Una mirada sobre la situación de los venezolanos que llegaron a la Argentina durante el gobierno de CFK y poco después se encontraron tratando de sobrevivir al ajuste implementado por el gobierno macrista.
“Sólo voy con mi pena
Sola va mi condena
Correr es mi destino
Para burlar la ley”
Manu Chao – Clandestino
Cuando Manu Chao escribió y publicó la canción Clandestino en el disco del mismo nombre, durante 1998, se inspiraba en la realidad de millones de africanos y asiáticos que intentaban saltar el obstáculo del Mar Mediterráneo hacía Europa con el propósito de escapar de las ruinosas condiciones de vida a las que lo sometía el capitalismo en sus respectivos países. Guerras, hambrunas, pestes y expoliación eran entonces rasgos distintivos del modo de vida dispuesto para las zonas más periféricas y marginales por ese supuesto modelo globalizador que, pese a prometer mayor cercanía económica mundial entre todos, nunca terminó de consumarse para esas mayorías sociales excluidas por la desigualdad.
Veintiún años han transcurrido desde entonces y a pesar de que el fenómeno inmigratorio no ha cesado en ese período, sí se han multiplicado sus motivos e incrementado las zonas regionales de impacto. Suramérica, por caso, se ha convertido en un inmenso corredor migratorio entre sus regiones más septentrionales a las más australes a causa de la grave crisis sufrida desde mediados de esta década en Venezuela. El severo bloqueo económico-financiero coordinado entre el Gobierno de Estados Unidos y la banca internacional en confluencia a las reservas de culminar el paso hacía un modelo socio-económico socialista demostradas por quienes sucedieron en la conducción al Presidente Hugo Chávez luego de su abrupta muerte resultan las dos principales razones para explicar la mayor diáspora recordada en la historia reciente venezolana.
A fines del año 2010, para numerosos órganos mundiales vinculados a la ONU, Venezuela expresaba los mayores indicadores de crecimiento y bienestar social para una zona que, como la suramericana, mostraba de por sí los mejores números en cada una de esas valoraciones. Erradicación del hambre y el analfabetismo, índice inflacionario de un sólo dígito, crecimiento de la capacidad de consumo y poder adquisitivo, mejor salario de la región, mayor cantidad de profesionales universitarios, tasas de desocupación por debajo del cinco por ciento; entre otras estadísticas, comprobaban las cualidades de un modelo político, que forjado al calor del cercanía entre Chávez y los sectores trabajadores y populares, se había convertido en la mayor apuesta contra el capitalismo desde el colapso del muro de Berlín. La debacle, a causa de los dos aspectos antes señalados, podría aportarnos ciertas nociones para entender sociológicamente la masiva salida, sin embargo, la reflexión no resulta completa sin evaluar que fue aquello con lo que se encontraron las y los venezolanos que optaron por emigrar o, como diría en reiteradas ocasiones un pintoresco político suramericano, volver al mundo, en especial para quienes provienen del único ejemplo de transición al socialismo del continente.
La mirada única y excluyente aportada por los principales medios hegemónicos al respecto nos indica dos lecturas casi indiscutibles y concomitantes, la primera señala al modelo socialista ingeniado por Chávez como la mayor y más estruendosa demostración del fracaso de cualquier esquema de gobierno popular y revolucionario. La segunda lectura, consecuencia de la anterior, muestra a las y los venezolanos como unas victimas que, gracias a su reciente desembarco en la Argentina del capitalismo macrista, por fin podrán experimentar la anhelada libertad restringida luego de duros y oprobiosos años de “régimen chavista”. Ambas explicaciones, sin embargo, son cuando menos limitadas luego de su contraste con la realidad aportada por los indicadores sociales entregados ahora que cierra en rojo el balance social macrista en casi todas sus aristas, incluso aquellas referidas a la incorporación a la vida activa (laboral y estudiantil) a los inmigrantes. Dos casos de venezolanos inmigrantes llegados en diferentes momentos de esta etapa nos permiten ilustrar una mirada alterna a lo masivamente difundido.
