Esgrima fútil con mucho de romance narcisista, en estos días de agonía social de los argentinos a dos grupos de “intelectuales” – que no todos lo son, apenas unos pocos – cruzaron cartas públicas, o abiertas, o lucidas, quizás para ser leídas por una plebe que, con sus problemas reales y necesidades acuciantes, poco tiempo y poco interés tiene de darles bola.
Qué extraña pulsión por “la carta”, cuando no por “el hilo” en Twitter o rutilantes apariciones en otras modalidades de la inconsistente comunicación al paso y digital! Y cuánto se alejan cada día sus cultores respecto de la sociedad de a pie, aquella que se levanta todas las mañanas porque necesita gambetear la mishiadura: Casi la mitad de los habitantes de este país es pobre. Si se tiene en cuenta a quienes deben ajustarse los cinturones en forma tajante para llegar a fin de mes, aunque no pertenezcan al universo de la pobreza, el porcentual llega al 70 por ciento de la población. En términos relativos, el consumo promedio de carnes rojas y de proteínas animales es el más bajo de los últimos cien años. Casi la mitad de los trabajadores y trabajadoras laboran en la informalidad, es decir fuera de toda convención colectiva y de toda cobertura social, salvo la asistencial del Estado vía los llamados “movimientos” que, gracias al mismo Estado, sobreviven como tales, al igual que sus “dirigentes”. Vivimos en un “sin programa” económico por parte del gobierno nacional, que es el del Frente de Todos en su integridad, aunque haya quienes con sobreactuaciones y simulaciones quieran despegarse de la debacle pronosticada tras la resignación al coloniaje acordada con el FMI. Millones de argentinos y de argentinas en estado de hartazgo y volcándose hacia la “anti política”, acicateados por las derechas no gubernamentales (en el gobierno también las hay y de qué forma) y sus aparatos mediáticos, que incluyen redes sociales. Pero parafraseando aquel viejo refrán, la culpa no la tiene el chancho sino quien le da de comer, se les hace muy difícil ocultarle a la argentinidad plebeya que la política profesionalizada repara más en sus intereses que en las necesidades de todos y que tras la imposición del sistema de democracia vigiladas post dictaduras terminó transformándose en una suerte de corporación privada multipartidaria, con burocracias enriquecidas y militancias rentadas.
Tan lejos de la Historia
Las epístolas o cartas le dieron forma a un género del texto político y cultural de muy antigua data: Desde Epicuro hasta San Pablo. Desde Jean Jacques Rousseau hasta Allen Ginsberg. Sólo por recordar algunos casos entro los innumerables que podrían citarse.
Aunque me detendré en uno de los más representativos de nuestra historia y para ello valga citar a Pólvora y tinta. La estratégica polémica de “Las ciento y una”, de Julio Schvartzman en el sitio Cervantes Virtual: En Chile, donde Sarmiento pretende capitalizar las resonancias de su antiguo exilio antirrosista, se encuentra con Alberdi, que está haciendo campaña en favor de Urquiza. Nace así, en los primeros meses del ’53, correlato de la guerra civil argentina, una durísima polémica extraterritorial. Sus textos principales son las Cartas sobre la prensa y la política militante en la República Argentina, seguidas poco después por Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la República Argentina, escritas por Alberdi en Quillota (y publicadas en adelante juntas, como Cartas quillotanas); y entre ambas, Las ciento y una de Sarmiento, escritas en Yungay. Publicaciones periódicas, circulan como folletos y remiten a artículos de los diarios de Valparaíso y de Santiago, los mismos diarios que traen despachos sobre el enfrentamiento entre Buenos Aires y la Confederación. En Santa Fe, entretanto, sobre las Bases de Alberdi se redactan los borradores de la Constitución.
Las cartas que hoy nos (pre) ocupan muy lejos están de aquellas, tanto que la distancias entre unas y otras cubren de patetismo y hasta de ridiculez a las presentes.
Cristina y los intelectuales auto percibidos
La creadora o demiurga del Frente de Todos y del gobierno de Alberto Fernández es sin dudas la dirigente de mayor estatura y sagacidad política de este país.
Cristina Fernández de Kirchner por derecho propio se adjudica la dirección del espacio político gobernante, se encarga a través de sí misma o de algunas de sus tantas voces alternas de recordar que es la titular de los votos que la llevaron a ella a la Vicepresidencia y a la Rosada a su ungido aunque antes odiado y por ella misma señalado como empleado del Grupo Clarín.
