Hoy se cumple otro aniversario del fallecimiento de Raúl Alfonsín, excesivamente calificado como padre de la democracia y campeón de los Derechos Humanos… y sin embargo, pese al “excesivamente”, un político del carajo, vehemente, cálido, cabrón, orador extraordinario, querible.
Estas pocas líneas son un modo de rendirle homenaje, lo que importa en esta suerte de tributo que hacemos desde Socompa es el video de aquel discurso extraordinario que dio en el Obelisco. Era el cierre de la campaña electoral de 1983, ante una movilización imponente. Se trata de un documento histórico que emociona y a la vez bajonea por razones evidentes: qué fue de aquella primavera democrática, qué de su gobierno, qué fue de una democracia que según en qué ciclo se convirtió en “fábrica de pobres” y de vaciamiento del país y de las instituciones, qué fue de la tristísima degradación del radicalismo, qué es de la vida de la vacuidad del presente, de los discursos vacíos de la restauración macrista y de otros espacios políticos, de la disolución de las representaciones partidarias.
Estas pocas líneas no son para analizar su gobierno, si fracasó Alfonsín al final de su mandato y cuánto intervinieron en su triste final con híper inflación los ataques brutales de los poderes concentrados y mediáticos, o los famosos paros de Ubaldini, otro dirigente que genera alguna melancolía. A trazos muy gruesos puede decirse que Alfonsín en su época, al menos inicialmente, se posicionó bien a la izquierda de los poderes concentrados (impiadosos) y también de una sociedad que salía del Medioevo. Algo parecido a lo que sucedió en el ciclo kirchnerista.
Quien escribe estas líneas hacía poco venía del exilio y sin ser del palo alfonsinista fue a ese acto del Obelisco en días que fueron hermosos. Lo mismo hicieron luego sectores del centro-izquierda e izquierda del peronismo, el partido Intransigente, la democracia cristiana y otros, para bancar al presidente en momentos históricos, difíciles. Por lo menos fue así hasta la “economía de guerra” y el Felices Pascuas.
Todo puede discutirse de Alfonsín. Lo que no puede cuestionarse –especialmente si se escucha su discurso de 1983- es que se lo extraña y que estuvo y está muchas cabezas por arriba de la dirigencia política promedio. Con Carlos Auyero, Néstor y Cristina Kirchner, entre otros, es de lo mejor que tuvimos. Lo demás, al menos en el presente, es páramo.