El 20 de julio el gran crítico y ensayista italianoargentino Pablo Capanna visitará Buenos Aires para una serie de eventos que lo tienen como homenajeado en la Biblioteca Nacional. En la ocasión se presentará también el libro, “Exploraciones. Ensayos en torno a Pablo Capanna”. Como para ir calentando el ambiente de los devotos y memoriosos de sus artículos en El Pendulo y Minotauro -o, más recientemente, de sus textos en Clarín, La Nación, El País de Montevideo, o el suplemento Futuro de Página 12-, Socompa reproduce hoy el prólogo de ese libro.
Es un privilegio gigantesco presentar este merecido tributo a Pablo Capanna, sin duda uno de los grandes ensayistas y críticos de la lengua castellana. Este conjunto de estudios magistrales traza un recorrido exhaustivo a través de la obra de Capanna, y es la primera colección crítica consagrada al maestro. Este libro es un acto necesario, un acto de amor y justicia, también entremezclado con cierta amargura frente al estado de nuestra cultura. En lo que a mí concierne, ya deberíamos tener la efigie de Pablo en nuestras monedas y billetes. Él, por supuesto, odiaría la idea; pero yo soy partidario de que la cultura (argentina y latinoamericana) sea representada por más Capannas y menos Messis.
De todos modos, este libro es mucho mejor que Capanna en un billete.
Capanna es miembro de una especie en extinción en la que me incluyo, salvando las diferencias (a su favor, por supuesto). El ensayo es una forma asediada de la literatura que Pablo ha desarrollado con el ojo finísimo de un maestro artesano. No importa el tema o autor bajo la lupa, la mirada de Capanna nunca es desinteresada; siempre hay algo vital y urgente en juego, en Tarkovski, en Dick, en Cordwainer Smith. Es extraordinario el modo en que Capanna construye ensayos que son a la vez introductorios y avanzados, de gran interés tanto para el lego como para el experto.
Capanna devuelve la labor de la crítica a su espacio vital, el de contextualizar (histórica y biográficamente), enriquecer y cuestionar desde adentro una obra literaria o cinematográfica particular. Nunca me he aburrido leyendo un solo párrafo de Pablo, donde se respira un espíritu original e iconoclasta, y se aprecia una ironía característica.
A lo largo de los años, la lectura de la obra de Capanna me ha transmitido ímpetu para seguir pensando y escribiendo.
Todas sus páginas exudan una profunda convicción en el valor y la función trascendente de la literatura y del pensamiento, sin contar la claridad y consistencia de su prosa. Esta convicción es una fuente de inspiración y consolación en estos tiempos grises. Podemos considerar al ensayo (tanto en su forma breve como monográfica) un indicador de la capacidad humana de reflexión. Los asesinos de la reflexión (y de su condición de posibilidad, la atención) son muchos. Por ejemplo, el academicismo y el modelo del investigador como máquina de producir papers. Este es el mismo sistema en el que Pablo y yo subsistimos, en los márgenes. Un sistema estéril, a excepción de la docencia, donde todavía se puede experimentar la magia del aprendizaje, el vínculo entre maestro y discípulo que ha sido el dispositivo central en la transmisión del saber humano, ahora “democratizado” en el esquema del catedrático frente al aula. Otro asesino visible de la reflexividad es la contracción exponencial del lapso promedio de atención. Tanto el academicismo árido como la dictadura de los algoritmos son síntomas de un malestar común.
Nuestras máquinas exteriorizan lo peor de lo humano al tiempo que nosotros nos volvemos más bestias. En nuestra bestialidad, nos entregamos al cargo cult de la tecnología, deseando que nuestras máquinas nos reemplacen y sean mejores. Pero la humanidad de las máquinas es un espejismo.
Es difícil para mí hablar de Pablo fuera de mi propia experiencia y de su impacto en mi vida intelectual y de la imaginación. Además, temo repetir cosas sobre Pablo que el lector encontrará mucho mejor presentadas y desarrolladas en las páginas de «Exploraciones».
Comencé a leer los ensayos y notas críticas de Pablo en las revistas El Péndulo y Minotauro, cuando yo tenía once años y empezaba a descubrir mi pasión por la literatura. Coleccioné estas revistas fervorosamente, así como las ediciones de Minotauro. La mayor parte de este material se ha perdido a lo largo de los años y en el curso de saltar océanos. En particular, los ensayos sobre Ballard, Lem, Asimov, y Tolkien tuvieron un gran impacto en mi tierna sensibilidad.
