El texto nació y circuló por las redes sociales seguido de comentarios conmovidos. Es una crónica espontánea hecha a tres bandas: desde el abajo social y la militancia, desde el back-stage –con perdón- de la marcha histórica del día 10, desde el espíritu mismo de la Plaza. Va para los que no lo leyeron y para que los demás lo relean, vale la pena.

Ya iba en el subte, temprano, dejando que se viera mi remera de HIJOS. Observando las caras y miradas, como siempre. Indiferencia. Nada.

Llego a la Plaza. Voy detrás del escenario buscando a Camilo para preguntarle en que podía ser útil. Todos corriendo de un lado para el otro pero con esas sonrisas de guasones bienheridos que dan y solo dan el amor.

Llega Horacio, grandotisimo como siempre, y me manda: “Veni, vos conocés a todos; quedate acá: CUIDÁ A LAS VIEJAS. Cuidá a las VIEJAS”.

  1. A Ellas.

Cuidarlas era estar en la pequeñísima carpa donde iban a instalarse a medida que iban llegando y donde tomaban un té o cafe calentito. Los compañeros/as que estaban a cargo de la carpa eran de ATE. Unas divinuras, pero todos tan chiquitos que los sobrepasaban.

  -Vos “que sabes”, ayudanos porque no sabemos ya qué hacer.

Y ahí la Cuidadora de Viejas se puso a ordenar la cosa.

Primera escena:

Estela sentada en el fondo de la carpa dando una entrevista a no sé qué canal; a su lado Luis Farinello. Me acerco a Luis a quien no veía hace aaaaaaaños. A ese Luis que tuvo un ACV, a ese Luis muy enfermo.

Lo saludo y con sus manos de padre bueno, me acaricia la cara; me mira fuertemente a los ojos; su mirada penetra los míos.

– Sos tan buena, tan noble, me dice.

– Luis, ¿te acordas de mi? Vos me casaste, igual de ese me separe, capaz que no te esforzaste mucho en la bendición, le digo a modo de broma.

-Claro que me acuerdo, MARCELA, fue en… Y cuenta y relata exactamente dónde fue.

Me quedé dura, de una pieza. Me emocioné. Le tomé las manos y se las besé. Le dije solo gracias.

Ahí me abraza no sé cuánto tiempo -yo en cuclillas-; pareció eterno. Y se puso a llorar como un niño. Mi cabeza miraba para el lado de Estela. A ella, que no entendía lo que pasaba, también se le llenan los ojos de lágrimas. Lo acaricia, lo abraza.

Luis hace lo mismo y en ese instante había un cura, un padre santo abrazado a una madre y a esta hija, más que nunca hija, llorando emocionado, vaya uno a saber por cuántas tristezas guardadas.

Luego le pide a una de las chicas que nos saque fotos. Después se las muestro. Pero me abrazaba con tanta pero tanta fuerza, que mis anteojos estaban torcidos, mi cara medio retorcida. No era la foto posada. Eran fotos de abrazos y te quieros. Imposible no transformarme después de sentir tanto.

Segunda escena: l@s compañer@s de ATE iban y venían atendiendo a las Madres y Abuelas con un amor sublime. Era la primera vez que las tenían tan ahí. La carpa, diminuta, se empieza a llenar de compañer@s que querían saludarlas. Pero ellas ya estaban cansadas de tanto hablar. Estela estaba con un hilito de voz.

Afuera los medios de prensa que querían notas personales. Le cuento a Estela: mirá, hay medios que quieren hablar con vos. Los tengo a todos haciendo fila, ¿qué queres hacer?

  -Termino de tomar este té y deciles que los atiendo.

Junté a todos los compañer@s de ATE para organizamos:

  -La carpa es pequeña; las Madres no pueden respirar, hagan un cordón en forma de U y no entra nadie más.

Los compañer@s hacen esa U y todos se me van para atras, aaaaaatrás, como la empleada pública de Gasalla. Un poco de calma, para ellas.

Tercera escena: La prensa insiste. Nuevamente.

  -Estela, ¿qué querés hacer?

  -No puedo hablar con todos, ¿cuántos son?

  -Muchísimos.

  -Bueno, ordenalos y salgo y hablo con todos.

Hablo con los compañer@s y ordenan todo a la perfección.

Sale Estela y los atiende a todos juntos.

Cuarta escena: llega la Taty. Ooooootro quilombo. A esta altura ya no había sillas para las Madres, las sillas de ruedas ocupaban bastante espacio, sin embargo, le buscábamos la vuelta.

  -Taty, quieren verte, saludarte (afuera de esa especie de corral en U improvisado, estaban todos los que se les ocurran porque querían entrar a saludar).

  -Dejame estirar las patas y ordenarme un poco porque no doy más (todo dicho con una sonrisa que le traspasaba la cara, porque así son ellas; a veces están cansadas, vistessss).

Otra vez la carpa llena de compañeros y no se podía ni caminar. Víctor Hugo paradito fuera del corralito improvisado transmitiendo en directo y diciendo: y ahora vamos a entrar a hablar con ellas y mi cara de Ohhhhhhhhh!!!! Le hago señas para que espere un minuto así sacábamos a todos los saludadores y podían entrar con cámara productores y todo eso.

Despejamos la carpa. Toooooodo el mundo afuera. Le dan aire a VHM y entra. Habla con cada una de las Madres. No con Estela y Taty, con todas, con cada una de ellas.

Estremecedor.

