Con la curaduría de Ataúlfo Pérez Aznar, la muestra fotográfica “La Plata, Berisso, Ensenada y su gente”, en el MACLA platense, propone un viaje inquietante desde el centro hacia márgenes negados u olvidados, y desde el presente hacia un pasado cuya memoria tiene muchos huecos que llenar. (Foto de portada: Ana Sorgentini).
Es mucho más que la exhibición de las obras de 19 fotógrafos sobre tres ciudades. La muestra “La Plata, Berisso, Ensenada y su gente” es un recorrido en imágenes desde el centro hacia la periferia, hasta llegar a los márgenes casi desconocidos, muchas veces excluidos, que la ciudad – céntrica, acotada, culturalmente amurallada – niega sin siquiera saberlo para preservar una identidad ficticia y fragmentaria en la que está alienada. Es también un viaje por la memoria fotográfica de La Plata, donde las presencias – lo que se ve – son tan importantes como los huecos y las ausencias. Es, a la vez, una denuncia y un punto de partida.
Las 224 fotografías que se despliegan sobre las paredes del Museo de Arte Contemporáneo Latinoamericano de La Plata – en el Pasaje Dardo Rocha – están organizadas con un criterio que las potencia entre sí y en conjunto para transformarlas, también, en un mensaje. Lejos de un esquema tradicional, la curaduría a cargo de Ataúlfo Pérez Aznar, desecha la comodidad de reunirlas por autor, en compartimientos estancos, para mostrarlas como estaciones de ese viaje inquietante.
La muestra, que se inauguró el viernes 29 de octubre y permanecerá hasta los primeros días de diciembre, cuenta con obras del propio Ataúlfo Pérez Aznar, Emilio Alonso, Gustavo Bezzolo, Daniel Carino, Pilar y Ricardo Cobeñas, Carlos D`Biassi, Martín García Olivares, Patricia Guinar, Alejandro Maggi, Alejandro Melkun, Miguel Molinuevo, Gustavo Muriel, Walter Pastrana, Lisandro Pérez Aznar, Rubén Romano, Ana Sorgentini, Julio Vitteri y Helen Zout. Como complemento, en una sala aparte se exhiben maquetas y fotos antiguas de La Plata.
Entre las fotos “actuales” – las hay desde la década del ’80 del siglo pasado hasta hoy – y las “antiguas” se abre un hueco, el de una memoria de la ciudad que, quizás, se pueda recuperar.
“La Plata es un fenómeno casi único en el sentido de la memoria visual. Fue la primera capital más o menos importante en ser fotografiada desde su fundación y durante algunos años más, pero desde ese momento hasta la actualidad no se desarrolló ningún trabajo sistemático para mantener la imagen de los cambios que se fueron produciendo. El acervo cultural de la ciudad, como imágenes fotográficas, se ancla en el Museo de Ciencias Naturales y la Catedral, a lo sumo algunos los prolongan por el eje monumental, por las avenidas 51 y 53 que unen el Bosque con la Gobernación, la Plaza Moreno, la Catedral… El resto de los espacios de la ciudad y la región están excluidos”, dice Ataúlfo Pérez Aznar.
-¿Qué importancia das a la fotografía en la construcción de la memoria?
-Me parece que, más en los tiempos que corren, la fotografía es una herramienta fundamental para la memoria y más cuando la palabra ha sido totalmente degradada con los múltiples relatos, en varios casos inventados. Eso que no quita que la fotografía es una mirada totalmente subjetiva y que también ha sido manipulada a lo largo del tiempo. En el caso de una ciudad, como La Plata, puede aportar una información dura, por lo menos en lo que hace a su marco escenográfico. Después la mirada sobre los acontecimientos que se desarrollan en ese espacio son mucho más subjetivas todavía.
-La muestra propone recorridos espaciales y temporales. Estamos hablando de espacios excluidos y de una memoria visual muy fragmentada. ¿Por qué decís que La Plata es un fenómeno casi único en esos sentidos?
