Cristina cruzó el puente hasta el otro lado de la grieta. Lo novedoso fue el episodio en sí. Como era de esperarse, Novaresio preguntó para la tribuna y CFK se defendió con los argumentos que usó siempre. Una movida que aún no se sabe si se convertirá en un hecho político.
Las definiciones muy generales no suelen ser útiles. La noción de que todo es político no permite diferenciar entre un hecho político, como puede ser un lanzamiento de campaña, un acto o una ley propuesta al Congreso, de un hecho mediático, porque por ahora eso fue la visita de Cristina a la redacción de Infobae a trenzarse con Luis Novaresio, quien funge ser el más moderado de la patria periodística del lado de allá. Esa patria donde dirigen el tránsito Lanata y Leuco. Digamos que era la única frontera que la ex presidenta podría haber cruzado. Hasta ahí se puede llegar, el resto es puro pantano.
En cierto sentido, fue un acto inaugural. CFK se sentó ante las cámaras a iniciar –o a clausurar- su relación con los medios hegemónicos (aunque en este caso se trate de un medio parahegemónico que vive solo en la red y que se alimenta en gran parte de noticias que aparecen en otros lados). Hubo una batalla de voluntades, la ex presidenta tratando de hablar del presente (con eso se hace campaña) y el periodista preguntando por un pasado sobre el que ya tiene hace tiempo opinión formada. En esto también es un hecho mediático, nadie cambió demasiado: ni en el entrevistador, ni en la entrevistada, ni en los espectadores. Novaresio volcó en forma más o menos de pregunta planteos a los que suele editorializar y Cristina repitió, con alguna excepción, cosas que ya había dicho –antes y después de dejar la presidencia.
Para el barbado reportero es, sin dudas, casi como haberse ganado la lotería. Por ahora es el único, fuera de los que son del palo, al que CFK aceptó responderle preguntas –aunque no se pueda descartar que hayan estado pautadas de antemano. Pero la verdad es que el destino de Novaresio no resulta un tema demasiado interesante y lo dejamos reservado al ámbito de su familia.
El tema es cómo va a hacer Cristina para transformar un hecho mediático en un hecho político. Acá se le presenta el problema inverso al que tenía cuando era presidenta. La protesta permanente era que los medios no reflejaban lo que hacía el gobierno. Los hechos políticos nunca llegaban a ser mediáticos. Y tuvo que inventarse uno: la cadena nacional. Ya que los medios no dicen hay que ser el propio medio y defenderlo con el cuerpo. En el reportaje, Cristina justificó las cadenas nacionales por la negativa de los medios a reflejar las acciones de su gobierno, aunque se autocriticó el tono. Había que llenar de palabras los silencios producidos por los demás.
Esos demás se volvieron una obsesión, al punto que cuando CFK sale de su internación y se comprueba que el pronosticado cáncer no era tal, en vez de agradecer a la gente que había acampado frente al Hospital Austral se refirió a las tapas pasadas y futuras de Clarín en torno a su estado de salud. De todas maneras, el kirchnerismo tuvo una dinámica extraña, sino contradictoria en lo que respecta a los medios. Por un lado sostuvo con pauta oficial diarios y revistas gerenciados por ese reconocido insolvente moral que se llama Sergio Szpolski. El resultado previsible fue que poner al frente a alguien sin escrúpulo alguno y sin la menor vocación periodística concluyera con el cierre de la mayoría de esos medios, como ocurrió efectivamente. Por otro, se sostuvo una permanente y constante batalla mediática que se libró siempre en un tiempo presente que se suponía eterno, en un proceso que iba inexorablemente a romper con las hegemonías de siempre, pero para dar esa batalla se apoya en socios endebles y poco confiables.
Hoy el problema está invertido y no hay medios a mano, más allá de Navarro y Víctor Hugo, en los que poder hacer política. Las tareas de construir una alternativa informativa y la de pelear un espacio en los medios frente a los cuales se ha perdido caen todas, una vez más, sobre el cuerpo de Cristina.
Da la sensación que se busca justamente limpiar la imagen de ese cuerpo que ha sido manchado por años y de demostrar que ella es alguien con quien se puede hablar. La pregunta es si hace falta y cuáles son los réditos que pueden obtenerse de la operación Novaresio. Todavía no parece haber una posibilidad cierta de saberlo. No importan mucho las lecturas de los medios, previsibles por otra parte, como Eduardo Feinmann regocijado con las supuestas contradicciones entre CFK y la realidad, o la explicación que da Fernando Laborda: la entrevista fue un último manotazo de ahogado frente a las cifras de las encuestas que darían una abrumadora ventaja a Cambiemos para las elecciones de octubre.
La cuestión es saber si este cruce del otro lado de la grieta se aprovecha para construir una sólida alternativa política. En la entrevista, Cristina dejó abierta la posibilidad de un cambio de estilo de conducción al mismo tiempo que lo afirmaba. El cambio sería aquello de un paso al costado en 2019, de ser necesario. La continuidad es su presentación como alternativa indispensable a la candidatura de senadora, cuando le dijo a Novaresio que tras ser presidenta, un lugar en el Congreso era poco apetecible.
Mientras tanto, todo sucede, al menos por ahora, en la tele. Veremos si el encuentro entre el periodista y CFK abre una continuidad de lo mediático a través del medio de la política.