A mediados de los ’90 –un siglo antes de Netflix- Lars Von Trier, cabeza de Dogma95- estrenó la perturbadora serie El Reino, escenificada en un hospital eminente y horroroso. La serie vuelve a las plataformas con una nueva temporada, metiendo el bisturí hasta las tripas de las instituciones llamadas médicas.

En un mítico artículo publicado en la revista italiana Ulisse, Pier Paolo Pasolini reivindicó “la irracionalidad” como territorio de investigación e instrumento de conocimiento que no debía dejarse en manos de la burguesía. Un cinéfilo atento puede señalar, para comenzar, que es demasiado largo el camino que lleva del genio italiano al exótico Lars Von Trier. Pero la culminación, un cuarto de siglo después de haberla dejada inconclusa, de su serie The Kingdom (El Reino), demuestra hoy más que nunca que el postulado de Pasolini no ha perdido un ápice de verdad.

Hace unos meses atrás la plataforma cinéfila Mubi anunció con bombos y platillos que había decidido meterse en el mundo de las series de TV y que su debut sería, nada más y nada menos, que con la conclusión de esa extraña criatura pergeñada por el danés Lars Von Triers en 1994 (cuando el mundo de las series tal y como lo conocemos hoy estaba en pañales).

The Kingdom había causado sensación en el puñado de afortunados que llegaron a ver sus dos temporadas de cuatro episodios cada una – la primera estrenada en 1994 y la segunda en 1997-, realizados cuando Von Triers era todavía un director ignoto cuyo máximo triunfo había sido Europa, presentada en 1991. El Dogma95 apenas era un bebé de pecho en el planeta de las corrientes cinematográficas de finales de siglo y los éxitos de Los idiotas (1998), Danzando en la oscuridad (2000) y la extraordinaria Dogville (2003) aguardaban al danés a la vuelta de la historia.

La deriva de Von Triers y su tropa “dogmática” iba a ser corta y las polémicas y algunos sonados fracasos habrían de opacar a partir de 2010 su figura. Pero esa es otra historia. Para quienes pretenden disfrutar el diamante en bruto antes de que se volviera célebre, The Kingdom es sin dudas su oportunidad.

Los tenebrosos herederos de Galeno

El ataque que Von Triers realiza, en tono de comedia mezclada con toques de terror, a la medicina tal y como la hemos conocido en el siglo XX (hasta la actualidad), es de una virulencia feroz. La serie está ambientada en un hospital que lleva por nombre El Reino, edificado sobre un antiguo pantano, construido con la pretensión de reunir a las “las mentes más brillantes del país y la más alta tecnología”, Con la medicina colocada en su más excelso sitial, “la ignorancia y la superstición no volverían a desafiar a la ciencia” (según se anuncia al comienzo de cada uno los episodios).

“La visita al médico”, Picasso a los 16 años. Pintado en 1897.

Pero, nos advierte desde el comienzo la voz tenebrosa que nos introduce en este mundo delirante, “tal vez la arrogancia se ha vuelto demasiado grande, al igual que la constante negación de lo espiritual” y los cimientos del Reino crujen al ritmo de una medicina que ha perdido el norte, representada en la serie por un enajenado grupo de médicos, enfermeras y directivos de la institución que se saltan a la torera las normas más elementales de la profesión, introduciendo a los pacientes en una auténtica pesadilla de burocracia, experimentación sin límites, mala praxis y altas dosis de dolor.

Jugando en los límites de lo absurdo y la parodia, The Kingdom utiliza la “irracionalidad” tal y como la definió Pasolini: un instrumento de conocimiento y un territorio de investigación. Y aunque haya momentos en los que estalla una carcajada, el sabor subyacente (tanto en los viejos episodios, como en los nuevos) es agridulce y perturbador. ¿O acaso no hemos experimentado alguna vez el terror que producen los hospitales modernos? ¿Quién no sintió que errar es demasiado humano y que los médicos están lejos de ser lo suficientemente infalibles como para garantizarnos espantar la muerte del camino, al menos por un tiempo más?

Pero el panorama que Von Triers va trazando de la medicina actual es mucho más desolador. “¿Acaso los doctores no se enferman?”, le suelta en un momento un enfermero a un médico que se cree a sí mismo una eminencia y que hace todo lo posible por esconder las pruebas de una mala praxis que culminó con una niña dejada en estado catatónico para toda la eternidad. La frase del enfermero le provocará al soberbio doctor una crisis inusitada, ya que la posibilidad de la enfermedad no entraba en sus cálculos. Como si por el sólo hecho de ser médico estuviera exento de ser también “un paciente”.

Las brujas entran en acción

El contraste con el mundo de los doctores cae sobre un personaje singular. Una especie de Miss Marple espiritista que usa todas las triquiñuelas posibles para ser admitida en el hospital, con el objetivo de dedicarse luego a la búsqueda de fantasmas. El contraste es desopilante y el mundo de los espíritus cobra vida cuando la anciana descubre en uno de los ascensores del Reino el fantasma de una niña que grita.

La investigación de la bruja para tratar de descubrir qué sucedió con la pequeña es la piedra angular sobre la que comienza a girar la trama de la serie. Sin ánimo de spoilers, Von Triers enfoca aún más sus cañones hacia el núcleo central de la institución médica interpelada por un coro de espíritus que resumen el dolor y la muerte que se han ido acumulando en las paredes del Reino durante casi un siglo.

Los persistentes juegos de la anciana espiritista ponen a parte del cuerpo médico en crisis y la reacción de los encumbrados especialistas que detestan el mundo de lo irracional es refugiarse en una Logia con extraños rituales, demostrando una vez más aquello de que los extremos se tocan, aunque entre ellos no se reconozcan símiles.

La nueva temporada

Un cirujano extrayendo “la piedra de la locura”. Brueghel.

Con sus últimos capítulos todavía sin estrenar (culmina en Navidad, en sintonía con la Navidad que espera el Hospital para revelar su último misterio), la nueva temporada titulada The Kingdom Exodus se mete con los juegos del metalenguaje, comenzando por una señora que mira la antigua serie en la TV y decepcionada con su final trunco, no duda en afirmar: “Menudas idioteces nos venden”. Presa del sonambulismo llega al Hospital y comienza a preguntar por los protagonistas de la ficción que acaba de ver en la tele. “Eso nunca pasó” le dice quien la reciba “son todas mentiras del idiota de Von Triers que destruyó el prestigio de este hospital”.

Adentro esperan gran parte de los mismos actores y actrices que actuaron hace un cuarto de siglo (algunos han muerto) y la historia da una inesperada vuelta de tuerca para apretar aún más, si es que eso fuera posible, la soga en torno al cuello blanco del mundo de los doctores.

Luego de los escándalos que lo alejaron del centro del universo cinematográfico (incluyendo su comentario de admiración por Hitler en Cannes que le valió la expulsión del festival hace una década), Lars Von Triers utiliza The Kingdom para reencontrarse con el corazón más fresco de su estética desestabilizante, esa que sorprendería al mundo a comienzos del siglo XXI, transformándolo en unos de los realizadores más disruptivos de los últimos tiempos.

Aquellos que no estén interesados o no puedan soportar el Reino puro de la “irracionalidad”, será mejor que se abstengan de intentar la aventura. A los que les impresiona la sangre, las deformidades humanas o el cinismo extremo, tampoco están invitados al festín. Los amantes de las series bizarras tienen una pantalla brillante esperándolos. Doctores del mundo, abstenerse!