Como todos los años la Asociación de Reporteros Gráficos presenta una muestra donde se exhiben los mejores trabajos del fotoperiodismo del país. Historias, penas, luchas, humores y malhumores del 2016 en una serie de imágenes que dicen otra cosa de lo que dicen mil palabras. A continuación el texto que escribió Cora Gamarnik –especialista en periodismo gráfico- para el catálogo de la muestra, que se realiza entre el 14 de julio y el 13 de agosto en el Palais de Glace, (Posadas 1725, Ciudad Autónoma de Buenos Aires), con entrada libre y gratuita.
Foto destacada: GERARDO DELL’ORO – Jujuy – 28 de diciembre 2016 – Milagro Sala saluda a su marido antes del comienzo de la última audiencia en el juicio por daño agravado y amenazas coactivas por un escrache contra el Gobernador Gerardo Morales
Experiencias capturadas
Cora Gamarnik
Autor: EITAN ABRAMOVICH – Buenos Aires – Octubre 2016 – Mujeres marchan en protesta de la violencia contra las mujeres y en solidaridad por el brutal asesinato de una niña de 16 años en Mar del Plata
Fotografiar algo es volverlo visible, pero no solo eso, es también recortarlo del flujo del tiempo. Es esa especial condición de permanencia que tienen las fotografías lo que las vuelve vehículos de memoria, material para la historia. Además, el fotoperiodismo tiene una cualidad particular, es información y también creación, es construcción y a la vez documento. Cada fotografía expuesta es una singularidad, un testimonio y una descripción. En simultáneo con su conexión con la realidad, cada fotografía contiene una potencia metafórica que permite que nuestra imaginación se expanda, que se reaviven experiencias y/o se revitalicen recuerdos dormidos.
Exactamente eso sucede con las fotografías que integran las Muestras de Periodismo Gráfico argentino que organizan los fotoperiodistas desde hace 36 años. Las fotografías que la componen, elegidas entre miles por un jurado de pares, condensan visualmente lo más importante del año que pasó, subrayan, entrecomillan los sucesos y, al mismo tiempo –al igual que esos jugadores que en su festejo no terminan nunca de llegar al piso–, quedan suspendidas. Eso nos permite a nosotros espectadores detenernos en cada uno de esos instantes y, en la velocidad del presente, no solo verlas, sino observarlas. Sacadas de su contexto original, las imágenes se vuelven visibles y significantes en un nuevo tiempo y un nuevo espacio.
Los fotoperiodistas, por su propia definición profesional, ocupan un puesto privilegiado en la observación de los acontecimientos y, a la vez, van en su búsqueda. Son un eslabón clave del espacio que media entre los sujetos y el mundo. Pero también, suelen trabajar dentro de medios de comunicación en los que son parte de un engranaje donde pocas veces pueden incidir en las formas de publicación de sus trabajos. Sus fotos quedan necesariamente subordinadas a otros discursos, a decisiones de edición y de diseño tomadas por otros. En las muestras de periodismo gráfico, en cambio, realizan una edición propia, construyen su propio discurso. Por eso este evento es un hecho visual, social y periodístico relevante. Integrada por distintas miradas, tomas de posición, procedencias geográficas y acontecimientos de distintos tipos, la muestra compone un todo en sí misma. Es una suma de fragmentos en la que cada imagen transporta la responsabilidad de todo un relato generando una composición, un nuevo discurso. Las fotos también están acompañadas por palabras, pero son palabras que eligen los propios fotógrafos. Aisladas de títulos, copetes, artículos o epígrafes escritos por otros, alejadas del choque o el conflicto que muchas veces producen los usos que se hacen de ellas, aquí las fotos hablan por sí mismas.
Estas fotografías ligadas a la actualidad tienen una fuerza inmediata, pero su sentido no se agota en lo coyuntural. Expuestas a gran tamaño, las fotografías que componen la muestra de periodismo gráfico recorren el país, se guardan en un archivo y se publican en un catálogo. Se encuentran con el público sin intermediarios y en ese encuentro la imagen acontece, genera a su vez nuevos hechos, relaciones y recuerdos.
La XXVII Muestra Anual de Periodismo Gráfico recorre y condensa el año 2016. Como otros años, vemos en esta oportunidad fotos de denuncia, de manifestaciones, de accidentes e inundaciones, fotos de acontecimientos excepcionales y cotidianos, sufrimientos, sueños, esperanzas. Fotografías irónicas, deportivas, retratos. Reclamos de justicia y memoria. Pero hay algo nuevo en esta edición, algo que sobresale. Son las fotos que tienen cicatrices. Cuerpos con marcas de balas de goma, en espaldas, en piernas, en brazos. Cuerpos que soportan (en la doble acepción del término) un presente que creíamos ya pasado. Como en un cuento de nunca acabar, vemos cómo la policía reprime, la gente se moviliza, la policía reprime, la gente resiste… Hay una historia ahí inconclusa.
El historiador del arte Georges DidiHuberman sostiene que hay imágenes que “tocan lo real”, se pregunta qué ocurre en ese contacto y responde: “La imagen arde en su contacto con lo real. Se inflama, nos consume a su vez […]. Nunca, al parecer, la imagen se ha impuesto con tanta fuerza en nuestro universo estético, técnico, cotidiano, político, histórico. Nunca ha mostrado tantas verdades tan crudas; nunca sin embargo, nos ha mentido tanto solicitando nuestra credulidad; nunca ha proliferado tanto y nunca ha sufrido tanta censura y destrucción. Nunca, por lo tanto, […] la imagen ha sufrido tantos desgarros, tantas reivindicaciones contradictorias y tantos rechazos cruzados, manipulaciones inmorales y execraciones moralizantes”. Hay sin duda en esta XXVII edición fotos que tocan lo real, que arden, que duelen.
Y como todos sabemos, las fotos están hechas por fotógrafas y fotógrafos. Es su presencia la que garantiza la autenticidad de la representación. A diferencia de la distancia que permite la escritura, el autor tiene que “estar allí”, en el lugar de los hechos. Al mismo tiempo los fotógrafos necesitan construir un distanciamiento para poder fotografiar. Muestran en ese sentido sus particulares miradas, sus valoraciones, sus ángulos de visión y de expresión. Cada una de estas fotografías es una narración visual, resultado de un encuentro entre las vivencias individuales y colectivas de los fotógrafos y la dimensión histórica que atraviesan. Más que cualquier otro tipo de fotografías, las periodísticas son producto de su tiempo y contienen una paradoja fundacional. Parten de una función esencialmente efímera vinculada a la actualidad y a los medios, pero pueden volverse duraderas y desprenderse de sus usos iniciales. Gracias a ellas, algunos acontecimientos que de por sí son evanescentes se convierten en manifestaciones perdurables bajo la mirada particular del fotoperiodista. Los hechos en principio solo accesibles al fotógrafo son colocados bajo la lupa de otros y sus experiencias vividas se transforman así en experiencias capturadas. De ese modo logran llegar hasta nosotros.