A diez año de su muerte -se cumplieron el 5 de junio pasado-, Socompa rescata esta entrevista realizada por Le Monde al autor de “Crónicas Marcianas”, entre veintiseis otras novelas y más de seiscientos cuentos. Aquí confiesa desde un amor con Bo Derek, su visceral rechazo a la educación sistemática, su deseo de que lo entierren en Marte y hasta su preferencia política por Rudolph Giuliani y Arnold Schwarzenegger. De un optimismo desbordante, decía por entonces que no le temía al desastre ecológico y con un dejo ironía apuntaba que a lo sumo habría que mudarse a otros planetas.
Considera que su best-seller Fahrenheit 451 fue mal interpretado?
-Se me han acercado japoneses para ponerme un walkman en las orejas y decirme: “¡Con Fahrenheit 451, usted inventó esto, señor Bradbury!” Mi respuesta ha sido: No, gracias. Estamos rodeados de demasiados juguetes tecnológicos, con Internet, los iPod… La gente se equivocó. Yo no traté de prever, sino de prevenir el futuro. No quise hablar de la censura sino de la educación que el mundo tanto necesita. Podemos salvar a Estados Unidos, gracias a los niños, si les enseñamos a leer y a escribir a partir de los 3, 4, 5 años para que lleguen a la escuela primaria sabiendo leer. Después, es muy tarde. Cuando en realidad, ya desde muy pequeños, queremos leer las palabras de las historietas. Yo aprendí a leer a los tres años, para leer las caricaturas.
-En Fahrenheit 451, los humanos salvan los libros memorizándolos. ¿Las bibliotecas digitales pueden cumplir ese papel?
-La digitalización no es la solución propiamente dicha, la cuestión es cómo se la utiliza. Si es algo que alienta la lectura, perfecto, de lo contrario, ¿qué sentido tiene? Por otra parte, he rechazado ofertas de digitalización de mis libros. Me gusta tocar un libro, respirarlo, sentirlo, llevarlo… ¡Es algo que una computadora no ofrece!
-Este año publica dos nuevos libros y sus adaptaciones teatrales se representan regularmente en Los Angeles…
-Escribo todos los días, cada mañana, desde hace setenta años. ¡No paro! Y escribo para el teatro desde hace cuarenta y cinco años; me encanta… Mi último libro, Now and Forever, que salió en setiembre, incluye un homenaje a Katharine Hepburn, Somewhere a Band is Playing, que escribí después de conocerla hace cuarenta años – ¡y yo estaba enamorado de ella!-. Habíamos hablado del proyecto con Katharine y George Cukor, con la esperanza de que ella fuera la protagonista…
-Cuando salió From the Dust Returned, en 2001, usted dijo que era Timothy, el personaje principal de ese libro. ¿Es también Douglas Spaulding, el héroe de Farewell Summer, la continuación del clásico Dandelion Wine, que acaba de publicarse en los Estados Unidos?
-¡Por supuesto que soy Douglas! Dicho sea de paso, recibí excelentes críticas, escritas por hombres de edad madura que tienen a ese niño oculto en su interior. Ese libro es una conversación entre un chico de doce años y un hombre de ochenta y siete. Y yo soy los dos, ¿no le parece? De todas maneras, soy un escritor híbrido que creció con los libros y el cine. Vi la película Notre Dame de Paris a los tres años, y esperaba ser jorobado. Vi El fantasma de la Opera a los seis años, me encantó. A la misma edad, vi el filme El mundo perdido, y gracias a ese amor por los dinosaurios John Huston me propuso escribir la adaptación de Moby Dick.
-¿El cine sigue adaptando su obra?
-Mi amigo Frank Darabont prepara una nueva adaptación de Fahrenheit 451, y escribió un guión muy bueno. He tenido experiencias diversas en Hollywood, muy malas cuando un agente inmobiliario de New Jersey robó el guión de The Illustrated Man (El hombre ilustrado). ¡Pero Warner acaba de comprarme de nuevo los derechos! Esta vez, el guión lo escribo yo, y Frank Darabont va a producirlo y, quizá, dirigirlo. La mejor adaptación de mi obra es The Wonderful Ice Cream Suit (El maravilloso traje de color vainilla), realizada por Disney en 1998 – con Joe Mantegna y Edward James Olmos. Ellos respetaron realmente mi guión, la historia de un hombre pobre que sueña con un traje blanco. Universal prepara una versión de Crónicas marcianas. Ya encargaron veinte guiones seguidos, entre ellos cinco míos… pero piensan que no sé escribir. ¡Para cuando terminen esa película, Marte ya va a estar colonizado! Kirk Douglas había financiado una adaptación televisiva, pero los canales de TV estadounidenses no la quisieron.
-Usted dedica tiempo a alentar a jóvenes escritores, ¿qué consejos les da?
