Una bolsita de snacks, una pavada. Y luego la lectura minuciosa de la inmensa cantidad de pelotudeces que se pueden comprimir en esa bolsita (o en una campaña electoral). Una nota en pura joda que se traiciona al recordar el poder económico del “campo” y el sonoro y muy jugoso secuestro de Jorge Born. 

Vemos que de movida cometemos un error al guardar el título de este documento de Word. Y al titularlo. No son galletitas, son tostaditas. Guarda la tosca, ojo al piojo.

Cometeremos un segundo error al describir los colores de la bolsita, del packaging entendemos que se dice.

A ver Google. Packaging: “hace referencia al envase, un objeto lleno de atributos encargados de la protección y a la vez perceptibilidad de un producto en concreto”.

Qué mal escrito, por dió. “Un objeto lleno de atributos”, un asco.

Cometeremos el segundo error al describir o mencionar colores pues somos daltónicos. Advertimos a eventuales corregidores de la audiencia que los daltónicos no “vemos mal los colores”. No nos equivocamos. Tenemos una cosmovisión distinta de las cosas, alternativa y acaso superadora. Y confiamos en no equivocarnos al decir que los colores de la bolsita de tostaditas de garbanzo –de garbanzo y arroz- están muy bien engamados. Tres cuartos del frente de la bolsita corresponden a un marrón rojizo, pero puede que sea bordó. Delimitado por una curva delicada, el cuarto y último cuarto, en el ángulo superior derecho, puede que sea un verde amarillento, o mostaza, o anaranjado. El logo de Molinos Ala está destacado en rojo con bordes blancos. Donde dice “veggie” es a la inversa:  las letras son rojas y el fondo es blanco.

“Tostadistas de” (minúsculas) “arroz+garbanzos” (mayúsculas) está en ese color que va del tono mostaza al verde maíz. ARROZ+GARBANZOS, sea por las mayúsculas o por el tamaño del cuerpo de la letra, da un poco agresivo.

Dos tostaditas en exceso frontales adornan el frente de la bolsa, más tres garbanzos, más cuatro granos de arroz. No, cinco granos porque hay uno que medio se pierde al lado del segundo garbanzo. No están bien logrados los granos de arroz y eso es porque no están bien logradas sus sombras, queda un blanco muy pleno, sin textura. Son feos o tontos los arroces.

Bajo la curva que divide los colores señalados hay muchas cosas para leer. Ingredientes 100% vegetal. 0% grasas trans. Sin que sepamos por qué sí (o no) deberían tener grasas trans las galletitas, perdón, tostaditas, de garbanzos y arroz o viceversa.100 g. Otro sellito que dice “Sin T.A.C.C”, que nos remite a tic-tac, al implacable paso del tiempo, y a Task Force, o a un palo de billar al golpear la bola con un sonido suave y preciso: “tac”.

Por último, al final de tanta información apretada en una bolsita de 100g, bien a la derecha, una suerte de isotipo blanco que en su escaso tamaño (tres centímetros por tres centímetros trazando un círculo virtual) contiene: un campo, quizá surcos de arado, un tractor, un molino de viento, una hoja, lo que parece un establecimiento agropecuario y en otra curva delicada, rodeando por debajo al isotipo, dice “alimento cuidado desde la semilla”.

Nos imaginamos al dueño de Molinos Ala, al señor Molinos Ala, acunando en sus brazos gruesos a cada semilla que dará como fruto una pequeña parte de la tostadita, o acunando cada semilla sobre el tractor antes de dejarla con un suspiro en la tierra, o depositando a cada semilla en una cunita una vez que la semilla se durmió. O mejor, acunando a cada semilla sobre una hamaca de madera en el porsche o soportal de una casa, también de madera, en el estado de Kansas (o Nebraska). Un farmer cariñoso. Póngale pipa si les parece o háganlo mormón.

Al lado de la hamaca un perro sereno, sensato y fiel mira el horizonte inmenso y de cuando en cuando husmea el aire sin jadear. Casi seguro es un collie o un Border collie.

