No están en contra de la vida, como quieren hacer creer muchos, sino que defienden el derecho a no morir porque así lo dice la ley. En una carta abierta, quienes tienen por oficio las palabras muestran que saben bien qué significa cada una de ellas..

Cualquiera podría pensar que un martes a media tarde, en el arranque del año, es un momento difícil, imposible para una actividad por fuera de cronograma.

Sin embargo, el martes 17 de abril, 251 escritoras suspendimos trabajos, ocupaciones y actividades varias para acercarnos al espacio la vaca Mu, en el barrio de Congreso de CABA. Lo que nos convocaba: la firma de una carta abierta para pedir, exigir una ley de interrupción voluntaria del embarazo.

Desde distintos lugares de la capital, del conurbano, con hijes, sobrines, en tren, subte, caminando, moto. Con nuestros pañuelos verdes en el cuello, en las muñecas, con el verde en los ojos y en los abrazos.

A partir de la iniciativa de las actrices argentinas, de la misma nota que ellas redactaron, tomaron la posta las escritoras Claudia Piñeiro y Cecilia Szperling. El colectivo nP literatura (nosotras proponemos literatura) se hizo eco y las ondas reverberaron fuertes y sonoras.

Mucho se ha escuchado ya en el debate que se lleva a cabo en estos días en el Congreso. De un lado y del otro. De uno, metafísicas variadas, como bien explicó en su exposición Darío Sztajnszrajber. Del otro, argumentos cada vez más comprometidos con la coyuntura social, desde un posicionamiento político como el lugar más apropiado cuando de leyes se trata.

Las escritoras tenemos la palabra y el cuerpo y los usamos con intenciones precisas y de manera deliberada. El uso que hacemos de la palabra es absolutamente tendencioso. La escritura nos enuncia, nos enunciamos a través de ella y nos paramos desde el lugar en el que vemos, sentimos, pensamos, vivimos.

Fuimos a poner nuestro cuerpo, a dejar nuestra marca que dice que queremos elegir dónde, cuándo, cómo y por qué poner nuestro cuerpo por propia voluntad y decisión.

Fuimos a rubricar con nuestros nombres lo que queremos: una ley que contemple educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar y aborto legal para no morir.

No estamos, como muchos medios y organizaciones quieren instalar y confundir, en contra de la vida. No vamos por el mundo promoviendo la no concepción ni la abolición del embarazo y el nacimiento. Tampoco estamos a favor del aborto, por el aborto mismo. Es una práctica no deseable para nadie que sucede, que ocurre, de cualquier modo. Lo que queremos es una ley que contemple la absoluta libertad de decisión de la mujer sobre su cuerpo, de su elección para afrontar o no la maternidad y, por sobre todo, una ley que no condene y proteja a las mujeres que deseen interrumpir su embarazo en condiciones sanitarias gratuitas, accesibles, seguras y legales.

Las escritoras tenemos el cuerpo y la palabra para pedirlo, para exigirlo, para prestársela a quienes, como nosotras, están gritando por lo mismo. Para darle palabra a las que ya no tienen, a las que murieron en todos los abortos clandestinos hasta hoy, por no poder acceder a un aborto legal, gratuito y seguro.

Hace mucho escribí un breve texto que dice “Hay palabras a las que se lleva el viento. Hay palabras que son el viento”.

Nuestra palabra, nuestro grito, el grito de las mujeres, está soplando fuerte.