Las brutales erradicaciones de villas a lo largo de la dictadura –un tema relativamente postergado en las políticas de memoria y justicia- son el eje de “Villas en dictadura. Córdoba, Rosario y Buenos Aires” (Editorial Café de las Ciudades), una flamante y muy sólida recopilación de textos especializados. Este artículo recupera la muy antigua y rica historia de la villa del Bajo Belgrano, hasta su desaparición final.
Una extensa serie de fotografías archivadas informalmente en lo que fue una antigua dependencia municipal, muestra un paisaje singular donde se amontonan inmensos escombros, cruzados por calles y avenidas. Las imágenes presentan restos de viviendas demolidas entre los que asoma alguna pared, escaleras a ninguna parte, la ventilación de un arroyo subterráneo y sauces llorones que delatan la cercanía con el Río de la Plata. Las fotografías, de autoría anónima, fueron tomadas durante la última dictadura en el lugar donde había existido poco tiempo antes la villa más antigua de la ciudad de Buenos Aires, formada hacia fines del siglo XIX. Sobre este espacio es posible identificar intervenciones urbanas pioneras, que serían replicadas luego en otros barrios similares. Además, la zona, denominada oficialmente Villa 29, llegó a ser antes de su desalojo definitivo uno de los barrios informales más organizados del país, cuyos referentes alcanzaron liderazgos que trascendieron ampliamente la escala local. Esto se vincula con que la villa estuvo emplazada sobre tierras cuyo enorme valor potencial desencadenó, históricamente, sucesivas disputas que hacia fines de los años setenta alcanzaron niveles de intensidad inéditos. En las páginas siguientes, se indagarán las tensiones mencionadas destacando, por una parte, las formas de organización establecidas en la Villa del Bajo Belgrano y, por otra, las variadas intervenciones urbanas proyectadas sobre esta parte de la ciudad.
Las primeras fuentes que registraron la presencia de un barrio informal en la zona del Bajo Belgrano, se refirieron a este espacio aludiendo a misérrimos caseríos, rancherías, o bien lo nombraron como arrabal. Las viviendas de lata, madera y cartón que lo integraron, se establecieron hacia fines del siglo XIX en torno a una serie de basurales cuya ubicación exacta resulta difícil de identificar, ya que algunos no fueron registrados formalmente, o existieron durante períodos sumamente breves dado que, como durante esta etapa se experimentaba con diferentes sistemas de incineración, muchas veces eran abandonados poco después de su creación (Schávelzon, 2019, p. 151). Una crónica publicada en Caras y Caretas hacia 1911, describió las condiciones sanitarias adversas que afectaban a la población del Bajo Belgrano, especialmente vulnerable a las epidemias:
“Ojea usted las defunciones anotadas en el registro civil, y tropieza, a dos por tres, en la sección 16, con un finado en la calle Miñones, otro en la de Cazadores, un tercero en la de Sucre, un cuarto en la de Juramento”.
“Otro datito para los amigos de la estadística funeraria: hace poco, cuando nos visitó la peste bubónica, fue el barrio Bajo Belgrano el que debutó en cuestiones de Asistencia Pública y Chacarita” (Caras y Caretas, 10 de junio de 1911, p. 82).
La precariedad de la infraestructura existente en esta parte de la ciudad, también fue destacada en la crónica, donde se puso en evidencia el agudo contraste presente en la zona: “Arrancamos a tres cuadras del aristocrático paseo de las barrancas, y acto continuo, los caminantes comenzaron a asentarse sobre tierra no muy firme, a falta de veredas.” (Caras y Caretas, 10 de junio de 1911). Alrededor de una década después que se escribiera la crónica citada, el mismo contraste fue visibilizado en el cuento “Un festín en el Bajo Belgrano”, publicado en 1922 por Nicolás Olivari. En este caso, el barrio aparece como escenario sobre el que transcurre una violación, cuya crudeza es contrapuesta con la aparente armonía de la zona alta: “Y a cien metros de allí, el Belgrano aristocrático y burgués, no soñaba siquiera en aquel brutal festín de carne humana…” (Olivari, 2009, p. 49). Durante la década de 1930 tuvo lugar el primer relevamiento sistemático sobre la parte más precaria del Bajo Belgrano, que constituye a su vez el primer estudio de este tipo desarrollado en un barrio informal de Buenos Aires. La Memoria de la Junta Nacional para Combatir la Desocupación detalla los resultados de este estudio, en un apartado titulado “La Ciudad de Latas del Bajo Belgrano”, donde se consigna la presencia de 1.735 habitantes en la zona.
