Concentración económica, integración vertical y despidos. La avanzada empresaria, la pelea de los trabajadores y algunos números que desmienten la supuesta crisis del sector.

Las Toscas, 300; El Tabacal, 181; Ledesma, 30; La Esperanza, 325;  San Isidro, 700. Total: 1.536 despidos en apenas dos meses. “En estos últimos años hemos tenido muchos golpes en la actividad sindical azucarera. Ya sea a través de multas, o del armado de causas judiciales a los trabajadores y dirigentes. Estos golpes se fueron incrementando con estrategias específicas de avance contra nuestros derechos”, dice Rafael Vargas, secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar del Ingenio Ledesma (SOEAIL).

En la Federación Regional Azucarera (FAR) señalan que la avanzada de las empresas propietarias de los ingenios comenzó casi al mismo tiempo en que el Gobierno nacional redoblaba la presión para poner en marcha la reforma laboral. Hizo punta el Ingenio La Esperanza, de la Compañía Azucarera Juan Terán S.A. “Fue un plan del gobierno, que armó una verdadera parodia. Afirmaron que vendrían empresarios a poner en funcionamiento el ingenio”, explica Vargas. La protesta fue reprimida. Varios trabajadores y dirigentes, encarcelados. La intervención de la CTA Autónoma, que consiguió una resolución de la Organización Internacional del Trabajo, logró la liberación de los detenidos.

Sin embargo, la embestida siguió. Hubo nuevas cesantías. El conflicto se generalizó y disparó “la gran marcha azucarera” que este semana recorrió 300 kilómetros desde el Ingenio El Tabacal, en la localidad de jujeña de Hipólito Yrigoyen, hasta el Ingenio San Isidro, en la ciudad salteña de Güemes, pasando por los ingenios Ledesma, en Libertador General San Martín, y La Esperanza, en San Pedro de Jujuy. Terminada la caravana, convocada en el marco de una asamblea extraordinaria que logró la adhesión de estatales y sectores políticos opositores, los trabajadores de los cinco ingenios volvieron a las tareas.

En la FAR califican la experiencia como un punto de quiebre. Dicen que levantó el ánimo de los trabajadores. La agenda gremial señala una nueva cita: el segundo congreso de la FAR, donde las delegaciones de base debatirán y decidirán nuevas acciones. Será en marzo. El objetivo inmediato: un único salario para los trabajadores de los diferentes ingenios y mejores condiciones de trabajo. “Venimos teniendo acciones de manera conjunta con los gremios estatales y otros privados porque necesitamos mostrar la unidad. Para los azucareros es la única oportunidad que tenemos de enfrentar al gobierno y al empresariado que hoy se siente empoderado por las políticas neoliberales”, señaló Vargas en una entrevista realizada por el portal elsubmarinojujuy.com.ar.

Reincorporación de trabajadores, estabilidad laboral… La negociación viene dura. El primero de mayo vencen los acuerdos vigentes. Los ingenios de Salta y Jujuy quieren flexibilizar tareas y pagar salarios por debajo de los que pagan los ingenios tucumanos. El planteo empresario es sencillo: argumenta que con las condiciones actuales, los salarios que pagan y la cantidad de trabajadores que tienen, las empresas son inviables. La situación trasciende los límites de la actividad y afecta a muchas comunidades de la región. Los trabajadores aportan a las economías regionales, pero no acceden a los beneficios. Además, la cifra de despidos puede resultar engañosa a la hora de evaluar el impacto social de las cesantías. La onda expansiva alcanza a zafreros y cañeros independientes.

Algunos números

Los ocho ingenios azucareros que hay en Salta y Jujuy explican el 36 por ciento de la producción azucarera del país y son propietarios del 95 por ciento de la caña que procesan. Los números son elocuentes. En Tucumán, donde la cadena productiva es más heterogénea, existían durante la década del noventa unos 14 mil productores de caña. La concentración e integración provocó la desaparición de muchos. El número se redujo a unos 5.300 en 2002. Ese año, el Censo Nacional Agropecuario señalaba que el 90 por ciento de las explotaciones tenía menos de 50 hectáreas y el 64 por ciento ocupaba superficies que no superaban las 10. Hoy, los grandes productores concentran el 20 por ciento de la tierra y los ingenios el 50 por ciento. Ambos actores incrementaron la superficie plantada en unas 50 mil hectáreas.