Quinta escena: ya comienza el acto. Llega Natalia y me manda: vamos a hacer subir ahora a todos los invitados (artistas, músicos, políticos, etc). Una vez que estén ubicados suben las Madres. Ok., le digo. Pero… el camino desde la carpa hasta la rampa para subir al escenario es otro quilombo. Ahí nomás viene el Pato y me dice lo mismo: Negra, esto es un quilombo!!! Sí, le contesto, pero esta buenísimo!!! y nos abrazamos. Va a buscar más compañer@s para armar un cordón para que las Madres y Abuelas puedan caminar tranquilas. Jamás de los jamases para evitar el contacto con los compañeros.

Solo que todas están con bastones o trípodes y el amor por ellas es tan inmenso que una caricia las hace caer de culo.

En los costados del cordón estaban los acompañantes de algunas Madres/Abuelas que a medida que las ayudábamos a salir de la carpa se hacían cargo y las acompañaban hasta el escenario. La cosa venia saliendo bien.

Sexta escena: la más intensa y desgarradora. Le pregunto a Estela con quién subía o si la acompañaba y me dice: “Llamalo a Guido, quiero subir con él. Taty creo que subió con Fabiana”. Una a una las íbamos levantando de sus sillas y las llevábamos hasta donde estaban sus familiares que las acompañaban al escenario.

Llega Horacito y empieza a explicar cómo subir la rampa con las sillas de ruedas. Mortal. Finalmente termina haciéndolo él. De repente me acerco a una Madre y le pregunto, ingenua yo:

  -¿Con quién vas hasta el escenario?

  -Con nadie. Estoy SOLA.

GLUP. Nudo en la garganta.

Y la de al lado y la siguiente se acercan y me dicen lo mismo.

  -Nosotras tampoco tenemos a nadie que nos acompañe.

Me metí los pensamientos en el ojete.

  -Las llevo yo.

Llamo a una de las compañeras de ATE que estaba haciendo el cordón. No tendría más de 18 años. Le digo: ¿me haces un favor? ¿Me ayudás a acompañar a una Madre al escenario?

Se queda petrificada.

  -¿Yo?- me dice.

  -Sí, vos.

Se pone a llorar y me abraza. La abrazo fuerte y para no llorar le digo, dale que es ya.

Agarra a SU MADRE y camina del brazo con ella hasta subirla al escenario.

Yo voy detrás con las otras dos; en el medio cada una de mi brazo con su trípode en la otra mano. Los compañeros a su paso aplauden. Ellas hacen chistes.

  -Nena, ¿vos ves bien? Mirá que si te caés nos quebramos las caderas. Y nos reímos las tres.

Llegamos al escenario y las dejo sentaditas. Me abrazan, me besan, me agradecen.

EEEEELLAS!!!! Y me dicen: no te olvides de llevarnos después.

Después me puse a repartirles pañuelos y carteles a los que estaban en el escenario y no tenían. Todos con unas caras de tanta pero tanta felicidad que es difícil de describir.

El resto. Lo que vieron por la tele o desde la Plaza. Había preparado el celu en modo cámara para tenerlo listo y sacar millones de fotos. No pude. Creo que es la primera vez que no lo hice. En el momento de los pañuelos en alto creí que me desmayaba; estaba aturdida pero de ese aturdimiento de no puede ser que viva para ver esto.

Verlo desde el escenario fue ver un pedazo de esa historia que nos recorre.

Ahí estaban todos mis compañeros, aunque no los individualizara. Y absolutamente todos lloramos. Pero lloramos en serio.

Después, volver a llevar a las Madres a la carpa. Otra vez del bracete con las DOS MIAS.

Llegamos a la carpa y estaban organizando subirlas a la combi. Sigo con MIS DOS MADRES y las llevo. Empiezan a hablar entre ellas, yo en el medio.

  -Porota, vos viniste en taxi. La combi cuando vinimos estaba llena. No sé si habrá lugar.

Me meto yo.

 -Porota, vos te subís te sentás y te hacer la dormida, y que te bajen!!!!

JAJAJAJAJAJAJAJAJA, Nena, ¡que sos loca, eh!

Siempre digo que he tenido la suerte o la bendición o vaya a saber qué, de vivir hechos trascedentes de la historia de nuestra Patria, desde un lugar distinto. Mucho más de lo que jamás hubiera soñado cuando iba a la escuela de monjas y mi destino de abandono de mis padres dictaba que mi vida tendría un futuro de miserias.

El resto es cotillón.

Termina todo y detrás de una de las vallas estaba Gerardo Rozín. Me pregunta si lo había visto a Jairo. Le digo que en el escenario no estaba. Me cuenta, claro, porque el hijo me está llamando diciendo que los espere aquí porque no pueden llegar de tanta gente que hay. Le digo a modo de chiste: entonces mañana seguro no vas al programa. Que hagan un cartel que diga: Gerardo no vino porque sigue esperando a Jairo. Y se caga de risa.

Otro con cara de feliz cumpleaños era Luis Bremer. Saludaba a todos. Los abrazaba y seguro que no conocí a nadie, como a mí. Sabía que trabajaba en un programa en Canal 13 pero no estaba segura si era en el de Mariana Fabbiani. Le pregunto y me dice: si, sigo ahí, y soy el grano…..y me encanta.

Todo había terminado.

Subo al escenario y los compañeros siguen allí, firmes. Nadie se iba y en el escenario no pasaba nada de nada. Me quedo mirando y mirando y pensando en cada historia. Se acerca Giselle de HIJOS por detrás y me abraza.

  -Mirá esto. No se quiere ir nadie, le digo. La necesidad de estar juntos es demasiado inmensa.

  – Sí, Negra.

Y de pronto vemos que comienzan a encender velas.

Y el abajo ya oscuro, se ilumina.

La historia ha sido generosa conmigo.