De la Junta de Delegados al Movimiento Villero Peronista
Hacia fines de 1967 se dictó, en el marco de la dictadura autodenominada “Revolución Argentina”, la Ley Nacional 17.605 para la Erradicación de las Villas de Emergencia de Capital Federal y el Gran Buenos Aires. La oposición a esta ley se estableció desde las villas con el apoyo de dos organizaciones clave: la CGT de los Argentinos (CGTA) y el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM). En la Villa del Bajo Belgrano es posible identificar vínculos con las dos organizaciones mencionadas, si bien éstos no fueron tan sólidos como, por ejemplo, en la Villa 31. En cuanto a la relación con el MSTM, conformado en 1967, y más puntualmente con el Equipo Pastoral y Obrero de Curas Villeros, reconocido formalmente dos años después, no existió un sacerdote que desempeñara sus funciones en una capilla situada dentro de los límites de la villa del Bajo Belgrano. De todas formas, hubo curas como Jorge Adur y Carlos Mugica, que ejercieron una profunda influencia en esta villa y mantuvieron un contacto asiduo con sus principales dirigentes. En cuanto a la CGT de los Argentinos, además de existir una afinidad ideológica vinculada con su oposición a la dictadura y la demanda por la vuelta de Perón, la principal organización establecida en el Bajo Belgrano durante este período fue una Junta de Delegados que se emparentaba con las organizaciones sindicales de base por su estructura organizativa y que, como se verá, fue reconocida en el semanario de la central obrera. Hacia 1968, entre las numerosas críticas formuladas desde el semanario de la CGT de los Argentinos contra los desalojos en las villas, una crónica sobre el Bajo Belgrano señalaba:
“2.500 familias de trabajadores – más de 10.000 personas – viven en las 8 manzanas ubicadas entre las calles Blanco Encalada, Dragones, Mendoza y Cazadores. El lote donde se encuentra esta villa está desde hace muchos años en disputa entre particulares, y los vecinos residen allí desde hace ya más de 30 años, lo que les da derecho a tomar posesión de sus casas. Amenazados con el desalojo, los vecinos se movilizaron en torno a la Cooperativa 4 de abril para defenderse”. (Semanario CGT, 19 de septiembre de 1968).
La misma crónica hacía referencia además a la Junta de Delegados del Bajo Belgrano, que había formulado una propuesta para la construcción de viviendas económicas en el mismo lugar donde estaba ubicada la villa, demandando a su vez la provisión de servicios básicos para sus habitantes:
“Una Junta de Delegados integrada por vecinos elegidos por manzana, ha propuesto como solución al problema la expropiación del terreno y la venta posterior de los lotes a sus habitantes, con el otorgamiento de créditos hipotecarios de largo plazo y bajo interés para financiar la compra y construcción de viviendas. Por otra parte, los vecinos exigen que se efectúe la conexión con la red de suministro de agua potable y cloacas”.
La Junta de Delegados del Bajo Belgrano se conformó en un momento en que estaban surgiendo organizaciones similares en distintas villas de la ciudad. Según Alicia Ziccardi (1977): “En los conglomerados villeros más grandes se continuó desarrollando la experiencia de conformación de las llamadas juntas de delegados. De ellas las juntas de delegados que mayor desarrollo alcanzaron fueron las de las villas de Retiro y las del Bajo Belgrano”.
La Junta de Delegados del Bajo Belgrano mantenía su autonomía. Hacia mayo de 1973, poco antes que Héctor Cámpora asumiera la presidencia, esta misma junta asumió un papel protagónico en la conformación de una nueva organización sectorial: el Movimiento Villero Peronista (MVP), que trascendió los límites de la ciudad de Buenos Aires y representó a un importante número de villas de todo el país. El MVP se constituyó como uno de los Frentes de Masas de Montoneros y alcanzó su auge entre 1973 y 1974, cuando los delegados de esta organización se reunieron en dos grandes congresos nacionales. El primero de estos congresos tuvo lugar entre el sábado 20 y el domingo 21 de octubre de 1973 en la ciudad de Santa Fe y su sede fue la Universidad Nacional del Litoral. En este marco estuvieron representadas siete provincias argentinas: Chaco, Entre Ríos, Córdoba, Jujuy, Salta, Santa Fe y Buenos Aires, con una asistencia total estimada en 2.500 habitantes de distintas villas (El Descamisado, 30 de octubre de 1973). La gravitación del Bajo Belgrano en este congreso se expresó en el protagonismo que asumió Vidal Giménez, uno de los principales dirigentes de esa villa, en el evento. En este marco, Giménez fue designado para desempeñar cargos clave en el MVP, como delegado por Capital Federal en el Consejo Nacional de la organización y como integrante de la Mesa Ejecutiva Nacional. Además de ocupar los cargos mencionados, entre las coberturas del congreso hechas por distintos medios de prensa, se destacan numerosos testimonios y fotografías del dirigente del Bajo Belgrano. Por ejemplo, una nota firmada por Roberto Jacoby en La Opinión, retomaba las palabras de Giménez sobre la necesidad de construir nuevas viviendas para los habitantes de las villas, que se agruparían en cooperativas, planteando que éstas se pueden concebir como:
“(…) un germen de autogobierno donde los pobladores hacen su escuela en la administración y adquieren experiencia de poder. Además, por esta vía esperan contar con una institución sólida que pueda entenderse con los niveles estatales desde posiciones de fuerza y exigir desde allí la participación política”. (La Opinión, 25 de octubre de 1973).
