Fue la figura que apareció en las presentaciones de Sinceramente junto a Cristina, armó un libro junto al Indio Solari, ha escrito unas cuantas novelas y ahora le llegó el momento de dirigir Radio Provincia. Marcelo Figueras habla de sus proyectos para la radio, de su relación con CFK y el Indio Solari y de su trabajo junto a Horacio Verbitsky en El Cohete a la luna.  (Foto de apertura Pablo José Rey).

Apareció allá a principios de los ’90 con una novela, El muchacho peronista. Desde entonces ha recorrido diversos caminos dentro del periodismo y de la literatura. Fue la voz que presentó y preguntó a Cristina por las peripecias contenidas en su libro, y el biógrafo del Indio Solari. Ahora le llegó el momento de pensar y poner en marcha una radio diferente para los bonaereses.

-Es la primera vez que tenés un cargo de dirección en una radio, ¿cómo te sentís en esta función? ¿Cuál dirías que es tu singularidad, lo que le vas a aportar a la radio y por qué te interpela este medio?

Recién ahora empiezo a sentirme relativamente satisfecho, desde que la programación nueva salió al aire y los sueños empezaron a moverse y sonar con vida propia. Me enciende el entusiasmo de les comunicadores que asumen que tienen una gran oportunidad en sus manos. Desde les más jóvenes hasta aquellos como Gabriel Schultz, que hace radio desde hace 30 años pero nunca había conducido un programa. Desde los que ya formaban parte del staff de la radio a los que se sumaron ahora a la aventura. Y esos entusiasmos se articulan en algo que resulta más que la suma de sus partes: una comunidad con un sueño en común, la de levantar una radio pública con mucha historia pero que había sido criminalmente descuidada, y ponerla al servicio de 17 millones de bonaerenses. La idea es, por un lado, proporcionarles toda la información que necesitan para que la realidad —porque nuestra realidad es particularmente brava— no los arrolle; estar atentos a sus necesidades, servir de canal para sus voces; y al mismo tiempo sorprenderlos con otras voces que no forman parte del menú convencional, que los inspiren a considerar otros puntos de vista. Por eso me gusta contar con Claudia Vásquez Haro, que tematiza la diversidad sexual; con las fenomenales músicas argentinas que vertebran La la las; y con alguien como el poeta y cineasta César González, que es capaz de hablar de Godard y de Walter Benjamin sin dejarte olvidar que los mira desde la villa donde nació y vive.

Creo que en estos tiempos la radio —algo que la cuarentena no ha hecho más que realzar—, es el medio más popular y necesario. Porque la TV es más fría y divide, se presta más a la indignación fácil y el griterío sin sustento; mientras que la radio crea comunidad porque ayuda a pensar en común, es argamasa. El público busca con más ansiedad que nunca a comunicadores que transmitan la autoridad del que conoce a fondo su materia y, a la vez, se permitan vibrar con lo que pasa. Eso me gustaría propiciar desde Radio Provincia: el encuentro de los bonaerenses con una camada nueva de periodistes que les ayuden a sentir que están asistiendo a la Historia en directo.

-¿Cómo fue pasar de trabajar en El destape, donde estuviste hasta diciembre, a RP?

-Todo un cambio, un salto de fe. Pero fue uno que no dudé en dar. Si gente como Axel, como Cristina, como Máximo, piensa que puedo aportar aunque más no sea un puchito a la tarea común de desenterrar a la Argentina de la catacumba a la que la mandaron, ¿cómo podía quedarme en casa? Lo que me mueve es, primero, el deseo de no decepcionar esa confianza; y en segundo término, la responsabilidad de sumar un color nuevo al panorama más bien gris de los medios de este país.

-En la página web de RP se habla de que el medio radial atraviesa un cambio profundo de un paradigma de consumo a otro. Los jóvenes no escuchan de manera tradicional sino de un modo diferente. Lo que quieren, cuando y como lo desean, siguiendo el modelo Netflix y Spotify. ¿Qué están haciendo y que te proponés hacer para que RP se inscriba en esta línea?

