Los asesinos en serie son una gran incógnita para la criminología y, por otra parte, llegan a tener legiones de seguidores. Ted Bundy –junto a Jeffrey Dahmer y Charles Manson los criminales más famosos- cuenta su historia y parte del proceso que lo llevó a cometer al menos 34 asesinatos.
Ted Bundy fue ejecutado en la silla eléctrica en 1989. Había confesado 36 asesinatos, pero se supone que fueron más. Luego de rechazar muchos pedidos de la prensa, accedió, al borde de la muerte, entrevistarse con el psicólogo James Dobson, un cruzado evangelista contra la pornografía.
-Son las 2:30 de la tarde. Tu ejecución se producirá mañana a las 7 de la mañana, si no hay ningún cambio. ¿Qué se te pasa por la cabeza? ¿Qué pensamientos has tenido en estos últimos días?
–No te voy a engañar ni a decirte que es algo que tengo bajo control. Es algo que va momento a momento. A veces estoy muy tranquilo y a veces no lo estoy en absoluto. Lo que se me pasa por la cabeza ahora mismo es utilizar los minutos que me quedan de la forma más útil y fructífera. Ayuda bastante vivir el momento, siempre que lo hagas productivamente. Ahora mismo me siento muy tranquilo, en gran medida porque estoy aquí contigo.
– Eres culpable del asesinato de muchas mujeres y niñas.
–Sí, es verdad.
-¿Cómo ocurrió? Cuéntame. ¿Cuáles son los antecedentes de tu comportamiento? Creciste en un hogar que tú considerabas sano. No abusaron de ti física, sexual o emocionalmente.
–No, y esa es la parte trágica de esta situación. Me crie en una casa maravillosa con dos padres dedicados y amorosos, y otros cinco hermanos y hermanas. Nosotros, como niños, éramos el centro de las vidas de mis padres. Íbamos habitualmente a la iglesia. Mis padres no fumaban, ni bebían ni apostaban. No había ningún tipo de abuso ni peleas en casa. No estoy diciendo que fuera perfecto, pero era un sólido hogar católico. Espero que nadie intente tomar el camino fácil de culpar a mi familia de contribuir a esto. Sé lo que pasó, y te lo estoy contando de la forma más honesta posible. Cuando tenía 12 o 13 años encontré, fuera de casa, en la tienda del barrio, porno suave. Los chicos de esa edad suelen explorar cada esquina del vecindario, y en el nuestro a menudo nos encontrábamos en la basura con libros más gráficos, más duros. Esto incluía también revistas de detectives, y me gustaría enfatizar esto. El tipo más dañino de pornografía – estoy hablando desde mi dura experiencia personal – es aquel que implica violencia sexual. La unión del sexo y la violencia, y lo sé muy bien, conduce a un comportamiento demasiado terrible de describir.
– Háblame de eso. ¿Qué se te pasaba por la cabeza en aquel momento?
–Antes de seguir, es importante que la gente crea que lo que digo es cierto. No estoy culpando a la pornografía. No estoy diciendo que me hizo hacer ciertas cosas. Toda la responsabilidad por las cosas que he hecho es mía, esa no es la cuestión. La cuestión es cómo este tipo de literatura contribuyó a moldearme y dar forma a mi comportamiento violento.
–Avivaba tus fantasías.
–Al principio, aviva el proceso mental. Después de un tiempo, es un instrumento fundamental para cristalizarlo, convertirlo en algo que es casi una entidad separada. Solo había llegado hasta donde me dejaba la fantasía, con material impreso, fotos, vídeos, etc, y después tuviste la necesidad de llevar eso al plano físico. Una vez que te hiciste adicto solo buscabas material más potente, más gráfico y más explícito. Como en cualquier adicción, cada vez necesitas algo más duro y que te dé un mayor sentimiento de excitación, hasta que llegas al punto donde la pornografía no puede darte más, y te planteas que quizá empezar a actuar te dará esa sensación que buscas, y que está más allá de leer o mirar porno.