Dada su conducción de “jefa”, con múltiples espacios de poder político y económico en el gobierno federal, en el bonaerense y en el de otras jurisdicciones, se hace muy difícil creerle cuando de su despacho y allegados sale la versión de que el acuerdo con el FMI se llevó a cabo prácticamente a sus espaldas.
Hace rato que Cristina optó por la parquedad, cuando no el silencio, y por la comunicación epistolar y las redes sociales. Es probable que ella evalúe en forma favorable los resultados de esa metodología, aunque a la vista queda que no fue suficiente para disciplinar en tanto líder al conjunto de la denominada “coalición” de gobierno.
Esa opción por la epístola, que no es equiparable a la experiencia de la agrupación Carta Abierta que funcionó desde la Biblioteca Nacional en tiempos de la presidencia de Néstor Kirchner, seguramente aparece como motivación de pasado redivivo en las dos cartas desde las cuales, en los últimos días, algunos ciudadanos y ciudadanas sobre todo pertenecientes a la comunidad universitaria protagonizaron una suerte de perfomance narcisista que sólo le dio pasto a la fieras de los medios opositores, al punto tal que fueron éstos los que remarcaron con ribetes de burla justificada la forma en que algunos de los “auto percibidos intelectuales” firmaron una y otra misiva, la una crítica para con Cristina, la otra fulminante contra el presidente.
En ese aquelarre del mundo en el cual lo que parece no es y mucho de lo que es no parece, o parece otra cosa, y con misivas de graves raquitismos teóricos y de estilo, la hoguera de las vanidades llegó a encandilar con las quejas de quienes se sintieron excluidos porque no fueron convocados a firmar (una u otra) y con las justificaciones absurdas de los firmantes dobles por la dudas, por eso de que no hay que poner todos los huevos en una misma canasta o por aquello de estos son mis principios, y si no le gustan, tengo otros, frase atribuida a Groucho Marx.
Entre los suscriptores de ambas misivas encuentro a muchos a quienes aprecio, quiero y respeto, y confieso que me resulta difícil dilucidar qué los llevó a semejante maniqueísmo que, en términos objetivos y más allá de las intenciones subjetivas de los protagonistas, despeja y facilita el camino de la derecha más reaccionaria del país, que fue gobierno entre 2015 y 2019 y amenaza con volver en alguna de sus variantes después de las elecciones del 2023.
Mientras tanto
Ante la incomprensible declaración de guerra sin factor sorpresa alguno por parte de un gobierno experto en tropezarse con sus propias zancadillas, la espiral alcista en los precios de los productos de consumo masivo, en particular de la alimentación, se magnificó en forma desesperante. Puede decirse que a las subas de precios sostenidos de los últimos meses, en los días inmediatas al sonar de los clarines de juguete, se sumaron remarcaciones para arriba que en muchos casos llegaron al 120 por ciento.
La inflación se desboca, quizás así lo requiera el estatuto colonial denominado acuerdo con el FMI. El 8,8% de la inflación general se transforma en 12,8 % cuando hablamos del rubro alimentos. Pero aún un dato más preocupante: esos índices no reflejan todavía el real impacto del aumento de la comodities por la guerra en Ucrania, señala una nota de La Izquierda Diario.
Los economista Claudio Lozano (alto funcionario del Banco Nación) y Ana Ramer resumen en un artículo publicado en el sitio Socompa esta misma semana: De la lectura de los balances contables informados a la Comisión Nacional de Valores por las propias empresas se desprende que Arcor, Mastellone Hermanos y Molinos Río de la Plata obtuvieron una evolución de sus ganancias brutas -es decir: las ventas menos costos- del 112 por ciento durante el bienio 2020-2021, mientras que los precios de los alimentos se incrementaron en el mismo período un 114 por ciento. Se trata de empresas que integran el selecto grupo de los formadores de precios. En el mundo existen diez corporaciones que dominan el mercado alimenticio. Seis son estadounidenses, dos británicas, una francesa y la restante es suiza. En nuestro país, el sector lo lideran Coca-Cola, Danone, Arcor, Molinos Río de la Plata, Ledesma Mondelez (ex Kraft Food) y Bagley Latinoamérica. De ese conjunto, solo es posible evaluar el comportamiento de Arcor, Molinos Río de la Plata y Mastellone Hnos. por la sencilla razón de que cotizan en la Bola de Comercio de Buenos Aires y están obligadas a informar sus balances. No así el resto.
Podríamos seguir ilustrando con palabras la agonía social de los argentinos, pero para qué, si la cuestión de este texto es la futilidad de ciertas cartas.
Como leí en alguna de las redes sociales en las vísperas de un nuevo 24 de marzo: Sigan con sus cartitas, que la gente se está cagando de hambre.
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