-Lo que funda toda escritura es el amor, es hacer lo que amamos y amar lo que hacemos. Y olvidarse del dinero. En mis comienzos, yo ganaba 30 dólares por semana, y mi novia era rica, pero le pedí que hiciera voto de pobreza para casarse conmigo. No teníamos ni auto ni teléfono, vivíamos en un departamento pequeño en Venice, pero la estación de servicio de enfrente tenía una cabina telefónica. Iba corriendo a atender cuando sonaba y la gente creía que me llamaba a mi oficina. Yo les repito: “Rodéense de personas que los quieran, y si no los quieren, échenlos. No hay necesidad de ir a la Universidad, donde no se aprende a escribir. Vayan más bien a las bibliotecas”. Yo escribí Fahrenheit 451 porque había oído hablar del incendio de la biblioteca de Alejandría y de los libros quemados por Hitler en Berlín.
-Para usted, Los Angeles es “treinta naranjas que no están obligadas a tener el mismo ombligo”, ¿una ciudad no necesita un centro?
-No, puesto que ahora, no teniendo un epicentro en la ciudad, esa función la cumplen los centros comerciales. Yo trabajé en la creación de esos “malls” e intenté explicar a los promotores cómo hacerlos. Cuando se construyó el centro comercial de Century City, hace treinta años, cerca de los estudios de la 20th Century Fox, expliqué que no funcionaría pero no me escucharon. Más adelante, me consultaron, y yo detallé los errores: no había restaurantes, no había vida social. Les dije que agregaran 200 mesas con 500 sillas, y que abrieran por lo menos 20 restaurantes para que la gente pudiera comer adentro o afuera, y dar vueltas y mirar, como en París. Siguieron mis consejos, y funcionan, los restaurantes, los cines, una gran librería. Estoy ayudando a reconstruir Westwood, es necesario salvar a ese barrio muerto.
-¿Le preocupan los problemas ambientales?
-Contra la contaminación, tenemos que recurrir a los franceses, que ya vinieron a salvar nuestra revolución con Lafayette. Ustedes son el único país que depende de la energía nuclear, y pueden enseñarnos a construir centrales nucleares en todos los Estados de la Unión, menos contaminantes que nuestros recursos actuales, petróleo y carbón. De esa manera, salvan nuestras vidas y Estados Unidos y Francia pueden volver a enamorarse.
-¡La exploración espacial lo fascina, y Marte especialmente!
-Esa noche en que llegamos a la Luna fue una noche de éxtasis para mí. ¡Nunca tendríamos que haber parado! Sacar una foto, OK, pero eso no salva a la humanidad. Si la vida desaparece de la Tierra, podemos encontrarla en otros planetas. Los viajes al espacio nos harán inmortales. Hay que volver a la Luna y hacer allí una base, para partir a la conquista de Marte… en los próximos veinte o treinta años, pero ya no seré de este mundo y eso me entristece mucho. Pero me enterrarán en Marte, en el cráter Chicago Abyss. Dejé instrucciones para eso a mi familia. Seré el primer muerto en Marte, aunque no tengo ninguna intención de morir pronto. ¡Llegaré a los 100!
-¿Por qué candidato votará en las próximas elecciones presidenciales?
-Prefiero a Rudy Giuliani, que ya hizo sus pruebas como alcalde de Nueva York, contra la criminalidad. Si los demócratas estuvieran a favor de bajar los impuestos, votaría por ellos. Pero no me gusta Hillary Clinton. Cuando su marido era presidente, la reforma del sistema de salud que proponía habría sido una catástrofe para nuestro país. Lástima que Arnold Schwarzenegger no pueda presentarse, es un buen gobernador. Soy miembro de la Academia y cuando participé en el comité de documentales, apoyé Pumping Iron – la película de 1977 que lanzó a Schwarzenegger al estrellato-.
-¿Sigue siendo siempre igual de optimista?
-¿Por qué no? Mi vida marcha bien, sigo creciendo… it’s wonderful! Si uno hace lo que ama, es feliz. Algunos psicoanalistas me han preguntado cómo hacía, pero no estoy nunca deprimido ni ansioso, salvo cuando muere un ser querido. Cuando murió mi mujer, Margherite, escribí un poema en su memoria… En un matrimonio pasan cosas misteriosas. Mi mujer quiso dejarme, porque teníamos demasiados bebés y ella pensaba que era mi culpa. Yo no quise divorciarme, para no alejarme de mis hijos, y seguimos juntos, como padre y madre. He tenido amantes, no es que sea mujeriego, pero cuando una mujer bella llama a mi puerta y me dice: “I love you”, ¿cómo puedo resistirme? Bo Derek me propuso ir en tren al sur de Francia con ella y pasamos dos días juntos. La veo una vez al año. En la vida, todo es amor. Si uno ama está vivo, si crea amor, las cosas buenas forzosamente llegan.