El reverso es lo más

El reverso de la bolsita de cien gramos de tostaditas de arroz más garbanzos es muy distinto al frente y lo supera en contundencia. Suponiendo que las bolsitas tengan un frente y un dorso. Los colores del frente ahora están repartidos fifty-fifty y en dos franjas verticales: el mostaza o verde-anaranjado a la izquierda; el marrón rojizo o bordó o granate tipo camiseta de Lanús a la derecha.

Hay información, mucha información, de un lado y del otro. Es loable. Cómo se puede inscribir tanta información en una bolsita de galletitas sin que eso abrume. Bien por los diseñadores. Acaso se diga packagers.

A la izquierda y otra vez:

Molinos Ala. Veggie (la familia de letra que inventaron para esa palabra no nos gusta, pero connota alegría y ligereza o liviandad, suponemos que es la idea. La familia de la letra que compone la palabra “veggie”, por ser algo gordita, nos remite también, a los que pasamos los 60 años, a aquellas letras pop que se encimaban o fusionaban unas con otras. En la escuela primaria, por ejemplo, escribíamos “amor” o “love” con esas letras pop gorditas, al igual que la palabra “hippies”).

Perdón por la interrupción o el paréntesis. Es que tampoco somos packagers, ¿okey?

Decíamos que a la izquierda dice sucesiva y verticalmente. Molinos Ala. Veggie. Tostaditas de ARROZ+GARBANZOS. “Una nueva forma de entender los snacks”.

Epa caramba. Ahí nos detenemos cagados del susto. No sabemos con el rigor necesario qué son los snacks. Aunque algo oímos en alguna película y algo vimos en algún bar de Palermo. ¿Pero qué sucede? ¿Antes de ver la bolsita y comer la tostadita entendíamos mal el concepto “snacks”? Con el trabajo que nos dio el solo vagamente ver la palabra snack en algún lado y distraídamente intuirla, ¿la entendimos mal? ¿Y ahora debemos entenderla de otro modo? ¿De qué modo deberemos entender la palabra snacks?

Manga de gorilas hijos de puta.

Después dice (debajo de lo de entenderlo todo de nuevo): “La combinación del arroz con ingredientes 100% de origen vegetal, logra un producto crocante ideal para disfrutar en cualquier momento. Descubrilos!”. No va coma entre sujeto (la combinación) y predicado (logra un producto…) pero no importa. Importa que se nos da una señal clara de qué es lo que debemos descubrir desde cero en la weltanschauung de los snacks. Y aun cuando “Descubrilos!” esté escrito en modo imperativo y brille por ausencia el primer signo de admiración, como se haría en inglés, la sola orden o sugerencia nos hace imaginarnos –épicos y eufóricos- en la cofa más alta del palo mayor de un buque crocante del siglo XVI acercándose a una costa ignota, catalejo en mano. Sin grasas trans la vista.

Debajo de “Descubrilos!” está el cuadrito de la información nutricional que nos aburre mucho y más abajo los ingredientes. No entendemos ahí la sigla EMU ni qué demonios será la lecitina de soja. Nada bueno ha de ser. Más grave nos parece esto que no sabemos si es una advertencia o lo que pudo haber sido dicho por una pitonisa en un oráculo griego en el siglo VI Antes de Cristo: “PUEDE CONTENER LECHE”. ¿Cómo que puede? ¿Contiene o no contiene LECHE (es un espanto la palabra leche escrita en mayúsculas)? Y si contiene LECHE, ¿eso es jodido? ¿Es como la sandía y el vino? ¿O será que el señor Molinos Ala, cuando acunaba la semilla, para cada una de las futuras tostaditas, le metía un biberón? ¿Y el perro no dijo nada?

El número telefónico que figura ya al final de esa mitad color mostaza+diarrea puede que sirva para averiguarlo: 0800 888 3646. Pero no somos genios, no somos packagers. No sabemos o solemos llamar a los 0800. Y menos nos gusta aparecer como quejosos o neuróticos insatisfechos.