A su vez El Descamisado (30 de octubre de 1973), mencionó a Vidal Giménez como uno de los “dirigentes principales” del MVP e incluyó una breve entrevista desarrollada con este delegado. Una vez terminado el Primer Congreso Nacional del MVP, se replicaron en distintas villas las ideas relativas a la creación de cooperativas integradas por la población de estos barrios para resolver su propio problema habitacional. Por ejemplo, en la Villa Las Antenas, situada en la localidad de La Matanza del Gran Buenos Aires, se realizó el 4 de noviembre una asamblea para comunicar las resoluciones surgidas del congreso. En esta asamblea, según una nota de prensa “Los delegados de las Antenas expusieron la propuesta central emanada de ese congreso: la creación de las Cooperativas Villeras y de las Empresas Populares.” (Nuevo Hombre, noviembre de 1973). Sobre la misma cuestión, el artículo explicaba:
“Este proyecto -que tiene su origen en una de las experiencias villeras más importantes de Buenos Aires, la villa del Bajo Belgrano- plantea la creación de un mecanismo de participación directa de la población villera en la solución de sus problemas, para lo que se propone la constitución de cooperativas de trabajo, crédito, consumo y vivienda. (Nuevo Hombre, noviembre de 1973).
Bastión de los Leales a Perón
La idea de conformar cooperativas y empresas populares fue retomada en el Segundo Congreso Nacional del MVP, desarrollado en la ciudad de Córdoba entre el 19 y 20 de enero de 1974. Este congreso, que tuvo como sede el Colegio del Sagrado Corazón, contó con la participación de unos 500 delegados provenientes de distintas villas del país, y el discurso de cierre estuvo a cargo del Gobernador de Córdoba, Ricardo Obregón Cano. A diferencia del congreso anterior, en la prensa vinculada con Montoneros no se destacó tanto la participación del dirigente del Bajo Belgrano, Giménez, que empezaba a manifestar diferencias con la conducción de la organización. Según Mariana Pozzoni (2013):
“En esa oportunidad, Vidal Giménez fue excluido del armado de las mesas de trabajo y recibió, anticipadamente, las conclusiones del encuentro que tenía que destacar al día siguiente en la mesa de cierre del congreso. Entre dichas conclusiones, se encontraban la oposición de los villeros a la reforma del Código Penal y de la Ley de Asociaciones Profesionales, situación a la que se opuso sin éxito”.
Las tensiones entre Vidal Giménez y la conducción montonera se intensificaron días después que terminara el congreso de Córdoba, cuando el 23 de enero Perón recibió a una delegación de la Villa 31 en la Residencia de Olivos y tomó posición categóricamente a favor de la erradicación. A partir de ese momento, un sector del MVP mantuvo su oposición ante las políticas de desalojo compulsivo, mientras otro grupo, encabezado por Giménez y el Padre Carlos Mugica, decidió acatar la verticalidad del movimiento evitando confrontar con Perón. Todo esto tuvo lugar en un contexto que excedía ampliamente las tensiones entre radicación y erradicación, signado por la violencia política en la interna peronista.
El domingo 3 de marzo de 1974 se desarrolló un congreso de la Regional Capital del MVP en el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, donde
“(…) un asambleísta propuso que quienes no estuvieran de acuerdo con el proyecto político definido en los congresos nacionales de Santa Fe y Córdoba, en coincidencia con el peronismo revolucionario, presentaran su renuncia en el acto, lo que de inmediato fue aprobado”. (Noticias, 5 de marzo de 1974).
