El único ministro que sobrevivió al cambio de gobierno coquetea con los impulsores de lo paranormal, eso sí en nombre de la ciencia a la que dice representar. Pese a las quejas de profesores universitarios y becarios del CONICET, Barañao cree que se puede maridar el conocimiento científico con los saberes ocultos, sobre todo si vienen patrocinados por un banco con buenos contactos políticos.
El 23 de marzo pasado, el ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva, Lino Barañao, autorizó la presentación en el Centro Cultural de la Ciencia (C3) de un encuentro para “compartir una reflexión sobre ciencia y espiritualidad”. Iban a formar parte del encuentro los investigadores del CONICET Ana María Llamazares, una antropóloga chamanizada después de una experiencia personal y el doctor Fernando Pitossi, un bioquímico que coordina grupos de meditación. Ambos integran la cartilla de prestadores de servicios espirituales de la Fundación Columbia de Conciencia y Energía, una institución privada “dedicada a dictar cursos para el desarrollo personal y espiritual” y a “difundir, investigar y enseñar diversos caminos para la transformación personal y la expansión de la Conciencia” ubicada en el distrito Soho del barrio de Palermo. El fundador y presidente de la Fundación Columbia es Santiago Ardissone, un banquero millonario que, como buena parte de los administradores de compañías financieras, atravesó situaciones judiciales delicadas.
Desde los orígenes de su empresa, el Banco Columbia, Santiago Ardissone fue socio de Miguel de Achával, presidente de la sociedad que dirige el hipódromo de Palermo desde 1992. El hermano de Achaval, Federico, se asoció con Cristóbal López en el negocio de los tragamonedas del Hipódromo de Palermo (HAPSA) y Ardissone fue uno de los beneficiarios de una offshore a la que De Achával giró 70 millones de dólares entre 2007 y 2013. Santiago es, además, hermano del vicepresidente de HAPSA (que transmite por televisión las carreras de caballos), Guillermo Ardissone.
Por esos, años Ardissone no daba más: el juez Diego García Berro había ordenado allanar varias sedes del Banco a partir de una denuncia de la AFIP por una presunta evasión en el IVA de 297 millones de pesos entre 2009 y 2010. La maniobra incluía hacer circular falsos bonos emitidos por el Ministerio de Agricultura, usados para generar saldos a favor. El Banco Columbia alegó haber sido estafado y le pagó 46.143.873,19 pesos a la AFIP.
Salía de ese vía crucis cuando conoció a la filosofía religiosa de Ric Weinman. Dijo que esta terapia, conocida como Vortex Healing, lo liberó del estrés y le hizo abrir los ojos a un nuevo universo de vórtices, meditación y revisión de vidas pasadas. Ardissone ofreció a sus 800 empleados pagarles un curso para aprender a meditar. Apenas 40 aceptaron el convite. Entonces, tuvo una epifanía: crear la Fundación Columbia. Cuando ya había logrado equilibrar la energía de su cuerpo, puso el dinero necesario para construir el edificio de la Fundación Columbia, que funciona desde 2011 en una planta de 800 metros cuadrados, tiene seis salones, un auditorio y una cafetería.
La importancia de tener un amigo banquero y new age
“¿Puede la Ciencia ayudar a validar los antiguos saberes de las tradiciones espirituales? ¿Puede la Espiritualidad ofrecerle a la Ciencia nuevos espacios de indagación, que hoy no está alcanzando? ¿Y puede, en el camino, enriquecerse el acervo de ambas?”, se leía en el anuncio publicado en las redes sociales y en la página web de la Fundación Columbia. La Ciencia (así, con mayúsculas) que ayudaría a validar las arcanas tradiciones espirituales estaba representada por el ministro Barañao, y por el lugar: la sede del C3, Polo Científico Tecnológico, Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación, en Godoy Cruz 2270, Buenos Aires. Barañao faltó a la cita, pero el espacio ya validaba los contenidos del encuentro.
Durante el Encuentro Gratuito de Ciencia y Espiritualidad Llamazares y Pitossi hablaron de sus respectivas carreras espirituales y científicas y se quejaron de la grieta o la estigmatización de la Academia. La Lic. Fabiana Fondevila, integrante de la Fundación, coordinó la charla. El “Encuentro Gratuito” no figuraba en la programación del C3, pero la aclaración (“gratuito”) no estaba por casualidad: había que diferenciar esa charla de las que ofrece la Fundación Columbia, que son pagas. Fondevila explicó que el ciclo iba a ser regular e invitó a los presentes a participar de actividades que organiza la Fundación Columbia.
Así, la Fundación entraba de lleno en el símbolo de la institucionalidad científica, encarnado por Lino Barañao, único ministro del kirchnerismo que mantuvo su puesto al asumir Mauricio Macri, en 2015, en este caso al frente de la cartera de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva de la Nación.
