El Consejo Tecnológico Sectorial para la Producción Nacional de Medicamentos validó los lineamientos estratégicos definidos entre ministerios y organismos estatales con el objetivo de producir insumos y vacunas en la red de laboratorios públicos. Con el financiamiento asegurado, el objetivo está puesto en las enfermedades endémicas, la modernización tecnológica, el escalamiento de la producción y la adecuación a las normas de la ANMAT.

La pandemia no solo dejó en evidencia que la mercantilización de la salud no es capaz de atender a la población ante una emergencia sanitaria como la actual. También puso de manifiesto la relevancia de fortalecer los sistemas públicos de salud, y no solo mediante una mejora en la infraestructura de los centros de atención, sino también a través de la investigación, el desarrollo y la producción de medicamentos y otras tecnologías médicas.

Con ese objetivo, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MINCYT) comenzó a trabajar el año pasado con la Agencia Nacional de Laboratorios Públicos (ANLAP) que depende del Ministerio de Salud en la definición de las líneas prioritarias para lanzar una convocatoria que prevé destinar 500 millones de pesos a proyectos estratégicos de investigación y desarrollo orientados a la producción pública de medicamentos a partir de la necesidades concretas.

La Agencia Nacional de Laboratorios Públicos integra una red red 42 laboratorios en quince provincias que trabaja con las universidades nacionales en el desarrollo de diferentes tecnologías médicas.

“La pandemia puso de relieve cuán dependientes somos y cuánto necesitamos desarrollar la industria local para adquirir soberanía en el manejo de nuestras propias enfermedades”, señala Sonia Tarragona, subsecretaria de Medicamentos e Información Estratégica del Ministerio de Salud. Para definir las líneas prioritarias se analizaron las capacidades instaladas en los laboratorios públicos de producción y se relevaron los programas en marcha en el Ministerio de Salud con el objetivo de establecer cuáles podrían ser los medicamentos y productos estratégicos.

Cuando comenzó a crecer la cantidad de enfermos por Covid-19, toda la atención estaba puesta en controlar la epidemia de dengue, que durante 2020 afectó a unas 59 mil personas en 17 provincias, según el último Boletín Epidemiológico. Otras enfermedades que reclaman gran atención son el Chagas -que afecta a unos 2 millones de argentinos, según las organizaciones panamericana y mundial de la salud- y la Fiebre Hemorrágica Argentina -enfermedad infecciosa endémica que suelen contraer los trabajadores rurales del noroeste de la provincia de Buenos Aires, sur de Córdoba y de Santa Fe, y norte de La Pampa-.

“Lo inédito es la forma holística de mirar el tema y la articulación que estamos impulsando con los ministerios de Salud y Desarrollo Productivo”, dice Erica Carrizo, directora Nacional de Proyectos Estratégicos del MINCYT. La funcionaria explica que son tres los lineamientos prioritarios definidos por el Consejo Tecnológico Sectorial en Producción Nacional de Medicamentos.

La primera línea está vinculada con la producción de vacunas para enfermedades de control estratégico; específicamente para la fiebre hemorrágica, la BCG pediátrica e intravesical, y las vacunas contra la fiebre amarilla y la rabia humana y animal. La segunda línea está orientada a la investigación, el desarrollo y la producción de sueros antivenenos, antitoxinas y antivirales, además de medicamentos para enfermedades desatendidas, como el dengue, el zika, la chikungunya, la leishmaniasis y el chagas. La tercera línea apunta a la modernización tecnológica para poder escalar la producción y a una adecuación a la normativa que estipula la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) en lo que se refiere a la producción de medicamentos, vacunas y productos médicos.

“Hay líneas avanzadas en muchos temas, pero falta desarrollo. Por ejemplo, en el caso de la BCG, se produce la vacuna intravesical, pero a baja escala, y la producción se podría escalar para cubrir la demanda nacional e, incluso, se podría pasar a producir la pediátrica, lo que implica un paso no tan complejo. Tampoco tenemos una vacuna pediátrica para la fiebre hemorrágica. En el caso de las vacunas contra la rabia, que se han producido en alguna época, se han discontinuado. La trayectoria ya existe, así que se podría retomar con un salto tecnológico, ya que la técnica que se utilizaba está ahora desaconsejada por la Organización Mundial de la Salud”, ejemplifica Nicolás Chiarante, responsable del área de vinculación científico-tecnológica de la ANLAP.

“La pandemia puso sobre la mesa que uno no puede transformar la política pública desde un único organismo, dirección o ministerio. Por lo general, todo termina siendo transversal. Por eso entendemos lo interdisciplinario e interministerial como un éxito y tratamos de promover la integración entre los diferentes organismos”, destaca Gastón Morán, presidente de la ANLAP.

Creada en 2014 mediante la Ley 27.113, la ANLAP integra una red red 42 laboratorios públicos en quince provincias que trabaja con las universidades públicas nacionales en el desarrollo de diferentes tecnologías médicas. “Nuestra tarea es promover la producción pública en base a lineamientos nacionales en los que se quiere poner el foco, pero teniendo en cuenta lo que los laboratorios necesitan. Eso complejiza el proceso y exige buscar consensos”, dice Morán.

Las políticas orientadas por misión permiten otro tipo de seguimiento de los resultados. Si se financia el desarrollo de una vacuna, el éxito estará dado por si se obtuvo o no, más allá de los papers o la cantidad de investigadores que se hayan formado en el proceso.

Desde el MINCYT, Carrizo destaca que la pandemia los empujó a generar soluciones en el corto plazo: “Las escalas temporales cambiaron. Hoy, no solo hay más conciencia en el sector científico y tecnológico sobre la necesidad de generar resultados en el corto plazo, esa conciencia también está presente en la sociedad. Ya no se trata de lo uno quiere, sino de lo que el sector de la salud necesita. En ese sentido, la pandemia nos activó. Y eso se refleja en el enfoque de las políticas orientadas por misión con el que se diseñó el Plan Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación 2030. El esquema permite otro tipo de seguimiento de los resultados. Si se financia el desarrollo de una vacuna, el éxito estará dado por si se obtuvo o no, más allá de los papers o la cantidad de investigadores que se hayan formado en el proceso”.

Con relación a la convocatoria, el financiamiento provendrá del Banco Interamericano de Desarrollo, se ejecutará a través del Fondo Argentino Sectorial y estará orientada a los proyectos de no más de tres años que presenten los laboratorios públicos. Se buscará que sean proyectos ya avanzados, con la intención de abastecer a la demanda nacional en una primera instancia y estimular la posibilidad de exportar a países de la región que tengan problemáticas similares.

“Estamos hablando de un sector estratégico que, a nivel global y nacional, presenta una alta concentración de mercado. La pandemia nos puso ante una situación límite. Tuvimos que encontrar respuestas rápidas y eficaces. La ciencia y la tecnología jugaron un rol importantísimo. La idea es utilizar esa misma mirada en el mediano y largo plazo para otros temas de salud pública que requieran un foco similar”, concluye Carrizo.

(Agencia de Noticias TSS-Unsam).

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