Ahora sí, sin habernos armado del suficiente coraje. Ahora comenzamos a sentirnos abrumados, sin habernos percatado que nos iba a pasar eso. Porque todavía nos queda por leer y comprender y comentar la entera parte derecha del dorso de la bolsita de galletitas de arroz+garbanzos. Esa parte tiene una ventana que da al interior de la bolsita. Es un óvalo horizontal de envase ahora transparente mediante el cual el observador, antes de decidir o no en el supermercado si compra o no la bolsita, o si al menos la curiosea, o si trata de entender de qué se trata, o de si pasados seis meses de la compra, en la bolsita ya abierta y medio desechada porque las galletitas son un asco, si pasados esos seis meses, el observador, a través de esa ventana, puede saber si hay gorgojos y no garbanzos en la bolsita de plástico sin grasas trans, 100% de origen vegetal.

Entonces, uf, a la derecha, en letras blancas sobre color vino tinto, como la camiseta de la selección de Venezuela, ahí arriba, primero mediante una curva de letras se puede leer: “NUESTRA” y debajo de esa curva que es como una ceja: “NATURALEZA ES CUIDARTE”.

A ver si lo entendemos tal como debimos entender desde el grado cero la naturaleza de un snack. “NUESTRA”, en forma de ceja. Y abajo “NATURALEZA ES CUIDARTE”. ¡Ah! Obvio. “Nuestra naturaleza es cuidarte”.

Gracias, señor dueño de Molinos Ala por cuidarnos. Lindo perro el que tiene usted junto a su hamaca. ¿Es un collie?

No nos responde el señor Molinos Ala. Dice “Shhhh”, pidiendo silencio. Y señala con dulce sonrisa cómo se está durmiendo una semillita que tiene en la palma de la mano, babeando la LECHE del biberón. Esto en las afueras de Mission Hills, Kansas. O Nebraska.

Lean bajito pues, que se duerme la semilla que será tostadita. Shhh. Debajo de “Nuestra naturaleza es cuidarte” hay mucho movimiento y es giratorio. Como el de las aspas del molino citado más arriba. Hay tres logos. Tres títulos. Tres párrafos. Tres flechas que giran en sentido horario.

¿Por cuál párrafo comenzar en ese panfleto giratorio?

Entendemos que como en un libro o una revista, La Chacra. Primer párrafo del ángulo superior izquierdo, pues son castellanas las letras. Ni hebreas, ni chinas, ni japoneses. Castellanas, occidentales. Menos mal. Porque estamos con susto y debemos leer y entender y comentar bajito, no sea que se despierte la semilla y le dé un berrinche y lo mismo el señor farmer de Kansas y le pida a Trump que nos mande un misil balístico intercontinental que impacte contra la humilde morada en la que estamos escribiendo para Socompa.

  • Primer isotipo, muy chiquito (1cmx1cm): campo arado que por estar hecho sus surcos en colores borravino y blanco y converger en punto de fuga sobre un horizonte parece una sombrilla clavada en La Perla, Mar del Plata. Más un sol naciente o poniente. Más un tractorcito muy tierno. Todo en una superficie de 1cmx1cm.

Título para el isotipo 1: “TRABAJAMOS CON MODELOS SUSTENTABLES”.

(Pensamos para nuestros adentros: la palabra sustentable –que equivale al viejo grito de Pido gancho, el que me toca es un chancho– lleva como cuatro décadas de abuso y la Tierra está cada vez más hecha percha. Pero no queremos teñir con tintes psicobolches estas letras, alcanza con el mostaza+diarrea)

Párrafo para el isotipo 2 y “TRABAJAMOS CON MODELOS SUSTENTABLES”: “La siembra directa para proteger el suelo, riego con nivelación precisa para cuidar el agua, y conservamos la biodiversidad”.