Esta resolución implicaba seguir sosteniendo las propuestas tendientes a la radicación de las villas en sus ubicaciones originales aun cuando Perón hubiera establecido su apoyo explícito a la erradicación. En estas circunstancias se planteó públicamente la decisión de expulsar a Giménez del MVP, acusado de enfrentarse con la Tendencia Revolucionaria del peronismo. Según Eva Camelli (2019), “Luego de su expulsión, Vidal Giménez impulsó la formación del MVP Leales a Perón” (p. 197). De esta forma se consolidó una ruptura que fue parte de la división de la Juventud Peronista, con la creación de la JP Lealtad. Esta división, gestada durante los meses previos, fue oficializada el 14 de marzo de 1974 mediante una solicitada que se publicó en el diario Clarín, titulada “La conducción de Montoneros es Perón” (Pozzoni, 2013).
En la revista Movimiento, vinculada con la JP Lealtad, un artículo informaba que el gobierno se había comprometido a expropiar las tierras donde se encontraba la “Villa del Bajo Belgrano”, para entregarlas a sus habitantes y construir nuevas viviendas en ese mismo lugar. En la revista también se planteó que:
“Aproximadamente dos meses atrás, desde la misma villa del Bajo Belgrano, se inició un proceso de disidencia con la conducción de la Tendencia que desembocó en la formación del Movimiento Villero Peronista Leales a Perón. (…)]. Hoy 5 de las 25 villas de la capital, se suman a este intento que pretende culminar en la recuperación absoluta de la estructura a nivel nacional. (Movimiento, 1974) La posibilidad de que más villas pasaran a integrar los Leales a Perón resultaba verosímil, considerando la influencia decisiva del Padre Mugica entre sus habitantes. Por ésta y otras razones, cuando el emblemático cura fue asesinado, Movimiento tituló “Entre dos fuegos” la crónica sobre el homicidio del 11 de mayo de 1974, dando a entender que Mugica constituía un blanco tanto para la conducción de Montoneros como para la Triple A.
Tierra arrasada
Bajo la última dictadura, más de 200.000 personas fueron desalojadas de las villas existentes en la ciudad de Buenos Aires. En este contexto, la población expulsada no solamente perdió sus viviendas, sino que fue demolida también la dotación de infraestructura construida individual y colectivamente durante las décadas previas. En el caso de la Villa del Bajo Belgrano, según consta en un informe oficial de 1980, titulado Villas-Erradicaciones, las condiciones de vida habían mejorado a través del tiempo y, hacia 1977:
“Estaba delimitada por calles totalmente asfaltadas, la estructura exterior no tenía apariencia de villa, frentes completamente construidos, casas de material, algunas de dos plantas (…). El suministro de agua potable se hacía a través de surtidores colectivos y con algunas instalaciones privadas; tenían corriente eléctrica y medidores individuales”. (CMV, 1980, p. 48).
En cuanto al acceso a la salud, el informe planteó que “sus necesidades eran satisfechas por los centros asistenciales existentes en sus proximidades” (CMV, 1980, p. 48). Finalmente, se registró la existencia de una escuela primaria que había sido construida dentro de la villa con materiales y asistencia técnica de la Comisión Municipal de la Vivienda, el mismo organismo que, cuando se publicó el documento, estuvo a cargo de convertir en escombros todas estas obras.
Del mismo modo, quienes fueron afectados por los desalojos en ésta y otras villas, vieron deteriorarse significativamente sus condiciones de vida, al tener que trasladarse a zonas periféricas que no contaban con los servicios básicos, ni con las posibilidades de trabajo existentes en la Capital Federal. Además, los desalojos se implementaron con especial celeridad en el norte de la ciudad, donde el valor del suelo urbano era más alto, como sucedió en la Villa 40, Villa 30 y Villa 29. Esta última, a su vez, era la más cercana al Estadio de River Plate, principal sede del Mundial de Fútbol de 1978, por lo que su desalojo fue considerado prioritario.
