Desde el Estado se tiene la intención de avanzar en la legalización de la producción y legalización del uso del cannabis, con fines medicinales y recreativos, la legalización debe resolver a quienes beneficiará. (Foto de portada: Horacio Paone).
Ya está popularizada la figura de Manuel Belgrano, como uno de los pioneros e impulsores de la producción de cannabis en territorios argentinos, para quienes le dan un uso recreativo, su imagen podría ser la del primer prócer cannábico de la patria fumanchera, aunque la promoción belgraniana estaba dirigida al cáñamo industrial y en lo visto y hecho en Europa, donde la industrialización del producto se basaba en la fabricación de telas y aparejos para la navegación. Aunque también su uso se extendía al calzado, ya que de cáñamo es usado para fabricar la suela de las alpargatas españolas y criollas.
Sin embargo, la presencia de la planta y su uso recreativo en estas latitudes, se da con la llegada de los africanos sometidos a la esclavitud, quienes trajeron las semillas desde lugares como Angola, Guinea y el Congo y fumaban sus flores, para aliviar el sufrimiento y las penas, devenidas del extrañamiento y la miseria a la que eran sometidos. A los esclavistas, mucho no les importaba este uso dado a la planta y consideraban a la hierba, como una más de las tantas daturas que circulaban por estos lares.
A partir de 1810 y con la abolición de la esclavitud, el uso de la marihuana o pango, como era llamada en lenguas africanas, adquirió un carácter festivo más extensivo. Tanto Encarnación Ezcurra, como Manuelita Rosas, asistían a las candombeadas que la comunidad africana ofrecía para homenajear a Don Juan Manuel, en esas festividades bulliciosas no solo se bebía alcohol, sino que también se fumaba el celebrado pango. No es de extrañar que ambas mujeres de carácter decidido y con un empoderamiento muy singular para la época, hayan probado las delicias del humo de una pipa de marihuana.
Más acá en el tiempo, hablamos de los años 20 del siglo pasado, cuando aún no habían llegado las políticas prohibicionistas y estigmatizantes, el uso del cannabis recreativo y algunas de sus bondades se hacía presente en la letra del cancionero popular, como el tango Fumando espero, del catalán Joan Valdomat Masanas, del año 1922, donde el amante apacigua la espera de su amada, fumando un “chino embriagador” envuelto en las volutas centellantes, detrás del ventanal.
Pero volviendo a las políticas de Belgrano, en los años 70 se llevó adelante un emprendimiento, aún recordado por aquellos que rondan hoy los 60 años, en la localidad de Jáuregui, donde hasta 1977 se cultivaron varias hectáreas de cáñamo para la industria textil. La última dictadura cívica militar (1976-1983) prohibió al cáñamo industrial asociándolo con la marihuana. Se sancionó un decreto prohibiendo los cultivos de cannabis. por presión de la industria petrolera, que propulsaba el uso masivo del nylon y el plástico, ambos derivados del petróleo. Nuestro prócer no podría imaginar que 200 años después, el cáñamo estaría prohibido y aquellos que lo fumaran o plantaran irían presos y que es necesaria una ley votada por el Congreso Nacional, para despenalizar el uso, tanto industrial como recreativo.
Economía
En la actualidad existen unas 200 asociaciones de productores de cannabis medicinal en todo el territorio nacional, tanto para el futuro del desarrollo económico como para el legislativo, estos colectivos debieran tener un papel protagónico, el economista Andrés Asiain, integrante de la Cátedra Nacional de Economía Arturo Jauretche y doctorado en Ciencias Sociales del CONICET, asevera que: “Los profesionales de la salud junto a las comunidades cannábicas estén en la génesis de este proyecto. Entienden de cultivo y nos tienen que ayudar en la preservación de las genéticas mediante acuerdos con ONG locales. El know-how del cultivador local es un bagaje cultural, fruto de convivir con la planta, que no lo tiene el INTA”.
Las preocupaciones de Asiain, van un poco más lejos en cuanto a cuál debe ser el camino a seguir en la producción y desarrollo económico, para que el cultivo no caiga en mano de la industria extensiva y concentradora, es decir los grupos hegemónicos tanto nacionales como extranjeros. Para ello, es necesaria la promoción y la intervención de los agricultores familiares en el cultivo, un sujeto que sabe y conoce de saberes ancestrales y practicas agroecológicas, premisas fundamentales en la cultura cannábica, que se enraízan también con la solidaridad de quienes la integran, esto atañe no solo al intercambio de semillas, sino también al conocimiento adquirido en la convivencia con los cultivos, tal como el mismo Asiain lo señala.
El potencial económico también se debe medir en la generación de empleo en las distintas comunidades, en el agregado de valor al producto y en las altas posibilidades de exportación de un producto agroecológico, que no debe caer en manos de aquellos que tienen los medios para grandes inversiones, algo que iría en contra de la naturaleza propia de la cultura cannábica. En ese sentido, el estado no debiera poner obstáculos, para alentar proyectos productivos, como los siete que en la actualidad maneja el Instituto Nacional de Semillas (INASE) y además, entre otros puntos que surjan de la discusión y el intercambio de ideas, registrar a los cultivadores en el Registro Nacional de Agricultores Familiares, del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, quienes hoy se encuentran en un limbo judicial y a merced de cualquier denuncia por la cual pueden terminar presos.