Perdido en el corazón
De la grande babylon
Me dicen el clandestino
Por no llevar papel
Atraídos y atraídas por las facilidades migratorias ofrecidas por la República Argentina a las y los ciudadanos de países integrantes de MERCOSUR y por un mercado laboral en pleno funcionamiento, llegaron a la Argentina parejas como la conformada por José Félix y María. Residentes desde hace cuatro años y medio a causa del incipiente acaparamiento y aumento descontrolado con los que los grandes capitales privados venezolanos intentaron conmover la sólida estructura económico-comercial heredada por Maduro luego de quince años de gobierno chavista.
Desde 1999 y hasta el año 2013, gracias a los enormes ingresos ofrecidos por los altos precios del petróleo, el Estado venezolano mediante el ingenio y articulación de las empresas de propiedad social (las empresas privadas quebradas por privados eran asumidas y nacionalizadas por el Estado y entregadas en propiedad a colectivos de trabajadores y/o comunas) intentó transformar su propio aparato productivo con dos propósitos: garantizar derechos constitucionales fundamentales como la alimentación y el acceso a servicios públicos de calidad y generar una distribución de esa renta de modo equitativo entre los sectores populares con la intención de propiciar un circuito inclusivo de consumo permanente, dinámico y amplío que fuese nutriendo a las bases a transformar por sí misma no sólo la matriz de producción del Estado sino incluso las formas de propiedad y régimen salarial a formatos colectivos y más equitativos a los dispuestos desde el capitalismo.
La muerte de Chávez y su relevamiento por un Nicolás Maduro comprometido con los altos mandos tanto del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) como de la Fuerza Armada Nacional (FAN) retrotrajo este proceso de radicalización popular con la intención de intentar un pacto con la alta burguesía venezolana y el gobierno estadounidense que finalizara con las tensiones arrastradas con esos actores durante los quince años de gobierno de Chávez. El resultado no pudo ser más inmediato y catastrófico, pues tan pronto como en 2014, el capitalismo no sólo rechazó definitivamente a la iniciativa extendida desde los sectores más reformistas del chavismo, conocidos como madurismo, sino que además respondió atacando al país por medio del acaparamiento de productos de primera necesidad y el bloqueo financiero de los ingresos petroleros mantenidos en los principales centros financieros del mundo.
En ese contexto José Félix y María, su novia, ambos con menos de treinta años de edad, trabajos en blanco y relación de dependencia y tramitando la compra de un departamento de tres ambientes para iniciar su convivencia como pareja, entraron en un estado de pánico estimulados por los principales medios de comunicación opositores al modelo chavista, y decidieron invertir el dinero destinado para comprar ese departamento en financiar dos boletos aéreos y los primeros meses de estadía en Argentina.
“La verdad los primeros dos años fueron medianamente estables” indica José Félix para referirse a los años 2015 y 2016, llegado durante el invierno de 2016, tomó la decisión de venir a la Argentina luego de la insistencia de un amigo venezolano residente en Buenos Aires que vivía permanentemente indicándole sobre la bonanza laboral del país configurado durante la década k tal como llamaban al periodo que desde 2003 y hasta 2013 permitió el aumento de la oferta laboral y el permanente incremento salarial real de los sectores trabajadores. Esta circunstancia, en conjunto con la facilidad de tramitar la residencia temporaria en el país y la posibilidad de acceder fácilmente al alquiler de un departamento fueron claves para la llegada de la joven pareja.
El golpe contra la realidad duró tanto como demoraron en llegar a la Argentina y mudarse a La Plata, pese a que durante los primeros seis meses José Félix consiguió trabajo como barbero en una peluquería dominicana, entendió la primera diferencia concreta con Venezuela, el llamado “trabajo en negro”.
Una de las políticas esenciales para contrarrestar la gigante tasa de desocupación mayor a los dos dígitos que encontró Chávez en 1998 fue la protección del empleo, el cual logró bajar aumentado la inversión social orientada a la incorporación de trabajadores y trabajadoras al aparato público y el permanente incremento salarial que le permitió, a finales de 2001, no sólo controlar el flagelo del desempleo sino además acorralarlo y ponerlo en descenso.