En estas circunstancias se implementó, sobre la Villa del Bajo Belgrano, lo que en términos oficiales fue considerado como la “primera gran experiencia de erradicación” (CMV, 1980, p. 46)14. Este primer desalojo masivo, desarrollado entre los meses finales de 1977 y el 20 de mayo del año siguiente, implicó que 9.105 personas fueran expulsadas del radio urbano. Según las autoridades municipales, de esta forma se habrían “recuperado” 7.2 hectáreas, contribuyendo a establecer “un ordenamiento social y edilicio de la Capital Federal, como corresponde a toda Gran Ciudad con envergadura cosmopolita” (CMV, 1980, p. 47). El mencionado “ordenamiento social y edilicio”, se puede vincular con un doble propósito de la erradicación de villas: desplazar a los pobres fuera de la ciudad y, simultáneamente, desarticular las organizaciones locales. A su vez, quienes dirigieron estas organizaciones sufrieron un doble hostigamiento que tuvo una cara clandestina, dada por la represión ilegal, y otra ampliamente publicitada, que se expresó en el avance de las topadoras sobre sus viviendas.
En este contexto, Vidal Giménez inició su exilio en Suecia, poco después de enterarse que había sido secuestrado su compañero de militancia en la villa y primo de su esposa, Edilberto Soto15. Detenido el 5 de agosto de 1976 y víctima de la represión ilegal, Soto fue uno de los referentes históricos del Bajo Belgrano, su trabajo comunitario desarrollado antes del golpe, fue presentado en estos términos por Roberto Baschetti (s.f.):
“En los momentos libres que le dejaba su oficio de zapatero, Edilberto Soto, se dedicó a trabajar en la conformación de una comisión vecinal que tenía como objetivo lograr mejores condiciones de vida entre los habitantes de la villa. Con el esfuerzo de todos se logró la construcción de una escuelita con su campo de deportes, como así mismo la conexión de una red de agua potable y la iluminación eléctrica de las cuadras internas. Dicha comisión fue uno de los puntales del Movimiento Nacional Villero Peronista (MNVP) que desarrolló un trabajo político muy importante en la zona (…) Además Edilberto trabajó muy activamente con los desterrados, exiliados políticos y gremiales del Paraguay de Stroessner”.
Junto con la violencia que sufrieron dirigentes como Vidal Gimenez y Edilberto Soto, la represión ilegal alcanzó también a quienes hicieron del Bajo Belgrano su espacio de militancia, como sucedió en los casos de Graciela Leonor Pérez y el de María de Lourdes Noia de Mezzadra, ambas integrantes del MVP en la Villa 29. Por otra parte, quienes no fueron víctimas directas de la represión ilegal pero sufrieron la expulsión violenta de la ciudad, recuerdan con nostalgia la vida en el Bajo Belgrano. Ejemplos en este sentido se pueden ver en el documental Crónicas Villeras, aunque el testimonio más conocido es el de René Orlando Houseman, habitante de la zona y jugador de la Selección Nacional en el Mundial 78. Houseman expresó, ante distintos medios, “Si fuera millonario me compraría una villa” y, actualmente, la frase está pintada en una calle del Bajo Belgrano. Más allá de ese testimonio, en la zona no quedan otros vestigios de lo que fue la Villa 29: una vez que se convirtió en tierra arrasada, la Comisión Municipal de la Vivienda construyó en esa parte de la ciudad un conjunto de viviendas para relocalizar a familias desalojadas previamente por una obra pública. El resto de las manzanas que quedaron vacantes, fueron habilitadas a partir de una ordenanza municipal para su venta a particulares, con plazo perentorio para la edificación (La CMV y la Ciudad, febrero de 1983). De esta forma, la fisonomía del barrio se transformó rápidamente y se erigieron grandes torres en la zona, que se volvió inaccesible para los pobres de la ciudad.
En 1983, cuando la Villa 29 ya había sido desalojada, se publicó el disco Bajo Belgrano de Spinetta Jade. En su portada, ilustrada por Eduardo Santellán, puede verse un conjunto de casillas precarias vigiladas por un patrullero y un Falcon verde. Más allá estaban las casas bajas y los comercios del barrio, seguidos por una arboleda que daba a la costa del Río de la Plata. En esa ilustración se incluyó por última vez a la villa en el paisaje del Bajo Belgrano, antes que fuera desplazada para siempre de los imaginarios sobre esa parte de la ciudad. Es probable que, por esa razón, hayan sido tan pocos los trabajos que abordaron la intensa historia desarrollada a lo largo de casi un siglo, desde la instalación de las primeras casillas precarias hacia fines del siglo XIX, hasta la demolición definitiva de la Villa 29 en 1978.
“Villas en dictadura. Córdoba, Rosario y Buenos Aires” (Editorial Café de las Ciudades”) se presentará este jueves a las 18 horas en el edificio “30.000 desaparecidos, presentes” de la ex ESMA, con la participación de Victoria Basualdo, Fidel Ruiz (La Garganta Poderosa) y Eduardo Blaustein.