Acaba de reeditarse en versión digital Pandemia un libro que busca articular las recurrentes epidemias industria médica, las políticas sanitarias y la función de la OMS. En esta entrevista, Mónica Müller analiza las reacciones ante la aparición del Covid-19, las informaciones confusas de los comunicadores, las distintas teorías que circulan por redes y medios y traza un panorama de lo que puede venir.
Acaba de reeditarse en versión digital un libro que la escritora, médica y publicista Mónica Müller publicó en 2010 a propósito de la pandemia de gripe A que un año antes, en 2009, había sorprendido al mundo. Pandemia, tal el poderosamente vigente nombre del texto que sale ahora con un prólogo de actualización, es una reflexión profunda sobre los paralelos y repeticiones entre la gripe española de principios del siglo XX y la gripe de 2009. Pero, además, es un ensayo sobre la industria médica y un aporte histórico sobre la relación entre la OMS, las diferentes concepciones de salud pública que hubo en nuestro país en el siglo pasado y sobre algunas cuestiones básicas de epidemiología que hoy aparecen tan necesarias, cuando cualquier “comunicador” agarra el micrófono y utiliza como sinónimos conceptos tan divergentes como bacterias y virus o confunden vacuna con tratamiento antiviral.
Pandemia, es, además, un texto tremendo y bello, escrito con humor irreverente y una profundidad de análisis basada en la experiencia de la autora. Así, se pueden leer párrafos de una dimensión poética inimaginable en un ”ensayo de salud” como esta descripción de los jardines del Hospital Muñiz: “Si hubiera que elegir un sitio del mundo para ubicar la melancolía, yo elijo éste. Acá se percibe el sufrimiento amontonado durante más de cien años. Eso no se dispersa: queda flotando en el lugar como un banco de niebla. Hace 55 años ya era bello y triste, pero ahora se suma la pobreza”.
-Decidí el relanzamiento de Pandemia cuando empezó la epidemia de SARScoV-2 y comenzaron a circular preguntas sobre varios temas que evidentemente eran desconocidos por el público no médico y por los médicos también -dice Müller en una entrevista via Whatsapp que respeta profundamente la cuarentena-. Como el libro contiene muchas de esas respuestas (información sobre el comportamiento de los virus, sobre la complejidad del sistema inmunitario, sobre las decisiones de los gobiernos y las reacciones de la sociedad), pensé que podía interesarle a un público muy amplio y variado. Entonces le propuse a Planeta reeditarlo y estuvieron de acuerdo. Pensábamos salir con el libro a fines de abril, pero las cosas se precipitaron, todo cambió, se cerraron las librerías y ellos propusieron hacerlo en formato digital para salir antes y para eludir el obstáculo de la cuarentena. Releí todo el texto y me pareció válido y actual. Sólo agregué una introducción hablando sobre el virus nuevo y sobre la situación epidemiológica de nuestro país en esos momentos.
El primer título del libro, en una especie de prólogo es “Te estábamos esperando” y cuenta que, en 2007, en un congreso de medicina homeopática en Puebla, México, la autora planteó la eventualidad de una pandemia por un nuevo virus de gripe. “No hacía falta ser un genio de la ciencia para predecirlo -dice el libro-: el agresivo virus aviar A (H5N1) que circula desde 2003 en países asiáticos podía combinarse en cualquier momento con uno porcino y uno humano y engendrar otro diferente capaz de transmitirse entre personas”.
-¿Volvió a ocurrir? ¿No era previsible que llegaría este momento? ¿Estuvieron más aceitados los planes de contingencia?
-Es verdad que nos pescó a todos por sorpresa, pero la realidad es que hacía años que la OMS preveía que esto o algo parecido iba a ocurrir, y como todos sabemos, Bill Gates dijo en 2015 con absoluta claridad que teníamos que estar preparados para una pandemia como la que estamos viviendo. En esta ocasión no estuve siguiendo mucho las alternativas previas, y hasta era escéptica con respecto a que se cumplieran las predicciones. En cambio, sí me parecía inminente la que efectivamente se concretó en 2009, porque desde 2003 venía siguiendo trabajos científicos que, a partir del seguimiento de las trayectorias estacionales de las aves silvestres, auguraban una probable pandemia de gripe aviar o de un nuevo virus surgido de la recombinación de un virus aviar con uno de mamífero, que es lo que finalmente sucedió en 2009.
-En el libro decís que, tanto en 1918 como en 2009, la sociedad argentina (también la mundial, pero te centrás en lo local) pasa sin transición de la negación al pánico. Esta vez parecería que fue similar ¿Existía alguna otra posibilidad?
-Creo que la primera reacción de los humanos ante algo que amenaza a la continuidad de la especie es de incredulidad. Ante un enemigo tan poderoso y además invisible, el primer mecanismo de defensa es la negación. Pero frente a lo concreto de los números de muertes, las fotos, los testimonios, no queda otra opción que creer, y entonces se presenta el pánico. No hay forma de evitar esas reacciones, porque finalmente somos monos, primates aterrorizados que no saben de dónde viene el ataque.
-¿Que coincidencias encontraste entre las gripes de 1918 y 2009 que se repitieron y repiten en esta ocasión?
-Todas las epidemias que nombraste tienen ese común denominador: la súbita toma de conciencia de lo vulnerables que somos, de lo orgullosos que estamos de nuestros avances, y de lo inútiles que son finalmente cuando la naturaleza nos pone en nuestro pequeño lugar de animales asustados.