Una de mis grandes deudas con Pablo es introducirme a la lectura de J. G. Ballard, con su ensayo en el primer número de El Péndulo (“Ballard, los paisajes interiores”, 1979), el año en que Ballard publicó The unlimited dream company, y la crítica todavía trataba de digerir su genial “cuatrilogía urbana”. Los invito a leer el análisis de Elena Genau sobre esta fase de la obra capanniana (“Una aventura intelectual: Pablo Capanna en El Péndulo”), y el detallado estudio de Juan Volpe y Manuel Winocur (“El tiempo de Ballard: Pablo Capanna y la New Wave of Science Fiction”) que se ofrecen a continuación.
Otro de los grandes íconos de la ciencia ficción (que, como Ballard, comenzó su carrera como un “outsider” despreciado) es Philip K. Dick, un autor de quién yo me enamoraría más tarde, a mis diecisiete años, luego de leer Ubik y VALIS, y de volverme adorador de Blade Runner.
La reflexión crítica de Capanna sobre la obra de Dick es objeto de otra contribución que les recomiendo: “Capanna sobre (hacia) Philip Dick: metafísica, neuropatología y ciencia ficción”, de Marcelo Burello.
Por último, en esta época, Capanna escribió sobre Cordwainer Smith, un autor ignoto cuya vida real superó la ficción. Pedro Perucca se encarga de investigar esta etapa de las andanzas de Capanna (“Historia de una obsesión: Capanna y Cordwainer Smith”). Capanna dedicó monografías a un puñado de artistas selectos.
Además de las monografías sobre Smith, Ballard, y Dick, debemos mencionar el estudio sobre el cineasta Andrei Tarkovski (Andrei Tarkovski: El ícono y la pantalla, 2003). En mi opinión, este es el más personal e íntimo de todos los trabajos de Pablo. Es como si Tarkovski le hubiese planteado a Capanna un acertijo, codificado en sus películas, que es imperioso descubrir. Pero los dejo con Mauricio Gutiérrez (“Capanna esculpió el tiempo de Tarkovski”), quien les dará más detalles.
Esta “primera época” nos legó el Capanna más conocido: el historiador, crítico e investigador de la ciencia ficción.
En las páginas siguientes, Paul Noguerol (“El sentido de la ciencia ficción: construir y reconstruir un género (que todo el mundo creía conocer”) analiza la obra cúlmine de este Capanna, El sentido de la ciencia ficción (1966), ampliado y reeditado bajo el nombre Ciencia ficción. Utopía y mercado (2007).
Al tiempo de cumplir mis catorce años, conocí a Pablo en persona, durante las Jornadas Interdisciplinarias sobre la Vida Inteligente en el Universo, organizadas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, en diciembre de 1985. Para entonces yo había escrito mi primera novela, malísima, con birome azul en un cuaderno Gloria de 96 páginas. La novela trataba de la vida de un colono en Marte. Al final de la charla de Pablo, me acerqué al podio a hablar con él. No me acuerdo de qué conversamos, y hoy Pablo no se acuerda de mí (y, por supuesto, tampoco de lo que conversamos). Yo estaba muy nervioso, pensé que Pablo no le iba a dar cabida a un mocoso como yo. Recuerdo sus ojos azules y profundos y la manera en que me miró, como si yo fuera un adulto. No se inmutó; es más, en todo caso, se mostró curioso. Escuchó lo que yo tenía para decir (seguramente, no muy interesante) y me dio toda su atención. Ahí aprendí la importancia de la humildad como prerrequisito para la filosofía.
Hablando de filosofía, me hice filósofo. Muchas cosas pasaron en el medio. Me fui a Australia, me doctoré ahí, volví a la Argentina. Me casé, tuve hijos, me divorcié. Me casé de nuevo, tuve más hijos, me divorcié de nuevo. Lavé platos, trabajé de cualquier cosa. Seguí escribiendo obsesivamente, pasando de birome a la máquina de escribir y luego al procesador de texto. Fracasé y volví a fracasar. Publiqué una novela en Australia, un puñado de cuentos, y edité una revista inspirada en la New Wave. Volví. Tras unos años durísimos, fui admitido como investigador del CONICET. Mi madre patria me dio una oportunidad que mi país adoptivo me vedó. Mi pasión por la literatura y la filosofía son el único hilo sólido que atraviesa la accidentada topografía de mi vida. Es lo único que me une a ese mocoso de once años. Capanna siempre estuvo dando vueltas durante ese tiempo. Pude reconstruir parte de mi colección de El Péndulo y Minotauro y releer los ensayos de Pablo. Ahí me di cuenta de la visión de Capanna. Fue un pionero, un adelantado. Pero eso no quiere decir que se rezagó.
