En momentos de crisis crece el número de infartos y las muertes son más frecuentes. Está demostrada una estrecha relación entre una  situación personal angustiante y la propensión a contraer enfermedades. Algo que se viene registrando en estos tiempos de ajuste, de inseguridad laboral y caída del salario.

El pasado lunes recibí el mail de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA) y la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC) y también me enteré que varios trabajadores de la fábrica Newsan en Campana habían sido despedidos por un whatsapp que comunicaba que “la empresa decidió desvincularte por reestructuración, intentamos llamar y no pudimos ubicarte, el viernes estará la liquidación depositada. Saludos”. Ese día, mientras el dólar se enamoraba por 25 pesos, aquellos que en ese momento hacían el amor vieron cotizar los latidos de su corazón a 180 golpes cada minuto. Solo la arritmia cardiovascular supera ese índice: hasta 200 veces bombea en 60 segundos el músculo por –entre otras razones- lo que los expertos denominan “el estrés psicosocial”.

El doctor Jorge Tartaglione, que preside la FCA, se apoya sobre la baranda del balcón de un piso 22 y cuenta con la complicidad del clima: cielo perlado, la ciudad bajo un telón de agua y un diagnóstico sombrío. Describe que cada uno de nosotros tiene un diálogo entre el cerebro y el corazón y cuenta que “cuando todos estamos pendientes del dólar, cuando gente que jamás tuvo idea lo que es una LEBAC se preocupa, cuando se padece la angustia de no poder comprar leche o remedios, cuando se recibe un telegrama de despido, todo eso conforma un cuadro de angustia; esa angustia enferma”.

La angustia causada por una crisis económica enferma. Y mata. El estudio conjunto entre la FCA y la SAC se basa en evidencia científica. Tartaglione destaca un trabajo de su colega e investigador del CONICET, doctor Enrique Gurfinkel. “Fue pionero en eso de demostrar el vínculo entre la crisis económica y la evolución de los pacientes cardíacos en nuestros hospitales”, dice. Se cotejó la cifra de internaciones por causas cardíacas que hubo de abril de 1999 a diciembre de 2001 con las registradas entre enero de 2003 y septiembre de 2004. Explica Tartaglione que “los pacientes del primer período tuvieron más infartos y hubo más fallecimientos que en la segunda etapa, la diferencia es notable”.

La cardióloga argentina María Inés Sosa Liprandi comparte la teoría del estudio. La especialista comparó la tasa de mortalidad cardiovascular en la Argentina entre 1995 y 2005 con los cambios en las tendencias del producto bruto interno (PBI), como indicador económico de la crisis financiera. Tartaglione destaca que “en esa década, gracias a las medidas de prevención y nuevos tratamientos, el país logró bajar la mortalidad cardiovascular” pero aclara que “esa tendencia cambió cuando el país fue afectado por dos crisis económicas, la del sudeste asiático y la caída de la convertibilidad”. La referencia es a los años 1998 y 2002.

Otros análisis complementarios se realizaron, con idéntica conclusión, en Irlanda del Norte y Grecia, dos de los países más azotados por las recetas de curandero que ofrece el capitalismo con el Fondo Monetario Internacional. El documento de la FCA y la SAC da cuenta de que “las crisis bancarias aumentan hasta tres veces las muertes por enfermedades cardíacas en los hombres de los países de ingresos altos y hasta seis veces en los de ingresos bajos”.

Tartaglione dice que sus colegas y él se enfrentan al “mal de la incertidumbre” que muchos pacientes les refieren. Y alerta sobre el otro lado del problema: las crisis también afectan al sistema público de salud, con presupuestos que se recortan e insumos que empiezan a faltar. “Tal vez el dólar sea una cuestión de mercados, aunque mucho no me parezca”, dice el médico con gesto pícaro. Hay algo que el Estado sí puede hacer frente al desbarajuste económico, sostiene: “Hay que apoyar y fortalecer el hospital público, actuar de manera preventiva, garantizar remedios y vacunas”.

Hoy pasó una semana desde que empecé a desarrollar estas líneas. Y en ese tiempo pasó más: fueron apaleados los trabajadores de Cresta Roja por la Gendarmería, quedaron en la calle 25 empleados de la marroquinería Tres G en La Paternal, hubo 18 desocupados más en la fábrica de piletas IGUI en Navarro, la cadena MUSIMUNDO cerró diez locales y se quitó de encima personal, echaron a 150 obreros de la fábrica de motos MOTOMEL en Zárate y a otros 150 de la fábrica de carrocerías Metalpar, vaciaron el call center de LATAM, confirmaron 33 cesantías en Cargill se llevaron presos a los delegados de Metrovias, se cargaron a 100 colegas un domingo (57 en el Diario de Paraná, de la familia del Ministro de Agricultura Luis Etchevera; el resto en Radio del Plata)…”y el presidente Macri dijo en conferencia de prensa que “hemos mejorado mucho”.