El director del Centro Científico Tecnológico del CONICET Santa Fe, que nuclea a dieciocho institutos, habló con la agencia Tecnología Sur-Sur de la Universidad Nacional de San Martín sobre cómo afecta el recorte presupuestario en el trabajo cotidiano, qué diferencia a la crisis actual de las anteriores y cómo se organizan los científicos para enfrentar la escasez de recursos.
Al Centro Científico Tecnológico (CCT) CONICET Santa Fe se llega cruzando el imponente puente colgante característico de la ciudad. Primero aparece a la vista la Universidad Nacional del Litoral, institución de la que dependen muchos de los institutos que forman parte del CCT. Luego se llega al predio del CONICET, una mini ciudad con edificios, calles, árboles, laboratorios, estacionamientos y hasta un invernadero. En la intersección de las calles Bernardo Houssay y Luis F. Leloir emerge el Instituto de Investigaciones en Catálisis y Petroquímica, uno de los dieciocho institutos que forman parte del CCT Santa Fe.
Ulises Sedran es doctor en Ingeniería Química, investigador superior del CONICET; además de director del CCT y del INCAPE.
-Como a muchos otros institutos del CONICET, el año pasado el INCAPE solo recibió el 40 por ciento del presupuesto para gastos de funcionamiento. Hace poco hubo anuncios por parte del Gobierno para paliar la situación. ¿Tuvieron noticias sobre esa decisión?
-No, el monto que recibimos el año pasado, que era un 40 por ciento de lo recibido en 2017, quedó así. Por otro lado, el CONICET había pedido en 2018 un presupuesto de base cero. A cada uno de sus institutos les pidió un presupuesto donde se explique cuánto necesita para poder funcionar. En nuestra zona, todos los institutos se tomaron muy en serio el trabajo y produjeron un presupuesto de base cero, por lo que para este 2019 esperábamos que nos respondieran en base a eso. Y si bien han mejorado la asignación, no es la que elaboramos. Al menos, ya se han entregado las dos cuotas correspondientes a este año, que equivale al 40 por ciento del presupuesto total. Esto marca una diferencia con respecto al año pasado, pero estamos lejos de estar funcionando como debemos.
-¿En qué aspectos los ha afectado más la falta de recursos?
-En todas las áreas de nuestra actividad. Aparte del problema con los gastos de funcionamiento, cada grupo de investigación tiene que concursar sus subsidios, muchos de los cuales fueron interrumpidos. Por un lado, está el programa del CONICET, llamado Programa de Investigación Plurianual, que en algunos casos llevan tres años sin entregar un solo peso. Por otro lado, la fuerza de financiación más grande proviene de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica. Ahí el panorama es muy variado. Por ejemplo, los programas puntuales de 2016 han recibido algo, a valores de ese año. Los de 2017 todavía no recibieron nada. Y los de 2018 creo que lo iban a recibir ahora. A esto se suma el problema de la reducción en becarios, investigadores y personal de administración y servicios. También la falta de presupuesto para equipamiento, ya que la mayoría son equipos importados y muchos son adquiridos con programas compartidos. La Secretaría pone una parte y exige una contraparte del CONICET. Hace unos años, el CONICET canceló todas las contrapartes, con lo cual se cayeron los contratos.
-¿Les ha pasado de no poder pagar servicios básicos?
-Con respecto a eso, el panorama es distinto según el lugar. Incluso, dentro de nuestro CCT, tenemos situaciones distintas. De los dieciocho institutos, dieciséis tienen una suerte de presupuesto centralizado para sus gastos de energía y agua. Pero no es el caso de todos. Por ejemplo, en Entre Ríos, en la ciudad de Diamante, hay un instituto de nuestro CCT que tiene que arreglárselas solo. En ese caso, el CCT tuvo que salir en auxilio porque no podía pagar la luz.
(Epi foto 1. “La cuestión vocacional es muy fuerte pero de ningún modo eso justifica que tengan que pasar por la situación que están viviendo”.)
-¿Tienen investigadores y becarios que se hayan ido por no poder ingresar a carrera o porque el salario no les alcanza?
-Quienes más sufren esta situación, en general, son los jóvenes, que naturalmente buscan nuevas perspectivas. En cuanto a investigadores que se hayan ido afuera, no me consta que tengamos. En el período 2000-2003 sí era notable la cantidad de investigadores que se iban. Pero cada vez se reducen más las posibilidades. En la nueva convocatoria, otra vez hay 450 vacantes, de las cuales solo 300 van al CONICET. Con los becarios la situación es más crítica: terminan el doctorado y ni siquiera tienen la oportunidad de entrar al sistema. Además, los salarios en general son reducidos, no pueden competir con la industria. La cuestión vocacional es muy fuerte, pero de ningún modo eso justifica que tengan que pasar por la situación que están viviendo.