-¿Cuánto tiempo estuviste en ese punto antes de que llegaras a atacar a alguien?
–Un par de años. Luchaba internamente contra mi comportamiento violento y mi instinto criminal. Esto me había condicionado en la iglesia, en el vecindario, y en los colegios. Sabía que no estaba bien pensar en ello, y hacerlo sin duda era peor. Estaba al límite, y los últimos vestigios de contención eran continuamente puestos a prueba.
– ¿Recuerdas qué fue lo que te impulsó? ¿Recuerdas qué decisión tomaste, y dónde?
– Es muy difícil describirlo – la sensación de llegar a un punto donde sabía que no podría controlarlo más. Las barreras que tenía desde niño no eran suficientes para evitar que hiciera daño a alguien.
Incluso después de todos estos años aún es difícil hablar del tema. Hablar de ello es revivirlo, y es difícil como poco, pero quiero que entiendas lo que ocurrió. Era como salir del trance de un sueño horrible. No quiero dramatizar, pero solo puedo compararlo a estar poseído por algo espantoso, y despertarte la mañana siguiente recordando lo que había pasado y sabiendo que, ante los ojos de la ley, y ciertamente ante los ojos de Dios, eres responsable. Levantarme a la mañana siguiente y darme cuenta de lo que había hecho, teniendo mis principios éticos y morales intactos, me horrorizaba.
–Antes de eso ¿nunca supiste de lo que eras capaz?
– No hay forma de describir la necesidad brutal de hacerlo, y una vez que has satisfecho esa necesidad y gastado esa energía, volvía a ser yo mismo. Básicamente era una persona normal. No era un tío de esos que se pasan el día por los bares, ni un pervertido de esos que ves y dices: “algo raro pasa con ese tipo”. Era una persona normal, con buenos amigos. Llevaba una vida normal, excepto por este segmento potente y destructivo que mantenía en secreto. Aquellos que hemos estado tan influenciados por la violencia en los medios, particularmente la violencia pornográfica, no somos monstruos. Somos vuestros hijos y maridos. Crecimos en familias normales. La pornografía puede llegar a cualquier niño de cualquier casa hoy en día. A mí me pasó hace 20 o 30 años, con todo lo diligentes y protectores que eran mis padres, incluso en un hogar cristiano como el nuestro, no hay protección alguna contra la tolerancia y la influencia de la sociedad…
– Fuera de estas paredes, hay varios cientos de reporteros que quieren hablar contigo, y tú pediste hablar conmigo porque había algo que querías decir. Sentías que el porno duro, y la puerta que conduce a él, el porno blando, está haciendo un daño que se silencia, y está causando que otras mujeres sean violadas y asesinadas como hacías tú.
–No soy científico, no pretendo creer lo que el guardiacárcel opina sobre esto, pero he vivido en prisión durante mucho tiempo, y he conocido a muchos hombres que se sentían motivados a cometer actos violentos. Todos ellos, sin excepción, estaban involucrados profundamente con la pornografía, consumidos por la adicción. El estudio del FBI sobre asesinos en serie muestra que el interés común entre todos estos asesinos es la pornografía. Es la verdad.
– ¿Cómo habría sido tu vida sin esa influencia?
–Sé que habría sido mucho mejor, no solo para mí sino para mucha otra gente, mis víctimas y sus familias. No hay duda de que habría sido una vida mejor. Estoy convencido de que no habría habido ningún tipo de violencia.
–Si pudiera hacerte todas las preguntas que oigo por ahí, una sería: ¿piensas ahora en las víctimas y sus familias? Años después, sus vidas no son normales. Nunca lo serán. ¿Tienes remordimientos?
