Los dos cuadernos que Enriqueta Muñiz escribió casi contemporáneamente con la investigación sobre los fusilamientos de José León Suárez en la que colaboró con Rodolfo Walsh iluminan desde otro ángulo no sólo esa búsqueda periodística y la escritura del texto sino también la personalidad del autor de Operación Masacre.

Demasiado bueno para ser cierto, fue lo primero que pensé cuando supe de la existencia – y la publicación – de los cuadernos que Enriqueta Muñiz escribió sobre la investigación, la producción de los artículos y el armado que se plasmaron en Operación Masacre.

Demasiado bueno para ser cierto, en un mundo – el de la escritura – donde abundan los apócrifos y las falsificaciones.

Esa duda inicial la sentí legítima al conocer la noticia, pero dos confianzas me hicieron desecharla: el prólogo – y por lo tanto certificado de autenticidad – de Daniel Link, conocedor profundo y compilador exquisito de la obra de Rodolfo Walsh, y la introducción de Diego Igal, donde relata la historia de esos cuadernos y cómo llegaron a la publicación (una publicación que nunca sabremos por qué fue postergada a fines de los años 50, luego de la primera edición de Operación Masacre, porque todo indica que fueron escritos para ser publicados e incluso fueron corregidos por el propio Walsh).

Primera página del primer cuaderno de Enriqueta Muñiz.

Demasiado bueno para ser cierto – o algo así – escribe también Link en el prólogo. Es que sí, pero es cierto.

Demasiado bueno para ser cierto, porque Enriqueta Muñiz era aquella misteriosa periodista que Walsh menciona en el prólogo de Operación Masacre de manera contundente: “Desde el principio está conmigo una muchacha que es periodista, se llama Enriqueta Muñiz, se juega entera. Es difícil hacerle justicia en unas pocas líneas. Simplemente quiero decir que si en algún lugar de este libro digo ‘hice’, ‘fui’, ‘descubrí’, debe entenderse ‘hicimos’, ‘fuimos’, ‘descubrimos’. Algunas cosas importantes las consiguió ella sola, como los testimonios de los exiliados Troxler, Benavidez, Gavino. En esa época el mundo no se me presentaba como una serie ordenada de garantías y seguridades, sino más bien como todo lo contrario. En Enriqueta Muñiz encontré esa seguridad, valor, inteligencia que me parecían tan rarificados a mi alrededor”.

Hay que detenerse en esa frase porque, además de expresar agradecimiento y admiración, es casi un reconocimiento de la coautoría de Enriqueta Muñiz en el libro fundante del nuevo periodismo en la Argentina. Al leer los cuadernos (en ese sentido la edición de Planeta es afortunada: no copia los cuadernos, los publica tal cual son, con la letra cuidada y perfectamente legible de su autora) no es una audacia especular que si no fuera por la época en que se desarrollaron los hechos – tiempos de fuerte desigualdad de género – o por estrictas razones de seguridad – queda claro que Walsh intentaba proteger a Enriqueta -, Operación Masacre bien podría ser una obra firmada por dos autores.

“Historia de una investigación” (Ed. Planeta).

Demasiado bueno para ser cierto (otra vez) porque, aunque tuvo una vasta y reconocible trayectoria periodística que abarcó casi hasta el final de su vida – murió el 18 de noviembre de 2013 -, Enriqueta Muñiz nunca publicó nada ni habló (casi) sobre su trabajo con Walsh, sobre esa investigación de un acto de terrorismo de Estado en tiempos que esa fórmula era desconocida en la Argentina, del papel que jugó para que Operación Masacre llegara a ser lo que es.

En ese sentido, los cuadernos (publicados con el título con que ella abrió cada cuaderno: Historia de una investigación) no solamente iluminan con una luz nueva, desde otro ángulo, Operación Masacre, sino que revelan un método de investigación, dudas, desconciertos, optimismos y pesimismos, y una manera de trabajar en equipo, de entrevistar testigos, de buscar fuentes que no habría sido la misma si no la hubieran hecho entre los dos. Esa manera de trabajar es una de las revelaciones de los cuadernos.

Podría decirse que no habría Operación Masacre sin Enriqueta Muñiz. O, para no ser tan violentamente taxativo, Operación Masacre sería otra obra.

Los cuadernos de Enriqueta también permiten armar un nuevo retrato de Walsh a los 29 años. Ese tipo que entra como una tromba a las oficinas de Editorial Hachette – donde trabajaba con Muñiz – y dice una frase que no es “hay un fusilado que vive” sino que casi grita una fórmula más que gastada que en periodismo significa que se tiene una gran noticia: “¡Encontré al perro mordido por un hombre!”.

Así lo cuenta Muñiz casi al principio de su primer cuaderno: “El 20 de diciembre de a las 12 y 25 minutos yo era aún una persona pacífica. A las 12 y media, un extraño llamado de Walsh decidió que dejaría de serlo muy pronto. Walsh llegó excitadísimo. Lo primero que dijo fue: ‘Encontré al perro mordido por un hombre’, dirigiéndose a Weinberg. La segunda frase fue para mí: ‘Puedes empezar a buscarme un refugio en Buenos Aires’. Ni Weinberg no yo comprendimos. Esperamos en silencio a que Walsh sacara unos papeles de su inseparable cartapacio y anunciara en son de triunfo: ‘¡Esto es dinamita!’”, escribió.

Lo que Walsh sacó del cartapacio fue la denuncia de Juan Carlos Livraga, “el primer personaje”, la punta del ovillo de la investigación, “el fusilado que vive”.

Enriqueta Muñiz, Julio Troxler y Rodolfo Walsh con el matrimonio Rizzoni.

Esto no es una reseña – es, sí, una fervorosa recomendación – por lo que no se escribirá más sobre el contenido de los dos cuadernos de Enriqueta Muñiz.

Además de los cuadernos, el libro incluye dos originales de otros tantos cuentos de Walsh, una reveladora carta que le escribe a Enriqueta Muñiz, los folios mecanografiados de la declaración de Giunta (otro de los fusilados que viven), tres poemas de Walsh y una nota manuscrita sobre cómo fotografiar. Todos ellos reproducidos.

Demasiado bueno para ser cierto.

Sobre todo si se tiene en cuenta, vale la pena insistir, en el hermético silencio que guardó en vida Enriqueta Muñiz y, también, que parte de la obra de Walsh está desaparecida por un terrorismo de Estado que replicó – potenciado al extremo – aquél que denunció en Operación Masacre.

Demasiado bueno para ser cierto. Pero es cierto y al terminar de escribir estas líneas voy a releer Operación Masacre con los cuadernos de Enriqueta Muñiz a mano. Será como leer otro libro, diferente.

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