Pese al trabajo incansable de bomberos y voluntarios, al menos doce focos de incendio siguen avanzando en la provincia de Corrientes. TSS habló con especialistas sobre las causas naturales y sociales que llevaron a esta situación, la necesidad de repensar la matriz productiva y sobre cómo será la difícil tarea de rescate y restauración de flora y fauna.

El fuego avanza por el suelo como si fuera agua. Abre un surco en la tierra con una velocidad que hace correr a quien filma la escena, en uno de los tantos videos que se viralizaron en las últimas semanas y que muestran una situación que, pese al trabajo incansable de los bomberos y algunas lluvias que llegaron esta semana, todavía está fuera de control. Es que la sequía, que afecta a la provincia desde hace dos años, es el combustible ideal para la propagación de los incendios a través de los característicos pastizales de la provincia de Corrientes.

Según el último informe del Grupo de Recursos Naturales del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), la superficie afectada por el fuego en la provincia litoraleña era de 785.238 hectáreas al 16 de febrero, lo que equivale a un 9% del total del territorio. Esto incluye el 13% de los Esteros del Iberá, uno de los humedales de agua dulce más grande de Sudamérica, más acostumbrados a las inundaciones que a la sequía. Además, se quemó el 40% del Parque Nacional Iberá.

Los investigadores, que en estos días actualizarán el número, estimaron que el ritmo de progresión del fuego aumentó ya que fue de 30.000 hectáreas por día, mientras que antes del 9 de febrero venía siendo de 20.000 mil por día. “Tenemos 20 años de registro de focos de calor y nunca habíamos tenido tantos en esta época. En enero, se registraron 3.500 focos de calor, cuando el máximo histórico era de 1.500, en el año 2002”, indica a TSS el ingeniero agrónomo Ditmar Kurtz, jefe del grupo de investigadores del INTA que produjo el informe.

Los focos de calor son detectados a partir de imágenes satelitales y, si bien no necesariamente se convertirán en incendios, indican dónde hay que prestar especial atención. Según el último reporte del Servicio Nacional de Manejo del Fuego (24/2), actualmente hay 12 focos activos en la provincia y el 95% de los incendios tienen causas antrópicas, como fogones mal apagados o la práctica todavía extendida entre algunos productores de producir fuegos intencionales para deforestar.

La sequía que afecta a gran parte de la región también aportó su parte. “En los últimos dos años, solo hubo cuatro meses con superávit de precipitaciones. Mientras la provincia tiene normalmente el 40% de la superficie cubierta con agua, hoy tenemos menos de 10%. La vegetación, que suele crecer en zonas húmedas, como los esteros, hoy está seca y favorece la propagación del fuego. Además, en enero tuvimos temperaturas muy altas, de hasta cuatro grados más que las máximas históricas”, señala Kurtz.

Una parte de esta sequía se explica por el fenómeno climatológico La Niña, vinculado al enfriamiento de la temperatura del océano Pacífico. Como las lluvias se originan en el mar, cuando la temperatura baja, produce menos evaporación y, por ende, menos humedad sobre los continentes, generando una menor cantidad de lluvias. Pero, más allá de la variabilidad climática natural, algunos expertos y ambientalistas llaman la atención sobre la incidencia de las acciones antrópicas en la profundización de los ciclos de inundaciones y sequías. El último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de Naciones Unidas, por ejemplo, alertó sobre un aumento de fenómenos extremos en los últimos años como consecuencia del cambio climático.

El doctor en Geografía Ignacio Contreras, investigador del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CECOAL–CONICET/ UNNE), separa las causas en dos grandes grupos: naturales y sociales. “Dentro de las naturales, está la variabilidad climática. Primero tuvimos inundaciones extremas, asociadas al evento del Niño, que en 2017 hizo que toda la provincia quedara bajo el agua. En general, la vegetación está adaptada a esos excesos hídricos y, al haber una abundancia de agua, creció mucho. Después, pasamos a una sequia extrema. Toda esa vegetación que se seca se convierte en biomasa, combustible ideal para propagar el fuego. Es un combo explosivo”, explica Contreras.

Con respecto a los factores sociales, el investigador apunta: “Por otro lado, tenemos cuestiones sociales vinculadas a malas prácticas productivas y culturales. En la región se sigue practicando la quema de pastizales, que se usa por varios motivos: para renovar cultivos, para que el ganado tenga alimento, para matar plagas o evitar que crezcan otras especies vegetales. Los focos de incendio que se dieron en áreas periurbanas también están vinculados al desarrollo inmobiliario. No es raro que en los lugares que se ven afectados por incendios después aparezca un loteo o una vivienda”.