Pese al golpe de estado sufrido en abril de 2002 y el lockout patronal obrero que derivó en un paro nacional de dos meses, el descenso no se detuvo y terminó viéndose coronado con la promulgación de la Ley Orgánica de Trabajadoras y Trabajadores (LOTT) en 2012, primer marco normativo dentro del hemisferio occidental en el que se intenta blindar desde el estado los derechos de los trabajadores por encima del de los patrones. Reducción de jornadas laborales, aumento de períodos vacacionales, permisos post natales para padres y madres, reconocimiento y permanente incremento de las cargas previsionales que el patrono debe pagar al trabajador y, en especial, establecimiento de inspectorías del trabajo para estipular los litigios laborales a partir de la solicitud del empleo y las altas multas a las empresas que contraten sin pago de prestaciones sociales (derecho a la primera vivienda, jubilaciones, seguro contra despido) provocaron la desaparición del trabajo en negro del imaginario del trabajador venezolano
El encuentro con el “trabajo en negro”, con jornadas de diez horas pagadas a precio de seis, resultaron por tanto el primer trauma de José durante un primer semestre que cerró con dos noticias definitorias, el embarazo de su novia y su despido, sin pago de liquidación, de su primer trabajo. En febrero de 2015, luego de la asunción de Mauricio Macri como presidente de la Argentina, gracias a la política de supuesta de modernización del Estado, se produjo el despido de quince mil trabajadores de planta y varios millares de contratados que tuvo un pronto reflejo en el ámbito privado con su consecuente política de despidos masivos.
A partir de ese momento, José Félix y su novia iniciaron un tournee que les llevo a realizar una infinidad de trabajos en el campo del amplío, competitivo y hostil del “monotributo”; eso y las largas jornadas no sólo marcaron a fuego a cada uno sino también su relación familiar pues lo obligó a él a tomar varios empleos en simultáneo y jornadas laborales superiores a las diez horas para poder sufragar tanto la vida diaria como el tratamiento del embarazo de su novia.
“Los primeros dos años fueron medianamente estables hasta que empezaron a pasar cosas” de manera sucinta José, empleando la exigua explicación con la que el presidente Macri intentó justificar la maxidevaluación del invierno de 2017, describe con fina ironía y mueca de sonrisa en su tez morena, el inicio del período en que debió absorber el incremento de las tarifas de los servicios públicos, la búsqueda de un vivienda con un renta de alquiler más acorde a su realidad, su segundo despido del hospital de Ensenada sin apenas liquidación, un accidente de rodilla y el segundo embarazo de su novia.
“En ese momento, Glovo comenzó a tomar gente y arranqué de a poco hasta que finalmente trabajaba sobre la bicicleta durante doce horas y así resolví en gran parte ese momento” precisa con pragmatismo y un esfuerzo por ocultar la tristeza que le trae recordar el esfuerzo de aquel empleo para luego tomar aire e indicar con tono severo: “Debo diez mil pesos entre electricidad y gas, tres mil para la escuela de los chicos pero preferí ya no darme mala vida por eso, si llego, llego” suspira y usa el aire para despedirse pues debe sacar de la caliente plancha el wrap de pollo que le solicita una chica salida del recién culminado recital de Kevin Johansen en el teatro adyacente al patio de comidas donde trabaja. Es la una de la mañana y arranca el domingo como empezó su sábado, trabajando. La vida del inmigrante, al parecer ya no solo se arriesga a quedar en el mar como hace veinte años, también se puede caer de agotamiento entre empleos.
Pa’ una ciudad del norte
Yo me fui a trabajar
Mi vida la dejé
Entre Ceuta y Gibraltar
Fernando y Susana son un matrimonio maduro llegado de Valencia, principal ciudad industrial de Venezuela a ciento ochenta kilómetros de Caracas. Ambos trabajaron como corredores de seguros durante 25 años. Padres de una chica de veinticinco años, residente en Panamá, y un chico de dieciocho que vino a Buenos Aires con ellos, llevaban una vida holgada y estable en Venezuela, donde aún son propietarios de un departamento de seis ambiente y posee cada uno su respectiva camioneta rústica, además de la empresa de seguros familiar.
