Pertenece a una nueva generación de sindicalistas en un sector hoy muy sensible como el Estado, la gran bestia negra del macrismo. Desde ese lugar plantea que la lucha no debe cesar y  que es imprescindible un frente opositor liderado por Cristina con vistas al 2019.

Apenas pusieron el culo en la silla y ya tuvieron que salir a pelear. La lista Verde y Blanca  ganó las elecciones de ATE Capital unos días antes del cambio de gobierno, a fines de 2015. Ante su inesperada victoria, algunos medios los definieron como “una lista conformada mayoritariamente por jóvenes kirchneristas”. La sorpresa sacudió también al hasta entonces oficialismo que se presentó  dividido en dos listas que respondían a Pablo Miceli y a Vìctor De Genaro, quienes habían roto alianzas recientemente.

Al frente de esa lista –que en rigor nucleaba a las agrupaciones La Verde de Germán, el frente de Trabajadores Estatales Lista Azul y a varias juntas internas independientes–estaba Daniel “el Tano” Catalano, quien cobró desde entonces un inusual protagonismo por su  pelea contra el proyecto de Cambiemos.

“Irrumpimos –confirma ahora Catalano–. Somos una generación extremadamente  politizada que piensa que la política y el sindicalismo van de la mano y que son una herramienta de transformación de la  que uno se puede apropiar”.  Si bien hay varios integrantes de esa lista que son dirigentes con mucha experiencia (quizás el más reconocido sea el “Nono” Frondizi, histórico dirigente de ATE Capital e integrante de una de las familias más notables de la política argentina) el promedio de edad de los integrantes de la Verde y Blanca ronda los 40 años. Catalano tiene 43, y desde los 16 años trabaja en el Estado. “En agosto del ’93 entré a laburar en la Secretaría Nacional de Niñez que se llamaba ese momento  Consejo Nacional del Menor y la Familia.  Pero desde dos años atrás trabajaba como voluntario con chicos en situación de calle en Plaza Once, pagando mis viáticos y haciendo la experiencia hasta que pude entrar. Cuando hubo becas, porque en ese momento no había relación laboral, tomaron a los voluntarios. No entré por concurso ni por amigos, entré por mérito”, dice.

Es decir que entraste en pleno menemismo. Es ya un clásico comparar esta etapa con aquella, por lo de las políticas de achique del Estado. Vos ¿qué paralelismo hacés?

–Hay similitudes,  pero fue distinto. La reforma del Estado del menemismo vino acompañada del  retiro voluntario. Nuestra militancia estaba puesta en esa época en convencer a los trabajadores de que no se fueran. Que no agarraran la plata.  No se nos escuchó, se fueron de a miles, se pusieron un kiosco o un remis y a los tres meses estaban todos buscando laburo.  La relación con el gobierno menemista fue muy agresiva. Tratábamos con funcionarios que venían armados.  Que ponían el arma arriba de la mesa. Menem hizo dulce de leche con todas las empresas del Estado con aval popular, porque había cierto hartazgo con el mal funcionamiento del Estado. La diferencia es que hoy ese Estado no es inoperante. Muestra un dinamismo y una inserción social muy grande. Resolvía problemas de la gente, tenía una presencia territorial importante y en crecimiento. La gente se olvida, pero antes, para jubilarte tenías que conocer a un diputado. Primero tenías que tener todos los años de aporte. Pero además pagarle una fortuna a un abogado. El kirchnerismo hizo que no pierdas un centavo porque hizo de la jubilación un derecho.  Yo soy de González Catán, tardé tres años en tener DNI. Porque ibas, te daban un papelito tenias que ir doscientas veces a las cuatro de la mañana con doscientos papelitos. Y el documento no venía. De ese Estado estaba cansada la gente en los 90. Pero el acceso a la identidad lo resolvió un gobierno kirchnerista que invirtió mucha plata para que cada uno pueda tener DNI y partida de nacimiento sin tener que coimear a nadie ¿En serio se olvidaron de que antes del kirchnerismo no era así?  Te rompe un poco las bolas, porque no hace tanto tiempo ¿Por qué a este Gobierno le molesta que haya tantas universidades, que los negros estudiemos carreras universitarias? Cuando Cambiemos cuestiona al Estado, cuestiona a ese Estado. El Estado que no hacía negocios con los problemas de la gente. No estamos discutiendo el Estado que tardaba 20 años en ponerte  teléfono, el estado de la empleada de Gasalla. Están cuestionando al Estado que invirtió como nunca en Escuela Pública, en Salud Publica. Que generó seis millones de puestos de laburo con una industrialización, de una manera especial, pero industrialización al fin. Desde esta perspectiva, no hay punto de comparación entre el menemismo y esto. Hoy se está haciendo mierda un Estado que era eficiente.