-Hay toda una tradición “conspiranoica” que sostiene que el virus se puso en marcha adrede. De tu trabajo surge que eso no es necesario, que el virus o los virus están en trabajo constante, mutando y recombinándose. Pero en varias ocasiones dejás la puerta abierta a la sospecha. ¿No es necesario pero es posible?
-Es evidente que hay muchas personas que se sienten elegidas para iluminar a los humanos ignorantes e ingenuos. Las crisis, con la incertidumbre que provocan, son la ocasión ideal para salir a la luz y ser protagonistas por unos días. Las redes son para ellas un escenario perfecto, la oportunidad de llegar a un enorme público que en las situaciones normales los ignoran. Relatan tramas complicadísimas en las que intervienen las elites, los poderosos invisibles, los que manejan el mundo, los gobiernos de las potencias mundiales y hasta los extraterrestres, todos enhebrados con datos que son reales, como los intereses de la industria farmacéutica y su asociación con prácticamente todos los gobiernos. No descarto a priori ninguna de esas hipótesis porque tiendo a creer que todo es posible, pero también tengo el hábito de investigar todos los datos, y muy pocas veces encontré elementos comprobables. Algunas de las versiones que se cuentan son de una fantasía maravillosa, pero el mundo de los virus y las bacterias es infinitamente más extraordinario que todas ellas. Los virus se bastan para recombinarse, recrearse y permanecer desde los inicios de la Humanidad sin la ayuda de los científicos. Por eso en general me quedo con las versiones que nos propone la Naturaleza.
-Estamos tentados de pensar que hay una lógica política clara: gobiernos liberales – negación, gobiernos estatistas – cuarentena. La presión de los empresarios para levantar el aislamiento parecería justificar esa idea pero ¿es esto necesariamente así? En Alemania, por ejemplo, se paró todo (escuelas, industrias) pero no hay restricción de salir a la calle. Una vez más ¿hay más de dos opciones?
-No me parece tan directamente relacionada la reacción de los distintos gobiernos con su ideología. Sí con la idiosincrasia de cada país, y también con su tamaño relativo y su situación económica. A las poblaciones culturalmente disciplinadas se les puede permitir ciertas libertades fuera de la cuarentena, porque se puede contar con que las respeten. Alemania, Gran Bretaña, Singapur, son Estados que, en comparación con la Argentina, son pequeños, con un territorio acotado y una población implacablemente obediente de las autoridades. Los países latinoamericanos tenemos una cultura más irreverente, con costumbres que harían muy peligroso plantear una cuarentena más relajada. Italia, un país que culturalmente es más cercano a nosotros, no pudo mantener la obediencia a las reglas y le fue muy mal.
-Para el caso de la Gripe A (H1N1) la vacuna no parece haber tenido un lugar importante en la resolución de la crisis sanitaria. Contás en tu libro que los Ministerios de Salud no tenían donde metérsela una vez que pasó la primera ola. ¿Qué explicación tiene, entonces, la carrera desatada por los laboratorios para conseguirla y la expectativa que eso genera en los medios?
-Es verdad que la pandemia de gripe A(H1N1) no se detuvo por la vacuna, sino por la inmunidad de rebaño que inevitablemente ocurre en todas las epidemias. Cuando no hay vacunas, es esa inmunidad generalizada lo que con el tiempo disminuye los contagios y reduce las tasas de mortalidad. Claro que para llegar a ese punto es necesario que primero mueran muchas personas y se enfermen muchas más. Por eso se trabaja en forma febril para conseguir una vacuna que proteja con una inmunidad adquirida artificialmente. Aunque la vacuna llegue tarde, siempre es útil para evitar muchas muertes en la segunda o en la tercera oleada de la epidemia y en los años posteriores. De hecho, el virus de la gripe A(H1N1) sigue circulando en todo el mundo y actualmente es uno de los cuatro que provocan las gripes estacionales. La vacuna antigripal que se aplica todos los años inmuniza contra esos virus y aunque reduce seguramente la cantidad de contagios, no puede evitar que se produzcan entre 290.000 y 650.000 muertes anuales en todo el mundo por esa causa.
-Fuera de contexto, esta pregunta parecerá una consulta al oráculo, pero, dada la situación que describís en el libro (“estamos condenados a compartir el planeta con los virus”) ¿Va a haber más pandemias? ¿debería la sociedad prepararse para la contingencia de cuarentenas cíclicas?
-Siempre hubo y siempre habrá nuevas pandemias. Los virus, las bacterias y los humanos somos una familia disfuncional que se mantiene en una armonía precaria y de repente estalla en un conflicto de mayor o menor gravedad (para nosotros) hasta volver a un equilibrio temporario. Los que conocemos como antivirales sólo fortalecen nuestras defensas o hacen más lenta la replicación de los virus. La ciencia todavía no tiene recursos para exterminarlos. Nuestra relación con las bacterias es aún más compleja, porque necesitamos a muchas de ellas para vivir, y las llevamos con nosotros desde que nacemos hasta que nos morimos. Por otra parte, la destrucción planetaria que estamos llevando a cabo con las deforestaciones, la contaminación del agua, las industrias, el calentamiento global y el abuso de antibióticos, no favorece nuestra vida sobre la Tierra sino la vida de los gérmenes, que son capaces de mutar y adaptarse a cualquier condición que les impongamos.