–Sé que mucha gente dirá que soy un interesado, pero con la ayuda de Dios he llegado a un punto en el que puedo sentir el dolor causado, aunque demasiado tarde. Sí, absolutamente. Durante los últimos días he estado hablando con algunos investigadores sobre casos sin resolver en los que tuve que ver. Es muy duro hablar de ello después de tanto tiempo, porque revive todos los sentimientos y pensamientos que pensaba que ya había olvidado. Se ha reabierto y he sentido el dolor y el horror de nuevo.
Espero que esos a quienes he causado tanto daño, incluso si no creen mi expresión de dolor, crean lo que estoy diciendo ahora: hay algunos como yo en sus comunidades, en sus ciudades, cuyos peligrosos impulsos se ven avivados día sí, día no, por la violencia en los medios en todas sus formas, en particular la violencia sexual. Me asusta mucho lo que veo por televisión. Mucha de la violencia de las películas de hoy ni siquiera las permitirían hace 30 años en películas X.
– ¿Las películas de miedo?
– Es la violencia más gráfica en escena, sobre todo si los niños no están prevenidos de que podrían llegar a ser un Ted Bundy, o al menos una predisposición para ese tipo de comportamiento.
–Uno de los últimos asesinatos que cometiste fue el de la niña de 12 años Kimberly Leach. El clamor del público se oye mucho más sobre este caso porque una niña inocente de 12 años fue llevada del patio del colegio. ¿Qué sentiste después? ¿Sentiste las mismas emociones de siempre?
–No puedo hablar de eso ahora mismo, es demasiado doloroso. Me gustaría poder contarte la experiencia, pero no soy capaz. No puedo ni siquiera imaginar el dolor de los padres de estas niñas y jóvenes a las que he dañado. Y no puedo resarcirlos de ningún modo. No pretendo que me perdonen, no lo estoy pidiendo. Ese tipo de perdón solo lo concede Dios.
– ¿Mereces el castigo que te ha impuesto el Estado?
–Es una buena pregunta. No quiero morir, no te voy a engañar. Sin duda merezco el castigo más duro que la sociedad me pueda imponer. Y creo que la sociedad merece ser protegida de mí y de otros como yo, seguro. Lo que espero que salga de esta conversación es que creo que la sociedad merece protegerse de sí misma. En el rato que hemos estado hablando hay ciertas fuerzas actuando, en concreto esta pornografía violenta, y al mismo tiempo que la gente de bien condena a Ted Bundy, pasan por la estantería de revistas porno que pueden llevar a sus hijos a convertirse en Ted Bundy. Esa es la ironía. Hablo de ir más allá del resarcimiento, que es lo que la gente quiere de mí. No hay forma en el mundo de que matarme pueda devolver a esas preciosas niñas a sus padres, y calmar el dolor. Pero hay muchos otros niños jugando en las calles en todo el país hoy que van a morir mañana, o pasado mañana, o al otro, porque otra gente joven está leyendo y viendo lo que hay en los medios.
– Hay un tremendo descreimiento en relación a ti, supongo que por una buena razón. No estoy seguro de que haya algo que puedas decir para que la gente te crea, y aun así me has dicho (y también lo he oído de parte de nuestro amigo común John Tanner) que has aceptado el perdón de Jesucristo y crees en él. ¿Sacas fuerza de eso en estos últimos momentos?
– Sí. No puedo decir que estar en el Valle de las Sombras de la Muerte es algo a lo que me haya acostumbrado, ni puedo decir que soy fuerte y no me molesta. No es divertido. Me siento muy solo, y aun así me tengo que recordar a mí mismo que todos pasaremos por esto de un modo u otro.
– Todos estamos destinados.
–Incontables millones de personas han vivido en la Tierra antes que nosotros, así que esto es solo una experiencia que todos compartimos.
Ted Bundy fue ejecutado a las 7.15 de la mañana siguiente a la grabación de esta entrevista.
Traductora: Marina Liñán
Traducido del artículo original publicado en Pure Intimacy
http://www.pureintimacy.org/f/fatal-addiction-ted-bundys-final-interview/