“Decidimos mudarnos para facilitarle la vida a Luisfer” señala Susana para explicar la decisión de dejar atrás su acomodado estilo de vida junto a su hijo en el dos ambientes en Palermo en el que conviven ahora los tres mientras mira al chico quien tiene algunas lastimaduras en la cara y el brazo izquierdo que se provocó al caerse de su bicicleta, trabajando para la empresa Rappi, atropellado por un camión que no le observó mientras retrocedía para estacionar encima de la vereda por donde pasaba el chico.
“Corre algunos riesgos acá pero en realidad no sé que habría pasado con él allá (por Valencia) ya el último año no habíamos podido ir a Boston a que hiciera el curso de inglés y la universidad pública de allá da miedo, a un amigo de él le robaron su carro y el celular yendo de la facultad a la casa” comenta mientras de fondo suena Nicolás Wiñaski, en TN, describiendo las peligrosas inundaciones que asolan a Venecia desde el sábado 9 de noviembre. Chile y Bolivia, no mueven el amperímetro de noticias en la casa de Luis y Sonia.
“La verdad es que tenemos que reconocer que la situación acá en Argentina es complicada pero al menos el presidente Macri respeta la propiedad privada” me indica mientras ve que hojeo mecánicamente una revista Caras, en la que sale en portada la primera dama. Charlando con ella mientras me hace una arepa de queso y jamón. “La verdad es que acá surge el que trabaja” agrega antes de recibir a Fernando quien viene del aeropuerto luego de haber llevado a un cliente en un coche subarrendado con el que trabaja para UBER.
“En Venezuela no existe la cultura de trabajo, fíjate que todos quieren vivir del Estado, es inconcebible como después que Chávez regaló plata a todos los países quedamos en quiebra” dice Susana, reproduciendo un conocido mantra televisivo de uno de los tantos operadores periodísticos y de cada uno de los candidatos que opusieron al Comandante presidente venezolano en sus campañas presidenciales
Durante los años de gobierno de Chávez, además de redistribuir la renta entre los sectores populares y sustanciar la garantía de derechos sociales constitucionales como la vivienda, la salud, la alimentación y la educación; Chávez junto a Lula, en Brasil, impulsó el desendeudamiento de la región. Tal como lo mencionó Rafael Bielsa, canciller durante el período kirchenerista, la compra efectuada por el gobierno venezolano de bonos de la deuda argentina le permitió, entre otras cosas, liquidar la deuda contraída con el FMI por el menemato así como nacionalizar algunas empresas privatizadas durante la década neoliberal del mismo modo que se realizó posteriormente en Bolivia, quien pudo recuperar algunas empresas de servicios públicos y, en especial, las de gas. De ahí se entiende como el gobierno de Evo Morales, además de empoderar los sectores originarios históricamente excluidos del poder, financió la espectacular transformación del país del segundo más pobre de la región hasta el más económicamente estable durante la segunda década del siglo XXI.
La derogación y prohibición de las cuotas balón hipotecarias (créditos U.V.A) realizada por Chávez, a fines del año 2000, permitió al matrimonio liquidar la deuda de su departamento luego de seis años, comprar su primer vehículo de agencia y a abrir su primera empresa de corretaje de seguros luego de trabajar durante diez años en una empresa del mismo ramo; no obstante, refieren la ejemplaridad de como en Argentina para comprar vivienda debe comprarse en dólares “así solo pueden comprar los que trabajan de verdad y se lo merecen”, el choque contra la realidad de la Argentina macrista, sin embargo, se lo llevaron cuando debieron entrar a un competido mundo laboral en el que sobrepasar los cuarenta años te excluye de la posibilidad de aspirar en relación de dependencia y en blanco, tal como le pasa a Fernando, quien sin embargo, no pierde la esperanza de hallar alguno. Gracias a una amiga, Susana pudo ingresar como vendedora telefónica en una obra social donde trabaja diez horas diarias sin posibilidad de usar su celular para hablar o escribir por él durante el horario de trabajo.