Okey. Ponele que un amigo que es ingeniero agrónomo –porque uno no entiende- se va hasta la chacra donde el amigo Molinos Ala acuna y pone las semillitas. Observa que, efectivamente, la siembra es directa y copada y el ahorro de agua es magnífico. Pero ¿“conservamos la biodiversidad?”. ¿Qué carajo hace el señor Molinos Ala en la chacra? ¿Es DIOS+NOÉ y va y arrejunta especies? ¿Junta especies de animales en parejas y las introduce como en el arca pero entre los surcos, diciéndole a los elefantes que no pisen las semillitas acunadas y a los cocodrilos que no se morfen a los antílopes? ¿Y además implanta entre los surcos perfectamente nivelados áreas de selva lluviosa en áreas de 1cmx1cm?

Dígannos, por Alá, o Ala: ¿cómo carajo siembra tostadas el señor Molinos que es capaz de conservar con su siembra la biodiversidad?

Google, socorro. Hay en la Tierra 4381 especies de mamíferos. 9271 especies de aves. 4780 de ranas y sapos. 92.209 tipos de arañas y alacranes. 915.350 modelos de insectos. Sumando todas las especies de animales, más las plantas, más hongos, existen en este mundo 1.666.576 especies de seres vivos. ¿Cómo hace Molinos para conservar la biodiversidad en su chacra?

Sembramos con intimidad

  • Segundo isotipo. De una mano, más bien rígida, una mano que parece de cartel vial o una prótesis, caen semillas sobre un surco. Semillas que antes fueron acunadas. Título: “CONOCEMOS CADA UNA DE NUESTRAS SEMILLAS”. ¡¡Milagro!! ¡¡Hijo de puta!! ¡¡El señor Molinos Ala concedió una entrevista de trabajo a… ¿cuántas? ¿Diez mil semillas? ¿Cien mil semillas? Una por una. Hizo de terapeuta con cada semilla. Se hizo amigo. Fue al cine con las semillas. Hizo maratones de Netflix con las semillas. Morfó pizza, viajó con ellas a La Falda, cuando las semillas tuvieron problemas de pareja él charló del tema sin ser tampoco invasivo. Y después de todo eso, el señor Molinos Ala, convertido ahora en sustantivo colectivo, en campesinado afiliado o no a UATRE, se convirtió de nuevo en primera persona del plural que, enjugando el sudor de la colectiva frente dice: “las cosechamos y cuidamos durante todo el proceso productivo hasta que llegan a tu mesa”.

De verdad que es una hazaña extraordinaria.

  • Tercer isotipo (de 1cmx1cm): dos ramitas se curvan hacia la derecha y en su seno, siempre acunadas, una docena de semillitas. Esta vez el texto queda por encima del título o al menos de las mayúsculas. El texto dice: “La eficiencia de nuestros procesos nos permite obtener –y entonces llega el grito de las mayúsculas- “PRODUCTOS CUIDADOS AL ALCANCE DE TODOS”.

Google otra vez para saber el precio (por eso de “al alcance de todos”): 165 pesos por Mercado Libre más $449,99 por el envío (no podemos creer que todavía se use lo de la coma seguida por el 99, hermano de la agente de CIPOL).

Bueno, basta. Después viene lo de conservar en lugar fresco, la cosa magnética o código de barras, la palabra empresaria Adecoagro y el lugar de elaboración. Avenida Fondo de la Legua, en San Isidro. Conocemos la zona porque no lejos está el Unicenter de Martínez y la clínica del doctor Nano, donde nos operamos de cataratas. No recordamos elefantes ni alacranes ni baobabs ni húmedas lagartijitas de colores ni mayor biodiversidad en la zona, pero buéh.

La semilla de Born y Soros, en Luxemburgo

Más Google. Adecoagro, los fabricantes. Encontramos esto al tuntún: “Tras una frenética campaña de compras (que incluyó entre otras a Pilagá), hoy la compañía cuenta con cerca de 300.000 hectáreas y factura más de 500 millones de dólares por año”. Nota de Infocampo: “El principal cultivo fue la soja (100.000 ha), luego el trigo (37.000 ha) y el arroz (35.000 ha). En este último cultivo, Adecoagro tiene una porción más que importante de la producción argentina, con alrededor del 15% o unas 180.000 toneladas en la última campaña”.

