Minimizar el mensaje que dejaron ayer las bolsas negras colgadas de las rejas en Plaza de Mayo y no denunciar – social y judicialmente – a sus responsables es ignorar el pasado reciente de la Argentina, renegar del “Nunca Más”, y desvalorizar la lucha por la Memoria, la Verdad y la Justicia. (Foto de portada: Raúl Ferrari/Télam)

Las imágenes de ayer en la Plaza de Mayo pueden parecer salidas del túnel del tiempo, con el retorno de un pasado materializado en bolsas negras con forma de siluetas humanas y nombres de dirigentes políticos.

Si el espectáculo fue siniestro, la tibieza de las reacciones de ciertos sectores de la dirigencia política y de la sociedad resulta por lo menos preocupante.

Da la impresión que Memoria, Verdad y Justicia, la consigna que se luchó para que se encarnara para siempre y evitar repeticiones, no funciona del todo bien en las generaciones más jóvenes.

Como si se hubiera perdido el contexto histórico, la Memoria, en un país que vivió – murió – un genocidio.

Para muchos fue apenas un hecho anecdótico, una provocación más de la oposición en el jueguito de la democracia burguesa. Algo a lo que no se le debe dar importancia, que se debe minimizar.

El presidente se limitó a condenar el hecho con un tut : “La forma de manifestarse en democracia no puede ser exhibir frente a la Casa Rosada bolsas mortuorias con nombres de dirigentes políticos. Esta acción lamentable solo demuestra cómo muchos opositores conciben la República. No callemos ante semejante acto de barbarie”, escribió.

Se dijo que era una simple performance de mal gusto realizada un grupo minoritario y se lo llegó a comparar con una performance presuntamente “similar” que hicieron colectivos de mujeres por los femicidios.

En eso se pierde de vista el quién lo hace y la intencionalidad, el para qué.

La denuncia de los femicidios no es una amenaza de muerte, es un reclamo de vida.

No fue una simple “acción lamentable”, como la calificó Alberto Fernández. Fue una clara apología del genocidio.

Las siluetas envueltas en bolsas negras (y con nombre y apellido) en Plaza de Mayo por un colectivo de autodenominados “jóvenes republicanos” – pero con el aval y la propaganda de casi toda la oposición y los medios que la manejan – son una amenaza cierta, real, que no puede desestimarse.

Fue una amenaza de muerte, como las listas negras de la Triple A, como las listas secretas de la dictadura genocida. Esas que marcaban blancos, los desaparecían, los torturaban y los mataban.

Se trató, ni más no menos, que de una apología del genocidio, cuyos responsables ya deberían haber sido identificados – si hay abundancia de algo en la Plaza de Mayo es de cámaras -, denunciados a la Justicia y procesados.

Minimizar, desestimar, ignorar el alcance del mensaje de ayer puede resultar muy peligroso. cuando se niega la Historia se están abriendo las puertas para que se repita.

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