Seguramente Mauro Viale quedará en la memoria de su público como ese conductor de talk shows televisivos que no le temía al escándalo sino que, al contrario, lo promovía y lo aprovechaba. Esa imagen, sin embargo, es apenas bidimensional.

El estilo amarillo y sensacionalista que sabía cultivar y que fue la base de su éxito televisivo suele dejar en segundo plano otros costados de Mauro Viale. que murió ayer, a los 73 años. Su manera de informar sobre la pandemia de Sida en los ’80 y los ’90 y en estos últimos tiempos sobre el Covid fueron importantes aportes a la prevención, que llegó a un sector de la población que no se informaba por otros medios.

Tengo buenos recuerdos de él, a pesar de que la última vez que charlamos se ofendió conmigo.

Lo conocí en los 90, cuando a veces íbamos a comer con Tito Jacobson y otros laburantes de Crónica y Flash a una parrilla que había cerca de la calle Córdoba. Más de una vez vino y se sumó a la mesa.

Era un tipo agradable y que sabía el oficio, periodista de los viejos que supo reciclarse del lugar limitado de relator deportivo, donde empezó su carrera.

Tenía un estilo propio que no me gustaba, pero hacía periodismo – sensacionalista, amarillo, pero periodismo al fin – y no operaba.

Sí, y eso siempre fue evidente, buscaba que sus programas tuvieran éxito – rating – y para lograrlo a veces se pasaba de rosca.

Además, le conocí no pocas actitudes solidarias. Su apoyo – periodístico e incluso económico – a Susana Trimarco en la búsqueda de su hija, Marita Verón, es apenas un ejemplo.

Con la pandemia del SIDA – a fines de los ’80 y principios de los ’90 – mientras otros hablaban de “peste rosa” o estigmatizaban a las víctimas, él trabajó con seriedad, sin confundir, informando con precisión. Y lo mismo hizo ahora con el Covid, la enfermedad que le causó la muerte.

En mi caso particular, cuando en 2010 publiqué la investigación por la apropiación de Papel Prensa – primero en Miradas al Sur y después en el libro Silencio por Sangre – fue uno de los pocos colegas que, fuera de los medios oficialistas de la época, me dio espacio en su programa de radio por más que yo le pegara fuerte a Clarín y La Nación.

Se enojó cuando no quise ir al programa de televisión que tenía en esa época. Me negué a sus productores dos o tres veces, con diferentes excusas, hasta que me llamó él.

-¿Por qué no venís, me estás esquivando? – me preguntó.

Le contesté la verdad:

-¿Sabés qué pasa? Soy periodista gráfico, no me sé manejar en programas como el tuyo donde grita todo el mundo y nadie puede hablar.

Se enojó mucho. No me volvió a llamar.

Me duele su muerte.

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