Otro aspecto social tiene que ver con las hectáreas destinadas a monocultivos, que en los últimos años aumentaron y desplazaron a sectores de vegetación nativa. Esto es problemático porque los humedales son ecosistemas que funcionan como esponjas naturales, y se encargan de absorber y regular el agua procedente de las precipitaciones. Por eso, tienen un rol clave a la hora de contener inundaciones y poner paños fríos en períodos de sequía. En particular, en Corrientes avanzaron mucho las plantaciones de pino y eucalipto, cultivos cuya biomasa es muy inflamable. “Al ser exóticos, en el ecosistema no hay quien descomponga la biomasa que generan las hojas secas de los pinos”, indica el científico.

Mientras tanto, la imagen que llega desde el ámbito político se parece bastante al meme del hombre araña señalándose a sí mismo. Como los recursos naturales son potestad de las provincias, las autoridades nacionales, al mando del ministro de Ambiente Juan Cabandié, insisten en que Corrientes tardó en pedir ayuda. Por su parte, el gobernador correntino Gustavo Valdés (Juntos por el Cambio) lo acusó de haber demorado la ayuda. Vale recordar también que la provincia carece de un ministerio de ambiente provincial para atender estas cuestiones.

Al respecto, Contreras sostiene: “Ahora no es momento de echar culpas porque hay que apagar el fuego. Pero, después, hay que repensar y cambiar las formas de producir. Porque si vamos a estar expuestos a situaciones cada vez más extremas y recurrentes por el cambio climático y no empezamos a tener una mirada más empática con el ambiente, estas situaciones se van a repetir”.

La misma película

Si bien la magnitud de los incendios actuales es mayor que otros episodios registrados en la provincia, no es la primera vez que Corrientes es noticia por este tema. Entre agosto y octubre del 2020, el Parque Provincial San Cayetano, una reserva natural de la provincia, terminó con el 90% de su superficie quemada por incendios. Allí funciona también la Estación Biológica Corrientes, perteneciente al CONICET. Las fotos de los animales que murieron quemados en la reserva llegaron a numerosos medios de comunicación del mundo.

El biólogo Martín Kowalewski, director de la Estación, cuenta cómo es el trabajo de restauración una vez pasados los incendios y las consecuencias en la flora y la fauna. “Estamos monitoreando a los animales que van volviendo a la reserva. Los animales que sobreviven pasan por un estrés tremendo, sin comida y sin agua. Esto genera varios problemas: no se alimenten bien, no tienen crías o las pierden, el sistema inmune se vuelve más ineficiente y quedan más expuestos a enfermedades. Se produce una espiral de problemas que los afecta de diversas formas”, explica.

A esto se suma el hecho de que esos humedales son hogar de varias especies en peligro de extinción, como el aguará guazú y el venado de las pampas. Por eso, la reserva San Cayetano no es el único lugar que realiza trabajos de conservación y restauración. “En la provincia, hay varios centros de recuperación de la fauna y también estábamos haciendo una reintroducción de semillas nativas. Esto lleva años y mucho de eso se perdió con los incendios. En el CECOAL, vamos a concentrar nuestras investigaciones en evaluar cómo repercuten los incendios en los ecosistemas, pero también en la salud de la población, física y psicológica, porque hay personas que pierden todo”, cuenta Contreras.

Kowalewski advierte que el proceso de restauración tras un incendio no es sencillo. Lo primero que hay que hacer es medir el impacto y el grado de daño de cada sector. “En la reserva, vimos que hay sectores de pastizales que se van recuperando y los dejamos andar solos. Ahora que pasó un año, estamos viendo si hay cambios en cuanto a la preponderancia de alguna especie. Si observamos que algunas no están creciendo, evaluamos reintroducir algunas semillas. Pero eso, con la sequía actual, tampoco es fácil. Nosotros plantamos algunos árboles que se secaron igual”, señala.

Con la fauna, es más complicado. Los animales que sobreviven quedan a la deriva y muchas veces no tienen un hábitat al cual volver porque están destruidos. En la reserva San Cayetano, a un año y medio del fuego, solo unos pocos guazuchos (venados) volvieron y hay otros, como carpinchos y yacarés, que no retornaron. En tanto, los monos que sobrevivieron enfrentan el problema de no poder tener crías. “Este es un efecto que no previmos. Hablé con colegas del sudeste asiático que trabaja con orangutanes, que tuvieron cinco años de incendios continuos por la introducción de la palma de aceite, y me decían que los orangutanes no tuvieron cría por dos años”, dice Kowalewski.

