Socióloga e historiadora, es una de las pensadoras feministas más respetadas de la Argentina. En diálogo con Socompa, analiza qué reclamos deben primar en el movimiento de mujeres. (Fotos: Rafael Calviño).
Las movilizaciones del 3 de junio nos interpelan a nosotras mismas, y ese es un lazo fundamental para la comunicación con otras. Tiene que haber un movimiento dentro de cada una. Sí, interpelan al patriarcado, claro, pero interpelan al ser quieto que hay en una mujer que no se ha dado cuenta antes”. Dora Barrancos habla y produce ensayo. Une en el aire las ideas y va enlazándolas con precisión, como si pusiera en marcha una maquinaria precisa. Lúcida y cálida, reflexiona sobre los reclamos que cree que deberían primar en el movimiento de mujeres. Socióloga e historiadora, Barrancos es una de las directoras del CONICET, en representación de las Ciencias Sociales y Humanas. Fue la única que votó en contra del ajuste en el área de Ciencia en febrero de este año. Además, es una de las pensadoras feministas más respetadas de nuestro país. Militante en la década del setenta, se tuvo que exiliar en Brasil durante la dictadura y fue allí donde entró en contacto con los movimientos feministas. Lo que la motivó fue el femicidio de una mujer de la alta sociedad: su marido la había asesinado por una supuesta infidelidad y el defensor del femicida alegó que había matado en “legítima defensa del honor”. Desde entonces, desde hace más de tres décadas, Barrancos viene pensando estas cuestiones y a días de la tercera marcha nacional contra la violencia de género, reflexiona sobre las urgencias y las grandes deudas que quedan por salvar.
– El 3 de Junio de 2015 fue la primera gesta de #Niunamenos. Por aquellos días, en una entrevista en la revista Boca de Sapo vos decías que a los movimientos feministas les faltaba poner en agenda el acceso al trabajo igualitario ¿Creés que eso cambió?
– Sigo insistiendo en que en realidad hay una vacancia en nuestra agenda feminista respecto de la igualación de las oportunidades de las mujeres en el mercado laboral. Esto sigue estando pendiente y sigue siendo una afrenta, porque inclusive para resolver los gravísimos problemas de violencia necesitamos un empinamiento de la economía de las mujeres. Y hay un agravante con relación a dos años antes: las condiciones adversas del mercado laboral en general, para varones y mujeres hoy día. Seguramente lo que va a ocurrir es lo que vimos en los noventa, una mayor cantidad de mujeres van a presionar sobre el mercado laboral. Y seguramente lo van a hacer en condiciones tan adversas que vamos a tener el mismo problema: adversidad en el mercado y baja en las oportunidades de empleo, que serán un aumento de la desocupación entre las mujeres. Pareciera ser una marca del feminismo en América Latina, hay una enorme agenda contra la violencia pero evidentemente estamos en un rezago respecto de la empleabilidad, y eso yo considero que es violencia contra las mujeres también.
– ¿Ya se ve ese escenario de adversidad en el mercado laboral en especial en las mujeres?
– Sí. Sus compañeros han perdido el trabajo, sus hijos mayores no lo están obteniendo. Se nota en la búsqueda de empleo en los sectores populares y no sólo eso, en los medios también están sufriendo consecuencias abrumadoras. Hay déficit de ingresos en las familias que hacen que las mujeres arranquen para cualquier ocupación para el mercado laboral. Las condiciones han empeorado. Desde luego, es inexorable pensar que la cuestión de las mujeres contra las violencias es de dominancia y debe ser así, pero deberíamos construir caminos muy contundentes respecto de la denuncia de la inequidad en el mercado laboral porque, insisto, eso también forja sentidos muy violentos en nuestras vidas.
– ¿Desde qué espacios se deberían hacer esos reclamos o de qué manera se podría instalarlos? Estamos en un contexto en el que para ARBA (Agencia de Recaudación de la Provincia de Buenos Aires), por ejemplo, la licencia por maternidad se traduce en pérdida de presentismo.
