La arbitraria detención del fotoperiodista Bernardino Ávila hace momentos frente al Congreso Nacional va mucho más allá del hecho en sí y pone al desnudo la política del gobierno frente a los periodistas que no se le someten. (Foto de portada: Franco Fafasulli).
El viernes pasado, en su cobertura de la represión del Verdurazo que realizaban productores de la Unión de Trabajadores de la Tierra (UTT) en Plaza Constitución, el fotoperiodista Bernardino Ávila, de Página/12, realizó una impactante secuencia de fotos que reflejó descarnadamente uno de los tantos costados del proyecto de destrucción de la Argentina que lleva adelante el gobierno de Mauricio Macri.
Una de esas fotografías, que mostraba a una anciana recogiendo berenjenas del piso con el fondo de las tropas represivas, recorrió el mundo, como una postal de los efectos del neoliberalismo en nuestro país.
La foto golpeaba y sigue golpeando. Por el contraste, por su fuerza, por su captura de una realidad brutal.
Hoy, durante una protesta de los trabajadores de la cooperativa Madygraf frente al Congreso Nacional, esa misma policía volvió a reprimir y detuvo de manera violenta a Bernardino Ávila y a otros trabajadores de prensa.
Lo golpearon, forcejearon con él, lo esposaron, lo subieron a un celular y lo trasladaron a la Comisaría de Villa Lugano.
Sería una ingenuidad no establecer una conexión entre aquella fotografía y esta detención. Desde aquella cobertura del Verdurazo -sino desde antes – Bernardino Ávila era un blanco ambulante de las fuerzas represivas. Estaba marcado.
El mensaje brutal de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires no tiene muchas interpretaciones: “Te metiste con nosotros, ahora la pagás”, dice sin eufemismos.
Sería también ingenuo pensar que la Policía de la CABA puede llevar ese mensaje a la calle sin respaldo.
No se trata de un “exceso” cometido por una fuerza de seguridad.
Es mucho más que eso: es la implementación de una política.
Porque al gobierno de Cambiemos no le alcanza ya el blindaje que le brindan los medios hegemónicos encabezados por el Grupo Clarín y La Nación.
Tampoco le alcanza con asfixiar económicamente a los medios que se atreven a mostrar, por fuera del relato oficial, las consecuencias del modelo neoliberal en la Argentina: hambre, cierre de empresas, despidos, desocupación, represión, siguen las firmas.
Cambiemos necesita un discurso único y no se detiene ante nada para imponerlo.
En ese sentido, la detención arbitraria de Bernardino Ávila es un mensaje disciplinador que el gobierno pretende imponer como ejemplo.
Porque Cambiemos necesita silencio para poder gritar sus mentiras en soledad.
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