-Porque no se los ha tenido en cuenta seriamente, como si han hecho lugares próximos a nosotros, porque no estoy comparando con el Primer Mundo. Por ejemplo, Montevideo, su municipalidad, ha hecho un trabajo excepcional de preservación de la imagen en el Centro Municipal de la Fotografía. Quien visita la ciudad puede ver en los bares, cafés, en los comercios en general, reproducciones de fotos antiguas. Las piden y en el archivo se las hacen en función del tamaño en que las quieren y les dan copias. Nosotros no tenemos esa memoria visual, de ahí que hay un gran bache entre las fotos fundacionales y hoy.
-¿Hay posibilidades de revertir esta carencia?
-Nos hemos puesto en campaña, con un grupo de gente y varias instituciones, para tratar de averiguar si existen todavía las placas de vidrio, los negativos, porque lo único que hay son álbumes en muy mal estado de conservación, en su mayoría incompletos, que en su momento se los regalaron a las autoridades, senadores, diputados, ministros, como recuerdo, pero no se ha registrado sistemáticamente. Es probable que haya más archivos públicos y privados. Hay gente que tiene fotos y no sabe qué hacer con ellas, muchas veces uno va por la calle y encuentra en contenedores imágenes. Entonces hay que generar conciencia sobre la importancia de la memoria visual. Y la memoria es una construcción colectiva, entre todos.
-¿Cómo se inscribe esta muestra en ese panorama?
-Pretende ser un punto de partida para la recuperación, para que en nuestra ciudad se cree un espacio adecuado para la fotografía. Todos los autores que exponen aquí están dispuestos a donar los archivos digitales para que sean la base de un proyecto futuro que, paso a paso, a medida que va evolucionando, para bien o para mal la fisonomía de la ciudad, esté registrada debidamente. Esta exposición es una manera de generar conciencia y en ese sentido tengo que agradecerle a la directora Mercedes Reitano y a todo el equipo, que apoyaron este proyecto desde el primer momento.
-Yendo al tema geográfico, de los espacios, de esa ciudad que sólo registra su centro. La muestra no sólo incluye zonas olvidadas, fotográficamente hablando, de La Plata y sus alrededores, sino también a Berisso y Ensenada. Hay una política de la mirada en esa inclusión…
-Es un tema muy de fondo. Justamente esas divisiones administrativas fueron de índole política después de la Revolución Libertadora para que el peronismo no ganara la Plata. Le entregaron Berisso y Ensenada al peronismo, pero se garantizaron que el radicalismo ganara en ciudad.
-En ese sentido, la organización de la muestra, en lugar de repetir la fórmula de “cada fotógrafo con sus fotos en un espacio” separa las obras con un criterio de recorrido, como si quisiera llevar a los espectadores desde el centro hacia los márgenes.
-Eso fue totalmente intencional. Hasta ahora, en las muestras de los talleres de La Plata el criterio era: Pirulo, diez fotos; Juancito otras diez… con diez fotos de cada uno en un lugar, con lo cual terminaba todo mezclado. Por ejemplo, había varias fotos del zoológico, por poner un lugar, y estaban todas desperdigadas. Esta muestra fue hecha en función del público, para que sienta la ciudad como propia, se identifique con la ciudad. Entonces mezclé todas las fotos con guion general que trata de presentar eso, que va desde un centro que todos reconocen hacia los márgenes, incorporando aspectos que no todos conocen. Sin ir más lejos, probablemente haya gente que no la conozca a Punta Lara como playa, que le suena el nombre como algo marginal, al igual que Berisso y Ensenada, y mucho más las zonas de pobreza. Entonces se trató, del modo más elocuente posible, de plantear ese recorrido y que tenga cierta naturalidad.
-Una manera de romper, también, con cierto centralismo cultural.
-El centralismo tiene múltiples lecturas…
-¿Por ejemplo?
