¿Por qué la ONU incluyó a las niñas en esta efeméride? ¿Qué sentido tiene conmemorar un día de las niñas en la ciencia si de hecho ellas no pueden formar parte de ese mundo hasta que son adultas? ¿La ciencia es un lugar para las niñas?

En 2015 la ONU decidió establecer al 11 de febrero como una efeméride orientada a la generación de acciones para contribuir a cerrar la brecha de género que aún existe en el mundo científico. Nombró a ese día como “Día internacional de la mujer y la niña en la ciencia”; una fecha sin dudas necesaria para visibilizar las inequidades que las mujeres atraviesan en un sistema científico en el que aún persisten obstáculos para su desarrollo. Ahora bien, resulta llamativo que el organismo internacional haya decidido nombrar a las niñas en esta efeméride. Nos preguntamos qué sentido tiene, a qué apunta, y para ello hablamos con Débora Imhoff, doctorara. en Psicología, investigadora de CONICET y especialista en infancias, género y participación.

-¿Cuál es sentido de incluir a las niñas en esta efeméride?

-El aprendizaje de roles de género, de las expectativas sociales vinculadas al hecho de ser mujer o ser varón, comienza en la más temprana infancia y se articula a numerosos estereotipos de género y a actitudes sexistas. Tempranamente nos van transmitiendo ideas respecto de lo que se espera que hagan unas y otros, en el presente y también en el futuro (y, por cierto, se van excluyendo otras opciones identitarias posibles, transmitiéndonos la idea de que el mundo debe organizarse de manera binaria). Ese aprendizaje se produce en múltiples espacios y de maneras muy heterogéneas: en casa nos ponen determinadas vestimentas, nos peinan de manera diferencial, nos regalan juguetes distintos, nos incentivan a jugar a ciertas cosas y nos retan cuando jugamos a otras que no serían “apropiadas”. En la escuela, el espacio escolar se organiza de manera distinta para unas y otros, se nos invita a tareas diferenciales. En la tele, en los dibus y pelis que vemos, las nenas y los nenes cumplen roles muy distintos. Y además, en los distintos espacios sociales (en casa, en la escuela, en los medios, en el club, en la publicidad, en el deporte) vemos a mujeres y varones adultos haciendo tareas y cumpliendo roles distintos. Generalmente, en ese proceso, la ciencia aparece asociada a un universo masculino: se nos enseña que las niñas y las mujeres somos más “emocionales” y menos “racionales”, se insiste en que somos mejores en lengua y peores en matemáticas, que tenemos predisposición a juegos de roles en los que toca cuidar (ser mamá, ser seño, ser doctora) y menos en los que toca experimentar. Además, vemos a varones científicos, astronautas, químicos, tecnólogos, ingenieros, en las más diversas producciones culturales (cuentos, películas, dibujitos, en los propios juguetes), donde las mujeres no aparecen.

La insistencia de este tipo de estereotipos sexistas impacta en el desarrollo de las vocaciones científicas y puede generar un desinterés por la ciencia entre las niñas. Nombrar a las niñas en esta efeméride es una invitación a generar acciones que les muestren que la ciencia puede ser un lugar de desarrollo y crecimiento para ellas, un horizonte de realización. Es la ocasión para mostrar a las científicas que han realizado contribuciones que permitieron el avance de la ciencia en los más diversos campos, para conocer a científicas que en la actualidad están generando aportes de relevancia. Ello colabora a crear referentes femeninas para la infancia, modelos a seguir.

-¿Ves un cambio con relación a esta realidad? ¿Están las niñas proyectándose más en la ciencia que en años anteriores?

