En tiempos de teorías conspirativas que se diseminan con más velocidad que el coronavirus conviene recordar una que muestra a las claras que, casi siempre, los inventores de las conspiraciones son más bien brutos, y de sus creyentes mejor ni hablar.
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Una novela y un artículo periodístico de Umberto Eco ayudan a poner un poco de orden en el aparente caos de las teorías conspirativas sobre el coronavirus y la cuarentena que se escucharon el sábado alrededor del obelisco porteño.
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No tenía razón Heráclito con eso de que nunca nos encanutamos en la misma fase.