-La tendencia de los más jóvenes a usar el formato llamado podcast —un audio de longitud variable, que puede durar 10 minutos o una hora y media, en el cual se aborda un tema específico— sugiere que por un lado buscan contenidos que puedan escuchar cuando quieran y como quieran, pero al mismo tiempo que están buscando a alguien que sepa de lo que habla en profundidad. No olvidemos que las nuevas generaciones ya no se informan a través de revistas, como lo hacíamos nosotros: buscan lo que quieren saber en tutoriales de YouTube y en podcasts que les ofrecen las plataformas de contenidos que frecuentan. La modalidad de los contenidos que podés manejar a tu antojo también se aplica a la música, a través de plataformas como Spotify. Sin embargo, a pesar de que ya no escuchan radio como sus mayores —más bien usan sus celulares y computadoras—, el medio les ofrece lo mejor de los mundos en los cuales les gusta bucear. Por un lado, están las voces de gente piola, que sabe pero que no es almidonada, que los guía en medio del espeso bosque de la realidad y que incluso, si quieren ahondar aún más, los conduce a los podcasts que también producimos y están disponibles en nuestras páginas y en las aplicaciones más populares. Y por el otro lado, les ofrecemos las mejores músicas nuevas, que escapan a la rígida lógica de los algoritmos. Los contenidos más codiciados y disfrutables, sazonados con la mejor compañía: eso aspira a ofrecer nuestra radio.

-¿Por qué te interesa particularmente la audiencia juvenil?

-El abandono del que fue objeto Radio Provincia durante los últimos años hizo que perdiese a la mayor parte de la audiencia que supo tener. Sólo nos quedaban aquellos que venían escuchándola desde hace décadas, casi como una tradición. Cristina misma me dijo que era la radio que su madre había escuchado siempre. Hace un rato alguien me recordaba que entre 2016 y 2019 el aire de las tardes se dedicaba a tarotistas y el poco público que quedaba llamaba al 0800 para que le tirasen las cartas. Ante esa realidad, no había muchas dudas respecto del camino a tomar. No se trata de apelar sólo a una audiencia juvenil, no queremos ser Radio Disney. Lo que sí queremos es sembrar las semillas de una comunidad de oyentes nueva, que no estaba ahí. Y como pretendemos que esos oyentes lleguen a la radio para quedarse durante muchos años, tratamos de involucrarnos en sus vidas desde temprano, ya se trate de estudiantes, nuevos laburantes o noveles fundadores de familias.

No es buscar jóvenes porque sí, es generar la comunidad de oyentes que incorpore la Radio a sus vidas y suscriba con nosotros un pacto de compañía a largo plazo.

 -Te planteás ofrecer la más cotizada de las commodities: información necesaria, precisa y completa. ¿Con qué recursos humanos y técnicos te proponés alcanzar este objetivo?

-Con los recursos técnicos, venimos corriendo de muy atrás. El abandono de los últimos años dejó nuestras transmisiones pendiendo de un hilo. ¡He trabajado en radios cooperativas que estaban en mejores condiciones! Pero, por suerte, la tecnología digital democratizó ciertas herramientas. Y los recursos humanos con los que se cuenta son muchos y acumulan la energía que no pudieron usar desde 2016. Hicimos algunas cosas elementales para que la transmisión no corriese los peligros que corría y le proporcionamos a nuestra gente condiciones de trabajo igualmente elementales, pero de las que no disponía. (Los movileros no tenían celulares, por ejemplo. A pesar de que se trata de una radio pública, el servicio informativo no contaba con la cablera de Télam. ¡Y los funcionarios de la administración anterior nunca les respondían los llamados!) Con estas correcciones, el empuje de les laburantes y la difusión de nuestros contenidos por las redes —algo que hasta este año era prácticamente inexistente, más allá de la iniciativa personal de algunes laburantes—, creo que vamos a creer ruido del bueno.

-¿Cómo fuiste armando la programación? ¿Cómo contarías sintéticamente cuál es el tipo de programación de la AM y de la FM?

-La AM tiene un perfil informativo pero fresco durante la mañana. A la tarde baja un cambio y con Gabriel Schultz y Vale Weise se relaja a la hora de la vuelta. A partir de las 20 suenan voces nuevas, con perspectivas diferentes. Y a las 22 nos permitimos soñar con Ayelén Oliva y Enzo Maqueira en Narraciones extraordinarias. La FM no pierde nunca el hilo informativo pero tiene un énfasis más musical,más cultural. Y lo que suena todo el tiempo es una música que te revela algo que casi nadie percibe escuchando otras radios: que lo que se está produciendo en estos días en la Argentina es maravilloso en su profundidad y diversidad, tan bueno como lo fue durante las mejores décadas de nuestra música popular.

 -¿En qué se diferencian una radio pública de una privada?