-Quizás la más importante es que en lugar de fomentar la actividad cultural de la ciudad, se remite también a la época fundacional, a los grandes próceres de la cultura en lugar de fomentar la cultura viva y sus múltiples actividades. Eso queda muy claro cuando nos comparamos con ciudades como Rosario o Córdoba, que han sabido instalar su cultura y su arte a nivel nacional, con una identidad muy fuerte, mientras los artistas platenses y de la provincia de Buenos Aires nadie los identifica como tales, salvo quizás en la música.
-Eso mirando hacia afuera, pero si miramos hacia adentro da la impresión que la ciudad céntrica, La Plata del centro, se cierra a la vida cultural y artística, que es muy rica, de lo que considera sus márgenes, si es que siquiera los considera como propios…
-Es que hace falta fomentar un anclaje local que incluya y potencie todas las expresiones. La Plata, sus autoridades, y en esto incluyo a todos los gobiernos, se han limitado a mantener más o menos presentable lo que está dentro de la circunvalación, como si ese límite fueran las murallas de una ciudad feudal. De allí para afuera a nadie le ha preocupado que se necesiten plazas, espacios verdes, avenidas cada seis cuadras, servicios para la gente, menos todavía las actividades culturales.
-Una especie de muralla cultural construida desde una mirada elitista…
-Las peores murallas son las murallas culturales, porque son las más difíciles de voltear debido a que no se visibilizan, pero tienen consecuencias permanentes sobre la vida de la gente.
A continuación se reproduce el texto que introduce al catálogo de la muestra:
La Plata y su región
Por Ataúlfo Pérez Aznar
(Curador)
La muestra comprende un territorio que abarca no sólo las localidades de La Plata, Berisso y Ensenada como se titula, sino un espacio que va hasta Magdalena o Berazategui donde se encuentra el Parque Pereyra, emblemático lugar, que formalmente no pertenece a esta jurisdicción pero que está absolutamente incorporado a la historia de los que vivimos en esta región, al menos por haber realizado durante la adolescencia los festejos del día de la primavera.
A fines de la década de 1950 se dividen los municipios en La Plata, Berisso y Ensenada, en función de especulaciones electorales, pero en las escuelas y colegios convivíamos, muchas veces, sin saber de qué municipio era cada une. Por lo tanto, es pertinente que esta muestra fotográfica mantenga la naturalidad de las relaciones humanas, y no permitamos que el formalismo administrativo separe nuestras vivencias.
Las imágenes expuestas tratan de abordar la gran parte de las actividades humanas que se desarrollan en este espacio territorial desde Plaza Moreno hasta las playas de Punta Lara y los alrededores que permiten que esta ciudad sea provista de productos frescos.
Durante más de 40 años coordiné talleres de fotografía documental, la cual trata de interpretar nuestra región pero aún no se ha podido plasmar en un libro esos trabajos, probablemente el mayor impedimento ha sido que, inconscientemente, estaba orientado a los fotógrafos, mientras que a mi entender lo más importante es que como fotógrafos interpretemos y expresemos a todas las personas que desarrollan su vida a lo largo del tiempo, que han caminado nuestras calles, disfrutado los espacios verdes y recreativos de los alrededores.
A su vez algo imposible de dejar de lado en la fotografía es cómo ha cambiado y modificado nuestro entorno, pero por sobre todas las cosas que es un espacio compartido, donde todos sus habitantes, tanto los que nacimos y crecimos aquí como aquellos que han venido ocasionalmente a estudiar o a trabajar durante un lapso de sus vidas, pueden tener recuerdos de haber recorrido sus calles arboladas.
En el último tiempo este desafío lo he tomado como una prioridad de todos los proyectos que desarrollo, ya que indudablemente no puede ser que nuestra querida ciudad y región no tenga un libro de fotografía que la represente e interprete como memoria visual a futuro. De ahí que convoque a un grupo de fotógrafos y fotógrafas, que a lo largo de estos 40 años han participado de los talleres, cubriendo distintos aspectos, en algunos casos de espacios que dejaron de serlo en la actualidad, como el zoológico.
