Oumuamua, el primer objeto interestelar detectado que atraviesa el sistema solar, no es una nave extraterrestre. No hay ningún informe científico que lo avale, pese al deseo de muchos medios que sueñan noticias de otros planetas.
En un artículo que está por publicar Astrophysical Journal Letters del Harvard Smithsonian Center for Astrophysics, ya disponible online, Shmuel Bialy y Avi Loeb describen en cuatro de sus cinco páginas que la inusual aceleración no gravitatoria que presentó el objeto interestelar Oumuamua puede ser explicada a partir de la presión de radiación solar en conjunto con una pequeña relación masa-área que debería poseer el objeto en cuestión. De hecho, el título del trabajo es “Could Solar Radiation Pressure Explain ‘Oumuamua’s Peculiar Acceleration?” (¿Podría la presión de radiación solar explicar la peculiar aceleración de Oumuamua?).
Así resumió “el caso del asteroide (o cometa) que podría ser una nave extraterrestre” un posteo de Kike Corral reproducido por Astronomía en tu bolsillo y tal vez ésta podría ser la última palabra sobre la polémica astronómica que resurgió esta semana.
¿Qué ocurrió? Ese “bicho raro” cósmico bautizado Oumuamua se alejó “demasiado rápido” del sistema solar. Ya fuera del alcance de los telescopios, los científicos solo pueden rumiar los datos reunidos y, a falta de respuestas definitivas, postular algunas especulaciones.
Al final del artículo, los autores aventuran que la “propulsión” de Oumuamua es comparable a las proyectadas para las sondas Lightsail (naves de vela solar ultradelgadas diseñadas para viajes interestelares). Y que el objeto “podría ser parte de los escombros de algún tipo de tecnología o que, en un escenario más exótico, podría ser una sonda totalmente operacional enviada intencionalmente cerca de la Tierra por una civilización alienígena”. Pero esas especulaciones, confinadas a un solo párrafo, próximo al final, no están basadas en evidencias científicas. Oumuamua no es, ateniéndonos a este artículo, una nave extraterrestre. El ardid consistió en acudir a la falacia de prueba incompleta o supresión de pruebas (en inglés cherry picking), que consiste en seleccionar algo para confirmar una cierta proposición, al tiempo que se ignoran evidencias o información que la pueda contradecir.
El barullo sensacionalista en torno a esas conjeturas ha ocultado la posibilidad que sí discute el grueso del trabajo, según el cual la superficie de este cuerpo, en caso de tratarse de un asteroide, podría generar ese leve impulso por la gasificación del hielo que forma Oumuamua. La evaporación del hielo en su superficie estaría liberando el suficiente gas como para producir un leve impulso en dirección opuesta al sol. Otra vez, esta genuina discusión sobre una posible “propulsión por presión de la radiación solar” no prueba que Oumuamua sea una nave artificial. “Todo el trabajo se dedica a mostrar que la trayectoria se explica por las condiciones iniciales, el campo gravitacional del sol, más la presión del viento del sol, y a derivar la relación masa/superficie del objeto. La conclusión es que se trata de un objeto de poca masa (por ejemplo, una roca porosa) pero de gran superficie. En la Tierra las hay de sobra”, explicó Gustavo Esteban Romero, astrofísico, Investigador Superior del CONICET y Director del Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR). “Los comentarios del final son simplemente especulativos”, continúa. “El estudio dice que esas propiedades, baja masa y gran superficie, también pueden corresponder a una vela. Claro, pero si, por ejemplo, un cuerpo en el espacio de 700 kg puede corresponder a la masa de un Tesla Roadster (el auto de Elon Musk), eso no significa necesariamente que, si se detecta una masa así, estaremos ante un automóvil”.
El sensacionalismo decidió omitir la tesis central del artículo, titulando (como se advierte en las copias de pantalla adjuntas abajo), a partir de la información que los editores de turno sonsacaron de las especulaciones contenidas en esos renglones del final.
Tren de especulaciones
Por su peculiar forma, el nombre del asteroide podría haber sido auspiciado por alguna marca de cigarrillos. Pero recibió una denominación con resonancias de ciencia ficción. Oumuamua significa, en hawaiano, “el primero que llegó desde lejos”. De hecho, es el primer objeto interestelar que atraviesa el sistema solar. Por eso, la Unión Astronómica Internacional estableció una nueva designación, “I”, para objetos interestelares. Y el nombre técnico asignado al asteroide es 1I Oumuamua.
El desconcierto inicial de los científicos, sin duda, dio un envión a toda clase de especulaciones. No solo por su forma y su atípico ángulo de entrada, también por su alta velocidad y extraña composición. Es una roca espacial extraordinaria: densa, sin polvo y color rojiza-oscura a causa de la irradiación de los rayos cósmicos. Su órbita, altamente hiperbólica, fue descripta por primera vez por Robert Weryk, el 19 de octubre de 2017, quien lo detectó desde el telescopio Pan-STARRS 1, localizado en Hawái. Weryk caracterizó el objeto como interestelar debido a su alta excentricidad y su dirección de procedencia: con toda probabilidad 1I Oumuamua nunca estuvo ligado gravitacionalmente al sistema solar.
Algunos, en cambio, insisten en igualar la hipótesis principal que ofrece el artículo con el párrafo especulativo. “El objeto es de forma alargada –continúa el Dr. Romero–, y no rota sobre su eje de simetría: gira en forma complicada, lo cual descarta que sea controlado. Además, es radio inactivo por debajo de 0.08 Watts. Si alguien hubiera prendido allí un equipo electrónico que funcione con una milésima de lo que gasta una lamparita común, el telescopio de Green Bank lo hubiese detectado”.
Ya un artículo publicado en Nature en julio de 2018 había establecido que la “aceleración no gravitacional” era una anomalía considerablemente intrigante, pero de ninguna manera sugería una intervención artificial. Los astrónomos descartaron que esa velocidad estuviera relacionada con un propulsor oculto en su interior. Notaron, en cambio, que esa aceleración decrecía a medida que se alejaba del sol. La velocidad volvía el comportamiento de Oumuamua coherente con la gasificación de la superficie.
Molinos de viento
Si los autores del artículo que publicará Astrophysical Journal Letters sembraron en misterio para conseguir publicidad gratuita, vaya si lo consiguieron.
Si actuaron de buena fe, probablemente estén lamentando las consecuencias: poquísimos medios hablan ahora de los verdaderos resultados de su investigación.
Como en otras ocasiones, es legítimo preguntarse si Jaime Maussán, el famoso charlatán mexicano para quien cualquier cosa rara en el cielo es automáticamente extraterrestre, es muy distinto a los medios tradicionales, cuyos estándares de exigencia toda vez que abordan temas científicos polémicos se relajan a niveles alarmantes.
Evidentemente más visitas (más clicks) no es más conocimiento. Pero así son las reglas del mercado: para capturar cierta cantidad de potenciales clientes no tiene la menor importancia informar mejor. Lo que importa es atrapar la atención y ganar más dinero. Contrarrestar esa ominosa secuela de la lógica capitalista en la difusión científica requiere de cierto esfuerzo. Pero vale la pena seguir intentándolo. Viene siendo hora de pensar en los lectores como personas que merecen ser bien informadas, no como usuarios o clientes.
Agradecimientos: Astronomía en tu bolsillo, Dr. Gustavo Esteban Romero (Instituto Argentino de Radioastronomía) y Lic. Patricio Zain.