-¿Tanta es la diferencia?

-Hay, claro, algunas similitudes: Yo en los 90 militaba en una ONG porque entendía que ese era el único lugar para  hacer cosas por los demás, porque el Estado se retiraba. Ahora la gente vuelve a pensar que el lugar para ayudar es una Fundación. Pero hace poco estaba el Estado haciendo eso. Mucho mejor, porque lo que hacía era política pública. Eran derechos, no la acción de uno que te concede una ayuda. Y otra similitud son los protagonistas. Peleamos con los mismos. Son los mismos tipos. Estamos peleando con los mismos actores o sus hijos o sus nietos. La misma raza del ‘76 que tiene un nuevo proyecto para la función pública.

-En estos momentos, ustedes están tomando Ministerios y Secretarías ante la nueva ola de despidos. ¿No dialoga el gobierno que venía a dialogar?

–Hay diálogo, lo que pasa es que no nos gusta lo que dicen –Catalano no se ríe, pero hace una pausa para permitir que el interlocutor si lo haga– Se hace difícil con un gobierno que dice estar abierto al diálogo pero no está dispuesto a revisar sus posiciones. Te encontrás con funcionarios jóvenes, descontracturados, divinos, que están dispuestos a escuchar, pero llega un momento que dicen esto es una orden de Macri, no hay revisión. Si no hay revisión hay conflicto, ¿qué vas a hacer?

–Lo que vienen diciendo es que hay que reducir el gasto pero no se reduce.

–Porque lo que sí parece que está permitido es que entre gente blanca al Estado –Otra pausa, otra vez no se ríe– Hubo un primer período de persecución ideológica y de color. Y ahora que ya tienen la raza pura vienen por el resto. No van a echar a los veinte mil que ellos hicieron ingresar en dos años  al Estado. Que son blanquitos. Van a echar a otros veinte mil.

–¿Veinte mil son los que entraron al Estado con el macrismo?

–Veintiún mil, más o menos. Son las estadísticas de ellos, no las nuestras. En el ministerio de Modernización está todo. Despidieron a 23 mil e incorporaron 21 mil y ahora tienen que echar 20 mil mas. Por eso, hoy los blancos están conduciendo. Son todos ellos, están los Quintana, los Bullrich, todas las familias patricias con sus amigos. Y nosotros no lo decimos en forma despectiva: hay clubes de rugby enteros trabajando en el Estado, clubes de hockey enteros. No tengo nada en contra del rugby, es un deporte que me encanta, gente divina. Pero fue una limpieza étnica lo que hicieron para poder meter a sus amigos. Ahora dicen que tienen que echar 20 mil mas. Porque las cuentas no le cierran. Es mentira que las cuentas le van a cerrar si echan 20 mil. No es un problema de cantidad de trabajadores públicos.

–Sino de…?

–De recaudación. No recaudan. Importamos más de lo que exportamos, hay un rojo tremendo. ¡No lo explican! No les cobramos a las mineras, no le cobramos al campo, se reduce el consumo, entonces ¿alguien puede creer que con menos trabajadores van a cubrir el déficit? ¡Ni en pedo! Porque además echaron gente que cobra 14 mil pesos. La reducción que hacen es falsa. Tienen una idea de un Estado mínimo, pero todas las funciones del Estado que no cumple el Estado hay que pagarlas. Echan laburantes pero después tercerizan esa tarea y contratan a su propia empresa. El ajuste es ideológico, no económico.

–¿Modificaron algo en el escenario las movilizaciones y la represión de diciembre?

– Creo que lo que marcan estas tres movilizaciones tiene que ver con la determinación de una parte de la sociedad a salir con mucha claridad y firmeza ante la vulneración de sus derechos. Demostró que el miedo no penetra como pensaba el gobierno. A pesar de que venimos de una desaparición seguida de muerte y un asesinato y presos políticos.  Vi una gesta histórica en la que hubo diputados que salieron a la calle a defender al pueblo, algo que nunca en la vida había visto. Y lo otro que apareció es una articulación espontánea en la calle. En la masividad para sostener la calle. Se acentúa la masividad como la herramienta de transformación, no la violencia. La masividad es el lugar en el que el pueblo está cómodo para reclamar lo suyo. Y esta posibilidad existe y es un recurso que se puede utilizar cuando el pueblo siente vulnerados sus derechos.

–Leí mucho en las redes sociales que ATE Capital se retiró y volvió a entrar tres veces en la Plaza.

