La pandemia puso en evidencia que aquello que vivíamos como una normalidad era en realidad una permanente crisis. Ahora se resquebrajan los modelos económicos, las ideas de sociabilidad y las antiguas formas de comunicación. Para Naomi Klein es el momento de explorar otras posibilidades por fuera del capitalismo hegemónico.

En situaciones de crisis como desastres o pandemias, la ciudadanía puede perder mucho: las élites aprovechan esos momentos para aprobar reformas impopulares que agravan las divisiones económicas y sociales. Pero también suponen una oportunidad de cambio. Es lo que la periodista Naomi Klein denomina la “doctrina del shock” o “capitalismo de la catástrofe”. La canadiense ofreció un encuentro virtual el pasado 26 de marzo desde su casa en New Jersey, en el que compartió su visión de la crisis del coronavirus y la situación de aislamiento que vive gran parte del planeta: “Esta es una crisis global que no respeta fronteras. Por desgracia, los líderes en todo el mundo están buscando la forma de explotarla. Así que nosotros también debemos intercambiar estrategias”, señaló.

“Creo en el distanciamiento social, necesitamos quedarnos en casa. Y una de las razones es que nuestros líderes no prestaron atención a las señales de advertencia e impusieron una brutal austeridad económica en el sistema público de salud, dejándolo en los huesos y sin la capacidad de lidiar con este tipo de situación que estaban viendo”, opina Klein. Recuerda que el sur de Europa fue la “zona cero de las políticas de austeridad más sádicas” después de la crisis financiera de 2008. “¿Sorprende que sus hospitales, a pesar de tener atención médica pública, se encuentren tan mal equipados para enfrentar esta crisis?”, se pregunta.

Para recordar en qué malas manos está la gestión de esta crisis sociosanitaria, Klein pone el ejemplo estadounidense: el vicepresidente Mike Pence, al que Klein considera artífice del saqueo de Nueva Orleans tras el Huracán Katrina, es ahora la persona designada por Trump para dar respuesta a la crisis del coronavirus. Y el banquero y actual secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, encargado del plan de rescate para hacer frente a la pandemia, estuvo entre quienes más se enriquecieron durante la crisis de 2008. “Hay una tendencia a poner el foco solo en Donald Trump, pero es importante comprender que está rodeado de este gabinete de ex directores ejecutivos y políticos con un largo historial de servicio a los intereses de las corporaciones”, señala Klein.

Un modelo económico sangriento

El sistema capitalista “siempre ha estado dispuesto a sacrificar la vida a gran escala en aras de la ganancia”, señala. Le dan la razón algunos millonarios estadounidenses que recientemente han pedido que los trabajadores vuelvan a los puestos de trabajo para salvar la economía aunque la pandemia se cobre vidas. “Esa es la historia del colonialismo, de la trata transatlántica de esclavos, de las intervenciones estadounidenses por el mundo… Es un modelo económico empapado en sangre”, denuncia la autora. Y ahora la gente empieza a darse cuenta: “Las personas que antes no lo veían están encendiendo la televisión y viendo a los comentaristas y políticos de Fox News decir que tal vez deberían sacrificar a sus abuelos para que podamos subir los precios de las acciones. Y se pregunta, ¿qué tipo de sistema es este?”.

No es algo nuevo, señala Klein, pero lo más radical es la escala del sacrificio: “Ahora, debido a nuestra profunda crisis ecológica, debido al cambio climático, es la habitabilidad del planeta lo que se está sacrificando. Es por eso que debemos pensar qué tipo de respuesta vamos a exigir, y esta tiene que estar basada en los principios de una economía verdaderamente regenerativa, basada en el cuidado y la reparación”, subraya.

La distopía de Silicon Valley

La periodista asegura que hay momentos en que cree vivir lo que llama la distopía de Silicon Valley. “El hecho de que estemos distanciados significa que ahora muchos de nosotros estamos pasando nuestras vidas pegados a las pantallas. Nuestras relaciones sociales están mediadas por plataformas corporativas como YouTube [plataforma a través de la que ofreció el encuentro online], Twitter, Facebook, etc.  Nuestra ingesta calórica diaria nos la entrega Amazon Prime. Y las personas que están haciendo ese trabajo son increíblemente vulnerables”. Klein supone que para aquellos que más se benefician con esto, como Jeff Bezos, la única debilidad de este sistema es que sean los humanos los que tienen que entregarnos la comida y los paquetes: “Preferirían que fueran drones o robots que no pudieran enfermar”.

Así que estamos viendo el mundo que querría Silicon Valley, señala Klein. Y es una visión muy sombría: “Esta no es la forma en que queremos vivir. Deberíamos ver una oportunidad en el rechazo a ese futuro, en la forma en que salimos de esta crisis”.

Se habla continuamente de la vuelta a la normalidad. “Lo normal es mortal. La ‘normalidad’ es una inmensa crisis. Necesitamos catalizar una transformación masiva hacia una economía basada en la protección de la vida”, dice Klein.

“Cuando la gente habla sobre cuándo las cosas volverán a la normalidad, debemos recordar que la normalidad era la crisis”, advierte. “¿Es normal que Australia ardiera hace un par de meses? ¿Es normal que el Amazonas ardiera un par de meses antes? ¿Es normal que a millones de personas en California se les haya cortado la electricidad repentinamente porque su proveedor privado cree que esa sería una buena manera de prevenir otro incendio forestal? Lo normal es mortal. La ‘normalidad’ es una inmensa crisis. Necesitamos catalizar una transformación masiva hacia una economía basada en la protección de la vida”.

La necesidad de estar indignados

Para Klein, por lo tanto, se cumple el dicho de que los momentos de crisis lo son también de oportunidad para avanzar hacia la sociedad que queremos, hacia esa transformación. “La buena noticia es que estamos en una mejor posición que en 2008 y 2009. Hemos trabajado mucho en los movimientos sociales durante estos años para crear plataformas de personas”, señala.

“Ha habido estrategias asombrosas que las personas han ideado para usar la tecnología para ayuda mutua”, dice. Alaba las protestas de enfermeras que se han dado desde que comenzó la crisis sociosanitaria, las reivindicaciones de trabajadores por sus derechos, las huelgas de alquiler o los cacerolazos en Brasil contra Bolsonaro.

“Necesitamos desarrollar nuevas herramientas de desobediencia civil que nos permitan actuar a distancia”, dice. “Estoy muy esperanzada por las formas que tienen las personas para colaborar en estos momentos, y eso conlleva una ironía, porque es cierto que nunca hemos estado tan distanciados físicamente, pero tal vez es debido a la distancia física que estamos tan decididos a llegar uno hacia el otro”.

Klein opina que los gobiernos deberían caer por lo que está pasando. “Necesitamos estar indignados, muy indignados. Necesitamos inspirarnos por el tipo de movimientos de masas que han derrocado a los gobiernos en momentos de crisis anteriores”, sugiere, y se muestra convencida de que no vamos a alcanzar la seguridad a menos que peleemos por ello. “No es un lugar al que podamos volver: es un lugar que tenemos que construir juntos y un lugar por el que tenemos que luchar”, concluye.

 

Fuente: El salto.