Cuestionadas por interesados en el dinero más que en las muertes, las medidas de aislamiento del gobierno nacional para la prevención de la Covid-19 muestran cierta eficacia. Por otro lado, fallan estrepitosamente en lo comunicacional por no tener en cuenta que “los argentinos” no son todos temerosos clasemedias.

Esto va a ser cortito y al pie, sin floripondios ni dibujitos, porque se trata de la vida, de preservar la vida.

Quien esto escribe (o sea, yo) apoya la política de aislamiento sanitario del gobierno nacional. Se trata simplemente de ver los datos, que se miden en personas: la curva de contagios se demora en subir y hace que el sistema sanitario aguante. Es lo que se puede, y se está haciendo.

Se está haciendo en una situación difícil, muy difícil: porque a la diseminación de la infección por coronavirus, la Covid-19, se le suma la infodemia.

Quien esto escribe (perdón por la repetición) ya ha escrito sobre la infodemia y también sobre esa cosa estúpida pero peligrosa de hablar – desde el gobierno mismo – de un “enemigo invisible”, de armar un escenario de guerra con el coronavirus. Que es la extrapolación de la Doctrina de Seguridad Nacional.

No se trata de eso ahora, sino de la comunicación eficaz, es decir: de una buena comunicación para la prevención.

Si alguien se tomara el trabajo de revisar la comunicación oficial – que es abundante y bienintencionada – sobre el tema, encontrará un destinatario: es una comunicación preventiva – con medidas preventivas posibles – para lo que sea que se llame la clase media, gente que – si quiere y/o puede – las aplicará.

Eso es – por ponerle un nombre – etnocentrismo sanitario.

Resulta un problema grave, desde el punto de vista comunicacional y desde sus consecuencias sanitarias. Cuando se le habla solamente a un sujeto social, se excluye a los otros.

Nadie parece haber pensado en eso, y no es para nada difícil (o sí, porque esto genera resistencias).

Hay antecedentes de que es posible con solo descentrarse: En 1989, cuando Ginés González García era ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires y con su aprobación política, un equipo de educación y comunicación armó una estrategia de prevención para la infección por VIH (virus de la inmunodeficiencia humana), causante del SIDA, con muy buenos resultados.

Tan buenos – dentro del desastre general de la pandemia – fueron los resultados que esa estrategia se llevó a nivel nacional, con el visto bueno de la Organización Panamericana de la Salud (OPS).

¿Qué tenía de bueno esa estrategia comunicacional?

La respuesta es simple: tener en cuenta la singularidad psíquica, la diversidad cultural y la situación social de los sujetos de la prevención.

Esto es: para lograr comportamientos preventivos había que tener en cuenta a las personas, no a los ideales de personas, para modificar las situaciones o los comportamientos que los ponían en riesgo.

Quien esto escribe la va a hacer corta. Se trabajó con cuatro niveles articulados:

-Difusión: mensajes generales para toda la población (lo que se hace ahora con el coronavirus: lavate las manos, ponete el barbijo, dejate de joder).

-Comunicación focalizada: mensajes específicos para grupos específicos. Se trabajó con policías, médicos, enfermeros, adictos, maestros, estudiantes y lo que se te ocurra en una investigación de grupos focales, para diseñar mensajes específicos de prevención para esos grupos, a partir de sus prácticas y de sus imaginarios-

-Talleres de prevención y comunicación: se hicieron talleres en barrios, cárceles, hospitales, etc., para encontrar las prácticas de riesgo y los obstáculos epistemológicos y emocionales que existían para poder construir en conjunto prácticas preventivas que los superaran.

-Movilización social: acciones de articulación política y social para comprometer a todo tipo de organizaciones en la habilitación de espacios institucionales y en la implementación de las estrategias preventivas.

Bueno, eso, escribe quien esto escribe, y agrega: no se puede hacer prevención para la salud sin tener en cuenta – investigar, explorar, definir y buscar estrategias de colaboración comunitaria – la singularidad psíquica y la diversidad social de los sujetos (no objetos) de la salud.

Bueno, de eso no hay nada.

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