En la Villa 31 no hay agua, en plena pandemia, y ni el Gobierno de la Ciudad, ni las autoridades de AySA, se hacen cargo del abandono que implica dejar que los contagios queden librados a la mezcla del hacinamiento con la imposibilidad de una higiene adecuada.

Codesido empezó a puntear vigorosamente. (…) Arrojaba a un costado las paladas, pero no subía mucho el montón, pues desde el primer momento con baldes y tachos se iban llevando la tierra para rellenar simultáneamente algunos bajos. (…)

A su debido tiempo se colocó en la boca del pozo un aparejo con una roldana para ir subiendo los baldes de tierra y también para que los hombres pudieran descender al fondo a seguir trabajando. Hablaban desde allá abajo y ni se les veía. A los once metros apareció el agua, se colocaron los caños, se atornilló la bomba, la probaron, y después de algunos retoques se comprobó que funcionaba. (…) al día siguiente iban a inaugurarla en un acto solemne.

Éste también fue bullicioso. Se había organizado la cola de grandes y chicos, cada uno con su tacho.(…) deseosos todos de contribuir a que la bombeada inaugural tuviese un marco adecuado de emoción, de tensión, capaz de dramatizar el momento en que por primera vez surgiese el agua allí obtenida por el esfuerzo de todos.

Bernardo Verbitsky, “Villa Miseria También es América”

Hoy no hay agua en la Villa 31, en plena pandemia. Es difícil entenderlo desde nuestro presente pero, pensado en perspectiva histórica, provoca vértigo y la percepción sobre esa injusticia pareciera potenciarse. Las villas existen en la ciudad de Buenos Aires desde hace más de un siglo, existen desde mucho antes que usáramos una palabra para nombrarlas, cuando eran arrabales de lata invisibilizados como ahora en lo referido a las necesidades más urgentes de sus habitantes y, al mismo tiempo, estigmatizados hasta el cansancio antes de cada desalojo. Durante todo ese tiempo pasaron por los barrios precarios de la ciudad poblaciones tan variadas como trabajadoras y trabajadores informales a principios del siglo XX; desempleados originarios de Europa del Este en el marco de la Gran Depresión; familias obreras relativamente amparadas por la seguridad social durante el auge de la industrialización sustitutiva y, finalmente, una nueva expansión de las economías informales, con sus vulneraciones de todo tipo, a partir de la última dictadura.

Esas transformaciones corrieron en paralelo con los permanentes esfuerzos de la población de las villas por conseguir mejoras básicas durante décadas de negociaciones y conflictos; de asambleas por manzana, por sector, plenarias, nacionales. Entre las mejoras que se buscaba conseguir, una de las principales por su trascendencia vital fue el agua domiciliaria. Cuando ese servicio no existía prácticamente en ninguna villa de la ciudad, las colas interminables que se iniciaban de madrugada frente a las canillas públicas impresionaban a los cronistas que históricamente denunciaron las carencias existentes en estos barrios.

Hoy en la Villa 31 no hay agua, en plena pandemia, y ni el Gobierno de la Ciudad, ni las autoridades de AySA, se hacen cargo del abandono que implica dejar que los contagios queden librados a la mezcla del hacinamiento con la imposibilidad de una higiene adecuada. Aunque los resultados alarman, lo único que va mitigando el desastre es la solidaridad entre vecinos que juntan fondos, consiguen bombas de agua, tiran mangueras, cargan baldes por escaleras y pasillos interminables.

Hoy no hay agua en la Villa 31, en plena pandemia, y si no hay forma de entenderlo, mucho más difícil es aceptarlo teniendo en cuenta que el acceso a ese servicio elemental fue posible gracias a décadas de esfuerzos para la construcción comunitaria de infraestructura básica y, especialmente, gracias a la lucha de quienes superaron, desde el barrio, trabas burocráticas de todo tipo a partir de la experiencia de organización acumulada por generaciones de referentes barriales.

(Esta nota fue escrita cuando el agua estaba interrumpida en la Villa 31 y, si bien hoy el servicio volvió a funcionar con normalidad en casi todo el barrio, los contagios se dispararon dramáticamente).

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