Este no fue el primer approach entre el ministro y la Fundación Columbia. Para algunos, el contacto fue Pitossi, amigo de Ardissone y de Barañao, para otros tuvo que ver los conceptos newagers dominantes en el gobierno y, finalmente, por cierta simpatía de Barañao por la investigación parapsicológica.
Durante la entrega de las primeras Becas de Investigación en Ciencia y Espiritualidad, el 24 de noviembre de 2017, Barañao habló en el auditorio de la Fundación. En su charla confesó su disposición “herética” para estudiar lo paranormal “e ir viendo de qué manera podemos ir integrando esos mundos que parecen antagónicos que tarde o temprano tienen que confluir”. Fue presentado como ministro de Ciencia, Tecnología e Innovación, no como “amigo de la casa”. Si bien Barañao no aclaró cuáles son los falsos antagonistas con los que deberá confluir “tarde o temprano” la ciencia, el ministro comparó la investigación parapsicológica con el destino trágico de los descubridores incomprendidos. “Todos los avances de la ciencia se han producido cuando se prestó atención a algo que no coincidía con lo esperado, ahí es donde está la semilla que hace avanzar a la ciencia”.
“Esto es histórico”, se lo escucha murmurar en el video a Alejandro Parra, uno de los parapsicólogos becados. No le faltaba razón.
Si bien la Fundación Columbia tiene un sistema de Becas dirigida a especialistas del sector, su prioridad es dar clases de Astrología, Flores de Bach, Kundalini Yoga, Numerología, y Regresión a Vidas pasadas, no estudiar a la luz de la ciencia las afirmaciones extraordinarias.
¿Qué te pasó, Barañao?
En 2007, Lino Barañao fue nombrado ministro de Ciencia y Tecnología del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Durante su gestión demostró su capacidad para controlar el desarrollo de grandes transformaciones. De 2003 a 2007 fue presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, cuando entró al cargo inauguró la monumental Tecnópolis, la nueva sede del CONICET, el parque de Ciencia y Tecnología y el Polo Científico Tecnológico. Fue la obra de infraestructura en ciencia más importante de la Argentina en los pasados cincuenta años.
Hoy Barañao parece otro. En diciembre de 2016, el gobierno anunció la expulsión del 60% de becarios del CONICET del sistema científico. Mientras dedica su tiempo a unir ciencia y espiritualidad y relacionarse con un banquero millonario, el vaciamiento del CONICET profundiza la misma política con la quita de vacantes para ingresos en la Carrera de Investigador Científico (CIC), becas doctorales y postdoctorales y subsidios. Así, recursos humanos altamente calificados formados con esfuerzo y recursos públicos quedan fuera del sistema. El achique movilizó a científicos, estudiantes, docentes y público sensible a medidas percibidas como el más despiadado ataque a la ciencia argentina en años. “¡Ajuste es cientificidio!”, denunció la muchedumbre, concentrada en el Polo Científico donde funcionan el Ministerio y el CONICET. Cada vez que se le presentó oportunidad, Barañao machacó con que los recursos del CONICET debían ser destinados a aquellas investigaciones que “generen riqueza”, “den empleo” y redunden en una “aplicación práctica”.
El Barañao que en la conferencia sobre “fenómenos que aún no podemos comprender” reclamaba para sí el título de “herético” es el mismo que pudo relajarse gracias a la campaña donde un ejército de trolls copó las redes sociales y miles de tuiteros oficialistas se lanzaron a ridiculizar a las ciencias sociales, especialmente a los estudios culturales y sociales, para menoscabar su papel como parte del proceso de producción de conocimiento científico.
Por entonces, una frase de Marcos Peña, jefe de Gabinete, demostraba el calado profundo de la influencia del asesor filosófico de Macri, Alejandro Rozitchner: “el pensamiento crítico le puede hacer daño a la Argentina”, dijo.
Por esos días los argentinos estuvimos por invocar el espíritu crítico en sesiones mediúmnicas.
Un apocalipsis integrado
El objetivo del Centro Cultural de la Ciencia es fomentar la cultura y el pensamiento científico “a través de experiencias interactivas y actividades participativas innovadoras”. Sus propuestas están destinadas a “brindar herramientas al público para que se apropie del conocimiento científico y tecnológico” y difundir las investigaciones y desarrollos que la comunidad científica realiza en el país.
Esto es lo que tuvo que recordarle al ministro el miércoles 28 de marzo el Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Exactas, en un comunicado donde no solo repudió el evento “Ciencia y Espiritualidad” realizado en el Centro Cultural de la Ciencia (C3) sino que le pidió al ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación “una disculpa pública” y que la cartera “se abstenga de asociarse con personas o instituciones que promuevan la pseudociencia”, la cual “conlleva riegos individuales y sociales para la salud, la vida y la formación de los ciudadanos”.
