Antes de publicar un nuevo trabajo en la web de la agencia Telam, esta vez dedicado a Malvinas, el dibujante Rep reflexionó acerca de esta nueva forma que encontró para contar historias, mostrando el desplazamiento de sus manos, lápices y pinceles. (Foto de apertura: Horacio Paone)

Después de más de cuarenta años de alzar la mano para crear dibujos para publicaciones en soporte papel, Miguel Repiso, más conocido como Rep, en medio de la pandemia tuvo una revelación que lo llevó a encontrarse con una nueva forma de pensar y hacer su trabajo.

Mientras desarrollaba las ilustraciones para el proyecto “Cuentínimos”, sintió que las imágenes estáticas ya no le alcanzaban para decir todo lo que quería. Sucedió mientras trabajaba junto al escritor mexicano Jorge Hernández, quien desde Madrid le mandaba relatos cortos que él devolvía dibujados, listos para hacer una edición y circular por las redes.

Rep pensó en incorporar otro recurso que fuera superador de los dibujos que escaneaba y sumaba a los cortos como ilustraciones fijas. Entonces ubicó un celular en un plano cenital y registró sus propias manos en plena faena.

El cambio de formato se acercó a lo que se había imaginado y lo continuó en otros trabajos que hizo durante 2020. Uno fue para el Instituto Francés de Cultura, que le encargó veinticuatro episodios culturales entre Argentina y Francia. El otro se llamó “Paraísos perdidos” y fue una serie de historias cortas desarrolladas sobre el libro de John Milton por pedido de la embajada Argentina en Dublín.

Este año, las manos de Miguel Repiso en acción pueden verse en la web de Telam, donde ya publicó un homenaje por los ocho años del papado de Francisco, otro por el centenario del nacimiento de Astor Piazzolla y un recordatorio del golpe cívico militar del 24 de Marzo de 1976.

Antes de la publicación del corto dedicado al Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de Malvinas, Télam dialogó con Rep para recorrer el camino que lo llevó a concretar esta nueva propuesta.

-¿Cuánto hay de periodismo y cuánto de humor en estos trabajos para la agencia que reflejan hechos o personajes históricos?

-Soy como un humorista de investigación, no es que hago cualquier verdura. Muchas veces soy delirante y lírico y me invento un mundo, pero cuando me ciño a algo que ha ocurrido, por más caprichosa que sea la elección, creo tener un rigor que tiene que ver con lo histórico y lo periodístico. La animación de dibujos del 24 de marzo en Télam no es precisamente una paradoja humorística, pero el humorista siempre está, porque yo dibujo siempre remarcando algo del grotesco y de la caricatura.

-En alguna oportunidad dijo que no le gusta correr detrás de la agenda de los medios y ahora de las redes sociales.

-El periodismo es muy caprichoso y coyuntural. Así y todo me interesa mucho tener un espacio como el de Télam, con la posibilidad de dibujar una reacción inmediata a un hecho de la realidad. Si hoy fuera 11 de septiembre de 2001 estaría con una camarita prendida dibujando una reacción a lo que fue ese día. Del mismo modo que si fuera 19 o 20 de diciembre estaría en la calle y volvería directo a dibujar. Eso es algo que fantaseo, tener una reacción inmediata a un estímulo de la sociedad o de la política. En Télam voy a tener esa posibilidad, de que pase algo y reaccionar con algo que pueda ser visto mucho más rápidamente.

-¿Qué clase de humorista / narrador se considera?

-Siempre fui un humorista del dolor. Mi materia prima es el dolor. Nunca fui un tipo de buscar la risa. Hice cosas que son graciosas como los Barrios de Buenos Aires o los goles del Mundial, pero ante otros temas me siento apto para dibujar temas del dolor. La dictadura, los Desaparecidos, Malvinas. Todos esos temas los puedo abordar porque no tengo otro cometido que acompañar el sentimiento con una plasticidad grotesca.

-¿Mostrar las manos en plena acción de manera animada es un quiebre en su vida artística?

-Yo pensaba que toda mi vida iba a trabajar para medios de papel. El futuro no es ese. Mi destino con el papel son los libros, pero ya veo que hay una agonía de ese soporte en los medios para los que me formé. Yo en Télam no pienso en papel.

-¿Se imagina un futuro en el que ya no dibuje sobre papel?

-Yo me animo a todo y dibujar en una pantalla es algo que me debo. Lo que no me imagino es prescindir del papel, que es la materia madre que me parió. Me divierto mucho manchando, equivocándome. No me imagino sólo resolviendo con un lápiz óptico. Todas las texturas que hago son generables en una tablet, pero no es lo mismo tirar vino o café, que me devuelven sensualidad, una evaporación y un olor, que hacer el símil virtual. Yo todavía necesito esa materialidad.

-Después de 40 años de trayectoria, ¿cómo le sienta la idea de ser una referencia para otros dibujantes?

-Es difícil que yo haga escuela porque soy muy cabezón. Creo que los que hacen escuela son esos autores que tienen una fórmula más definida. Incluso yo no me sigo a mí mismo, no es que me aburra, es que las obsesiones se me van apagando y vuelvo a ellas cuando necesito echar mano a algún recurso. Trabajé un año y medio con La Divina Comedia de Dante Alighieri. Practiqué medios tonos y situaciones ominosas de tortura pero después me liberé. Si un día lo necesito, sé que tengo ese recurso ya practicado. Es como una llamada a un amigo, te necesito pero no para vivir con vos.

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Dibujar para la cámara. Rep desarrolló una amplia experiencia en la dinámica de dibujar con público. “Practiqué mucho acompañando a Pedro Saborido, a Osvaldo Bayer, a Felipe Pigna a Eugenio Zaffaroni, a Aldo Graciano, a Rodolfo Braceli”, enumeró. En todos los casos, lo que hacía era subir a un escenario y dibujar mientras ellos hacían sus exposiciones: “Las manos se proyectaban en una pantalla para que la gente viera lo que yo hacía mientras hablaban los pensadores”. También lo hizo junto a Mercedes Morán y Mauricio Dayub y actualmente tiene pendiente la realización de un corto de 25 minutos, con base en una narración oral de Graciela Borges, sobre el cuento de Salinger, Un día perfecto para el pez banana.

“Un animal narrativo”. Desde que publicó su primer dibujo con sólo 14 años, en 1976, Miguel transitó por redacciones icónicas como la de Ediciones La Urraca, donde formó parte de revistas como Humor Registrado y Fierro, dibujando historietas como Los Alfonsín, El recepcionista de arriba y Joven argentino. En Página/12 se hizo cargo de la tira de la contratapa desde la fundación misma del diario con personajes como Gaspar el Revolú, El Niño Azul, y Lukas. “Soy un animal narrativo, a mí me gobiernan los temas, los guiones”, se definió en diálogo con Télam. “Me gusta mucho dibujar pero lo primero que pienso es, qué cuernos cuento. Después de contar historias durante tantos años te crece la joroba del narrador. Si el día de mañana me quiero liberar de la narración me tendré que ir a la abstracción.