El alquiler temporario del departamento se encuentra a punto de vencerse y, en consecuencia, si lo exceden, deberán pagar una multa del cuarenta por ciento del costo actual además del incremento de la nueva tarifa por seis meses más; por lo que intentan acomodar el horizonte de expectativas con el que llegaron desde Venezuela a las actuales condiciones económicas y sociales del país, bastantes peores a las que esperaban, sin embargo haciendo un ejercicio de memoria inmediata recitan el ejemplo dado por Macri luego de haber perdido las PASO “sobrepasó su optimismo y creyó que todo sería más rápido, pero los mercados son impredecibles” acota Fernando desde el sofá del living. Su rostro se mejora cuando haciendo zapping observa a Janine Añez jurando sola sobre una biblia como presidente de Bolivia; la escena se completa mientras su hijo limpia con merthiolate las heridas de su brazo y me muestra impreso el correo con el que la empresa lamenta su accidente y le insta a retornar lo antes posible a las entregas. Son tiempos de trabajos a tracción de sangre humana pese a las promesas de tecnología y digitalización.
Soy una raya en el mar
Fantasma en la ciudad
Mi vida va prohibida
Dice la autoridad
A propósito de la publicación de las cifras del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) del tercer trimestre del año 2019, un agitado Miguel Ángel Pichetto no encontró mayor argumento para contrarrestar el aumento de la pobreza que expresando “si los cuatrocientos mil venezolanos que habitan en Venezuela tienen todos trabajo, es porque algo no está bien”.
Pichetto, peronista devenido en candidato a vicepresidente junto al actual presidente Mauricio Macri por la plataforma empresario – electoral Cambiemos, no encontró mayor fundamento para eludir la cifra que disparando salva al aire con una valoración que, por decir lo menos, resulta algo en floja en razón tanto por su imprecisión cuantitativa como de su información cualitativa.
Cuantitativamente la cifra cae por el propio peso de los datos suministrados por la Dirección Nacional de Migraciones pues si bien entre el período 2014 – 2019 la cifra se ha visto incrementada exponencialmente, en especial durante los últimos dos años, a 165.688 venezolanos (muy lejos de la cantidad indicada por el senador ahora cambiemita) la misma valoración indica que de total el 71% se encuentra en el trabajo informal. Dentro de ese misma línea, un estudio reciente realizado por la Organización Internacional de la Migración (OIM) se halla un relevamiento en el que el 58% de los venezolanos y venezolanas encuestadas indican que su actual empleo es mucho más riesgoso al que realizaban en su país de origen, lo que daría una mirada mucho más nítida, por mejor fundamentada y contraria, a la aportada por Pichetto y medios de comunicación masivos que han usado la descripción del caso venezolano con propósito de disciplinamiento ante cualquier posible avance de los sectores kirchneristas o peronistas durante los últimos cuatro años.
Hoy, pese a que la situación laboral de la mayor parte de la inmigración venezolana es ocultada por los grandes medios de comunicación argentinos e internacionales, la situación de esta oleada en Argentina no ha mejorado en relación a la que vivían en su país pues a su situación material debemos agregarle elementos desconocidos más relacionados a la subjetividad de los inmigrantes. Adaptación a las condiciones climáticas, acostumbramiento a regímenes alimenticios diversos al de su origen, alteración de pautas culturales, proceso de desarraigo familiar y vinculación efectiva al nuevo entorno, resultan aspectos de difícil consideración sociológica y estadística para pasar a un ámbito más relacionado con el de la psicología social.
Durante los quince años de gobierno chavista no pueden obviarse el proceso de articulación y potenciación de una clase media así como tampoco el eficiente proceso de movilización social impulsado por el mismo Estado con la intención de consumar un cambio de modo de producción que además de liquidarle como estructura de control, diese cierre incluso al mismo capitalismo.
Muchas conclusiones pueden ser sacadas del caso venezolano, sin embargo, la más importante permanece subyace a la mirada de los grandes grupos comunicacionales, durante esos quince años los venezolanos y venezolanas, de sectores populares y medios, fueron profesionalizados y guardados en un estuche joyero de las fauces del capitalismo.
(Nota del editor: los entrevistados para esta nota pidieron no ser fotografiados por temor a perder sus trabajos o tener problemas con las autoridades argentinas).
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