Joaquín Lavado era tan buen dibujante como escritor y, también, un agudo observador de la sociedad en que vivió. Aquí, algunas de las cosas que nos deja, para seguir riendo y pensando. Murió hoy, a los 88 años.
- Así como hay una generación de millennials alimentada a basa de frases de Los Simpsons, en Argentina hubo generaciones nutridas a base de frases de Mafalda. Quino era un gigantesco cómico de una línea de texto y supo encajarle sentencias graciosas -que al mismo tiempo no sonaban artificiales- a todos sus personajes.
- Con Mafalda aprendimos a leer la vida a través de dichos como “si vivir es durar, prefiero una caanción de Los Beatles a un Long Play de Los Boston Pops”; “lo malo es que la mujer en vez de jugar un papel, ha jugado un trapo en la historia de la humanidad” o “como siempre: lo urgente no deja tiempo para lo importante.” No conozco altura más grande para un humorista: que las palabras de sus personajes pasen a ser parte del saber popular, del sentido común de todo el mundo. Aun entendiendo “todo el mundo” como “nosotros la clase media.”
- Quino era tan buen dibujante como escritor. La prueba: cuando éramos chicos leíamos las tiras de Mafalda y nos reíamos igual, aunque no las entendiéramos. No sabíamos quiénes eran U-Thant ni Mao Tse-Tung, pero cuando alguien de la tira los nombraba la situación era irremediablemente graciosa.
- Con Quino se va un pedazo del espíritu de esta clase media. La de las ‘60/’70, aquella época en la que se quería progresista. El humanismo liberal de “Primera Plana”, “Siete Días” y “Clarín”. Tiempos de “clase media, movilización y autoritarismo” como señala Isabella Cosse en su imprescindible “Mafalda, historia social y política”. Cuando se quería cambiar el mundo en vez de decorarlo o de usarlo como excusa para el narcisismo de nuestra indignación.
- Mafalda señala el bastón de un policía y dice: “¿Ves? Este es el palito de abollar ideologías.” A principios de los ’70 se imprime un poster en colores con este dibujo, que decora los cuartos de muchos jóvenes. En 1975 una fuerza parapolicial entra a la iglesia de San Patricio, asesina a tres sacerdotes y dos seminaristas y deja a ese poster tirado junto a uno de los cuerpos. Los servicios de inteligencia hacen circular un cartel donde Manolito (en lugar de Mafalda) señala al policía y dice “¡Ves Mafalda! Gracias a ese palito, hoy podés ir a la escuela”. En el ’76 Quino -que se defina como humanista liberal- ve que su vida corre peligro y emigra a Italia.
En el 2019 Sandra Pitta, una referente del macrismo, se define como “Mafalda actual.” A veces la historia ocurre primero como farsa, después como tragedia, y de nuevo como farsa. - Los padrinos progres siempre regalamos Mafaldas a nuestros ahijades. Era nuestra forma de iniciarlos en la historieta y en el mundo de los adultos. Regalamos esos libros con la esperanza de que algún día nos dijeran: “estoy leyendo Mafalda y es mucho mejor que Gaturro”. Cuando nos enteramos que la persona regalada abandonaba el libro “porque hay chistes que no se entienden” y regresaba al enésimo libro de Gaturro, ese paco para menores, nuestra almita progre moría un poco. El corazón de los niños hoy pertenece a Nik, y hay algo terriblemente injusto en esto.
- Cuántos segundos faltan para que aparezca el primer dibujo de la pandilla de Mafalda, todos con sus ojos llenos de lágrimas.
- Mafalda no solo sobrevivió a Internet: la Web la transfiguró. Se convirtió en la Mafalda de los memes. Las Mafaldas apócrifas (gente que pone en su boca frases de autoayuda, chistes pícaros, sabiduría chota, poesía mala, diatribas de derecha). Ya no pertenece a Quino, y ni siquiera a nosotros. Tiene una vida propia. Nosotros miramos estos memes con cierta pena, como a esos compañeros del colegio que eran gente copada y hoy nos da vergüenza cruzarlos en la calle.
- Otro género apócrifo: las Mafaldas futuras. En los ‘90 se hablaba de un Mafalda en la OEA, con Libertad desaparecida y Manolito dueño una cadena de supermercados. En los 2000 convertida en una Lilita Carrió. O -en los últimos años- con pañuelo verde, pareja torta de Libertad, yendo juntas a las marchas. Cada época se hace su propia película.
- No seamos injustos: Quino no es solo Mafalda (trabajo que ocupó menos de 10 años de sus 88 de vida). De todos los Quinos que existieron, el que más me gusta es el de los chistes inmediatamente posteriores a Mafalda. El de los libros “Gente en su sitio” y “Yo que usted no haría esto.” Quino está afiladísimo, hace crítica social de taquito sin perder de vista el chiste. Con los años abandonó los grisados y se pasó al sombreado por medio de tramas; parecía un ilustrador del siglo XIX. Lo hacía bestialmente bien, como siempre. Pero había perdido el chiste. Sus últimas colaboraciones en la revista Viva son amargas, densas y viciadas por la cuestión del “chiste con mensaje”. Quino se convirtió en el Papa Francisco de la historieta argentina, y lo siguió siendo hasta sus últimos días. Gracias Quino. Tu vida fue como un longplay, pero no de los Boston Pops, sino lleno de canciones de Los Beatles.
¿Querés recibir las novedades semanales de Socompa?