Así mismo se podrán visualizar los cambios de la escenografía que se dieron a través de la demolición de las casas y la construcción de nuevos edificios que supuestamente hacen a la modernidad, esperando en las imágenes poder recrear recuerdos de las actividades que desarrollamos en los barrios en momentos en que la seguridad no era un estigma ciudadano y estábamos más abiertos a la convivencia, la gente tomaba mate en la vereda y dejaban las puertas de sus casas abiertas, sin espacios públicos enrejados. Como así también la situación de los últimos tiempos como fue el padecimiento de la pandemia y la modificación de nuestra vida cotidiana.
Una ciudad que no sea reconocida solamente, como sucede desde hace décadas, por sus edificios emblemáticos fundacionales, como el Museo de Ciencias Naturales o su Catedral, o por sus calles arboladas, al igual que sus plazas cada seis cuadras, o por sus avenidas en el casco urbano, rodeado y separado por la avenida Circunvalación, que se asemeja a las murallas de las ciudades feudales. Adentro de ella, durante mucho tiempo se ha disfrutado de todos los privilegios, de los avances del diseño y la tecnología, el bienestar, mientras fuera de las “murallas” (dejando de lado al norte Gonnet, City Bell y Villa Elisa) la gente se amontona sin planificación urbana, sin árboles en las veredas, casi sin plazas, con un limitado acceso a la salud, a la educación, algo que a lo largo del tiempo en ciertos momentos se ha tratado de revertir.
Las imágenes expuestas son la interpretación de un grupo de fotógrafos y fotógrafas, quienes plasmaron sus vivencias en el tiempo, haciendo hincapié en la humanidad de sus habitantes y los vaivenes de la vida cotidiana de la gente anónima. Personas que se despiertan para ir a la escuela, a la universidad, a trabajar a los ministerios, en los servicios y no tanto en la industria, debido a la arbitraria división entre La Plata, Berisso y Ensenada, siendo estos dos últimos municipios en los que ha quedado la mayor parte del trabajo industrial. A su vez parte del mismo ha desaparecido como el caso de los frigoríficos, por las diferentes crisis económicas que pasó nuestro país, por las erróneas decisiones de sus gobernantes ocasionales, no siempre surgidos del voto popular.
A pesar de todas estas vicisitudes a lo largo de los años, sin pasar por alto la terrible represión de la última dictadura cívico-militar que en nuestra ciudad hizo estragos, destacamos que los platenses han sabido continuar recibiendo con cordialidad, tanto a los estudiantes, qué en gran medida fluyen del interior de nuestra provincia o país, y en alto porcentaje continúan sus vidas familiares en nuestra ciudad, como así también a las personas de países limítrofes, que décadas atrás y nuevamente en la actualidad llegan a estudiar a las aulas de nuestras facultades.
En los últimos años han arribado de los más diversos sectores sociales en busca de trabajo, cómo el caso de la comunidad paraguaya, que ha conformado sus propios barrios y la mayoría se ha dedicado a la construcción, en ese crecimiento desmesurado e irracional, que hemos observado, que ha destruido gran parte del importante patrimonio edilicio en función de la especulación del uso del suelo. Otro ejemplo es la comunidad boliviana que ha poblado, principalmente, lo que se llama el cordón frutihortícola en condiciones muy precarias. Estas dos, al igual que otras en menor número de Latinoamérica, han incorporado su cultura a la nuestra.
Tampoco podemos pasar por alto las comunidades japonesas y en menor medida la portuguesa, que se instalaron con anterioridad y producto de su silencio y discreción no todos registran su existencia, dedicados históricamente a la floricultura.
Otro lugar donde se han concentrado diversas comunidades, sobre todo de origen centroeuropeo, es la ciudad de Berisso, que a través de distintos clubes e instituciones han logrado mantener su cultura y su folclore. La misma confluye en la fiesta anual del inmigrante que se realiza en sus calles con la participación de esta población y alrededores. Tuvo un fuerte vínculo laboral con los otrora importantes frigoríficos, y qué producto de su cierre generó una profunda crisis en esos pagos.