Según la Estación Experimental Agroindustrial Obispo Colombres (EEAOC), un ente autárquico  en el área del Ministerio de Desarrollo Productivo del Gobierno tucumano, la reducción del beneficio que obtienen los ingenios obedece a la retracción de los precios internacionales y locales. El precio de la tonelada de azúcar pasó de los 770 dólares en 2011 a unos 400 en 2017. Sin embargo, están lejos de atravesar una situación crítica. Los estudios del ente precisan que la producción de caña en nuestro país exhibe costos inferiores a la media mundial, y muy por debajo de la que registran los principales exportadores a nivel global (Brasil, Tailandia, Australia, México y Guatemala).

En Salta y Jujuy, los costos son incluso menores que en Tucumán. ¿La razón? Las unidades de producción son de mayor escala y están más integradas. Además, la actividad, de manera similar a lo que ocurre en el resto del mundo, está fuertemente protegida. Los ingenios se benefician con líneas de crédito especiales, compras estatales a precios regulados y la financiación de las exportaciones. Pero también con un tratamiento excepcional en el Mercosur, que los protege de la competencia brasileña mediante aranceles móviles.

El bioetanol, otro negocio

A partir de 2009, con la sanción del Régimen de Promoción de la Producción de Bioetanol, que otorga beneficios para la producción de biocombustibles, muchos ingenios construyeron refinerías. De esta forma se diversificaron. El negocio les permite obtener beneficios millonarios que se suman a los conseguidos con la producción de azúcar. Sobre esta base, la Argentina se constituyó en uno de los principales exportadores de biodiesel a nivel mundial.

El mercado está en manos de una docena de empresas. Casi todas vinculadas a los ingenios. Nueve de ellas producen bioetanol a partir de la caña de azúcar y cinco a partir del maíz. Las primeras se localizan en Tucumán, Salta y Jujuy. El resto en Córdoba, Santa Fe y San Luis. Desde entonces, la producción bioetanol, cuyo principal destino es la mezcla con la nafta utilizada en los vehículos, presenta una tendencia positiva.

Entre 2009 y 2015, los volúmenes de bioetanol acumularon un crecimiento del 81 por ciento anual para alcanzar los 815 mil metros cúbicos. Pese a la bonanza y a la protección que recibe el sector, en los últimos años, cuando el Estado nacional decidió ampliar los cupos de corte, los ingenios azucareros declararon en varias oportunidades que no contaban con suficiente producción para asumir el compromiso. Al mismo tiempo presentaban solicitudes de autorización para exportar azúcar.

Productividad en ascenso

Al igual que otros sectores agropecuarios, el azucarero registró durante las dos últimas décadas cambios radicales en el manejo del campo. La mecanización reemplazó a la cosecha manual y a la quema de cañaverales. Durante los años ochenta, en Tucumán todavía predominaba el corte manual, la recolección mecánica y el uso de quema. Hoy, el 70 por ciento de la producción se hace con cosechadoras integrales. En Salta y Jujuy esa proporción es aún mayor.

La dinámica tuvo como resultado un aumento de la producción y la obtención de excedentes que se exportan con precios elevados a Estados Unidos mediante la denominada “cuota americana”. Otra parte se coloca en Chile. El salto se explica en gran medida por el fuerte incremento de la productividad en los cañaverales tucumanos, que históricamente presentaba los rindes más bajos. Los datos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria son claros: la productividad promedio pasó de 26,8 toneladas por hectárea en el año 1990 a 64,5 toneladas en 2016. La superficie implantada cayó y muchos ingenios transfirieron tierras a cultivos como el limón, la frutilla, el arándano y la soja.

En las últimas tres décadas, la transformación resultó en una disminución del empleo demandado por la cadena azucarera. Cada cosechadora reemplaza a 150 trabajadores. Tres décadas atrás, un zafrero recolectaba una tonelada y media de caña por día. Con los sistemas semi-mecánicos se recolectan entre 4 y 5 toneladas diarias. La productividad asciende a 600 toneladas por día con las cosechadoras integrales.

La magnitud de los despidos decididos por los ingenios de Salta y Jujuy se hace evidente cuando se los compara con la cantidad de trabajadores formales del sector. De acuerdo a las estadísticas del Ministerio de Trabajo, el empleo registrado en la industria azucarera promedió los 13 mil puestos entre 1996 y 2002. En el período 2003-2009, la cifra ascendió a unos 14 mil. Entre 2010 y 2015, los puestos registrados fueron en promedio 16 mil. Los despidos suman 1.500. La ecuación es simple: las cesantías afectan a uno de cada diez trabajadores formales.

