Combinó masividad con calidad. Simpatizante del comunismo, escribió sobre espionaje, revolución, culpa, fracaso y traición. Graham Greene –alguna vez acusado de moralista por demasiado católico- vuelve como se lo merece: en ediciones cuidadas.

“[¿]De verdad te gusta Graham Greene? ¡Es un escritor para abuelas!”. El dardo me quedó clavado durante unos breves segundos mientras sostenía en mis manos un ejemplar de Nuestro hombre en La Habana en un pasillo desvencijado de la facultad. El compañero que arrojó la provocación no se detuvo ahí: “Mi abuela lo tiene en su biblioteca junto a un montón de momias encuadernadas en cuerina. Si te fijás, capaz que la tuya también”. “Mi abuela no tiene libros en su casa y este señor es un genio”, le dije ya repuesto del flechazo. El artífice del ataque era tan lector como yo en esos tiempos, así que a las pocas semanas se apareció el también con El poder y la gloria a medio leer. A partir de ese momento nos intercambiamos figuritas Greene compradas a precio de ganga en la mítica librería de usados de la diagonal 77, a pocos metros de la Plaza Italia, en La Plata.

Eran traducciones berretas de ediciones populares con apariencia de best-sellers publicadas por Emecé en su colección Literatura Universal, una caja de Pandora en la que te podías encontrar desde el último autor de moda hasta un Faulkner, un Kafka o un Mircea Elíade. Luego Greene falleció (en 1991) y sus libros comenzaron a ser una rareza en las librerías. Hasta que me lo volví a encontrar en Italia, en 2004, en una biblioteca popular en la periferia de Turín, en un voluminoso volumen encuadernado “en cuerina”, en el que pude leer Una pistola en venta, El agente confidencial y El ministerio del miedo en riguroso italiano. Y para mi sorpresa, el escritor británico conservaba toda su frescura y su potencia a pesar de que algunos de esos títulos ya llevaban más de medio siglo publicados.

Dos décadas más tarde Greene ha vuelto en todo su esplendor, con traducciones actualizadas y de la mano de Libros del Asteroide, una casa editorial española que lo ha rescatado del olvido en una colección lujosa y rodeado de autores de primer nivel, tanto clásicos como contemporáneos. La ocasión perfecta para repasar la vida y la obra de este caballero prodigioso, aventurero, católico por adopción y espía de la Corona, para más inri.

Ruleta rusa

Graham Greene nación en Hertfordshire, Inglaterra, en 1904. Y desde un comienzo ya le empezaron a ocurrir cosas raras. Sus padres eran primos hermanos y su familia era rica e influyente. Cuarto de seis hermanos, cuando le llega la edad de estudiar lo envían al College donde su padre era director. Mal momento para un rebelde de espíritu que nunca se sintió a gusto en su “ambiente”. Los castigos y la férrea disciplina escolar y familiar le hacen pasar malos tragos y en la adolescencia comienza a fantasear con el suicidio. Y para que le creyeran que la cosa iba en serio lo hacía jugando a la ruleta rusa con una de las armas de su papá.

Como no podía ser de otro modo, la familia se preocupó y no tuvieron mejor idea que mandarlo a psicoanalizarse. Algo muy chic para la época, cuando las terapias de Freud eran vistas con malos ojos por la aristocracia europea más conservadora. Sin embargo, a Greene le encantó. “Fueron los seis mejores meses de mi vida” le confesó a uno de sus biógrafos.  Y aunque no volvió a intentar el suicidio, siguió coqueteando con la muerte hasta el fin de sus días, dándole una intensidad única a todo lo que hacía.

Aunque continuó teniendo episodios intermitentes de depresión, su pasión por la historia y la política lo llevaron a militar durante unos meses en el Partido Comunista de Gran Bretaña. El chiste le costó la prohibición de viajar a Estados Unidos durante décadas, hasta que John Fitzgerald Kennedy le otorgó “el perdón”. Licenciado con honores en Oxford, en 1926, comienza su carrera como periodista, llegando a ser subdirector de The Times. Ese mismo año conoce a Vivien Dayrrell-Browning, una católica ferviente de la que se enamoró perdidamente luego de que ella le escribiera una serie de cartas al periódico comentando sus artículos. Al poco tiempo contrajo matrimonio con ella y se convirtió al catolicismo, un hecho que habría de resultar definitivo en la construcción de su futura narrativa.

