Luego de interminables cabildeos el triunvirato cegetista convocó a un “paro sin movilización” para el 25. En lugar de enfrentar el brutal ajuste que asfixia a los trabajadores, pide “reflexión” al gobierno.

Allá por febrero de este año, en el análisis de la marcha convocada entonces por el camionero Hugo Moyano, planteábamos un problema central que enfrentaba el movimiento obrero: quién es el conductor, quiénes dirigen a los trabajadores que son atacados permanentemente desde el Gobierno y desde sus sectores patronales aliados. En aquella nota dudábamos de que fuera el revitalizado Hugo Moyano quien se volviera a calzar el traje de opositor para enfrentar el ajuste.

Y nos permitíamos dudar a partir de recorrer aquella marcha de febrero y constatar que Moyano no era el líder de ese movimiento, que de alguna manera se vio obligado a oponerse a este Mauricio Macri, con quien mantuvo buena relación mientras fue jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Sus hijos también sindicalistas, Pablo y Facundo, coquetearon con distintas fracciones del peronismo o del Frente Renovador, en el caso de Facundo, hasta que el Gobierno también los empujó a la oposición más dura.

Esto también ocurría al calor del vacío de dirección que había dejado la CGT, que no terminaba de decidirse por ser oficialista u opositora blanda y racional. Al calor del desprestigio del triunvirato cegetista, surgían otras opciones más débiles pero que, acorde con el ánimo de muchos trabajadores estaban más decididos a enfrentar el ajuste macrista con paros y movilizaciones.

En esa línea se enrolaban las dos CTA, camioneros, los bancarios de Palazzo y algunos otros gremios. Sin olvidar que sectores de izquierda, un poco más abajo en la base, conducen varios cuerpos de delegados y aun sindicatos como el de los trabajadores del Subte.

En la organización del movimiento obrero poco cambió de febrero a estos días, pero el Gobierno ha seguido avanzando, implacable, sobre el salario y otras conquistas. El enfrentamiento se hizo inevitable, hay marchas y conflictos anunciados, como el que este jueves 15 movilizará a Camioneros y otros gremios.

En ese marco, el desprestigiado triunvirato de la CGT convoca a un paro sin movilización para el día 25.

Penoso.

Pero repasemos las declaraciones de Daer para entender por qué la CGT no puede acoplarse a la oposición política y sindical al Gobierno. Simplemente, porque no lo cree necesario. Pero mejor leamos:

-“Es necesario resolver las cuestiones de poder adquisitivo del salario”

-“La caída del consumo trae aparejado un círculo negativo que perjudica a todos los sectores, sobre todo a las pymes”

-“La ida al Fondo (Monetario Internacional), para nosotros, no es para festejarla.”

– “No es para festejar que se esté anunciando un ajuste, de tal magnitud para los meses venideros y el año que viene, cuando los sectores más vulnerables, los jubilados, los compañeros que están en la informalidad, los que continúan siendo trabajos precarios, están permanentemente perjudicados por este ajuste.”

– “Lo que le pedimos al Gobierno es una reflexión. Vetaron las tarifas (sic), plantean un ajuste fiscal como único horizonte económico…”

– “Lo que le pedimos es una rectificación de las políticas económicas. De las políticas que tienen que ver con la administración del comercio exterior, que está destruyendo a toda la industria.”

Más claro, echarle agua. Le piden al Gobierno una “reflexión” y una “rectificación de las políticas económicas”. Nada de terminar con el brutal ajuste neoliberal ni consignas incómodas de sostener en los hechos. La CGT y sus dirigentes pueden dar esto que hoy son: una caricatura de lo que alguna vez fue uno de los movimientos obreros más organizados del mundo.

Entonces, surgen las obvias críticas. Días antes ya Sergio Palazzo había dicho que sentía “una profunda decepción por la actitud de la CGT. Acá no se trata de quién conduce la Confederación de Trabajadores, sino para qué”.

“Tenemos que analizar que si no estamos de acuerdo con este modelo, hay que confrontar y punto, y no ser un diálogo funcional a los intereses de la derecha”, agregó Palazzo.

El anuncio del paro para el 25, sin movilización, no responde obviamente a estas críticas y deseos de Palazzo.

El Gobierno, a pesar de contar con estos aliados dentro del sindicalismo, sabe que no está en condiciones en este momento de largarse a la pelea abierta con todos los trabajadores. Pero las concesiones fueron tan débiles que hasta la CGT tuvo que patear la mesa de la negociación y anunciar la medida para el 25.

Desde el Poder Ejecutivo habían anunciado la flexibilización relatuva del techo paritario, decretando el pago de un 5% extra (en dos cuotas) para los gremios que hubieran cerrado aumentos al 15%, a cuenta de la revisión de paritarias fijada para septiembre. Luego, durante el fin de semana, se habló de la posibilidad de liberal 6 mil millones de pesos para las obras sociales, que estaban congelados. Un punto que siempre seduce a los popes sindicales y que los ha llevado a postergar o suspender cualquier medida de lucha.

Poco.

Muy poco para enfrentar tanta bronca que se viene acumulando entre los asalariados.

El dilema que planteábamos en febrero sigue vigente: ¿quién conducirá al movimiento obrero cuando inevitablemente choque con estas medidas de ajuste? El interrogante aún no tiene respuesta, pero algunas cosas van quedando claras: no será el triunvirato de la CGT.