La maquila del azúcar

Los especialistas definen la maquila como un contrato agroindustrial regulado por ley que relaciona dos eslabones de la cadena: el productor de la materia prima y la industria que la elabora. En la práctica se aplica a una infinidad de procesos industriales: la caña de azúcar, la yerba mate y la leche, entre muchos otros. El sistema implica que el productor queda obligado a suministrar la materia prima y a cambio recibe como pago un porcentaje del producto elaborado. La ley exige que los productos que ambos actores se reparten entre ellos sean de idéntica calidad. Poco y nada de esto sucede.

En la práctica, la maquila del azúcar, ampliamente difundida en Tucumán, se sustenta en un sistema fuertemente asimétrico. Según la EEAOC, el cañero recibe el 58 por ciento del azúcar producido con la caña que entregó. Además de quedar buena parte de la producción en poder de los ingenios para su comercialización, los productores encuentran problemas para conocer los tiempos reales de venta de su producción y por tanto de cobro. Pero no solo eso. Tampoco conocen los precios reales obtenidos por el ingenio. El valor de referencia para los cañeros es la bolsa de 50 kilos de azúcar blanco o el precio de la  tonelada, conocida como “vagón ingenio”. Resultado de esta asimetría es que el cañero recibe precios aun inferiores a los de referencia.

Los casos “Seabord” y “Gloria”

Robustiano Patrón Costas fue el primer dueño del ingenio San Martín del Tabacal. Uno de los símbolos de la oligarquía azucarera del noroeste argentino. En 1996, la empresa, localizada cerca de la ciudad de Orán, pasó a manos de la firma de origen estadounidense Seabord Corporation. Una multinacional con presencia en África, América Central y el Caribe.

Por aquellos años, los ingenios no producían alcohol ni vendían energía eléctrica. Unas 180 empresas medianas y pequeñas tenían domicilio en la zona. El ingenio daba empleo a 2.600 personas que producían 90 mil toneladas de azúcar. Hoy, la mayoría de esas empresas ya no existen y se perdieron unos 6 mil puestos de trabajo.

Seabord llegó con la promesa de mejorar las condiciones de vida de los obreros. Todo comenzó con el plan de expansión del cultivo de caña, que desplazó a los frutales. Los trabajadores de las colonias agrícolas debieron emigrar, cerraron escuelas y se multiplicaron los despidos. En la actualidad, Tabacal es el tercer ingenio más grande del país en producción de azúcar y el segundo en producción de bioetanol. Pese a ello anunció 181 despidos.

Hay otras historias similares. San Isidro es el ingenio azucarero más antiguo del país. Fundado en 1760, el conglomerado peruano Gloria lo adquirió en 2011 y desde su planta, ubicada en la localidad de Campo Santo, a 45 kilómetros de la capital salteña, exportaba a Estados Unidos, Canadá, Suiza, Bélgica, Italia, España, Alemania, Holanda, Japón, Israel y Nueva Zelanda. El holding, uno de las agroindustriales más grandes de Perú, decidió cerrarlo en enero pasado. Más de 700 trabajadores quedarían en la calle.

Mariano Cuenca, secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados del Azúcar del ingenio asegura que no hay motivos para echar gente. Muchos menos para el cierre, que ya intentó la firma el año pasado: “La empresa no está en crisis. En los últimos años vienen batiendo récord en producción. Este año recaudaron más de 990 millones de pesos y los gastos no se acercan ni al 10 por ciento de ese total”. Según los trabajadores, la postura de la empresa apunta a reducir el personal y presionar de cara a las próximas paritarias. La compañía, en tanto, aduce que “poderosas razones de orden económico, financiero y laboral han terminado por impedir la continuidad de las operaciones”.

Lo concreto es que, según los datos del Centro Azucarero, el ingenio produjo en la zafra 2016 unas 62.519 toneladas de azúcar crudo, lo que lo posiciona como el cuarto en importancia en la región, detrás de Ledesma, San Martín del Tabacal y Río Grande. En total, cuenta con unas 11.000 hectáreas de tierras, de las cuales 3.500 se encontraban destinadas a la producción de caña de azúcar. El resto son bosques naturales y tierras aptas para el desarrollo de proyectos ganaderos.