Gente amiga como Ford Coppola, Paul Verhoeven o Sylvester Stallone debutaron –con perdón- en el cine haciendo “películas para adultos”, género que Umberto Eco definió como aquel donde “el desplazamiento de los personajes en el espacio carece de una motivación argumental”.

A principios de 2015, la estrella del cine porno Mia Khalifa, de origen libanés, recibió numerosas amenazas de muerte. Diversos medios de comunicación de todo el mundo se hicieron eco del hecho. La causa de todo fue un vídeo pornográfico (que alcanzó el puesto número uno en el sitio especializado Pornhub.com, visitado anualmente por unos 81.000.000 internautas) en el que Khalifa tenía sexo cubierta por un hiyab, la prenda que visten las mujeres musulmanas en presencia de hombres que no pertenezcan a su familia. La aparición de un “meme” en el que un miembro de la organización terrorista Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS, por sus siglas en inglés) decapitaba a la actriz desembocó en una entrevista del Washington Post, en la cual Khalifa declaró que el vídeo en cuestión se trataba de una sátira: los directores de Hollywood, afirmó, “retratan a los musulmanes de manera mucho más despectiva que cualquier pornógrafo”.

Súbitamente, los videos protagonizados por Khalifa disponibles en Internet se vieron catapultados a la cima de los rankings en los sitios pornográficos más populares de la red, como Xhamster.com o Xvideos.com; como detalle irónico, la mayoría de las visualizaciones se produjeron en países como Jordania o Siria, cercanos a la tierra de la protagonista. La historia tuvo un desenlace inesperado cuando, tres meses después, la joven actriz (aficionada al fútbol americano y al baloncesto) abandonó la industria pornográfica para dedicarse a comentar deportes en el canal de YouTube de Complex News. Curiosamente, el mismo devenir laboral que experimentó la legendaria Lisa Ann. Ambas aprovecharon, de algún modo, la fama adquirida durante su estancia en el Valle de San Fernando (coloquialmente, San Pornando Valley, el Hollywood del Porno también ubicado en California).

Shunga, pintura de Daniel Martorell.

Un falo sobre roca viva

Desde que algún hombre del Paleolítico bosquejó un dibujo erótico en las paredes de su caverna, las manifestaciones de sexo explícito pasaron a formar parte indispensable e ineludible de la vida humana. Más allá de la importancia dada a la sexualidad (y sus derivados) en la Antigüedad, podemos afirmar que los primeros productos pornográficos  masivos (en forma de grabados) aparecieron casi al mismo tiempo que la imprenta, en el siglo XVI, y provocaron el encarcelamiento de su autor (el artista italiano Marcantonio Raimondi), por orden del papa Clemente VIII. Con los avances tecnológicos, la pornografía pasó a ocupar un lugar relevante en el desarrollo de las personas: lo que primero fue un grabado se convirtió en libro, álbum fotográfico, revista, diapositiva, película, etcétera, hasta llegar a la explosión del género en el mundo de Internet.

Célebres directores del mainstream como Francis Ford Coppola o Paul Verhoeven comenzaron sus carreras filmando películas para adultos; famosísimos actores como Sylvester Stallone (“El Semental Italiano”, claro) dieron sus primeros pasos en el cine encarnando papeles porno.

Linda Lovelace.

Para agilizar y ponernos de acuerdo, aceptaremos como válida la ácida descripción de Umberto Eco: una película pornográfica es aquella en la que, sexo mediante, “el desplazamiento de los personajes en el espacio carece de una motivación argumental”; esto es, el vigoroso jardinero no se ocupa precisamente de podar el césped y el viril mecánico no es un experto en motores.

No es casualidad que, inventado el cine por los hermanos Lumiere en 1895, sólo pasara un año hasta la aparición del primer filme pornográfico: El atardecer de la esposa (Le coucher de la mariée, Alfred Kirchner “Lear”, 1896). Anecdóticamente, la primera película en la que se aprecian genitales en primer plano (marca de fábrica del género pornográfico hardcore y que suele distinguirlo del erótico soft) es de origen argentino: El satario (o “El sartorio”), producida en ese país sudamericano durante el año 1907 y cuyo director se desconoce. En España, el gran historiador del cine Román Gubern cuenta que el Conde de Romanones era el encargado de producir pequeños filmes subidos de tono para S.M. Alfonso XIII.

Evidentemente, una historia completa de la pornografía (necesaria y aún por escribirse) excedería el espacio de estas líneas.

La medida… de la tolerancia

Sin embargo, lo que nos interesa apuntar es un costado fundamental del Porno: su enfoque como hecho transgresor y foco de rebeldía ante el orden establecido. Es pertinente señalar que todos los gobiernos totalitarios, las dictaduras de los más diversos signos políticos, la Iglesia y los fundamentalismos religiosos de todo tipo persiguieron a la pornografía. Vale la pena tener en cuenta las palabras del escritor angloindio Salman Rushdie, quien postuló que la libertad de expresión existente en una sociedad puede medirse claramente por su tolerancia hacia la pornografía. Tanto es así que, dejando de lado las historias de abuso y maltrato a las mujeres (que, como ya hemos escuchado y leído hasta el hartazgo, son infinitamente mayores en el cine de Hollywood), es en el cine para adultos (por utilizar el término más políticamente correcto) donde las mujeres son las auténticas reinas: tienen mejores contratos, eligen a sus partenaires e influyen decisivamente en la trama y desarrollo de los guiones. Nombres como Linda Lovelace, Marilyn Chambers, Traci Lords, Cicciolina, Jenna Jameson o Sasha Grey han atravesado la frontera del Porno para convertirse en auténticas figuras de la cultura pop.

Cicciolina, un ícono.

La pornografía como búsqueda de liberación y acto revulsivo no es algo novedoso: así como Garganta Profunda (Deep Throat, Gerard Damiano, 1972) se burlaba del estilo de vida americano y los cines “Triple X” se llenaban de españoles (las salas francesas durante el franquismo; las españolas, durante la Transición), en esta singular industria se produjeron hechos políticos de altísima relevancia. El 8 de noviembre de 2016, mismo día en que Donald Trump fue elegido presidente de los Estados Unidos, la población de California (la cuna de todo tipo de cine en el país del Norte) tuvo que expresar su opinión sobre la “Propuesta 60” (o “Ley del Condón”), que reglamentaba el uso obligatorio del condón en las películas pornográficas. Esto, que puede parecer frívolo, no es ninguna broma. La industria del Porno en pleno amenazó con mudar sus instalaciones al más permisivo estado de Florida. En dinero, hablamos de ingresos por 8.000 millones de euros al año (a nivel mundial) y 12.000 puestos de trabajo solamente en el Valle de San Fernando. Luego de una dura campaña, el 54% de los votantes eligió el “no” y la iniciativa fue desechada.

Podemos concluir con un testimonio calificado. Cara visible de las manifestaciones en contra de la Propuesta 60, la actriz Alia Janine (una de las figuras más relevantes del cine porno en la era de Internet) visitó varios programas de televisión para dejar clara su postura. Luego de un recorrido que incluyó a la inefable agencia de noticias Russia Today, me comentó que, teniendo en cuenta la cantidad de exámenes médicos que los actores y actrices se realizan anualmente, rechazar el condón y luchar por la vigencia de la pornografía es, en sí mismo, un acto de defensa de la libertad individual.

 

Fuente: disidentia.com