-Afortunadamente, estamos viendo algunos cambios positivos. A mediados del siglo pasado se comenzaron a desarrollar una serie de investigaciones que mostraron que existían entre los niños, niñas y adolescentes visiones estereotipadas sobre las personas que trabajan en ciencia. Así, en los 50 Mead y Métraux[1] mostraron que la idea preponderante sobre quién realiza ciencia era la de un varón, de mediana edad (e incluso más grande), con bata blanca, anteojos y un poco desalineado, metido en su laboratorio y realizando experimentos un poco peligrosos (al estilo de Dr. Brown en Volver al Futuro). Más adelante, en los 80, se diseñó un test para explorar estas concepciones sobre las personas que hacen ciencia: el DAST (Draw-a-Scientist Test, de Chambers, 1983[2]). Se trata de una prueba en la cual se solicita un dibujo de una persona que hace ciencia (en inglés, la consigna es “Draw a scientist”, y tiene sentido ya que scientist es un sustantivo sin género, no es femenino ni masculino, como pasa en inglés con los sustantivos). En sus estudios, Chambers identificó ciertos elementos que aparecían de manera recurrente en los dibujos, entre ellos la bata blanca, instrumentos científicos, libros, tecnología, y – también- vello facial (indicadores de género como barba o bigote). También aparecían insistentemente algunos dibujos que daban cuenta de la impronta de la industria cultural en este tipo de concepciones, tales como la inclusión de criaturas míticas y personajes literarios como Frankenstein y el Doctor Jekyll.

Investigaciones posteriores incluyeron el relevamiento sobre otras dimensiones de interés, por ejemplo, representaciones raciales y sexuales. Ello permitió visibilizar que los estereotipos dominantes vinculan al quehacer científico con los varones, casi siempre caucásicos. El DAST fue así sucesivamente modificado para volver más precisas y ricas las mediciones sobre las concepciones que las personas tienen en torno a quienes se desempeñan en el mundo científico.

Lo cierto es que toda la evidencia empírica relevada con estos tests (incluso con las versiones más nuevas y más complejas del instrumento, como la propuesta por Bogdan Toma, Greca y Orozco Gómez, 2018[3]) muestra que hay ciertos elementos que persisten y son, justamente, los estereotipos sobre los científicos; al tiempo que ratificaron que éstos están presentes en personas de todos los niveles académicos, de distintos lugares del mundo, y que se acentúan y consolidan a lo largo del desarrollo (Bogdan et al, 2018). Estos estereotipos no sólo son sexistas (los científicos son varones), sino también racistas (son blancos) y consolidan una idea muy reducida sobre el mundo científico (vinculada con las llamadas “ciencias duras” y con un trabajo de tipo individual). Además, las investigaciones muestran que estos estereotipos son más frecuentes entre los niños, que entre las niñas. Sobre este último punto, un estudio realizado en 2018 (Bogdan, et al., 2018) muestra que las niñas, con más frecuencia que los varones, incluyen en sus dibujos a minorías étnicas y/o a mujeres en lugar de hombres caucásicos. En algún punto, esto se condice con lo que el propio Chambers encontró en la década del 80: en su estudio, sólo un 1% de quienes participaron del estudio dibujó a una científica (ese 1% fueron todas niñas, ningún varón dibujó a una mujer).

Por supuesto que el hecho de que las personas tengan esta visión estereotipada del mundo científico no tiene un carácter innato, sino que se vincula con las representaciones que están disponibles en un determinado momento socio-histórico, con los mensajes que recibimos durante nuestro proceso de socialización, con las imágenes que vemos que circulan en el mundo social. Tan es así, que los estudios muestran que mientras nos hacemos más grandes y – por tanto- participamos más de las dinámicas sociales y aprendemos más los repertorios culturales disponibles, nos apropiamos más de estos estereotipos: los niños y niñas más pequeños dibujan con más frecuencia a mujeres, e incluso – hasta los 6 años aproximadamente- se dibujan en igual proporción científicos y científicas, tanto por parte de niños como de niñas. Hacia los 7 u 8 años, esa paridad comienza a desaparecer y los varones científicos empiezan a ser los más frecuentemente dibujados, principalmente entre los niños (Miller, Nolla, Eagly, & Uttal, 2018 [4]).

