Anoche, en ADN, el contagio, no chequeado periodísticamente, de unos cuarenta empleados de una clínica fue utilizado para practicar un sensacionalismo que pudo provocar pánico y atentar contra la salud pública. Hoy el gobierno de la Ciudad confirmó la existencia de casos, pero eso no cambia – por el contrario, potencia – la manera irresponsable con que se cubrió la información. Todo por “la primicia”, hasta “mandar al muere” a un cronista.

El diálogo que se reproduce a continuación es una desgrabación textual del que mantuvieron el conductor de ADN, Tomás Méndez, y un cronista de calle de C5N, de nombre Miguel, instalado con el móvil frente a una clínica de la zona céntrica de la Ciudad de Buenos Aires, donde, según denuncias de dos enfermeras de la clínica -dato que podía ser cierto o no, pero que no fue chequeado por el programa-, había cuarenta infectados por Coronavirus y no se había activado el protocolo sanitario correspondiente.

Tomás Méndez: -¿Te animás a tocar la puerta, Miguel? ¿Te animás a tocar la puerta a ver si alguien puede hablar, algo, a ver si alguien puede dar respuesta, aunque sea de lejos, de lo que está pasando en la clínica, por qué está abierta, qué tipo de paciente hay, si conocen que hay cuarenta personas de esa clínica, de personal, que está infectada con coronavirus, porque pareciera como que no lo supieran?

Miguel (que se hace el boludo y ni se arrima a la puerta): –Sí, sí. La verdad que el comportamiento de la clínica no pareciera que es el comportamiento de una clínica donde está ocurriendo esta situación, con más de cuarenta casos detectados con Covid-19, porque te diría que funciona de manera normal. Los vecinos que pasan por acá, pasan de manera normal. Los profesionales que entran y salen, entran, te diría, como entran en cualquier sanatorio privado.

Hasta aquí el diálogo, que podría utilizarse para dar un seminario entero sobre qué es y cómo se practica el periodismo basura.

Conviene ir por partes. Y tener en cuenta que todo fue por “tener la primicia”.

Primero, la irresponsabilidad de Méndez, que es un atentado no sólo contra la salud del cronista sino que viola todas las recomendaciones sanitarias para prevenir el contagio de la Covid-19: le pide a Miguel que toque la puerta y hable personalmente con alguien que posiblemente esté infectado. ¿Te animás a tocar la puerta, Miguel?

Con buenos reflejos para preservar su pellejo, Miguel le dice que sí pero ni se arrima a la puerta, aunque le sigue el juego al conductor con una descripción de algo que es totalmente normal (… Los vecinos pasan de manera normal, los profesionales entran y salen (…) como en cualquier sanatorio privado).

Segundo, informaron sobre un supuesto que no habían podido comprobar. Nada de lo que se describía – y se mostraba en la pantalla – del movimiento en la clínica era anormal. Todo lo contrario. La anormalidad surgía de los anclajes que tanto el conductor como el cronista hacen con su diálogo, sobre las imágenes, y de los zócalos de la pantalla, donde primaban los verbos en condicional (“No habrían activado el protocolo”) y las afirmaciones no chequeadas (40 trabajadores de una clínica privada tienen coronavirus).

Tercero, frente a un caso de esa gravedad -40 infectados, todos ellos personal de salud, en una clínica del centro de Buenos Aires – la producción del programa no consultó, antes de poner al aire la supuesta noticia – en ese momento no comprobada -, a ninguna autoridad sanitaria, ni de la Ciudad ni de la Nación.

No sacó al aire a ningún funcionario, no dijo si había consultado o no, si habían confirmado o desmentido el caso.

No averiguó, tampoco, si había alguna denuncia registrada. Nada: largó la “noticia” sin haberla chequeado.

Hoy, las autoridades sanitarias de la Ciudad confirmaron la existencia de casos en el personal del Sanatorio de la Providencia, pero no se trata de eso, sino de que Méndez y su equipo de producción no chequearon la información antes de hacerla pública como noticia.

Qué es lo que realmente había anoche, entonces: dos entrevistados cuya pertenencia al personal de la clínica no había sido comprobada, una denuncia que no había sido chequeada y una incitación al cronista a violar las más elementales medidas para evitar un posible contagio.

Había también un posible efecto, que Méndez no podía ignorar: provocar pánico entre la población. Entre eso y “la primicia”, Méndez no dudó.

Lo que hubo fue irresponsabilidad periodística, violación de las más elementales normas del ejercicio del periodismo, amarillismo y sensacionalismo que no midieron sus efectos.

Lo que hubo fue periodismo basura disfrazado de periodismo de investigación.

(Nota final: párrafo aparte merecería el presidente de la Cámara de diputados de La Nación, Sergio Massa, que asistió impertérrito en el estudio todo el espectáculo y no dijo una sola palabra).

Aquí se puede ver la “cobertura periodística” completa:

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