Escritura, fama y guerra

Greene en el ecuador de su vida, cuando ya había visto mucho del mundo y la condición humana.

En 1929 publica su primera novela, Historia de una cobardía, que resulta ser un éxito total, lo suficiente como para abandonar su promisoria carrera periodística en The Times para dedicarse a tiempo completo a la literatura. Sus dos libros siguientes resultan un fracaso, lo que le dejó una profunda huella. Terminó por repudiar esos textos e impedir incluso en su testamente que se volvieran a publicar. Para sobrevivir, luego del traspié, vuelve a ejercer el periodismo, ahora como freelancer para The Spectator, donde reseña libros y películas.

Su perspicacia política lo llevó a comprender que era inevitable una Segunda Guerra Mundial, por lo que decidió ofrecer sus servicios como espía para la Corona. Dispuesto a continuar con el éxito literario, escribe novelas policiales a las que consideró siempre menores (aunque no lo son), publicando en 1936 Una pistola en venta y en 1938 Brighton Rock, obra que acaba de reeditar Libros del Asteroide como parte de la labor de rescate de sus mejores textos. En esta novela Greene mezcla el thriler con una implacable pintura de la juventud rebelde de época, lo que le valió ser considerado uno de los precursores de films como Rebelde sin causa, de Nicholas Ray y La ley de la calle de Francis Ford Coppola.

El servicio secreto aprovecha su fama para enviarlo a diferentes lugares del mundo. ¡Qué mejor cobertura para un espía que ser una celebridad literaria! A partir de ese momento ambientará sus obras siempre en los sitios en los que vive esporádicamente. Su paso por México le inspirará su primera obra “seria”: El poder y la gloria, publicada en 1940. A partir de este libro Greene dejará de ser considerado un “escritor menor”, y su nombre sonará fuerte como candidato al Nobel de Literatura. “Aunque yo sé que nunca me lo van a dar. Porque soy católico y popular. ¡Demasiado para los suecos!”, confiesa en una entrevista. Y así fue.

Su paso por Sierra Leona, en África, durante la Segunda Guerra Mundial, le inspirará otra de sus grandes novelas, El revés de la trama, también rescatada recientemente por Libros del Asteroide. Aquí ya aparecen consolidados los que serán los grandes temas de Greene: el fracaso, la crisis de la fe, la traición a los demás y a uno mismo, todo puesto en la tormentosa historia del comandante de policía Henry Scobie y su mujer en un contexto abrumador y pesado, tan pesado como la lluvia que cae sin cesar en ese trópico ardiente donde se desarrolla el relato.

La obsesión de sus personajes por la culpa y el declarado catolicismo de Greene hacen que muchos críticos de la época le cuelguen el sanbenito de autor “moralista y religioso”. Eso, sumado a su popularidad de best-seller, llevó a que no fuera leído por muchos de sus contemporáneos en su verdadera dimensión. Hoy es posible leerlo, incluso en sus obras menores, como un observador refinado de la condición humana con todos sus matices, sin falsos héroes ni villanos de cartón.

En la revolución cubana

Concluida la guerra, Greene afirma que ya no trabaja para los Servicios de Inteligencia, pero continúa viajando a lugares especialmente conflictivos y, según sus biógrafos, es probable que nunca se haya desconectado por completo del MI5. La publicación en 1950 de El Tercer Hombre le traerá la consagración mundial. Sobre todo cuando la obra fue llevada al cine protagonizada nada menos que por Orson Welles y Joseph Cotten. La historia transcurre en la Viena de postguerra y mezcla el thriller con el turbio ambiente político de la ciudad que había sido la cuna del nazismo.

En El final del Affaire, publicada en 1951, la postguerra aparece retratada ahora en un Londres oscuro donde las pasiones se mezclan con el suspenso, en una de las novelas más logradas de Greene. Publicada también recientemente por Libros del Asteroide, con un epílogo de Mario Vargas Llosa, es otra de las joyas que se pueden encontrar en pleno siglo XXI del escritor británico.