El investigador también participa de la Asamblea Provincial Basta de Quemas, un grupo de personas y organizaciones de la sociedad civil que se autoconvocaron en enero para ver cómo podían ayudar a apagar los incendios y reclamar políticas a las autoridades provinciales y nacionales. “Hay una desidia política porque esto no era imprevisible. Por ahí no imaginamos la magnitud pero hace dos años que miramos la misma película y la gente sale a ayudar como puede. Ahora, con otros colegas, estamos viendo cómo manejar el tema de los animales rescatados. Porque cada uno ayuda como le sale pero es importante no mascotizarlos porque después no los podemos volver a liberar a sus hábitat”, apunta.

Repensar la matriz

Uno de los reclamos de las asambleas ambientalistas es que siempre se actúa tarde, cuando el fuego ya está fuera de control, y que faltan políticas de prevención. Sin embargo, la información para tomar medidas está y es producida de forma permanente por investigadores de las universidades, el CONICET y el INTA. “Nosotros hacemos monitoreo constantemente y Corrientes es una de las provincias que mejor información de suelo tiene. Tenemos un laboratorio de teledetección, que utiliza imágenes satelitales, y otro que se ocupa de analizar muestras de suelo, agua y vegetales”, cuenta Kurtz.

Sobre la articulación con otros sectores, el ingeniero dice que es bastante fluida con el Ministerio de Producción provincial. También con los productores, que les hacen llegar sus demandas. Los mapas están disponibles online de forma libre y gratuita. Por su parte, Contreras afirma que la articulación no siempre es buena y llama la atención sobre un aspecto intrínseco del sistema científico: “Generamos la información sobre lo que pasa en la región pero el sistema científico nos obliga a publicar, en general, en revistas internacionales y en inglés. ¿Qué le va a importar a un chino sobre los incendios de pastizales en Corrientes? Es importante que el Estado haga mayores esfuerzos para que esa información llegue a la sociedad porque es importante concientizar a la población”.

En la Reserva San Cayetano, los monos que sobrevivieron enfrentan el problema de no poder tener crías. Foto: Mariana Raño.

La concientización es clave, por ejemplo, para ejercer presión en que se reduzcan las prácticas de quema de pastizales y se usen otras alternativas. Kurtz explica que existen, aunque tienen diversos problemas. Una opción es usar desmalezadoras pero el inconveniente es que usa combustible fósil. Otra alternativa es el pastoreo rotativo, que no es sencillo de diagramar pero permite un mejor manejo de la carga animal. Y otra opción es la que se conoce como pisoteo de ganado, que consiste en juntar a la tropa para aplaste el pastizal y que así aumente el carbono del suelo. En este caso, requiere más trabajo operativo.

“Creo que una solución posible es configurar el paisaje de otras formas para evitar que, en caso de incendio, avance tanto el fuego. Una opción es mantener más sectores que funcionen como cortafuegos, aunque esto implica dejar porciones de suelo sin nada”, dice Kurtz. Desde lo legal, hay algunas herramientas, como la Ley del Fuego y la Ley de Bosques, pero el problema es lograr que las provincias las implementen. También sería importante que salga la Ley de Humedales, que hace poco perdió estado parlamentario por tercera vez y Corrientes fue una de las provincias que se opuso.

Contreras advierte que los problemas ambientales no se dan de forma aislada y habría que trabajarlos de forma integral. “El río Paraná tuvo una bajante histórica y sigue bajo pero pasó a un segundo plano por el tema de los incendios. Cada vez que tenemos un problema, si aparece algo más urgente, lo vamos dejando de lado. Ni bien termine la urgencia, hay que sentarse a definir cambios. También es importante que se haga cumplir la ley, porque tenemos una Ley de Bosques pero la deforestación sigue. Hay que sancionar este tipo de conductas, generar nuevas herramientas para controlar y e incluir a toda la población en las decisiones”, afirma.

Finalmente, Kowalewski sostiene: “Hay que repensar la matriz productiva. Si en algo coinciden oficialismo y oposición es en seguir usando los mismos métodos de producción y consumo. Esa matriz solo potencia las problemáticas ambientales que tenemos. También es importante que los gobiernos confíen en los científicos. Los políticos hoy hablan de salir a plantar semillas para recuperar lo que se perdió y no se puede salir a hacer eso así nomás. Hay que evaluar el grado de daños y, si se decide intervenir, hacerlo en forma adecuada, para que a largo plazo se pueda recuperar la mayor biodiversidad posible. Hay que entender que destruimos un millón de hectáreas y probablemente nunca llegue a ser lo mismo era antes de los incendios”.

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