-¿Cómo vienen llevando la falta de presupuesto para equipamiento?
-La promesa de CONICET para equipamiento son 300 millones. Creo que de los anuncios que se hicieron es el único que puede llegar a significar un alivio porque permitiría la obtención de aquellos equipos que ya habían sido concursados, subsidiados y en algunos casos licitados, pero quedaron paralizados. En nuestra región tenemos un equipo muy importante, el microscopio electrónico de barrido, que está en esa instancia, por lo que esperamos y necesitamos que esa promesa se concrete.
-Usted comenzó a trabajar en el CONICET en la década del ‘80, por lo que atravesó diversos períodos de crisis. Desde su experiencia, ¿cuál diría que fue la época más crítica que atravesó la institución?
-Todo el recorrido fue así (dibuja con la mano curvas ascendentes y descendentes). La situación actual es gravísima. Las consecuencias que puede tener esta situación, si no se intenta cambiarla, van a ser muy difíciles de revertir. Los recursos humanos formados con esfuerzo durante años que se están perdiendo no solo destruyen la carrera del profesional, sino también al proyecto y a la institución. Pero recuerdo otras épocas muy malas. La crisis de 1989 afectó a todo el país, pero en 1987 el CONICET había estado muy mal. Había un proyecto concreto de disolución del organismo y de pasar a todos los investigadores a las universidades. Y después tuvimos la crisis de 2001. Esto se resuelve estableciendo a la ciencia como política de Estado, eso te permite prever, programar, avanzar. Pero estamos lejos de eso. Esta crisis nos encuentra, al menos, con una estructura edilicia mejor. Este edificio en el que estamos, por ejemplo, tiene apenas cuatro años.
-¿En algún momento pensó en irse?
-En 1987 ya estaba en la carrera, pero era joven y me quería ir. Estaba muy preocupado por la situación. Pero no hablo de irme al extranjero. Me quería ir del sistema porque tenía una familia, dos hijos y no llegaba a fin de mes. Hoy, esta es la situación de muchos. La diferencia es que en las otras crisis yo era investigador y en este caso soy directivo de un instituto y del CCT. A los colegas, la frase que les dije fue: “Estamos administrando miseria”.
(Epi foto 2. El Instituto de Investigaciones en Catálisis y Petroquímica (INCAPE) es uno de los 18 institutos que forman parte del CCT Santa Fe.)
-¿Cómo manejan la situación desde lo colectivo? Imagino que deben hacer reuniones de directorio, asambleas…
-El CCT tiene un consejo conformado por los directores de los dieciocho institutos, que se reúne mensualmente. Es un ámbito democrático que se instaló de manera más fuerte desde hace unos cuatro o cinco años. De todos modos, nuestro nivel de decisión es absolutamente interno, no tenemos incidencia sobre la asignación presupuestaria, los programas de equipamiento o los ingresos. Sí opinamos sobre eso y hay un consenso generalizado. Lo que yo estoy planteando en esta charla es compartido por todos los directores.
-En ese sentido, se ve un sistema más organizado a nivel federal. Pese a las diferencias que enfrenta cada región, se han logrado importantes consensos.
-Sí, el sistema está más organizado, pero el impacto sobre la sociedad es muy variable. Depende de sucesos fortuitos como la científica que fue al programa televisivo. Antes del encuentro de los directores de institutos en Córdoba se elevó una nota al Congreso, firmada por casi todos los directores, pero lo que más impactó fue la investigadora en televisión. Esa semana, todos los medios me llamaron. De todos modos, la verdad es que ninguno de los colegas con quienes he hablado habría hecho eso como recurso de comunicación. Somos bastante acartonados a veces y siempre hablamos primero con nuestras autoridades directas, aunque sus respuestas han sido muy pobres.
-¿Santa Fe tiene problemáticas específicas?
-Sí, pero más que problemáticas las definiría como características distintivas. Es uno de los pocos CCT del país con terreno propio. Eso define un panorama distinto respecto de otros cuyos institutos están absolutamente dispersos y se les dificulta hasta hacer una reunión. Otra característica distintiva es que tenemos una larga tradición en actividades de transferencia. La relación de los institutos de esta región con el medio productivo y social es interesante y tiene una trayectoria larga en el tiempo. Eso permite que los institutos también se nutran de los servicios que brindan y permite un ingreso de dinero. Algunos proyectos de investigación continúan gracias a eso.
-De la época anterior, en la que hubo un financiamiento sostenido para ciencia, ¿qué faltaba mejorar?
-Consolidarla como política de Estado. Este tipo de actividad no puede depender de la visión del Gobierno. Por eso estamos como estamos ahora.
(Agencia TSS – Unsam)
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