Volví a descubrir a Capanna en su faceta de filósofo, donde pude apreciar la amplitud y profundidad de su pensamiento. Para mí, su obra maestra es Natura. Las derivas históricas (2016). Pablo me pidió que escriba una reseña del libro (publicada en su sitio web), donde me explayo más a fondo sobre las virtudes de este trabajo. En breve, le pasaré la palabra a Maria Argeri y su contribución aptamente titulada “Un libro extraordinario”. Capanna ya había introducido algunas ideas centrales de Natura en sus artículos, compilados y desarrollados en cinco colecciones: Conspiraciones (2009), Inspiraciones (2010), Maquinaciones (2011), Aspiraciones (2017) e Interferencias (2020). Uno de mis aspectos favoritos de Capanna es su reconstrucción de las relaciones entre la ciencia ficción, la magia, y la historia del imaginario científico y tecnológico.
Capanna saca a relucir los vínculos históricos y filosóficos entre la racionalidad tecnocientífica y el pensamiento mágico. Entre la racionalidad y el delirio. Es un placer ver cómo Capanna deconstruye el mito de la razón y la visión positivista, ortodoxa de la historia de la ciencia. Cito como ejemplo, casi al azar, el exquisito “El Trisagio y el Trismegisto”, el ensayo que abre Inspiraciones. Cuatro de nuestros autores se adentran, respectivamente, en las páginas de Conspiraciones, Inspiraciones, Maquinaciones y Aspiraciones: Germán Padinger (“Que les sea leve: Pablo Capanna y su catálogo de delirios posmodernos y ciencia ficción consumada”), Andrea Sereni (“Utopías y distopías según Capanna. Acerca de Aspiraciones”), Darío Sandrone (“Capanna y sus artefactos: Sobre Maquinaciones”) y Esteban Ierardo (“Los entresijos de la ciencia: a propósito de Inspiraciones”).
Además de Natura y las colecciones de ensayos, otro trabajo que descubrí tardíamente, gracias a una copia que Pablo me obsequió, es Tecnarquía (1973), un altamente valioso aporte al campo de la filosofía de la técnica, y una crítica incisiva a las estructuras de poder montadas sobre los mitos de la tecnología moderna. Aquí los remito al excelente ensayo de Marcelo Damonte (“Tecnarquía y mundos posibles. O filosofía para no pasar al lado oscuro”). Otro valiosísimo ensayo en la presente colección es “Un cartógrafo de la imaginación”, donde Pablo De Santis explora el humanismo cristiano de Capanna y el modo en que impregna su obra.
Finalmente, una humilde victoria. Gané un premio por una colección de cuentos y mi primer instinto fue mandarle un ejemplar a Pablo, quien me respondió al poco tiempo con una serie de descomunales elogios. Pablo me dijo que uno de mis cuentos es “digno de Ballard”. Como bien lo expresó mi amigo Luciano Levin, “ese comentario vale mil papers”. Es verdad. También sentí que había llegado al fin de un ciclo. ¿Y que sería de un fin de ciclo sin un ritual, algún tipo de ceremonia? Aceptando su cordial invitación, emprendí un día el peregrinaje a José C. Paz, donde pasé una velada muy agradable con Pablo y Graciela. Esa mirada intensa era la misma que recordaba de chico. Hablamos de todo un poco. Y al año siguiente, Pablo aceptó mi invitación para dar una conferencia plenaria en el X Coloquio Internacional de Filosofía de la Técnica. En este evento, Pablo encaró uno de mis temas de estudio, el transhumanismo. De nuevo, tuve ocasión de deleitarme con esa articulación de erudición y accesibilidad, ironía y profundidad, que caracteriza la mirada capanniana. Con este mismo espíritu, espero que esta colección abra los ojos del lego y enriquezca la mirada del iniciado.
Nota. Pablo Capanna (Florencia, Italia, 1939) se consagró en la Argentina a la divulgación científica y filosófica y escribió más de doce obras sobre ciencia ficción, cine, tecnología y filosofía. La vigencia de su obra se renueva con la reedición de sus libros y el reconocimiento académico, que llega con la publicación de Exploraciones. Ensayos en torno a Pablo Capanna, coordinado por Matías Carnevale y publicado por la Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes. En sus páginas, Andrés Vaccari, Pablo De Santis, Marcelo Burello, Esteban Ierardo y otros examinan la producción de Capanna a lo largo de más de cinco décadas.
La presentación del libro “Exploraciones. Ensayos en torno a Pablo Capanna” estará a cargo de Pablo De Santis, Marcelo Burello, Diego Golombek, Andrés Vaccari, Pedro Perucca, Alejandro Agostinelli, Matías Carnevale y el autor. La cita es el 20 de Julio, 19 hs. Biblioteca Nacional, Agüero 2502, auditorio Jorge Luis Borges (1° piso).