Por eso, si cambiamos las imágenes y los mensajes que transmitimos con relación al mundo científico, es muy probable que también cambien las ideas que tienen las personas sobre este tema. Si las científicas comienzan a aparecer más en los medios, en las películas, en los dibujos animados y cuentos, es más probable que emerjan como un ícono cultural y, también, como una profesión en la cual las niñas y adolescentes pueden proyectarse. De hecho, un estudio realizado en 2018 buscó comprender qué cambios se han producido con relación a estas percepciones a lo largo de las últimas décadas, ratificando que desde 1985 a 2016 el porcentaje de científicas representadas aumentó, llegando al 28%. Es decir, estas visiones estereotipadas pueden modificarse.

-¿Qué acciones te parece importante llevar adelante como sociedad para lograr estos cambios?

-En primer lugar, creo que los estados deben darse una política activa de visibilización de sus científicas a través de diversas estrategias, incluidas acciones específicas dirigidas a niñas y adolescentes. Incorporar a las científicas en los textos escolares, en los contenidos mínimos de las currículas educativas, promover acciones de articulación entre los organismos científicos y la escuela media, propiciar iniciativas de comunicación pública de la ciencia protagonizadas por mujeres. Ello debe articularse a una política de financiamiento de esas acciones, ya que si hay algo que caracteriza al sistema científico en nuestro país es su fuerte desfinanciamiento. Complementariamente, universidades y organismos de ciencia deben avanzar en esta línea y, de hecho, muchos ya lo están haciendo.

Los medios y la industria cultural también tienen una gran responsabilidad en la proliferación de discursos sexistas sobre el quehacer científico. En ese sentido, la aparición de ciertos dibujos animados que incorporan científicas ha sido un gran logro (pienso en “Ada magnífica, científica”, en “Dot”, o en la doctora Wiseman en Jorge El Curioso). En la misma línea avanza la serie animada: “La mujer en la ciencia”: https://mujeresconciencia.com/2019/11/19/serie-de-animacion-la-mujer-en-la-ciencia/.  Por otra parte, vemos que comienzan a diversificarse los programas infantiles sobre experimentos: en el caso de Argentina, PakaPaka presenta “Experimentores” (así en masculino), con un varón que presenta los experimentos (allí falta aún perspectiva de género), pero que – al menos- nombra constantemente a las niñas. A su vez, El fascinante laboratorio de Emily avanza en el mismo sentido, pero con una mujer presentadora; mientras que en “Sci Girls” científicas acompañan a niñas en sus propias investigaciones. Al mismo tiempo, en la televisión pública vemos a muchas más mujeres hablando de ciencia que hace algunas décadas atrás.

También hay numerosos cuentos y audiolibros que visibilizan a científicas (aquí se puede acceder a una lista sistematizada: https://psicologia.unc.edu.ar/projects/dia-internacional-de-la-nina-y-la-mujer-en-la-ciencia/ ). A nivel nacional, la iniciativa de “Científicas de acá” ofrece materiales que dan a conocer a las mujeres que realizan o han realizado contribuciones científicas en nuestro país. “101 mujeres extraordinarias que cambiaron la ciencia”, de El Gato de Hojalata, es otro material interesante en ese sentido.

En la familia podemos intentar poner a disposición de nuestras niñas estos libros e incentivarlas a ver ese tipo de dibujos animados. También podemos optar por regalar a las niñas juguetes vinculados al mundo de la ciencia (en el mercado hay disponibles microscopios, kits de experimentos, telescopios, kits de exploración, juegos de formulación de hipótesis, entre otros, en los más variados rangos de precios). O bien, juguetes relacionados con el mundo tecnológico, como consolas de videojuegos o juguetes electrónicos, más frecuentes como regalos a varones que a niñas (las investigaciones muestran que las mujeres se orientan menos a las disciplinas tecnológicas – las denominadas disciplinas STEM-, y ello también está asociado con una socialización de género que aleja a las niñas del mundo tecnológico). Hay, incluso, cursos de robótica y de programación que pueden ser la opción de actividad extra-curricular también para las niñas. Pero, sobre todo, la posibilidad de soñar con desempeñarse en la ciencia viene de la mano de mostrar otros modelos o referentes femeninas, de conversar sobre mujeres en esos roles, conocerlas, mostrar que ello puede ser una posibilidad; e incentivar esas opciones cuando surgen.