Una radio pública no tiene que “vender” nada, sólo se debe a les oyentes de su territorio. Por eso en primer término tiene la obligación de informarlos bien, para que sepan a qué atenerse en su vida cotidiana. En segundo lugar, tiene la responsabilidad de ser un canal para sus voces, el medio por definición para expresar sus preocupaciones y deseos. Y, en tercer lugar, debe difundir preferencialmente su producción cultural, política y social. Por eso tiene que sonar distinta al resto de las radios, porque no responde a las necesidades del mercado ni piensa en sus oyentes como consumidores. Una radio pública ensaya y propone un diálogo con sus ciudadanes.

 –Además de tus notas en El cohete a la luna, ¿qué estás escribiendo? ¿Hay algún libro nuevo en camino?

-Acabo de terminar una novela nueva. Mi primera incursión en el género del terror, una mezcla de homenaje a Stephen King y de permiso que me tomé para jugar al juego que tan bien le sale. Se llama Todos los demonios están aquí, tiene que ver con el descubrimiento de una sucursal física del Infierno acá nomás, muy cerquita nuestro, y transcurre durante los meses que concluyen en el estallido de 2001. La idea era que saliese en octubre, pero veremos qué nos depara la pandemia.

 -¿Cómo está el Indio Solari? ¿Cómo es tu relación con él?

El Indio está razonablemente bien, siempre activo. No le ha cambiado mucho la cosa, porque ya vivía produciendo y creando de lunes a lunes antes del coronavirus. La única diferencia es que les amigues no le visitamos para cuidarlo. O sea que lo extraño. Durante los años de producción del libro nos veíamos hasta dos veces por semana, y después seguí viéndolo de todos modos al menos una vez cada siete días. Para mí es una necesidad, porque aún en las semanas más grises me hace reír como si la vida fuese siempre una fiesta. Y esas horitas en Parque Leloir lo reconfiguran todo: charla interesante y muchas risas —es de las personas más divertidas que conozco—, regadas con algún licor de los buenos.

 -¿Hicieron música juntos? ¿Se te dio por componer?

Puse voces en un par de canciones de su último disco, El ruiseñor, el amor y la muerte. De tanto en tanto improvisa en la guitarra y me tira el micrófono. Pero admito que nunca dejó de intimidarme musicalmente. ¡Es el Indio Solari! Yo tuve un par de banditas hace siglos y después colgué la guitarra, pero en los últimos tiempos larescaté del ropero. Cantar se me hace una necesidad física. El día que la realidad me deje respirar, no descarto armar una velada para hacer música con amigues.

 -¿Podés contarnos algo del backstage de las giras con CFK? ¿Cómo fue que llegaste a desempeñar el rol de partenaire en las presentaciones del libro? ¿Te comunicás actualmente? ¿Fue sólo una relación profesional y política o se hicieron amigos?

-Cuando ella presentó el libro en la Feria, escribí una nota en El Cohete A La Luna que sé que le gustó. Venían pensando en la gira de presentaciones de Sinceramente y, cuando Máximo le sugirió mi nombre, imagino que le cerró. La idea original era cambiar de presentadores en cada nueva ocasión, pero el debut salió bien y supongo que se impuso la máxima futbolística: equipo ganador no se toca. Nos juntábamos para preparar cada presentación, la idea era que cada uno realzase algún tramo distinto del libro y a la vez comentase la realidad que se iba dando en esos días. Y seguimos en contacto, aunque no me da de molestarla a no ser que me parezca imprescindible. Es la vicepresidenta. ¡Es Cristina! No sé cuánto tiempo me llevó relajarme ante el Indio y dejar de verme desde afuera mientras me decía, sin terminar de creerlo: Estoy con el Indio Solari, que me está contando su vida… Con Cristina no llegué a ese punto, y no sé si llegaré algún día. Sigo en la fase de decirme todo el tiempo: Estoy charlando con el personaje histórico más relevante del siglo XXI en la Argentina…

 -En la previa de conocerla, ¿cómo te sentías? ¿Estabas nervioso, ansioso?

En la previa del primer encuentro en el Instituto Patria, nervioso. Pero cuando llegó la primera presentación, sentí una tranquilidad pasmosa. Tuve la extraña sensación de estarme viendo desde el futuro, con la certeza de que todo iba a estar bien. Una suerte de déjà vu, pero al revés.

-¿Qué sentiste al provocarle un alto nivel de emocióna con tus preguntas? ¿Por ejemplo, cuando en La Plata  llegó a llorar hablando de las difíciles circunstancias de su hija Florencia?

