Desde hace varias décadas se viene inculcando que la salida a todos los problemas es individual. Que todo depende del esfuerzo y los méritos. En medio de la pandemia de Covid-19 este discurso no sólo se recrudece por derecha sino que atenta contra la prevención.

Que se sepa, ningún gobierno fue elegido por haber planteado cómo abordar una peste. Algunos se pusieron las cuarentenas al hombro mientras otros intentaron minimizar o intentar que todo pase como una tormenta pasajera. La presencia de la pandemia cambió ostensiblemente el escenario político mundial. En una economía globalizada nadie está exento de sufrir sus consecuencias. Se puede afirmar que los diferentes posicionamientos no coinciden automáticamente con posturas ideológicas definidas, aunque los más liberales sean más anticuarentena y los más keynesianos promuevan mucho más las medidas de prevención. Lo cierto es que la pandemia modificó cualquier rumbo prefijado.

El pasado sábado 6 de junio el Jefe de Gabinete Santiago Cafiero señaló que “Fortalecimos el sistema de salud en tiempo récord con una Argentina quebrada que dejó Macri. Recordemos que nos habían dejado sin Ministerio de Salud”, afirmó el funcionario, señalando a su vez: “Imaginen lo que hubiera sido esta pandemia con Macri gobernando, una catástrofe”.

Si bien podría considerarse como una afirmación dura que enaltece la “Grieta”, no hay gran misterio en lo que dijo. Por su parte, la oposición macrista no lo dejó pasar y rápidamente devolvió la bola.

Macri “habría confiado más que nunca en la responsabilidad de los argentinos y menos en la imposición estatal”. “Habría advertido los efectos del aislamiento estricto sobre otras patologías de la salud y sobre el empleo y el trabajo de los argentinos, y habría encontrado maneras de encontrar un equilibrio más temprano”, dijeron desde la dirección del Pro.

“Hacé la tuya”

La respuesta opositora no deja de ser original en tanto marca esa tensión entre “la responsabilidad de los argentinos” y “la imposición estatal”.  Planteado de esa forma no deja de marcarse que el gobierno elije un modo autoritario, en tanto privilegia lo segundo. ¿Podría ser de otra forma? ¿Podría dejarse el abordaje de la pandemia supeditado a la iniciativa individual?

El pasado sábado 6 podían verse por la TV diferentes imágenes de los que se convocaron en el Obelisco para protestar. La mayoría no llevaba tapabocas y algunos de los que sí dejaban la nariz afuera. “A mí no tienen porqué decirme lo que tengo qué hacer”, “Es inconstitucional que no me dejen caminar por la calle y no pueda viajar en tren”. Un músico de reggaetón se quejaba de que ahora no pueden hacerse espectáculos. La mayoría no quiere perder plata.

Cuando se sale a hacer las compras es inevitable ver gente que vive transgrediendo las medidas de distanciamiento, el uso del barbijo, el salir en grupo e incluso comercios que no respetan los cuidados.

Para que la cuarentena sea eficaz se necesita de la responsabilidad individual, pero dejar que todo se dirima en el libre albedrío es el principio de su abolición. “Hacé la tuya”, “Sálvese quien pueda”

Desde hace varias décadas nos vienen inculcando que la salida a todos los problemas es individual. Que todo depende del esfuerzo y los méritos que hagamos para ello. Que nadie debe estorbarnos ni poner palos en la rueda.

Las mayorías sociales no fueron educadas para enfrentar una pandemia ni siquiera contar con herramientas simples para ello. Muchas de ellas fueron aprendidas en los últimos meses. Muchos no dimensionan el riesgo y otros se cuidan obsesivamente. Algunos creen que enfermarse es una opción personal.

La ira de Dios

Se dirá que con respecto al Medioevo, los humanos han evolucionado. Se desarrollaron la ciencia, la industria, la tecnología e incluso nuevas formas de contrato social. De todas maneras siguen existiendo pensamientos mágicos y oscuros para resolver problemas cotidianos.

En el filme Det sjunde inseglet  (El séptimo sello) de 1957, es interesante rastrear como Ingmar Bergman presenta las diferentes maneras que tenían los suecos de la Edad Media para contrarrestar la peste negra. Un caballero que regresa de las Cruzadas junto a su escudero se enfrentará a la Muerte en una partida de ajedrez. Ella le dirá que siempre viaja a su lado.

Con imágenes de una peste que azota a los poblados, puede verse como los aldeanos condenan a una bella joven a la hoguera acusándola de haber realizado un pacto con el demonio. No faltan aquellos maleantes que buscan cadáveres para robarles sus pertenencias y luego exhibirlas en el bodegón.

Impresiona de gran forma las imágenes de peregrinos que recorren diferentes territorios infligiéndose castigos para calmar la peste, entendida como la ira de Dios. Se trata sin dudas de imágenes ¿lejanas?.

Cuando se observan hoy determinadas  posturas de cómo enfrentar la inseguridad, planteando linchamientos o haciendo justicia por mano propia, o quemar cárceles en las que hay infectados para que no se propague la peste; sumando la creciente propagación de ideas anticientíficas, amparadas por el sentido común, nos hacen pensar que posiblemente no estemos tan lejos del escenario que pintaba Bergman.

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