El ajuste pretende un país con escuelas públicas deterioradas y vencidas y en ese empeño hace aparecer violencias que se creían superadas. Docentes y alumnos salieron juntos para que quede claro de qué se trata esta lucha.
Tal vez una de las consignas más escuchadas en la marcha fue la que reivindicaba las ollas y expresaba que ya no quedaba lugar para el miedo.
Dirán después los que analizan las manifestaciones desde lo numérico si es verdad, pero para mí se trató de una las mayores marchas realizadas en Moreno en la lucha por la Educación Pública.
Claramente estábamos todos los que hacemos la educación, ese sujeto colectivo que en la jerga escolar denominamos “Comunidad Educativa”: estudiantes, familias, docentes y directivos. Casi sin brechas. Porque no estaban allí los que conducen la educación, los funcionarios; los apuntados como responsables del ajuste. Para ellos era la leyenda: “Plata para la Escuela, No para la deuda”.
¿Qué fue lo que pasó?…. Mucho. Demasiado. Pasaron más de 40 días desde que dos trabajadores de la Escuela 49 volaron –literalmente- por el aire. Murieron una directora y un auxiliar (Sandra y Rubén) al entrar esa mañana al colegio para preparar el desayuno antes que llegaran los pibes.
A partir de ahí todo fue (y es) vertiginoso. Toda la comunidad movilizada. Docentes y familias unidas, por abajo, en cada barrio, en cada escuela. Intentando garantizar, al menos, la comida de los pibes. Porque, si no hay clases, que al menos haya comedor. Y como no hay escuelas abiertas, la olla se hace en la calle.
Ahí es donde Corina ejerce tu tarea. Cocina para los pibes.
Ahí es donde empezaron las amenazas. “Basta de hacer política. Den clases”.
Hasta que ayer la amenaza se hizo hecho. Y Corina fue secuestrada, golpeada y dejaron su mensaje violento punzado en su abdomen: “OLLAS NO”.
La convocatoria fue inmediata. Las cadenas de whatsapp se transformaron en puentes de libertad. Todos nos conectamos al unísono en una misma consigna: “Mañana todos al acampe”.
¿Qué es el acampe? Es la carpa instalada frente al Consejo Escolar que vela las 24 hs del día para que nadie profane el edificio donde se acumulan las pruebas de la inoperancia y la corrupción causantes del mal estado de las escuelas de Moreno.
Desde allí partimos. Uniendo el acampe con la Plaza “Carlos Fuentealba”, en una parábola histórica habitual en nuestro país, que se empeña en enlazar luchas y nombres.
De hecho, en el transcurso de la marcha, viví un deja vu. Me recordé 16 años atrás en la ciudad de Rosario, marchando hacia los Tribunales, pidiendo justicia por el Pocho Leprati, el ángel de la bicicleta. Otro docente que fuera asesinado por la policía mientras compartía la olla con los pibes del barrio, y gritaba sin lograrlo: “bajen las armas que acá solo hay pibes comiendo”.
Una de las compañeras de olla de Corina nos decía entre lágrimas: “Ella solo le daba de comer a los chicos; no me entra en el cerebro cómo pudieron hacerle esto”.
Todos contestamos con uno de los mensajes más recurrentes de la marcha: “No tenemos miedo”.
“No nos van a meter para adentro, vamos a seguir saliendo”, persistían los cánticos.
“Moreno resiste”. “Con Moreno no podés”. “La Educación no es privilegio, es un derecho”. “Tocan a uno, tocan a todos”.
Al finalizar la marcha me crucé con una alumna que llevaba una pancarta que resumía lo que gran parte de la comunidad educativa del país esgrime contra el ajuste: “La escuela resiste, lucha y sueña”, y nos hacía la siguiente pregunta: “Y vos: ¿dónde estás?”.
Nos fuimos desconcentrando de a poquito. Como sin querer hacerlo. Para no sentirnos solos. Como necesitando estar juntos, mientras la banda del centro de estudiantes agitaba el “luche, luche y que se escuche”.
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