Ornette Coleman.
Hace 60 años, el 2 de marzo de 1959, comenzaba en los estudios Columbia de Nueva York la grabación de “Kind of Blue”, el álbum de jazz más vendido de todos los tiempos, según la opinión de muchos, el mejor disco del género que se haya hecho alguna vez, y sin duda uno de los más influyentes y significativos de la historia
De estas tres afirmaciones, la primera es comprobable: en 2009, en ocasión del 50º aniversario, llevaba vendidas cuatro millones de copias y se seguían vendiendo a razón de cinco mil por semana. La segunda es, obviamente, discutible, y la última es tan verídica como interesante y sujeta a matices, de modo que nos centraremos en este aspecto.
En primer lugar hay que situarse en 1959, uno de los años más importantes y ricos de la historia del jazz: ese año fueron grabados “Giant Steps” de Coltrane, “Blues and Roots”, “Mingus Dynasty” y “Ah Hum” de Charles Mingus, “Time out” de Dave Brubeck (con el hit “Take Five”, de Paul Desmond), “The Thelonious Monk Orchestra at Town Hall” y “Jazz in Silhouette” de Sun Ra entre otros.
En 1959 irrumpió Ornette Coleman en Nueva York y grabó “The Shape of Jazz to Come” y Bill Evans, al frente de su nuevo trío registró “Portrait in Jazz” con Scott LaFaro y Paul Motian. Semejante despliegue no fue para nada casual, sino que representó la eclosión siguiente a una década llena de ideas nuevas.
Gil Evans, nacido en Canadá y californiano por adopción, se había hecho conocido y alcanzado un gran prestigio sobre todo por su trabajo con Claude Thornhill. Era una orquesta de baile de sonoridad apacible pero los arreglos de Evans tenían una gran complejidad y refinamiento. Todo esto atraía a los jóvenes boppers, que solían reunirse en el departamento de Evans a discutir sobre música.
Fue gracias a la capacidad ejecutora de Davis que todo ese torbellino de ideas cuajara en lo que luego se conoció como “Birth of the Cool”, una serie de grabaciones para noneto con arreglos de Evans y de Gerry Mulligan, John Lewis y John Carisi, algunos de los visitantes usuales del basement.
Se había consolidado una nueva concepción musical, pródiga en experimentadores como Lennie Tristano, el primer jazzman en grabar música totalmente improvisada o George Russell, quien en 1953 presentara su “Lydian Chromatic Concept of Tonal Organization” y que creara una música abrumadoramente moderna como su obra maestra “The Jazz Workshop”, de 1956, que incluía al joven pianista Bill Evans, a quien dedicó su “Concerto for Billy The Kid”. Este era, de manera sucinta, el panorama del jazz en la década del ’50.
Miles Davis, junto a Gil Evans, había grabado “Miles Ahead” en agosto de 1957. Unos meses más tarde grabó en París la música para la película “Ascenseur pour l’échafaud” de Louis Malle, en la que los temas eran bosquejos sencillos sobre los cuales los músicos debían improvisar en el estudio. Poco después grabó “Milestones” junto a su sexteto. El tema que da nombre al álbum consta solamente de dos acordes. No hay allí funciones tonales, entra en juego la lógica modal preanunciada por Russell.
Era ya momento de poner todo eso junto y así ocurrió aquél 2 de marzo de 1959, en que Davis citó al estudio a su grupo de 1958: John Coltrane, Cannonball Adderley, Bill Evans, Paul Chambers y Jimmy Cobb. Evans había sido reemplazado poco antes por Wynton Kelly pero Miles lo quería para este proyecto en particular (aunque Kelly grabó “Freddie Freeloader”, uno de los temas)
El repertorio consistió en una nueva serie de esquemas armónicos bastante sencillos de tocar pero a la vez susceptibles de ser interpretados de maneras diversas. No hubo ensayos ni instrucciones exhaustivas, sólo “temas de conversación” basados en el blues y en el uso de modos. Tradición y modernidad en acto.
Mucho se ha escrito acerca de esta obra, incluso un libro minucioso y documentado, Kind of Blue, the making of Miles Davis masterpiece, de Ashley Kahn (2000). Para quienes quieran adentrarse en los detalles históricos, nada mejor que ese libro.
Sin embargo, nada describió el espíritu de Kind of Blue mejor que las liner notes originales, a cargo de Bill Evans, en las que hace una analogía magistral con la pintura tradicional japonesa en la que todo debe ser realizado con un solo trazo, a riesgo de destrozar el papel de arroz sobre el que se pinta. Es esa la esencia de Kind of Blue y ¿por qué no? del jazz como expresión artística.
Fuente: Nuevaspalabras.com.ar
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