-Alguna gente se enojó: ¡La hiciste llorar!, me reclamaban. Pero por supuesto, yo no iba a tocar temas tan sensibles de su vida personal sin habérselo consultado antes. Cuando se emocionó durante la presentación, ella fue la primera sorprendida. Pensé que iba a poder manejarlo, me dijo. Pero no pudo. Esos segundos durante los que me hacía señas pidiéndome terminarla ahí fueron eternos. Y lo que me salió fue lo mismo que le habría salido a cualquier ser humano con sangre en las venas: abrazar a quien se había conmovido de ese modo delante tuyo.

 -¿Cómo es tu relación con Horacio Verbitsky? ¿Qué comparten? ¿Cómo surgió que participaras de El cohete a la luna? Ustedes se conocen desde la época en que dirigiste Caín.

-Pasé décadas soñando con trabajar con él, pero nunca se había dado. Hubo un intento frustrado durante los ’80. Era lógico. En aquella época no podíamos practicar periodismos más diferentes. Pero nunca dejé de admirarlo, porque nunca dejó de ser el mejor periodista de este país: El puto amo, como le dice Graciana Peñafort.

Seguimos en contacto siempre, incluso cuando yo vivía en Barcelona y me invitó a escribir una columna en el marco de sus notas dominicales en Página. Y a mi vuelta, cuando encaré mi novela con Walsh como protagonista —El negro corazón del crimen— charlamos largamente sobre Rodolfo, con el cual él había trabajado cuando era joven. Un diciembre me llama, me refiere las circunstancias de su desvinculación intempestiva de Página y su intención de sacar un medio nuevo. Le dije que contase conmigo para lo que le hiciese falta. Escribí una columnita para el primer Cohete A La Luna. Al día siguiente me convocó a su oficina en Tribunales y me sorprendió. Quiero que edites El Cohete conmigo, me dijo. Le dije que sí de una, obvio. Incluso le dije que sabía manejar el sistema WordPress, aunque no tenía la más puta idea. Lo aprendí en tiempo récord. ¡No me iba a perder esa oportunidad ni loco, después de tantos años! Creo que compartimos una visión del país, la melomanía, el amor por el oficio y la obsesividad como método de trabajo. Somos dos hinchapelotas. ¡Y además, ahora somos los dos abuelos!

 -Sos flamante abuelo de Arthur, ¿cómo es vivir este nuevo rol que estás estrenando a 11 mil kilómetros de distancia? Le dedicaste una nota en El cohete.

-Es raro ser abuelo de alguien a quien todavía no pudiste conocer. Así que vengo saciando la necesidad a base de fotos y videos. Escribir sobre Arthur era una forma de dedicarle el tiempo que no puedo dedicarle de otra manera, mientras él siga en Irlanda y yo acá.

-¿Cuándo fantaseás que podrás estar en Irlanda, tirado sobre el césped jugando con el niño? ¿Qué te imaginás que van a hacer juntos?

Me gustaría hacerlo lo antes posible. Nada me divierte más que jugar con niñes, ponerme a su altura y volver a mirar la existencia pegadito al piso. Cuando era joven, mis amigos mayores se quejaban porque me iba a jugar con sus críos y los dejaba exaltados, a mil, no los podían bajar con nada. Con mis hijes fui igual. Ahora me gustaría volver a intentarlo, cuando la cuarentena lo permita. Encima Arthur vive en plena campiña irlandesa, en un paisaje digno de John Ford. Un lugar ideal para tirarse encima del césped, mirar el cielo y sentir que navegás por el espacio infinito.

 -Decías en una nota que la invención del bebop dentro del universo del jazz fue un delirio. ¿Cuáles son los delirios o utopías personales que tenés pendientes?

-Como somos mansos y disfrutamos de la vida, nos distrajimos lo suficiente para permitir que los peores de nosotros —los resentidos, los jodidos, los que no disfrutan de nada ni dejan disfrutar a nadie— se hagan cargo del cortijo. Pero lo han fundido sistemáticamente, y por ende no se les puede confiar ni la más mínima responsabilidad. Que hayan juntado guita que no podrían gastar ni aunque tuviesen veinte vidas mientras a tantos les falta lo esencial es un escándalo, un desequilibrio que no podemos volver a permitir. Por eso tenemos que ser un poco más generosos con nuestro tiempo, poner el cuerpo y corregir este despropósito. Por esos albures de la vida, el mundo —la naturaleza— nos dio el empujón que nos hacía falta para que nos animásemos a reclamar justicia, a perseguir una sociedad donde otras cosas. importen más que la guita y el poder. Eso es lo que me gustaría ver: que le arrancamos a la realidad un la oportunidad que nos presentó la Historia y  ya no permitir a los hijos de puta subirse a lo más alto del podio.

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