¿Hizo el ministro un uso discrecional del C3, que en algún momento incorporó en su programación debates críticos sobre la pseudociencia? Si es así, el ministro Barañao no solo debería disculparse sino dar explicaciones. También pareció activarse algún dispositivo culposo, ya que en la página web del Ministerio o del C3 no aparece ninguna referencia a la actividad. Solo existe un antecedente: un artículo sobre la confluencia de ciencia y misticismo publicado en julio de 2017 en la web de CONICET. En el mismo Encuentro, Fernando Pitossi comentó que entre las autoridades del CONICET “hubo una respuesta epitelial, alérgica, a la nota. ‘¿Qué hace esta nota acá?’ ¿Cómo se nos escapó?”.
En todo caso, la figura que podría explicar el entusiasmo del ministro por legitimar un club de cursos y encuentros new age es el metié del fundador y presidente de la Fundación Columbia, Santiago Ardissone. Ardissone es licenciado en Economía (UCA) y dueño del Banco Columbia, del que es accionista (91,65%) junto a Gregorio Goity (8,35%). Asesor de entidades financieras desde 1992, el banquero asumió la presidencia del Columbia en 1996.
Offshores e inversiones paranormales
Este Banco, constituido como Sociedad de Ahorro y Préstamo en 1969, tenía 45 sucursales en el país, 700 empleados y brindaba servicios a más de 400.000 clientes. Hoy los puntos de venta ascienden a 58 y tiene 1000 empleados. Uno de sus accionistas era Federico de Achával. Según documentos que obtuvo en abril de 2016 el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ) que investiga el escándalo Panamá Papers, de Achával sacó del país US$ 70 millones con destino a Val de Loire, una sociedad offshore con sede en Las Vegas. En enero pasado, De Achával negó ante la AFIP ser titular de la empresa. La Unidad de Información Financiera (UIF) entregó al juez federal Sebastián Casanello elementos que probarían que otro de los beneficiarios de Val de Loire es Santiago Ardissone. Para completar el fresco familiar, Iván Achával, hermano de Federico y presidente de la inmobiliaria Achával-Cornejo, es íntimo amigo del presidente Mauricio Macri.
El más reciente vínculo problemático sería con el secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados de Minoridad y Educación (SOEME) y director del diario Hoy de La Plata, Marcelo Balcedo, detenido en enero pasado en Punta del Este en el marco de una causa por presuntos delitos tributarios y lavado de dinero. En su casa de vacaciones se le encontraron U$ 500 mil, autos de alta gama, armas y municiones en cantidad. Según la AFIP, solo entre 2012 y 2013 retiró las cuentas bancarias del SOEME más de 53 millones de pesos. Hizo esa extracción de una sucursal del Banco Columbia.
Al final del camino, la foja comercial de Santiago Ardissone podría ser limpia como la de un empleado bancario que trabajó 35 años para optar por una jubilación sin privilegios: en esta larga enumeración existen causas en curso, no delitos probados. Aun así, es legítimo preguntarse por qué el ministro Barañao acompaña con fervor la iniciativa espiritual, mística y pseudocientífica de un banquero.
El dueño del Banco Columbia es un millonario y nunca faltan personas, sobre todo las que empiezan a pensar en su jubilación, que podrían estar interesadas en coquetear con millonarios dispuestos a blanquear y financiar proyectos interesantes sobre los fenómenos psíquicos y la vida en el más allá.
Llama la atención que después de una exitosa carrera dedicada a la investigación, la promoción y la divulgación de la ciencia, el ministro preste apoyo a una institución que alienta estudios astrológicos (una disciplina que no existe sin negar la astronomía), propone terapias para recordar vidas anteriores (fenómeno que escapa a marcha ligera del alcance de las neurociencias), o trae a la Argentina a figuras como el místico cuántico Amit Goswami, cuya participación en una capacitación a funcionarios de la Dirección de Formación Contínua de la DGE de la Provincia de Buenos Aires precipitó otra durísima respuesta del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (UBA), cuando pidió al Gobierno de María Eugenia Vidal “no incluir las ideas pseudocientíficas de Amit Goswami” porque “presentan una visión distorsionada de la ciencia”.
Uno de los objetivos del jefe de la cartera de Ciencia y Tecnología es controlar la calidad de la divulgación de la ciencia en espacios como el C3, creado para acercar la ciencia y la tecnología a la sociedad, y no para llevar a un marco estatal un falso debate científico donde solo participan personas que promueven disciplinas alternativas al servicio de una fundación privada.
Una cosa es ser respetuosos ante el consumo cultural de prácticas que no tienen por qué ser científicas para ser parte de la vida social y otra muy distinta es subirles el precio sin más, concediéndoles un aval científico que se consigue con papers, no en la conquista de espacios públicos.