Las escuelas también tienen una tarea importante. Diversos estudios muestran que algunas dinámicas escolares refuerzan los estereotipos de género, subestimando la capacidad de las niñas en ciertas áreas del saber (matemáticas, ciencias, entre otras). Así, tanto en casa como en la escuela muchas niñas escuchan mensajes del tipo: “no sos buena para las matemáticas”, “no se te da bien la física”, “las matemáticas son más para los varones”; o bien, en la secundaria, cuando mencionan intereses profesionales vinculados al mundo de la ciencia, son desmotivadas o se les señala que son espacios masculinos (“no hay mujeres ingenieras”, “las mujeres no son buenas para la ciencia”, “hacé algo más de chicas, algo más fácil”) (en este video podés ver un spot vinculado al tema: https://www.youtube.com/watch?v=N45tehAL7jw ). La escuela debe ser territorio de equidad de género, fomentando el acceso igualitario y democrático al saber, y la promoción de las vocaciones científicas.

A nivel social, tenemos que revisar nuestras formas de pensar. Hay un fenómeno constante, que se nos cuela en nuestras formas de “leer” e interpretar el mundo, y es la adjudicación de autoridad epistémica a los varones. Esta idea de que quienes “saben” sólo son ellos, que su palabra, su conocimiento, es más válido. Esto aparece constantemente, por ejemplo, en los medios de comunicación, donde incluso en campos científicos y profesionales fuertemente feminizados, las voces autorizadas para consultar sobre diversos fenómenos son las de los varones.

Pero además, es urgente que se tomen acciones para garantizar un clima de equidad de género en las carreras científicas. El sistema científico sigue siendo fuertemente sexista y desigual para las mujeres: si tomamos un organismo científico nacional, como el CONICET, seguimos viendo que si bien hay paridad de género en la base de la pirámide de la carrera científica, al ir subiendo en los niveles de jerarquía, las mujeres tienen una menor presencia. Se siguen dando procesos de segregación vertical, techos de cristal y suelos pegajosos que nos impiden avanzar y crecer. Además, aún persisten violencias machistas de los más diversos tipos. Entonces, si el sistema científico es injusto, ¿a cuál horizonte de realización profesional estamos invitando a las niñas? Es cierto que esta desigualdad no es exclusiva del mundo científico, que todos los ámbitos laborales están impregnados de esta inequidad, pero aun así debemos darnos a la tarea de desarticularlos para que la invitación a las niñas, sea a un escenario de justicia y equidad.

Por último, creo que iniciativas globales como este día internacional proclamado por Naciones Unidas pecan de cierta pretensión de universalidad que descuida las particularidades locales. Por ejemplo, febrero es un mes muy inadecuado para una efeméride de este tipo en nuestras latitudes: niñas y adolescentes no están en la escuela un 11 de febrero, y es allí el ámbito en el cual una iniciativa de este tenor puede tener más impacto, donde el Estado puede garantizar su tratamiento y abordaje.

[1] Mead, M., Métraux, R. (1957) Image of the scientist among high-school students. A pilot study. Science, 126(3270), 384–390

[2] Chambers, D. W. (1983) Stereotypic images of the scientist: The draw-a-scientist test. Science Education, 67(2), 255–265. doi:10.1002/sce.3730670213

[3] Bogdan Toma, R.; Greca, I.M. y Orozco Gómez, M.L. (2018). Una revisión del protocolo Draw-a-Scientist-Test (DAST). Revista Eureka sobre Enseñanza y Divulgación de las Ciencias, vol. 15, núm. 3, pp. 310401-310419. Disponible en: https://www.redalyc.org/journal/920/92054992009/html/#redalyc_92054992009_ref4

[4] Miller, D.I.; Nolla, K.M.; Eagly, A.H. & Uttal, D.H. (2018). The Development of Children’s Gender‐Science Stereotypes: A Meta‐analysis of 5 Decades of U.S. Draw‐A‐Scientist Studies. Child Development

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