En 1955 publica El americano impasible, que será llevada al cine en dos ocasiones, ambientada en la Saigón previa a la Guerra de Vietnam, donde Greene había estado destinado realizando supuestas labores de espionaje. Su crítica al rol jugado por los norteamericanos, que reemplazan al viejo imperio francés, anticipa los fracasos diplomáticos que terminarán envolviendo a EEUU en un conflicto del que saldrán derrotados.

En 1958, luego de su paso por Cuba, donde llegó incluso a prestar ayuda a la guerrilla de Fidel Castro antes de que llegara al poder, presenta Nuestro hombre en La Habana, ambientada en los años cincuenta, poco antes de la Revolución. En esta obra Greene deja entrever su crítica al Servicio Secreto inglés, al que acusa de inepto y poco profesional. Según algunos autores, el escritor había señalado al MI5, con anticipación a que se descubriera el escándalo, que existía un grupo de aristócratas al servicio de la Corona que estaban espiando para Rusia. Cuando estalló “el caso Philby” (les recomiendo a los apasionados del espionaje leer sobre esta increíble historia), proclamó “¡Yo les dije que algo no andaba bien en ese grupo!”.

Con Castro mantuvo una larga amistad y largas horas de conversación (nunca se supo si Greene reportaba todavía al MI5 cuando esto ocurrió) y en los años 80 se distanció del líder cubano porque lo consideraba demasiado “autoritario”. “Todas las revoluciones exitosas probablemente se traicionen a sí mismas” afirmó en una entrevista, dejando traslucir su visión desencantada de la historia y la política, tema recurrente también de sus tramas en esos años.

El viaje infinito

Greene continuó viajando y dejando testimonio del siglo XX en cada uno de sus libros. En Los comediantes, publicada en 1966, da cuenta de sus experiencias en Haití, a mediados de los años cincuenta, en tiempos de “Papa Doc” Duvalier, el sangriento dictador caribeño, figura que inspiró también a Alejo Carpentier para escribir El reino de este mundo. Antes se había inspirado en su viaje por la cuenca del Congo, en lo que ese entonces era el Camerún inglés, visitando leprosarios, para escribir Un caso agotado, publicado en 1960.

Brighton Rock, en edición esmerada.

Mientras tanto, continuará publicando best-sellers, transformándose en uno de los pocos escritores de calidad que lograron ser reconocidos de este modo por el público en el siglo XX. En este terreno, el cine aportó lo suyo. Su novela El cónsul honorario, publicada en 1973 será llevada a la gran pantalla por John Mackenzie. La historia transcurre en Argentina y está basada en un hecho real ocurrido mientras Greene se hallaba de visita en nuestro país. La película fue protagonizada por Michael Caine y Richard Gere.

En 1978 publica una de sus últimas grandes obras: El factor humano, que será llevada al cine por el gran Otto Preminger. La novela se centra en un viejo espía del MI6, burócrata del servicio secreto quien termina suministrando información a los soviéticos a cambio de favores personales. En su autobiografía, Ways of escape, publicada en 1980, Greene confesará que quiso “escribir una novela de espionaje libre de la violencia convencional que no ha sido, a pesar de James Bond, una característica del Servicio Secreto británico”.

Instalado en la riviera francesa (no volverá más a vivir a su Inglaterra natal) y luego a un pueblo ubicado en las orillas del lago Lemán, en Suiza, pasará sus últimos años concediendo entrevistas en las que reflexiona sobre su propia obra y también sobre el siglo “caliente” que le tocó vivir y que lo tuvo como protagonista en primera fila. También admitirá sus simpatías por el comunismo, aunque reconoce que ha fracasado y que entre las ideas y la práctica había, según su punto de vista, una enorme distancia.

Muere a los 86 años, en 1991, sin haber obtenido el reconocimiento merecido (si es que acaso los premios pueden considerarse la vara con la que medir la calidad de un escritor). Sus lectores, sin embargo, nunca lo abandonaron. Y hoy, gracias al rescate de sellos como Libros del Asteroide, sus obras están otra vez disponibles para las nuevas generaciones que tenga interés en asomarse al mundo de uno de los narradores más complejos y originales de la literatura inglesa del siglo pasado.

Imagen de apertura: El tercer hombre, en versión Orson Welles.