Algunas ideas sobre la ola de críticas que desató el folleto sobre consumo de drogas de la Municipalidad de Morón, o de cómo se opina sin conocimiento y buscando un rédito político aun a costa de la salud. Una reflexión informada desde una práctica real en prevención para la salud.

A raíz de las críticas – con evidente intención de sacar rédito político a costa de cualquier cosa – al folleto sobre consumo de drogas de la Dirección de Políticas para Juventudes del Municipio de Morón, elaborado con la intención de reducir el daño de las adicciones, recordé un Curso-Taller que di en 1990 en el Instituto Nacional de Epidemiología de Mar del Plata como actividad de la Dirección Nacional de Lucha contra el VIH-SIDA, donde yo era responsable de Educación y Comunicación.

Era una actividad destinada a los directores de los programas provinciales de prevención de la transmisión del VIH y se hizo auspiciada y financiada por la Oficina Panamericana de la Salud (OPS).

Yo venía de hacer un trabajo de ese tipo en Chile para producir material de prevención destinado específicamente a Carabineros (Believe or not).

En Mar del Plata, con un grupo de psicólogos, diseñadores gráficos y comunicadores sociales, enseñamos a utilizar la técnica de grupos focales (pero con un enfoque participativo) para diseñar mensajes para la prevención de la infección por HIV en determinados sectores: enfermeros, docentes, policías y, entre otros, adictos a las drogas.

En este último caso se trabajó para diseñar un afiche y un adhesivo para pegar en los baños de los boliches con un mensaje destinado a evitar el problema central de la transmisión del VIH en esa población específica: que compartieran las jeringas y las agujas para drogarse.

Lo primero que aprendimos trabajando con los grupos de adictos y de adictos en recuperación fue que, si atacábamos el consumo, directamente perdíamos. Eso generaba rechazo.

Trabajamos entonces en un medio y un mensaje que tuviera eficacia y no generara resistencia. Eso implicaba – e implica – reconocer y respetar la diversidad cultural para que el mensaje no aparezca como descalificador de ese grupo poblacional.

Salió un afiche y una pequeña oblea para pegar diseñada en colaboración con los grupos. Era una pared de ladrillos (tipo The Wall) con dos mensajes a manera de pintadas sobre esas paredes.

Uno de ellos decía: “Si le vas a dar a la pala y querés zafar del SIDA, no compartas la aguja”.

El otro, más enfocado en el consumo: “Si salís de la soberbia de la pala y la bobera del rophi, un ladrillo caerá para zafar del SIDA”.

Las campañas de prevención deben hacerse en cuatro niveles articulados:

1) Difusión (mensajes generales para la sociedad en general, con el objetivo de visibilizar el asunto).

2) Comunicación focalizada (elaboración, en colaboración con el grupo/población meta, de medios y mensajes para ese grupo y no otros. No importa si molesta fuera del grupo, porque seguro que molesta al imaginario dominante).

3) Talleres de prevención (apuntan al desbloqueo de obstáculos epistemológicos y emocionales para poder construir el conocimiento preventivo en esa población específica).

4) Movilización comunitaria (formar agentes de prevención dentro de las propias comunidades).

Aun con sus evidentes fallas comunicacionales, que no son las que le critican los medios dominantes y políticos de supina ignorancia, el folleto de Morón se inscribe en el segundo de los niveles (aunque no sé si el material se diseñó haciendo participar a la población meta. Si no fue así, deberían hacerlo con el próximo, si se animan).

No es incitación al consumo, es trabajar sobre una realidad concreta con un enfoque sanitario real y no con un punitivismo idealizado e ineficaz.

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