Que la vieja friendo huevos de don Diego Velázquez es una obra maestra, incluso gastronómicamente superior a Las Meninas, es cosa sabida, pero los huevos fritos como te los recomienda El Pejerrey Empedernido tienen la ventaja de que se pueden morfar.

Por qué semejante contradicción o disyuntiva? Ya veremos, pero antes lean lo que sucedió. No lo podía creer. Él, que seguro tiene sus problemillas pero igual lo aprecio, pues acaso quién sólo tiene por amigos a finos equilibristas de la neutralidad, por llamarlos de alguna forma a los engreídos y por lo tanto feos como una sopapa; quien se ufane de semejante sopapismo escribía, miente o es diome mamerto, o mamerta, que los ellos y las ellas tanto pueden serlo, o no. Ducrot, sí, porque fue él quien me sorprendió con una llamada telefónica a horas inauditas, como lo son las del desayuno con café cargado, viendo por la ventana como una calle de Buenos Aires está sólo tan vacía como en tiempos de pandemia podrá estarlo, ni siquiera en domingo de lluvia, y me espetó, qué piensa escribir esta semana para los cosos esos de Socompa. ¡Uy dios, me dije bajito! Le agarró fuerte el ataque de celos y la verdad que lo disfruté porque sé muy bien que no se banca que a mí me publiquen y a él no, pero bueno, se lo conté y le explique: mire, es que estoy medio con el horno lleno de tanto boludismo, es decir se nos va a pasar el arroz otra vez en este ispa si seguimos con ese juego perverso que nació cuando dijimos libertad en nombre de Fernando VII, y consiste en que lo que es no parece y lo que parece no es, ¿la cachó don?…Y ustedes, ¿la cacharon? Espero que sí porque no estoy para literalidades y mucho menos manifiestos, y por eso, para romper el maleficio de tanto tahúr de la política, es que elegí un tema que no admite confusiones ni chamuyos: se sabe o no se sabe y en ridículo quedas como le sucedió a aquél cocinero de la tele, con humos de garqueta, cuando a su cocción la saló con bailes de zarabandas en medio de la sartén calenturienta y el chirri chirri del cloruro de sodio hecho agua casi lo salpica hasta el culo. Y allá vamos, primero lo del título: lo de Las Meninas no, es porque Diego Velázquez eligió otro lienzo para referirse a nuestro tema, y lo de Averroes sí, porque el gran sabio andalusí y del Islam fue uno de los primeros en teorizar al respecto, pues en su Kitab al-kulliyat recomendó freírlos en aceite de oliva; y claro, llegó entonces el momento de develar el misterio porque debo volver al artista español del XVII y contarles que en 1656 dio a conocer su Vieja friendo huevos. Y sí mis casi siempre querido lectores, un huevo frito es la mayor prueba y desafío para la destreza de todo cocinero o individuo en saya o lompas que se precie de tal: no se trata sólo del punto de cocción que será justo cuando la yema nos resulte casi cremosa y la clara una suerte de nieve caliente y sedosa, apenas si de bordes tostados; pues debe ingresar a la sartén engrasada, hay quienes con manteca y hasta con grasa de chancho o vaca, otros con aceite, entre estos últimos este humilde Pejerrey Empedernido, de manera tal que las formas todas no pierdan redondeces, jamás, ni siquiera en un pi, que es letrilla griega y tanto la conocemos porque habla de amores u odios entre longitudes y diámetros. Y así con la misma compostura de ánimo debemos manifestarnos a la hora de retirarlos y darle luz de suertes y de paso al plato, para que ni sus cuerpos en un todo ni sus espíritus sufran injustos menoscabos; que sí, mucho mejor en laminilla de espátula para recién entonces proceder a salarlos, no sea que resucite mi abuelo y los maldiga como pudo haberlo hecho en caso de ver al cocinerito perfumado de hace un rato. Y antes de pasar al hasta la próxima con el ¡salud! Habitual, dos sugerencias de buena intención me permitiré. La primera es sencilla para consumar como pecado de goce eterno: disfrutad de vuestros huevos fritos de pie y directamente desde la sartén…Y en cuanto a la segunda, ésta exige superar algunas dificultades que cada día que pasa en nuestras comarcas porteñas se tornan más y más engorrosas: de muy buen pan se trata, si apenas tostado y caliente mejor, porque un huevo frito sin esa compañía es casi un acto amoroso que se queda con Platón y no llega a los cuerpos. Ahora sí mis amiguetes, con aretes o con bigotes, y enemiguetes también, a descorchar un tinto, que hoy se me antoja Cabernet Franc. Y ¡salud!

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