Un cachito más y no jodemos más: “Hoy Adecoagro es una compañía constituida en Luxemburgo, presidida por Abbas (Eddy) Farouq Zuaiter, quien fuera el cerebro financiero de los fondos de Soros, y cuyo CEO es el argentino Mariano Bosch. En la composición accionaria, el 21% corresponde al fondo de inversión de Soros, el 13% al fondo catarí Al Gharrafa, y otro 13% a un fondo de pensión holandés. La compañía emplea a unos 8.100 trabajadores, de los cuales 6.200 se vinculan con el negocio del bioetanol y el azúcar, 1.200 con el farming, y el resto en la administración”.

Problema: la información es del 25 de febrero de 2016, puede que sea data vieja. No importa. Es solo una pista, no queremos ponernos serios. Solo queríamos reírnos un poco del marketing y -como dice el tango Los mareados– mirá lo que quedó. Soja, soja, soja. LECHE. Y tostaditas.

En fin. Hubo un tiempo ya remoto, 1902, en que Molinos Río de la Plata fue creada por Bunge y Born y era de ellos. Y otro tiempo ya no remoto, pero sí algo lejano, cuando éramos chiquitos, desde mediados y fines de los 50, en los que Bunge y Born comenzó a fabricar los alimentos de nuestra infancia: la sémola Vitina (1955), la harina Blancaflor (1956), el bizcochuelo Exquisita (1959), la margarina Delicia (1963), la mayoneas Ri-K (1968). Ocho o nueve años más adelante hubo 24 desaparecidos, contados solos los que trabajaban en una planta de Avellaneda (también los hubo de Grafa). Lo que recordamos ahora son las otras empresas de Bunge y Born hacia los ‘70: Compañía Química, Grafa las pinturas Alba, Atanor, Centenera, Sulfacid, Minera Aguilar y quichicientas más, dentro y bien fuera de Argentina, en bocha de países.

Entonces fueron los Montoneros y, zás, secuestraron a Jorge Born en el rescate más capo y jugoso de la historia de los secuestros y después vino Menem y todo bien, quebracho y algarrobo.

Caramba. Parece que hemos perdido el hilo temático y humorístico, pero no la tostadita. Inicialmente solo queríamos reírnos un poco del marketing como quien habla de lo pelotudo que se puso el mundo. Hay tantos miles de ejemplos de lo pelotudo que se puso el mundo –y lo absurdo y lo banal y todo encubriendo tanto desastre y tanta injusticia- solo cuando se atiende al uso del marketing en el mundo, o en la política. Y habrá gente que va a las páginas web o los instagrams de cada producto o coso que se fabrica, ¿buscando qué?

Volviendo al tema y de nuevo. Fíjense por Dios cuánto se pudo escribir e interpretar cabal u honestamente sobre lo dicho en una puta bolsa de tostaditas. El laburo que dio eso, aunque sea en joda. Y el otro laburo de quienes acaso se quemaron los cerebros –o se cagaron de la risa de nosotros- diseñando y concibiendo la bolsita. Y por ahí están orgullosos y por ahí la bolsita sale premiada como ejercicio exquisito de packaging. O por ahí a las bolsitas las hicieron dos pibes o pibas de 22 a 26 años salidos de la UADE o la Palermo y les pagaron chauchas por su trabajo.

Como sea, y diciendo lo fundamental solo al final: las tostaditas de arroz y garbanzos no tienen gusto a nada. Las compró mi pareja, yo no tengo la culpa. Pero nos pusimos a leer juntos la bolsita e hicimos chistes, hubo como un crescendo en la joda y de ahí salió esta nota.

Una porquería las tostaditas de arroz y garbanzos. A lo sumo tienen un vago aroma a Dogui, a mala comida para perros. Al gas metano que emana de los establecimientos en los que a las vacas se las cría en feed-lots. A barro empetrolado en las costas de Ensenada.

No. Definitivamente.

Son una porquería las tostaditas de arroz y garbanzos. Sin sabor. Ni a arroz, ni a garbanzos. Al garbanzo comelo en guiso, con el mondongo o la buseca. Claro que te vas a quedar ayuno del despliegue de sabiduría de la bolsita.

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