En lo que respecta a la ciudad de Ensenada esta tuvo como pilar de su crecimiento y desarrollo la industria petrolera entorno a YPF, Petroquímica y diversas ampliaciones de sus derivados, siendo víctimas sus habitantes de las crisis económicas de marchas y contramarchas de ese sector industrial, fundamentalmente las privatizaciones en la época menemista.
Hay imágenes que pueden parecer anónimas y sin sentido, y es difícil advertir el particular vínculo que tienen con nuestra ciudad, tales son las de Helen Zout, que para el espectador parecerían chicos jugando atrás de sus máscaras, pero son, ni más ni menos que parte del humanismo y la solidaridad que ha sabido mantener la comunidad, ya que detrás de esas máscaras hay estrategias, desde el afecto, cuando arreciaba el sida y sectores reaccionarios de nuestra sociedad lo estigmatizaban. El Hospital de Niños busco estilos racionales, para que esas personas contagiadas siguieran formando parte de nuestra comunidad, por lo tanto, más allá de recurrir de modo puntual a estas imágenes, son varias las que conforman esta muestra, que detrás de personas anónimas hay experiencias de vida, de convivencia y de solidaridad que hemos logrado mantener gracias a la escala humana de la ciudad y de nuestra región.
La misma solidaridad que defiende la existencia de los múltiples espacios verdes, varias veces maltratados o dejados en el abandono, pero siempre reclamados y valorados. Aun cuando dejando de lado una premisa que se tendría que haber respetado a raja tablas para mantener la calidad de vida de nuestros habitantes, que requiere más que nunca de la racionalidad y la planificación de nuestro crecimiento. Estamos a tiempo de recuperarlo, mientras tanto disfrutemos de los privilegios de nuestra región, que gracias a la existencia del parque Pereyra Iraola, se ha podido desconectar del crecimiento irracional del gran Buenos Aires.
La dictadura cívico-militar abre el 24 de marzo de 1976, un periodo trágico para nuestra ciudad, una de las más golpeadas por la represión demencial, como quedó demostrado con la infinidad de desaparecidos que hoy seguimos llorando en la representación de sus madres y abuelas, como son los casos Chicha Mariani, Hebe de Bonafini y Estela Carlotto, que nos lo hacen tener presente de modo permanente.
Desde el retorno de la democracia nuestra ciudad que, para ese entonces, no llegaba al medio millón de habitantes y tuvo un crecimiento significativo producto de flujos de migración del interior del país y de países limítrofes. Ese crecimiento fue sepultando las características provinciales de nuestra ciudad, para convertirla en una urbe más dinámica y anónima, dejando de lado las costumbres pueblerinas de puertas sin llave, como así también el cierre de los comercios a la hora de la siesta y la llegada de los grandes hipermercados.
Sepamos aprovechar el tiempo que nos queda para tomar las decisiones adecuadas, para tratar de revertir las consecuencias del desquicio de las últimas décadas, no vivir de un supuesto pasado ideal, anclado en la épica de su fundación y mantengamos el profundo criterio humanista que nos ha permitido sobreponer a varias generaciones víctimas de las desatinadas decisiones de nuestros gobernantes. A pesar de vivir en una ciudad fundada en el racionalismo, donde existen múltiples facultades que en gran medida su principal objetivo sería mejorar la vida del hombre y de su entorno, nos han gobernado desde la irracionalidad e irresponsabilidad.
La muestra pretende ser una interpretación que documenta e interpreta nuestra existencia, y esperamos que pueda ayudar a conocernos más, para poder reflexionar sobre nuestro futuro, el de nuestros hijos y ser un punto de partida para la construcción de nuestra historia visual.
Con la fotografía como medio de representación e interpretación de la sociedad de la que formamos parte, ofrecemos el aporte de nuestra mirada subjetiva y honesta de cómo los seres humanos nos vinculamos (o no), cómo lo hacemos con el espacio geográfico que compartimos. Estos aspectos que hoy nos parecen comunes y cotidianos, con el tiempo formarán parte de nuestra historia visual, que tenemos que aprender a construir entre todos y que las instituciones deben preservar como parte de la memoria colectiva.
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