–Lo que planteamos es que no se podía abandonarla calle. Y para sostener la calle hay que tener mucho orden interno. Porque si te desordenás, frente a tres balazos la gente corre. Nuestra columna no podía correr, había que caminar, siempre con un lugar en el cual concentrar, teníamos postas sanitarias. Hubo un grupo que cumplía la función de sostener la represión  para que pudiera haber un repliegue. Hubo un grupo que organizaba el repliegue y la reconcentración para volver a la plaza. Había un esquema de calle que funcionó. Nosotros vimos organizaciones que no entraron nunca a la plaza y que se mantuvieron a cinco cuadras. No las cuestionamos. Para nosotros, hubo una decisión política que se tomó en un Plenario con más de trescientos delegados el día anterior. Ahí se votó no perder la plaza. Por eso los delegados sabían qué hacer. Cuando nos juntábamos,  pasábamos con un megáfono “Compañeros, entendemos los que no quieran volver, nosotros volvemos a entrar a la plaza” y la gente se ponía el pañuelo y adelante. Vamos de nuevo. Eso habla del nivel de conciencia de los trabajadores, que es consecuencia de que están informados de la discusión que se dio. Saben que hay riesgo y lo asumen.

–¿Qué me decís de los infiltrados? Yo vi mucho infiltrado, pero también vi mucho hartazgo, mucho pibe que hace mucho más de dos años que viene siendo hostigado por la policía y se la quería cobrar.

–Yo creo que muchas organizaciones prefirieron explicar la violencia como efecto de los infiltrados para no explicar lo que pasó en la calle. Por el nivel de persecución jurídica que hay sobre la protesta social. Es mucho más fácil decir “los infiltrados tiraron piedras” que decir “nuestros delegados están hinchados las pelotas y se defendieron de la policía”. Lo que hubo fue un arco represivo y nosotros tratamos de sostener la calle a como dio lugar. Entonces nuestras herramientas eran los limones. Las camionetas tenían limón, tenían agua y leche. Teníamos las postas sanitarias. Es un error ir con palos a las marchas, la policía te caga a palazos, te caga a tiros, ¿para  qué querés palos? No los sabés usar, viene la policía y te pegás vos con el palo. Nuestros compañeros se criaron en la ciudad de Buenos Aires, nunca mataron una paloma, ¿qué van a hacer con palos? Lo único que te da garantía es la masividad.

–¿Que creès que pasa en la CGT? ¿Por qué vacilan tanto en enfrentar una reforma que los perjudica mucho de cara a sus bases?

–Es un sector del sindicalismo que dialogó históricamente con todos los gobiernos. Quizás lo que hay es una coincidencia en el plano ideológico. Está claro que la condición de trabajador no te convierte en revolucionario. Podés ser trabajador y neoliberal. Y podés ser dirigente sindical y recontraliberal.  Es ilustrativo lo del Momo Venegas como el icono más grande, no de la corrupción, sino de lo que no debe ni puede suceder. No podès ser delegado de los peones rurals y terminar teniendo estancias y aplaudido por la Sociedad Rural. Habrá que pensar a quién le sirve ese sindicalismo. Hay muchos Momo Venegas, pero también hay muchos Gringo Amichetti, muchos Roberto Baradell. Muchos que enfrentaron a éste y a todos los gobiernos y nunca los pudieron dar vuelta. Argentina tiene una tasa de sindicalización muy alta, el 50% de los laburantes esta sindicalizado. En el mundo no hay esas tasas. Tenemos una base muy comprometida que vale la pena realzar, hay unos siete mil delegados en todo el país.  Es mucha gente. Eso no lo expresan las conducciones. Las conducciones van por un lado y el movimiento obrero por otro.

–¿Y qué pasa con la política de acá a las elecciones presidenciales?

–Yo creo que el descontento no es un descreimiento sobre un proyecto nacional y popular. Creo que hay que armar un gran consenso y transitar estos años como alternativa. Si me preguntás a mi yo quiero que Cristina vuelva a ser presidenta. Y si puedo militar para que ella sea la candidata, lo voy a hacer. No sé si va suceder. Hay que ver si quiere. Hoy es la única persona que tiene un volumen de votos que supera el 35%. Es una bestia política.

–Si. Pero también se mostró en las elecciones que en la provincia de Buenos Aires su imagen negativa es muy alta.

–Es alta. Pero sabemos que el voto a Massa y a Randazzo no es un voto al macrismo. Ese voto se puede llegar a reconfigurar en un gran acuerdo. Y también pasó que en las provincias la gente quería votar a Cristina. Y no estaba en la boleta. Me toca recorrer el país y los compañeros piden por Cristina.  Creo que tiene que ser la líder que genere ese gran acuerdo. Tiene que ser la que genere las condiciones de ese acuerdo. Mucho más amplio que el kirchnerismo. Eso ya se hizo, además. Muchos dirigentes de la oposición nacieran en el kirchnerismo, ¿por què? Porque fue un gobierno que articulaba con muchos espacios. Hay que buscar una nueva armonía política que posibilite sacar al neoliberalismo de la conducción del país.