Negocios
Solo en la ciudad de Buenos Aires, funcionan medio centenar o más de tiendas dedicadas a la venta de productos para el consumo y el cultivo de cannabis, en cualquiera de estas tiendas llamadas por su nombre en inglés Growshop, uno puede comprar desde picachos para moler marihuana, papelillos, pipas y fertilizantes para los cultivos caseros, lo único que no se puede adquirir son semillas, las mismas son vendidas a través de links de páginas extranjeras, que muchas veces no entregan lo comprado, es decir, suelen estafar a los compradores.
Este número de tiendas también habla de otras cosas, por ejemplo, de la generación de empleo, en una industria que no debe perder su horizontalidad y que una vez establecido el marco legal, también puedan dedicarse a la venta de semillas a aquellos que hagan un uso recreativo de la planta. Esto, también es cortar parte del negocio del narcotráfico, nada mejor que un usuario cultive su propia planta, a que tenga que caer en las manos del dealer de la esquina, como señala la ex diputada del Frente de Todos, Araceli Ferreira, quien hoy integra la Secretaría de Agricultura Familiar Campesina e Indígena (SAFCI) del Ministerio de Agricultura, que ganó notoriedad entre otras cosas, por llevar una maceta con un plantín de cannabis a una sesión inaugural de la Cámara de Diputados y la tornó en una abanderada de la causa por la legalización del autocultivo, al declarar a la revista THC: “Hoy hay pibes con dos plantines presos, gente con enfermedades que depende de su cultivo para poder tratarlas y el estado en lugar de ayudarlas las persigue. La supuesta lucha al narcotráfico que venden desde el Ministerio de Seguridad no hace más que atentar contra la vida de personas inocentes que plantan porque no quieren comprar. Por eso traje esta planta hoy, para hacer evidente esta gran injusticia y alertar al Congreso a que de una vez por todas discutamos la regulación del cannabis”.
Sabido es que gran parte del tráfico de Cannabis para uso recreativo, proviene del Paraguay y que el mismo se realiza contrabandeado -al igual que se hace con la soja- por la Hidrovía del Río Paraná y los alijos son descargados en los puertos privados, lo que es un gran negocio para la Prefectura, dedicada hacer la vista gorda, como lo hace con los cargamentos de cereales.
Modelos
Si abrimos la página web de la sociedad de cultivadores El Jardín del Unicornio, cuyo referente es Julián Peré, la presentación nos dice que son: Cultivadorxs, activistas y usuarixs responsables de cannabis que buscan romper con el paradigma desinformador y capcioso impuesto por el prohibicionismo. Somos una agrupación de personas adultas usuarias de cannabis que sustentamos colectivamente, en nuestra privacidad y sin fines de lucro, un cultivo cannábico para poder abastecernos, obteniendo una sustancia de calidad y en un circuito seguro; ya sea para nuestro uso recreativo y/o terapéutico. En un contexto de ilegalidad enmarcado por las prácticas punitivas y persecutorias hacia lxs usuarixs.
El mismo Julián Peré nos dice que, la asociación atiende a 300 usuarios y usuarias, con una gran variedad genética, para uso medicinal, con cepas argentinas terapéuticas y resalta también la solidaridad, el cooperativismo y el mutualismo que genera la cultura cannábica. El modelo del Jardín del Unicornio, va en sintonía con lo que preconiza el economista Andrés Asiain y también sobre su alerta, de que el cultivo no caiga en manos de la industria concentradora, tal como sucede en Jujuy, donde el gobernador Gerardo Morales, legalizó el cultivo con aparentes fines medicinales, y su cultivo y comercialización se realiza a través de una pseudo empresa estatal Cannava.S.E., cuyo CEO es su hijo, Gastón Morales. Lo de pseudo empresa estatal, viene porque la misma está asociada con Green Leaf Farms International, empresa radicada en los Estados Unidos, que aporta los fondos para la producción, fabricación y distribución de los productos, para la diputada provincial Alejandra Cejas, quien presentó una denuncia judicial sobre la ilegalidad del emprendimiento, la empresa fue creada con el solo fin de exportar droga a los Estados Unidos, operatoria en la que también coincidió la Asociación Mamá Cultiva. Si de irregularidades y arbitrariedad se trata, es conocido el manejo feudal de Gerardo Morales en la provincia, donde mantiene presa a Milagro Sala, con la complicidad del poder judicial.
Las tierras donde se lleva adelante el cultivo, pertenecen o pertenecían a la Cooperativa Agrícola El Pongo, donde sus asociados se dedican al cultivo de hortalizas, verduras y flores, en una totalidad de 14.000 hectáreas, de las cuales Morales planea usar 11.000 para el cultivo cannábico. La operatoria para apropiarse de las tierras es como siempre salvaje, los campesinos deben abandonar sus parcelas a cambio de un terreno de proporciones mas chica en la ciudad de Jujuy, si aceptan se van y si no aceptan se van también, expulsados por la fuerza. Los miembros de la cooperativa –según anuncian sus referentes- ya han comenzado un plan de lucha para resistir esta apropiación y sustitución de cultivos forzosa. El estado nacional debería tomar nota de estas tropelías, que además van en sentido contrario a la legalización reclamada por las organizaciones que nuclean a quienes las integran, con los fines propios de la cultura cannábica. Por otro lado, existen puntos alentadores sobre cuál es el camino a seguir, el 16 de junio pasado y a instancias de la SAFCI, con el fin de promover la discusión e intercambio de ideas, se llevó adelante el Seminario Internacional, sobre Desarrollo Nacional de Cannabis, donde los distintos participantes marcaron los puntos y una agenda a seguir. El seminario, tendrá una segunda parte, lo cual es algo alentador para la promoción y el debate que permita la inclusión en las políticas públicas de todos los productores de esta especie vegetal.
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