– La denuncia es una de las cuestiones. La otra es cómo se puede hacer presión. De la misma manera que estamos presionando con tantos cuerpos femeninos movilizados en la calle, deberíamos pensar qué presiones hacemos para que las políticas públicas insistan en este punto de vista. Pero no me parece que el contexto político sea coadyuvante. Estamos, inclusive, frente a una situación, ante la nueva paritaria: quiero saber si se va a computar el apartamiento por maternidad, el legal apartamiento por maternidad, y si el uso de esa licencia implicaría pérdida de presentismo; lo que es gravísimo. Si eso es así, en lugar de estar más cerca de políticas públicas que atiendan la condición de las mujeres en el mercado laboral, estamos francamente atacando ese principio de equidad. Sería un agravio a la condición femenina. Lo que quiero decir es que las fórmulas de presión deberíamos pensarlas como estrategias vigorosas y sostenidas. No me parece que estemos ni siquiera cerca todavía. Nuestro mayor empeño hoy desde luego es el gran lema Ni una menos, que es una cuestión de sobrevivencia vital, pero debemos pensar en estrategias que puedan hacerse cargo de las circunstancias de este contexto, que podamos accionar en términos de exigencia, no sólo de denuncia, con lo que está más cerca de nosotros que es la representación popular, el poder legislativo. Este año habrá cambios y deberíamos pensar cómo hacer presión sobre nuestros mandantes como para que haya un empeño drástico de la reorientación de la política pública del empleo.
– ¿Lo crees posible en este contexto?
– No me parece que haya sensibilidades hoy día en el poder ejecutivo, más allá de algunas formas de maquillaje que se puedan tener. No me parece que haya convicción acerca de esto. Insisto: podría haber una idea conservadora de que, en tiempos de desempleo, si las mujeres se abstienen, mejor, porque modifican paramétricamente las estadísticas. Las estadísticas acerca del desempleo van a ser muy importantes en lo que atañe a las mujeres. Esta película ya la hemos visto. Nosotros tenemos una captación de mujeres en mercado laboral relativamente baja si la comparamos con Brasil, por ejemplo. Son siempre mayores los índices de desocupación de las mujeres. El momento no puede ser más crucial y más aciago respecto de lo que podría hacer un movimiento feminista firme para pedir igualdad de trato. Va a haber mayor desocupación de las mujeres, menor reconocimiento del mercado laboral y hay mucha menor sensibilidad en la gobernanza respecto de las mujeres.
– ¿Cómo llegar a las mujeres que no están organizadas? ¿Los sindicatos qué lugar ocupan?
– No tenemos organizaciones de mujeres trabajadoras, al margen de los sindicatos, que tienen un límite porque sabemos que las mujeres sindicalistas no tienen un mismo reconocimiento que los varones. Sí he visto un crecimiento de un movimiento de mujeres sindicalizadas, pero eso tiene un límite. Hay expresión femenina, pero eso no significa reconocimiento, no reconozco un movimiento de mujeres cuyo objetivo sea: “Vamos a horadar la segregación ominosa del mercado laboral”. Y no está en el horizonte de las propuestas. Ocupa mucho más lugar, y abonamos en esa idea y no deja de parecer interesante, pero ocupa mucho más lugar la reivindicación de las sexualidades disidentes hoy día, que la revocación de los mandatos segregacionistas en el mercado laboral y esto es un problema serio.
– ¿Por qué no se da esa prioridad?
– Ahí está la contundencia del patriarcado. En su especulación originaria, remite a una especie de eterno retorno: hay tareas para mujeres y tareas para varones. Si eso es consecuente hoy día es porque tiene que ver con los valores patriarcales. Hay una administración de los sentidos patriarcales por lo cual no todo el mercado laboral es para las mujeres. Tampoco sería para los varones. Las tareas de mayor productividad y mayor calificación están de mano de los varones. Las mujeres no ocupan la misma proporción. Los varones, desde que se es económicamente activo hasta el tiempo jubilatorio, están insertos en una enorme proporción de algún modo, aunque estén desempleados. Porque el desempleo es un fenómeno dentro del mercado laboral. Las mujeres, no. Nosotros en el país tenemos una larga tradición de subempleo y de subregistro del trabajo femenino. Menor empleo de las mujeres y menos consideración censal.
– ¿Es decir que en los censos no calificaban como sujetos integrantes del mercado laboral?
– Se las consideraba inactivas. Como si las mujeres fueran inactivas por naturaleza, atendiendo la lumbre del hogar.
– En relación a esa confinación al hogar, hace poco una revista puso en tapa a una famosa que anunciaba que se dedicaría a ser ama de casa y desde la imagen se estetizaba esa supuesta decisión. Hubo polémica. A su vez, circularon varias notas que anunciaban que los millennials “prefieren” amas de casa ¿Qué se pongan a circular esas cuestiones es sólo casualidad, provocación, intento de “reencause”?
– Es como golpear el tablero. Es un juego de provocaciones. No me parece que sea un juego de sinceridades. Ese ser asistida permanentemente es algo que no se condice con los nuevos modelos que en alguna medida, que creo no es menor, han roto ese mandato de la mujer reproductiva. No se me escapa la diferencia de lo que ocurría cuarenta años atrás y ahora. Es más, hay una producción interesante por parte de los varones de revaluar ese significado, porque constituye un aporte fundamental para el régimen de posibilidades de una familia. Es muy difícil encontrar el atavismo de cincuenta años atrás, de tipos inclusive bastante interesantes en su formación y hasta algunas gestas progresistas, que decían: “quedate en casa” y todo eso. Creo que eso se ha sacudido. Se ha invertido la proporción de esto. Pero hay reservas canónicas que resisten en la idea de que ciertos trabajos son para las mujeres y ciertos trabajos para los varones.
