Las manifestaciones, los resultados de las elecciones para la Asamblea Constituyente, la irrupción de nuevos actores en la escena política dan a pensar que en Chile se abre un camino que va en contra de la derechización que se vive en gran parte del planeta. Un pinochetismo que duró más de la cuenta.

Chile no es un lugar cualquiera. Para quienquiera que haya vivido los acontecimientos de los movimientos sociales de los años 60s y 70s Chile significa el lugar en el cual la contrarrevolución global comenzó el 11 de septiembre de 1973.

Un golpe de Estado guiado por un general fascista de nombre Augusto Pinochet derriba con la fuerza de las armas al gobierno socialista de la Unidad Popular, asesina al presidente Salvador Allende, y masacra a treinta mil personas en el curso de los años siguientes al golpe. La intelectualidad chilena fue forzada al exilio por decenios.

Pero Pinochet no estaba solo: el criminal nazista fue apoyado y protegido por el presidente Nixon y el secretario de Estado Henry Kissinger, y las medidas económicas impuestas por el dictador se convirtieron en el laboratorio del neoliberalismo. Quien crea que el capitalismo liberal y el nazismo son dos cosas distintas no ha entendido lo que significó el golpe de Estado de Pinochet a nivel global: la ruptura violenta de la democracia social y la inauguración de un agresivo sistema de privatización, de reducción de salarios y de devastación sistemática del planeta.

Nos cuentan todavía la fábula de un conflicto entre democracia liberal y nacionalismo agresivo. En realidad, se trata de dos modelos complementarios y los regímenes fascistoides aplican políticas ultraliberales. La primera cosa que hizo Trump apenas llegó a la presidencia fue precisamente una reforma de impuestos que significó enormes recursos para las grandes agencias financieras privadas.

Chile es un país cultural y tecnológicamente avanzado.

En los años de Allende inició el ensayo de Cybersin, un sistema de redes electrónicas que tenía las características conceptuales de aquello que después sería llamado Internet.

También Cybersin fue destrozado por la furia liberal-fascista.

En 1980, después de haber eliminado cada resistencia con la cárcel, la tortura y el exilio, Pinochet implementó la Constitución que permaneció en vigor hasta finales del pasado año. Una Constitución centrada en el primado absoluto de lo privado y la anulación de los derechos laborales.

Al final del decenio del 80´, el denominado retorno a la democracia permitió a los chilenos elegir sus representantes, pero no cambiar las reglas privatizadoras sancionadas por la Constitución.

Hasta que, el 18 de octubre del 2019, en las estaciones del Metro de Santiago, con una protesta estudiantil en contra del aumento de los precios del transporte, se inició una revuelta que se extendió por meses en todas las ciudades del país.

Una revuelta de radicalidad extrema que involucró a millones y millones de personas en una serie de impresionantes movilizaciones de masa que desembocaron en la demanda de una nueva Constitución.

El 25 de octubre del 2020 se realizó el referéndum que sancionó por una grandísima mayoría la cancelación de la Constitución liberal-fascista.

El Covid19 golpeó con violencia la vida colectiva, pero los chilenos no han dejado de perseguir el proyecto de una transformación radical.

El 15 y 16 de mayo del 2021 se celebraron las elecciones de la asamblea constituyente.

Votó el 42.5% del electorado (6.108.676 personas). Los electos son 77 mujeres y 78 hombres cuya edad media es de 42 años.

37 electos son de Chile Vamos, una formación de extrema derecha.

25 de una lista de centro que se llama Apruebo.

Los otros constituyentes, correspondientes al 70% pertenecen a la lista Apruebo Dignidad, Frente Amplio y Partido Comunista, y a la Lista del Pueblo.

Estas formaciones son declaradamente favorables a una constitución fundada en los derechos sociales y abocada a la redistribución del ingreso dentro de una perspectiva igualitaria. Entre estas formaciones la Lista del Pueblo (27 escaños) es aquella que representa las instancias más radicales de tipo indigenista ecologista igualitario, y es aquella por la cual han votado en su mayoría movimientos sociales. Aquí la fuente (https://2021.decidechile.cl/#/ev/2021)

Contemporáneamente se celebraron las elecciones para la comuna de Santiago: la alcaldesa es una treintañera del Partido Comunista.

El programa en el que se inspiran estas fuerzas es: garantías de los derechos sociales y laborales, reconocimiento de la autonomía de la población indígena, una educación pública de calidad (los colegios privatizados han sido uno de los temas en los que los movimientos se han repetidamente movilizado en los últimos decenios). Tal vez alguien recuerda la prolongada revuelta estudiantil del 2011.

No es necesario decir que el proceso constituyente chileno es un evento del todo en contratendencia. Es sorprendente el silencio absoluto de la prensa y la opinión pública europea (si se admite que esta exista, aunque me parece que no).

Naturalmente debemos esperar la reacción del sistema financiero global y la  de la casta militar que no ha sido reformada desde los fines del pinochetismo.

Pero precisamente por esto es necesario hacer todo lo que podamos para que la información sobre Chile comience a circular, y es necesario también comprender que el proceso constituyente nos concierne a todos, porque es la última ventana abierta en el mundo antes de que la oscuridad se vuelva completa.

Desde la primera semana de julio comienza el trabajo de la Asamblea Constituyente: se trata de reescribir la carta sobre bases igualitarias, antiautoritarias, de transformar a Chile en un país-cultural, feminista, radicalmente ecologista.

Hace algún tiempo me ejercito en pensar con dos cerebros.

El cerebro del probable ve el dominio de las corporaciones globales resquebrajar definitivamente en todas partes la sociedad. Ve el fascismo difundirse por Europa: los generales franceses amenazan con la guerra civil. El nacionalismo madrileño y el catalán especularmente se preparan para el enfrentamiento. En Italia el hombre de Goldman Sachs extiende la alfombra roja sobre la que avanzan el partido racista de Salvini y el partido fascista de Meloni.

De Ucrania a Bielorrusia, de Palestina a Irán, la guerra se perfila en las fronteras de Europa.

El genocidio continúa en el cementerio mediterráneo.

Las catástrofes ecológicas se subsiguen al ritmo cotidiano.

Buques cargados de sustancias toxicas en llamas en el Golfo Pérsico y en el Océano Índico.

No hay un fulgor de esperanza en el panorama del cerebro probable.

Sin embargo, el cerebro de lo posible mira la revuelta chilena, mira el proceso constituyente, y no deja de mirar lo inimaginable como posible.

Es tiempo de imaginar lo inimaginable.

Traducción: Luca De Vittorio

Fuente: Lobo suelto