– ¿Cómo está compuesto ese mercado del trabajo?
– El sector servicios es casi todo femenino. La actividad económica con significado de producción de mercado de bienes es, sobre todo, una función masculina, a pesar de los cambios que tiene la tecnología, de la robotización, de cómo se han limado las asperezas de ciertos trabajos que setenta años atrás eran muy pesados. Había un trabajo de Inglaterra que mostraba cómo se había feminizado el trato: la afectividad con que trata un dependiente de comercio a un cliente, la mayor cercanía, cuestiones que podrían parecer femeninas, pero el rubro no había cambiado de sexo, seguía siendo ejercido por varones. Yo creo que acá hay mucho de esto todavía. Y hay otras cuestiones que tiene que ver con la posición patronal.
– ¿Cómo cuáles?
– La creencia de que las mujeres se enferman más, faltan más. Y hay trabajos que muestran que eso no es verdad.
– ¿Qué otro tema debe tener urgencia?
– El sobrederecho. Argentina tiene la misma cantidad de días para embarazo y parto que construyó el sentido del derecho. Muchos países de América Latina ya tienen el doble de días. En Brasil se había hecho una reforma que facilitaba seis meses de apartamiento y eso contradijo la medida de pedir más mujeres para el mercado laboral; ahí la cuestión estaba jugando en contra. Yo creo que lo que debe aumentar son los derechos de apartamiento de los varones. Si creamos el régimen de derechos de cuidados para los varones, tendremos un problema menos para el mercado laboral. Eso desarticularía la idea de que las mujeres son quienes usufructúan más sus derechos por apartamiento y cuidados. Esta sociedad tiene un desequilibrio entre el mandato de las mujeres y de los varones debido a la esfera de cuidados, que recae en cuerpos femeninos en el 85 %.
– Hay mujeres que nunca fueron a marchas, que nunca habían mirado su propia situación desde la perspectiva de género y ahora empiezan a hacerlo ¿Cómo potenciarlo?
– Es difícil decir cuántos caminos tenemos. Hay muchos. A mí me parece que es necesario fortalecer un poco más las nutrientes de la sororidad, que son difíciles. La solidaridad entre mujeres está muy connotada por la eficacia que tiene la violencia contra las mujeres. Cuando el dispositivo de violencia está tan encuadrado, lo que genera esa propia violencia es también un malestar de género, porque algunas mujeres se solidarizan con el agresor por un problema proyectivo, concentradas en una fórmula de actuación que remeda mucho la fórmula del patriarcado. Para vencer esto necesitamos terminar con la violencia, para que las mujeres reaprendan los significados. Es un poco paradójico pero es así. La violencia para un grupo suele dar pésimas consecuencias para ese grupo, porque siempre hay alguien que se manifiesta identificado con el agresor. Por eso es tan difícil la sororidad. Las mujeres somos más en el mundo que los varones, si fuera automática la solidaridad entre nosotras, tendríamos que haber descompensado completamente esas bases sinergiales violentas. Hay dos problemas: la identificación con el agresor y la otra es quedarse en lo que Simone de Beauvoir llamaba “la inmanencia”: el “aguanto”, que también es una brutal consecuencia del propio ataque violento, porque es muy riesgosa la libertad. Cualquiera de estas cuestiones hacen muy vulnerable a la organización de las mujeres. Pero hay que conseguirla. Vos me preguntaste cuáles son los caminos: La organización de las mujeres, aun con las diferencias que puedan haber; producir más asamblea de mujeres, no solamente la movilización de los 3 de junio.
– ¿Cómo se puede pensar el lugar de los varones que quieren acompañar?
– No se me escapa que hay asuntos que pueden ser propios de mujeres, pero los feminismos desde que nacieron tuvieron grupos de varones de buena voluntad. Yo creo que es muy atractivo para nuestras luchas considerar a los varones que vienen abdicando del patriarcado.
– Marcabas que lo novedoso de este movimiento de mujeres es la participación de aquellas que antes no habían participado ni militado la cuestión de género
– Sí, fomentan la cuestión y es más importante que decirse feminista. Para mí, el feminismo es una categoría, pero no necesitamos la categorización de las mujeres. Necesitamos su actitud, una nueva condición de sí. Ahí, entonces se va a dar un movimiento.